Monsters, Inc.

¡Qué vergüenza! Había comprado el DVD y no había visto la película. Es lo malo de esos soportes permanentes: compras libros, discos y dvds y piensas «ya lo leeré/escucharé/veré cuando tenga un rato». En esta vida moderna y ajetreada, evidentemente, el rato no llega nunca, sobre todo ahora que todos padecemos seudo ADD y nuestra limitada atención se reparte entre veinte actividades simultáneas. Por otra parte, a veces se produce el milagro, como ayer, cuando metes el dvd en el reproductor y se hace la magia.

¡Qué delicia de película! ¡Qué maravilla de guión! Es curioso que películas que dependen tanto de un efecto especial concreto al estar completamente generadas por ordenador se sostengan sobre guiones tan sólidos. ¿Por qué los animadores de Pixar tienen tan claro que toda buena película parte de un buen guión mientras el resto de la industria parece pensar que el guión es algo secundario? Si Monsters, Inc. es algo es un triunfo de la narratividad, de la ordenación perfecta de los elementos, de los detalles que dan profundidad a los personajes (aunque, todo hay que decirlo, el guión tiene al menos dos agujeros importantes).

(Asumo que a estas alturas todo el mundo la ha visto, por lo que me abstengo de resumir el argumento: Sólo decir que en el mundo de los monstruos, la fuente de energía son los gritos de los niños. Por tanto, los monstruos pasan por unas puertas que comunican con los dormitorios de los niños y los asustan. La coña es que los monstruos le tienen tanto miedo a los niños como estos a los monstruos. De hecho, creen que los niños humanos son terriblemente venenosos. Un día una niña llega al mundo de los monstruos…)

¡Y qué personajes! A la gente de Pixar le gustan los desafíos: la ciudad llena de monstruos todos diferentes y dos protagonistas, uno cubierto de pelo y otro que es básicamente un testículo verde con un ojo enorme en el centro. Animar todo eso, y encima conseguir que tengan personalidad, defectos y afectos es todo un triunfo. El mundo recreado tiene una asombrosa riqueza visual, lleno de referencias para los adultos y perfecto para niños. Tal es así, que el guión se permite incluso meter alguna pulla sobre la responsabilidad de los empleados en una empresa: ¿debe el empleado desentenderse de los turbios manejos de su jefe asegurando que se limita a cumplir órdenes? Genial la inversión final de papeles laborales entre Sully y Mike.

Una de las ventajas de verla en versión original es disfrutar de las voces. El trío de John Goodman (Sully, el monstruo enorme cubierto de pelo), Billy Crystal (Mike Wazowsky, el testículo) y Steve Buscemi (Randall, el camaleónico lagarto malvado que parece moverse casi como el actor) es realmente extraordinario y elevan la calidad de la producción. En particular, Goodman transmite perfectamente el cambio de sentimientos de Sully hacia la pequeña Boo (la niña que penetra en el mundo de los monstruos) y consigue dotar de sentimientos encontrados a todos los diálogos. Crystal es perfecto como el graciosillo amigo de Sully. La relación de amistad típicamente masculina entre los dos está francamente lograda.

Las mejores escenas: la persecución colgados de las puertas, muy efectiva porque está ahí por algo y los personajes, tanto perseguido como perseguidores, pretenden algo, y la pelea de Sully con Randall (que en ese momento es invisible en virtud de su capacidad para cambiar de color) mientras Mike decide que es hora de examinar en voz alta su amistad con Sully. Los hombres siempre elegimos el peor momento. Genial el cameo del abominable hombre de las nieves (un inciso, esa escena en particular la vi en una tienda en un televisor de plasma. No puedo empezar a describir la calidad de la imagen y la sensación de tridimensionalidad que ofrecía. En cuanto pueda permitírmelo, y bajen de precio, pienso comprarme uno).

Pues en resumen, buenísima.

Y ahora, mis dudas con las puertas.

