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The Extravagant Universe: exploding star, dark energy and the accelerating cosmos de Robert P. Kirshner

Me resulta llamativo que el mayor descubrimiento de la astronomía moderna –ciencia que comprende razonablemente lo sucedido desde una fracción de segundo tras el Big Bang hasta nuestros días y que se hace una idea bastante aproximada de la evolución de las grandes estructuras del universo- sea precisamente no saber de qué está hecho gran parte del universo. No se trata de un forma cualesquiera de desconocimiento. Es decir, no es ignorancia en el sentido de qué no sé lo que hay tras la puerta de una habitación cerrada en la que jamás ha entrado nadie. Todo lo contrario, es una ignorancia cimentada sobre años de estudios y, como he dicho antes, sobre unos conocimientos bastante buenos sobre el funcionamiento del cosmos. Es el simple hecho de saber todas esas cosas lo que lleva a los astrónomos a concluir que falta algo. Algo que no saben qué es.

Debe ser un trabajo de los más divertido.

Y el algo no es poco. Más o menos un 90% del universo repartido por una parte en materia oscura –que sería mayoritariamente muy diferente a la materia que conocemos- y energía oscura, que en su día impulsó la inflación que creó el universo que conocemos y que hoy en día está acelerando su expansión. Es curioso pensar que la materia normal de la que estamos hechos no es nada normal. Todo lo contrario, es bastante poco habitual.

The Extravagant Universe cuenta parte de esa historia, entremezclándola, inevitablemente, con los demás hilos. Trata del uso de las supernovas del tipo Ia para estudiar la, se creía entonces, desaceleración del universo. La investigación, en la que estuvo muy implicado el autor, acabó llegando a la conclusión contraria: desde hace unos cinco mil millones de años el universo pasa por una fase de expansión acelerada. Un universo dominado por una energía oscura desconocida.

¿La energía oscura es la constante cosmológica introducida por Einstein? ¿Es otra cosa diferente, la famosa quintaesencia? ¿De qué está hecha la materia oscura? ¿Se trata de exóticas partículas surgidas de alguna teoría de gran unificación? ¿O todo podría ser un mecanismo más exótico resultado de la teoría de cuerdas?

El autor va salpicando de anécdotas personales –y algún roce con otros individuos y con algunos chistes que no son tan malos como es habitual en los libros de divulgación- una historia que arranca en 1917, con la teoría de la relatividad general de Einstein. Cuando Einstein formuló la teoría, preguntó a los astrónomos cómo era el universo. En aquella época, el universo era estático y eterno, limitado a la Vía Láctea (es curioso pensar en todos los conocimientos acumulados desde entonces y que hoy todavía hay gente que nació en esa época. Para que luego digan que el mundo no puede cambiar en lo que dura una vida humana). Como las ecuaciones no daban ese resultado, Einstein decidió introducir la fatídica constante cosmológica. Fatídica porque de haber confiado en sus ecuaciones, podría haber predicho la expansión del universo que se demostraría poco después. El universo de la astronomía se amplió enormemente en unos pocos años. Y Einstein se quedó entre la manos con una constante que, creía, no servía para nada.

Lo que más me ha gustado de este libro es que no ahorra errores y fallos, ni siquiera los del propio autor, ni tampoco intenta ocultar que la ciencia la hacen personas con una personalidad definida. No oculta en ningún momento las hipótesis equivocadas y los callejones sin salida. Ni tampoco minimiza en ningún momento los complejos problemas tecnológicos que es preciso superar para realizar estudios de este tipo. Incluso habla de equipos que, teniendo la idea correcta, lo intentaron antes de que la tecnología lo permitiese. Se trata, después de todo, de ver la luz emitida por objetos muy brillantes, sí, pero que se encuentran a millones de años luz de la Tierra.

Además, por si los problemas prácticos fuesen pocos, una supernova es objeto cuya naturaleza es preciso estudiar primero. ¿Cuántos tipos de supernovas hay? ¿Todas las supernovas del tipo Ia son iguales? ¿Se pueden usar como puntos de luz de referencia? ¿Qué factores modifican la luz desde el momento en que surgió de la supernova hasta su llegada a la Tierra? Son pequeños detalles que hay que ir resolviendo poco a poco, acumulando datos y creando modelos. Rara vez la ciencia es resultado de un momento de inspiración. Según este libro, es sobre todo resultado de ingenio y mucho trabajo duro. Es más, incluso cuando se llega a la conclusión final, no deja de insistir en otros científicos que proponen mecanismos alternativos que podrían explicar de otra forma esos mismos resultados. Por ejemplo, podría haber en el universo un «polvo de hadas» que alterase sustancialmente los resultados. Pero en ciencia se trata de hacer predicciones concretas que luego se puedan contrastar con la realidad.

