Prevayler

Estoy pensando en usar Prevayler para un proyecto reciente. Bueno, llamarlo proyecto es demasiado. Es más una práctica, pero como siempre me interesa emplear cosas nuevas, pues eso… Por suerte, en español hay un buen tutorial obra de Nacho, que se puede encontrar aquí.

—–

Continuar leyendoPrevayler

Has sacado alguna foto de interés hoy?

Porque en ese caso, a la BBC le gustaría verla. Esa gran empresa de comunicaciones global ha decidido que podrían interesarle las fotografías que la gente saca con sus cámaras digitales o con sus teléfonos móviles:

Nearly a million phone cameras have been sold in the UK, and if the experience of Japan is anything to go by, soon millions of us will have the ability to send pictures from our mobile phones. And with digital cameras, people are now regularly taking pictures and sending them around the world within hours, sometimes sooner. So if you think you have a picture worth looking at, if you found yourself in the right place at the right time, send it to BBC News Online.

¿Alguien se anima a enviar fotos de las manifestaciones?

—–

Continuar leyendoHas sacado alguna foto de interés hoy?

Cómo se llamaba la web antes de llamarse World Wide Web?

Pues se llamaba «Mesh«:

This document was an attempt to persuade CERN management that a global hypertext system was in CERN’s interests. Note that the only name I had for it at this time was «Mesh» — I decided on «World Wide Web» when writing the code in 1990.

(vía Marc’s Voice)
—–

Continuar leyendoCómo se llamaba la web antes de llamarse World Wide Web?

Atrápame si puedes

Spielberg consigue que desees vivir en los años sesenta.

En muchos aspectos, Atrápame si puedes se podría ver como un reverso de Minority Report. En esta última, el estado poseía tal control sobre el individuo y su intimidad que no confiaba en nadie, y nadie confiaba en nadie más. En el caso de Atrápame si puedes, la situación está invertida: el protagonista es un estafador de capacidades casi sobrehumanas, pero vive en una sociedad que, desde nuestro punto de vista actual, confía hasta puntos casi patológicos. Un estafador como el de la película probablemente no duraría ni dos segundos en el clima actual de desconfianza, por tanto, ¿quién no desearía vivir en los utópicos e ingenuos años sesenta que aparecen en la pantalla? ¿Años idílicos en los que bastaba con vestirse de piloto para cobrar cheques a derecha e izquierda? ¿En los que la simple promesa de un trabajo de azafata te bastaba para conseguir un grupo de guapas muchachas dispuestas a recorrer Europa contigo?

Leonardo DiCaprio está francamente bien en el papel de Frank Abagnale Jr. (sé que hay gente que no puede ni verlo, pero a mí siempre me ha parecido -desde que salía en Los problemas crecen– muy buen actor), mostrando la perfecta combinación de encanto, desfachatez y dulzura que todo estafador debería poseer. Se le podría reprochar, quizá, tener un aspecto demasiado juvenil para el papel que interpreta. El Frank Abagnale original era muy joven, 16 años, cuando comenzó sus fechorías, pero parecía mucho mayor de lo que era.

Tom Hanks hace de policía decidido a pillar al criminal, en parte por recta defensa de la ley y en parte porque le fastidia que le humillen. También hace de padre moral del protagonista, reconduciéndole al buen camino. Aún así, hay un punto irónico en ese personaje. El héroe de la función es el ladrón, mientras que el policía aparece como el malvado que quiere dar fin a la sana diversión del protagonista.

Pero el mejor de todos es Christopher Walken, en el papel de padre presente pero que no ejerce. De tal palo tal astilla, dicen, y la amoralidad del padre, una facilidad para la mentira casi automática, la hereda el hijo llevándola con brillantez a nuevos niveles. Walken compone a un hombre anónimo con aires de grandeza, gran concepto de su persona, que se miente continuamente a sí mismo y que es incapaz de dar un buen consejo a su hijo. El polo opuesto del personaje de Tom Hanks.