¿De dónde salen? ¿Quién las fabrica? Cuando en el mundo de los humanos se fabrica un armario nuevo, ¿en el mundo de los monstruos aparece una puerta? ¿Una vez destruida una puerta ya no se puede volver a entrar en esa habitación? Si las puertas se fabrican en el mundo de los monstruos, ¿qué impide fabricar una nueva? Durante la persecución, los personajes van entrando y saliendo de las puertas (que han sido activadas convenientemente), ¿eso implica que en las habitaciones correspondientes hay dos armarios, uno para entrar y otro para salir? ¿Soy un físico retentivo anal?

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p class=»media»>[Estoy escuchando: «Gettin’ into Something» de Hank Mobley en el disco Poppin’]

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Hulk

No me gustó tanto como quizá hubiese querido, pero ciertamente me gustó más que las otras películas de superhéroes que he visto últimamente (repito, las que he visto, que otras ni me he molestado). Empieza tan bien y parte de un planteamiento tan interesante que deseaba con toda mi alma que siguiese por ese camino. Por desgracia, Hulk se mueve entre el deseo de crear una película intimista y psicológica y la fidelidad al cómic original, una tensión que finalmente acaba rompiéndola. En cualquier caso, el resultado vale la pena: no es tanto que sea buena -tiene un nivel aceptable- como que es interesante, más de lo que puedo decir de otras.

La película arranca con un largo prólogo que cuenta los orígenes del personaje. Un científico -David Banner- que trabaja para un laboratorio militar (por cierto, aparentemente los nombres David y Bruce se refieren al mismo personaje. Es decir, en la serie de televisión el protagonista se llama David Bruce Banner y en los cómics el padre tiene otro nombre. Hay quien apunta que ese chiste interno podría ser una de las claves de la película al plantear que el hijo -Bruce- posee gran parte del material genético del padre -David) investigando la regeneración celular. Experimento tras experimento acaba inyectándose a sí mismo -en la mejor tradición del científico loco, que de eso se trata- cuando se le niega el permiso para experimentar con humanos. Por desgracia, su mujer se queda embarazada y asistimos a la fascinación absoluta del padre al comprobar que el hijo ha heredado modificaciones genéticas resultado de sus experimentos (no se nos aclara cómo sucede tal cosa y tampoco importa).

Cuando los militares descubren sus experimentos le cierran el laboratorio y el padre intenta resolver la situación con una medida drástica. Por desgracia, consigue traumatizar a su hijo de por vida. Cuando nos volvemos a encontrar con Bruce Banner, vive con una familia adoptiva y se dispone a ir a la universidad para convertirse en un gran científico. Más tarde, ya nos lo encontramos convertido en investigador y trabajando en el campo de la regeneración celular empleando en esta ocasión nanomáquinas y rayos gamma -como ven, las taras de los padres visitan a los hijos. Y por cierto, su compañera de investigaciones es la hija del militar que cerró los experimentos de su padre. Todos los elementos de un drama familiar.

De súbito el padre reaparece, dispuesto a ayudar a su hijo. Lo que no sabemos es qué entiende por ayudar y durante parte del metraje es un personaje algo ambiguo, aunque toma decisiones terribles que no sabemos si se deben a la confusión o a la maldad. Por tanto, si el padre es el amigo o el enemigo de su hijo no queda claro durante la primera parte de la película. Mientras tanto, el general Ross, padre de ella, se pinta como el malo -aunque el realidad el malo maloso es otro- y su personaje se va remodelando hasta convertirse en otra figura atrapada en una estructura que le supera y que no acaba de poder controlar.

Aparentemente, Ang Lee buscaba un tono de tragedia griega para la película, por tanto, la rigidez del destino, trágico y marcado de antemano, está presente, aunque modernizado para que sea la rigidez del destino genético. Bruce Banner es un hombre con una tara, una naturaleza animal que no puede controlar y que lucha por salir de su cuerpo, un componente irracional que se enfrenta a su racionalidad científica. ¿Es de extrañar por tanto que los conflictos de la película sean edípicos -y, me acabo de dar cuenta- eléctricos?