Me ha gustado mucho este libro. La imagen que da de la ciencia es tremendamente humana –siendo también un libro muy personal-, como una empresa que siempre se está haciendo y jamás se termina. De hecho, el libro concluye con un epílogo –añadido al texto original- sobre nuevos proyectos de investigación que podrían ampliar, e incluso modificar, las conclusiones iniciales. Nunca se acaba.

Y el mejor ejemplo de la evolución continua de la ciencia es la historia contada en el libro. Empezando por una serie de preguntas sobre la naturaleza última del universo, el proceso científico llevó a responder muchas de esas preguntas pero también planteando finalmente preguntas todavía mayores. Cuando se descubra la naturaleza de la materia oscura –propuesta, por cierto, en 1933- y la energía oscura, ¿con qué preguntas nos quedaremos entre las manos?

[50 libros] 2010

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[Recibido] El enigma cuántico de Bruce Rosenblum y Fred Kuttner

Confieso que me da un poco de miedo un libro –El enigma cuántico (Tusquets Editores. ISBN: 978-84-8383-244-8. 264 pp. 19,00€) de Bruce Rosenblum y Fred Kuttner- que se subtitula «encuentros entre la física y la conciencia». La cuántica es una de esas teorías física tan malinterpretada y empleada para todo tipo de propósitos ajenos a ella que no puedo evitar inquietud aunque los autores sean físicos. Quizá pero por eso sea importante darle una oportunidad.

De la contraportada:

Nacida en los años veinte del siglo pasado para explicar el mecanismo que rige el comportamiento de los átomos, la teoría cuántica ha sido sorprendentemente exitosa: ninguna de sus predicciones ha resultado falsa y ningún científico la pone en cuestión. Además, la mecánica cuántica ha revolucionado nuestro mundo cotidiano y ha propiciado asombrosos avances tecnológicos. Sin embargo, algunas de sus conclusiones –como la afirmación de la interdependencia entre la realidad del mundo exterior y su observación experimental, o la idea de que un objeto puede estar en dos o más sitios al mismo tiempo– constituyen un enigma que cuestiona nuestras intuiciones en torno a la realidad y la conciencia y que acercan esta teoría a la filosofía y el misticismo.

Los físicos Rosenblum y Kuttner exponen con claridad y sin tecnicismos el desarrollo histórico de esta teoría, relatan fascinantes historias y anécdotas sobre los científicos involucrados en ella y exploran la paradójica idea de que la conciencia afecta a los fenómenos físicos. El enigma cuántico, en definitiva, ofrece una amena aproximación a un misterio que obsesiona a los físicos desde hace ocho décadas.

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[Recibido] El año del desierto de Pedro Mairal

La verdad es que me gustan los libros de la editorial Salto de Página. Están escogidos para que tengan siempre un punto curioso que los hace interesante. Hace poco he leído dos (Oscuro bosque oscuro de Jorge Volpi y Bajo el influjo del cometa de Jon Bilbao) y he quedado encantado. Este El año del desierto (Salto de Página. ISBN: 978-84-937181-6-9. 20,50€. 320 pp.) de Pedro Mairal apunta en esa misma dirección.

De la contraportada:

La intemperie avanza implacable, desde los arrabales, cercando la ciudad de Buenos Aires. Convierte los edificios en baldíos llenos de vegetación, el asfalto en mala yerba.

María Valdés Neylán, secretaria en un rascacielos de cristal y acero, tendrá que sobrevivir en un mundo que se desmorona: donde crece el desorden, brotan las epidemias y los alimentos se pudren inexplicablemente rápido. A lo largo de un año será enfermera y pionera de la colonización, rehén de los braucos y diosa indígena. De los prostíbulos del puerto a las extensiones de la pampa, sus pasos la llevarán a olvidar de dónde vino, y su relato a recordarlo.