Lo de los polos queda claro en dos curiosas escenas de la película. En la primera, Frank le pide a su padre que le ordene dejar su carrera de estafador. El padre no lo hace, pero más que nada porque a) tiempo atrás abdicó de su papel de padre, b) en realidad no sabe dirigir su vida y menos la de los demás, c) y encima, sospechamos, siente cierta envidia de los «éxitos» de su hijo (le pregunta continuamente a qué país exótico va a volar hoy). Casi al final de la película tenemos otra escena similar. Pero en este caso, Frank no pide nada, pero sospecha que el policía le va a detener. Pero éste no hace nada, aunque dejando bien claro que podría y quizá debería, pero no porque haya dejado de lado sus responsabilidades, sino porque cree tener una superior para con el muchacho del que es padre sustituto. Simplemente, le permite a Frank tomar la decisión él mismo, dejando claro que confía en que hará lo correcto.

Atrápame si puedes no es la mejor película de Spielberg, pero es una historia entretenida y muy bien contado, sobre un mundo lejano que nunca existió (la propia película hace una referencia a la guerra de Vietnam), una especie de comedia en el fondo amarga, o un drama existencial con toques cómicos.

Y una última cosa. Los títulos de crédito iniciales son magníficos.

Continuar leyendoAtrápame si puedes

Investigaciones

Acabo de comprar Investigaciones. Compejidad, autoorganización y nuevas leyes para una biología general de Stuart Kauffman. Del prefacio:

Tal vez el aspecto más llamativo de Investigaciones, tanto en el texto resultante como en su proceso de gestación, sea mi polémica conclusión de que el modo en que Newton, Einstein y Bohr nos enseñaron a hacer ciencia es, cuando menos, incompleto. En sus ejemplos, verdaderas piedras angulares de la física, se preestablecen partículas, fuerzas, leyes y condiciones iniciales para seguidamente computar las consecuencias. En tales escenarios somos capaces de abarcar a lo largo del tiempo la totalidad del espacio de posibilidades, es decir, podemos predeterminar de modo finito la configuración del espacio de posibilidades del sistema en cuestión. Esta capacidad para preestablecer el espacio de configuraciones, por ejemplo, es la premisa conceptual en la que se basa la mecánica estadística clásica cuando analiza el comportamiento de un recipiente lleno de gas a partir del espacio de fases 6N-dimensional formado por todas las posibles posiciones y momentos de sus N partículas.

Pero, tras mi peregrinaje, sólo me cabe dudar de que podamos preestablecer algún día el espacio de configuraciones de una biosfera. La causa fundamental proviene de lo que Darwin denominaba «preadaptaciones», es decir, las consecuencias causales de ciertas características de un organismo carentes de significado adaptativo en el entorno habitual en el que dicho organismo se desenvuelve, pero que pueden cobrar importancia en un entorno nuevo y ser finalmente escogidas por la selección natural. Así surgieron el oído, los pulmones, la capacidad de vuelo -virtualmente, todas las adaptaciones mayores y, probablemente, la mayoría de las menores-. ¿Cabría prever a lo largo del tiempo todas las consecuencias extrañas, casuales y dependientes del contexto de cualquier particularidad de un organismo con la suficiente importancia selectiva en algún entorno singular como para conducir a su existencia física en la biosfera? Me temo que no. Y si es así, nunca podremos determinar de modo finito el espacio de configuraciones de aquella.

Así pues, la biosfera, en su evolución permanente, está ejecutando algo literalmente incalculable, no algorítmico y fuera de nuestra capacidad de predicción. Y ello no es debido sólo a la incertidumbre cuántica o al caos determinista, sino a una razón diferente e igual de -o aún más- profunda: la emergencia y la persistente creatividad de que está dotado el universo físico.

Suena a que la lectura va a ser muy interesante.

Continuar leyendoInvestigaciones