En cualquier caso, la naturaleza interior de Bruce Banner se ha manifestado a lo largo de su vida en forma de pesadillas que le daban a entender la presencia de otra realidad. Pero la súbita reaparición de su padre cambia las cosas. David Banner parece obsesionado en recuperar los secretos genéticos contenidos en el cuerpo de su hijo -digamos que los genes de Bruce Banner han logrado una integración mejor de las características que David Banner se inyectó; el hijo supera a su padre. Quizá la intervención del padre sea lo que desata los accidentes, quizá sea casualidad, pero Bruce Banner recibe una dosis de nanomáquinas y rayos gamma y…

Se transforma en el gigante verde que todos recordamos de la infancia. Después de varias vicisitudes, incluyendo una espectacular pelea con caniches salidos del infierno, los militares capturan a Hulk y lo llevan a la misma base en la que creció de niño y en la que su padre investigaba. Mientras tanto, David Banner hace lo posible por despertar las potencialidades de sus propios genes, sometiéndose a nanomáquinas y rayos gamma y obteniendo así extraños poderes.

Y desde mi punto de vista, aquí es donde empiezan a ir mal las cosas. Toda la primera parte ha tenido un planteamiento interesantísimo pero la fidelidad al cómic manda y en cuanto Hulk está disponible como personaje hay que emplearlo: supongo que nadie iría a ver la película si Hulk no saliese mostrando lo que puede hacer. Hay una ligera crítica a la avaricia empresarial -quieren el material genético de Hulk para patentarlo y ganar una fortuna-, los militares salen relativamente bien parados -le disparan a Hulk pero sinceramente creen hacer lo mejor- y asistimos a una interminable y en ocasiones aburrida persecución por el desierto, una de esas escenas espectaculares pero que no aportan demasiado. Sí, Hulk es un personaje perseguido, pero con unos minutos bastaba para dejarlo claro. La inutilidad de la escena se manifiesta al contrastarla con las dos primeras apariciones de Hulk. En la primera, destruye su propio laboratorio quizá cabreado porque de alguna forma lo sabe responsable de su transformación. En la segunda, lucha contra los perros pero lo hace para salvar a una persona indefensa que no tendría ninguna oportunidad frente a esos animales. La persecución por el desierto no es más que un homenaje al cómic original sin mayor sentido. Vale, en ocasiones es espectacular, vale, en ocasiones es inteligente y divertida, pero no es más que una cacería demasiado larga (incluyendo el obligatorio momento «parece que lo hemos matado pero no»).

Y mientras tanto, se olvidan de los personajes que tan bien han situado. Betty Ross pasa a una especie de segundo plano, convertida en un tranquilizante para monstruos -aunque su personaje se tiñe de cierta ambigüedad humana al colaborar con los militares- y el conflicto con su padre el general se resuelve en unas pocas escenas algo patéticas. Por suerte, el padre de Bruce reaparece con sus nuevos poderes y ya manifestando toda su locura. Nick Nolte lo interpreta muy bien, quedándose justo en la línea que separa lo exagerado de lo directamente chusco, y consigue que el intercambio con Bruce Banner tenga mucha gracia. El padre desea lo que el hijo tiene, y lo quiere a cualquier precio. Eso sí que es un padre dominante.

Está claro lo que han tratado de hacer con esta película: combinar la reflexión sobre el destino personal y el cómic de superhéroes. No dudo que se pueda hacer, porque el propio Ang Lee lo demostró el Tigre y dragón, pero en las películas no hay mucho tiempo y es preciso elegir. En un cómic, o una serie de televisión, tienes espacio de sobra para hacer cosas y puedes ir modificando y cambiando la trama para hablar de lo que quieras. En dos horas de película apenas queda tiempo para nada y por tanto hay que elegir con cuidado. Hulk no lo hace y se queda a medias. Arranca con un planteamiento intimista y psicológico y luego pasa a una película de acción, pero en dos partes diferentes que no acaban de casar entre ellas.

Pero al menos lo intenta.

Es más de lo que puedo decir de otras películas de superhéroes.