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The Infinite Book, de John D. Barrow

El infinito no es sólo un número muy grande. Si lo consideramos así, nuestra experiencia sobre el funcionamiento de los números nos engañará. Porque dado un número, por grande que sea, basta con sumarle uno para obtener un número todavía mayor. Infinito no se comporta así. A infinito si le sumas uno sigues teniendo infinito. Es más, si a infinito le sumas infinito el resultado sigue siendo infinito. El producto de infinito por cualquier número mayor que cero es infinito, por pequeño que sea el número.

Consideremos esta suma:

S = 1 – 1 + 1 – 1 + 1

El resultado es uno. Si añadiésemos un -1, el resultado sería cero. Si seguimos añadiendo términos, el resultado sería 1 o 0, dependiendo de los términos que añadamos. Sin embargo, si añadimos infinitos términos:

S = 1 – 1 + 1 – 1 + 1…

Ya no sabemos cuál es el resultado. Si agrupamos los términos de la siguiente forma:

S = (1 – 1) + (1 – 1) + (1 – 1)…

Entonces S = 0 porque todos los términos entre paréntesis valen cero. Pero si los agrupamos así:

S = 1 + (– 1 + 1) + (- 1 + 1)…

El resultado es S = 1 porque los términos entre paréntesis valen cero. Pero todavía podemos mejorarlo:

S = 1 – (1 – 1 + 1 – 1…)

Lo que hay entre paréntesis es S. Por tanto, tenemos:

S = 1 – S

Lo que da:

2S = 1

Y por tanto:

S = 1/2

Ése es uno de los ejemplos contenidos en este extraordinario libro de divulgación. Un libro que se enfrenta al infinito en todos sus llamativos aspectos, algunos de los cuales han sido verdaderos descubrimientos para mí. Desde los infinitos matemáticos y las cumbres imponentes de la sucesión sucesiva de infinitos de Cantor (infinitos que son mayores que otros infinitos), hasta los infinitos físicos (¿los infinitos que predicen algunas teorías son problemas de las teorías o describen fenómenos reales?), pasando por los infinitos teológicos (¿un dios infinito podría haber creado un mundo finito?), los infinitos cosmológicos (¿cuál es la forma última del universo? ¿Podríamos vivir realmente en un mundo de inflación eterna donde surgen continuamente nuevos universos?), las máquinas capaces de realizar infinitas tareas en un tiempo finito (que parecen ser posibles en la mecánica newtoniana pero imposibles en la física de Einstein), la posibilidad de infinitos bucles en el viaje en el tiempo y los detalles de una vida de inmortales.

De hecho, el libro parece tratar de cualquier tema en el que el infinito pueda entrar. Es decir, no se me había ocurrido que la ética pudiese tener problemas con el infinito (de hecho, en estas páginas se habla mucho de gente que, por una u otra razón, tenía problemas con el infinito, precisamente porque introduce problemas muy complejos allí donde aparece), pero así es. Si vivimos en un universo infinito, en ese caso, cualquier cosa que tenga una probabilidad superior a cero se repite infinitas veces. Por tanto, hay infinitas copias de todos nosotros ejecutando exactamente nuestros actos. Es más, hay infinitas copias de nosotros mismos ejecutando todos los actos que podríamos potencialmente estar ejecutando ahora mismo. En ese mundo, ¿qué sentido tiene un acto de altruismo si hay infinitos mundos en el que ese acto no se realizó? Si se pudiese demostrar que vivimos en un universo así, ¿habría que rehacer la ética?

Evidentemente, el libro no tiene tiempo de tratar ningún tema en profundidad, definiéndose, de hecho, como una breve guía. Se trata más bien de ofrecer un repaso lo más amplio posible a un tema fascinante. Y lo consigue, porque el autor logra transmitir esa sensación de gran aventura intelectual, de ideas y pensamientos asombrosos que jamás habías considerado. Lees sin parar, deseando que la siguiente página ofrezca tantas maravillas como las anteriores. Y no defrauda. Página tras páginas encuentras detalles que desconocías.

Por ejemplo, el hotel de Hilbert.

Se trata de un hotel con infinitas habitaciones. Una noche, llega un viaje y el recepcionista le dice que el hotel está lleno, que hay infinitos huéspedes. Pero el director interviene para ofrecer una solución. Basta con mover a cada huésped a la habitación siguiente (1 a la 2, de 2 a la 3, de 3 a la 4 y así sucesivamente) para dejar libre la primera habitación y poder acoger al viajero.

El viajero queda tan contento de su estancia que una semana después regresa al hotel, trayendo a infinitos amigos (siempre tuvo don de gentes). El recepcionista vuelve a objetar que le hotel está lleno. Pero una vez más, el director interviene para ofrecer una solución. Basta con desplazar a cada huésped de su habitación a la doble, de la 1 a la 2, de la 2 a la 4, de la 3 a la 6 y así sucesivamente. De tal forma quedan libres todas las habitaciones impares y el hotel puede entonces acoger a todos los infinitos amigos del viajero.

Por desgracia, los huéspedes de las habitaciones pares se cansan de tanto ajetreo y se van todos. Por tanto, todas las habitaciones pares quedan vacías y la ocupación del hotel cae al 50%, algo que el director no puede tolerar. Por suerte, la solución es simple. Basta con dejar la habitación 1 como está, trasladar 3 a 2, 5 a 3, 7 a 4, y así sucesivamente. Listo. La ocupación vuelve a ser del 100%.

Pero hay un problema adicional. El hotel pertenece a una cadena con infinitos hoteles en infinitos mundos. Como nuestro hotel es el único que mantiene una ocupación continua del 100%, los jefes han decidido cerrar los otros hoteles y trasladar a infinitos huéspedes de infinitos hoteles a nuestro hotel. ¿Cómo se les puede acomodar?

Yo conocía el hotel de Hilbert y los primeros casos que he presentado. Pero debo admitir que el problemas de infinitos grupos de infinitos huéspedes que llegan al hotel no me lo había planteado nunca.

The Infinite Book ha sido una de mis lecturas más divertidas de este año. Un extraordinario ejemplo de divulgación.

[50 libros] 2010

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Regreso al ayer

Ayer tuvimos la pequeña oleada –tampoco se extendió demasiado- de un meme que me llama mucho la atención. En particular, es una falsedad que dice que ayer -5 de julio de 2010- era la fecha originalmente programada en el DeLorean que en la película Regreso al futuro llevaba a Marty McFly al pasado. Es decir, que ayer fue un día especial que aparecía originalmente en esa película.

El meme venía acompañado de la imagen correspondiente a modo de prueba:

Sin embargo, en la película lo que sale es esto:

Esa imagen –poco después del minuto 24 en mi DVD- aparece después de que Doc haya probado el DeLorean enviado a su perro, Einstein, un minuto al futuro. Por esa razón, la fecha de destino marca la 1:21 y la de partida la 1:20. Inmediatamente Doc se pone introducir fechas posibles: la fecha de la firma de la declaración de independencia, el 25 de diciembre del año 0 (una broma de la película, porque no existe ese año) y, finalmente, el 5 de noviembre de 1955, la fecha a la que finalmente viajará Marty. ¿Por qué esa fecha? Porque fue el día que el buen doctor inventó el viaje en el tiempo. Le llevó 30 años construir la máquina.

Por supuesto, en la continuación –Regreso al futuro II– Marty acabará viajando al futuro y conocerá a sus hijos y demás. Pero lo hace al año 2015, por lo que todavía hay que esperar un poco para celebrarlo.

Dije al principio que el fake me había llamado la atención. ¿Por qué? Bien, porque es muy inocuo, muy blanco, una especie de mentirijilla que se cuenta para ver si cuela, pero sin mayor malicia. Normalmente, un fake se monta para dejar mal a alguien. Por ejemplo, no debe haber mujer famosa que no tenga por ahí imágenes en las que muestra partes de su cuerpo que en la fotografía sin retocar estaban cubiertas. Sin embargo, ni el 5 de julio es especialmente memorable, ni tampoco pasa nada por creérselo. Como mucho, te dolerá en la autoestima, pero no se vilipendia a nadie.

Es decir, para ser un fake me fascina que sea tan inocente, tan claramente hecho por pura diversión. Una broma que no tiene mayor trascendencia y no te invita a pensar mal de nadie. Vamos, como el día de los inocentes. Es más, ha servido para darle un nuevo momentito de gloria a la película.

(Gracias al amigo Juan Diego).

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