Una mención aparte merece el Hulk creado por ordenador. Da francamente el pego en casi todo momento. En la interacción con humanos se nota que no «está» ahí. Pero cuando se mueve por el paisaje -o dentro de un edificio- o se enfrenta a máquinas, el resultado es muy bueno. En algunos momentos parece un dibujo animado, sí, pero en general da realmente la impresión de una presencia física real.

Y para que quede definitivamente claro, mis películas preferidas de superhéroes son Superman y La sombra.

[Estoy escuchando: «Scherzo. Wuchtig» de Mahler en el disco Sinfonía número 6 en la menor]

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La ley de Godwin

La ley de Godwin es una de esas curiosas leyendas de Usenet que dice: «As a Usenet discussion grows longer, the probability of a comparison involving Nazis or Hitler approaches one». Situación, después de todo, en la que todos nos hemos encontrado: una discusión se va alargando indefinidamente y los argumentos van dejando paso a los insultos y de pronto alguien llama nazi a otro. La tradición dicta, que no la ley, que a partir de ese punto es preciso abandonar la discusión y que la persona que ha invocado a los nazis ha perdido la discusión. Pero la ley tiene otra simple aplicación: en cuanto se empieza a comparar a los otros con los nazis la discusión ha perdido todo sentido práctico y nada útil o interesante puede extrarse de ella.

Lo encantador es que la ley de Godwin puede considerarse un curiosísimo ejemplo de optimismo por inversión. A ver si me explico: describe un fenómeno lamentable de la naturaleza humana, pero lo hace asumiendo que iniciaremos el proceso comportándonos como seres humanos civilizados, discutiendo como personas razonables e intentando ofrecer argumentos para nuestras posiciones. Inevitablemente acabaremos en el insulto usando la palabra fetiche para la ocasión -terrorista, comunista, radical, nazi o la que sea- ésa cuya sóla invocación basta para detener al contrario y cuyas implicaciones no es preciso examinar, pero al menos habremos empezado bien.

Hoy en día, sin embargo, ya ni se espera a agotar los argumentos para iniciar la ráfaga de insultos. Los políticos, esos espejos deformados y caricaturescos de la sociedad pero que tan bien la reflejan, van directamente a exabrupto y a llamarse nazi a la mínima de cambio. En ese punto siento ganas de invocar el corolario a la ley de Godwin y pedir que paren el mundo, que me apeo. Lástima que no se pueda.

[Estoy escuchando: «Why Don’t I» de Sonny Rollins en el disco Sonny Rollins, Vol. 2]

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El prisionero

Primero un trueno. Luego una carretera larga por la que se acerca un coche deportivo. Llega a Londrés, cerca del Big Ben, entra en un parking subterráneo. El conductor recorre un largo pasillo oscuro y llega a una oficina. Muy alterado, presenta un sobre. Luego descubrimos que ha entregado su renuncia. ¿A qué? No lo sabemos, pero aparentemente se trataba de un puesto de inteligencia de muy alto nivel y muy secreto. Regresa a casa, seguido de cerca por un coche misterioso. Cuando está metiendo algunas cosas en una maleta pequeña, junto con la imagen de lo que parece una isla caribeña, un gas penetra por el ojo de la cerradura. Lo último que ve antes de desvanecerse son los altos rascacielos de Londres.

Cuando despierta, descubre que ya no está en Kansas.

Está en la Villa.

La Villa es un pueblecito encantador, lleno de gente aparentemente feliz que disfruta de una vida agradable, sin complicaciones y llena de actividades lúdicas y recreativas. La Villa es también una cárcel de la que no se puede salir, protegida en última instancia por una misteriosa esfera blanca llamada Rover y en la que no existen los nombres y todos tienen un número identificativo. ¿Qué es la Villa? Pues aparentemente, un centro para romper agente del gobierno y descubrir los secretos que guardan en sus cabecitas. ¿Qué quieren de nuestro héroe? Pues todo, pero en particular la repuesta a la pregunta que provocará la cascada de respuestas a otras bien distintas: ¿por qué renunció?

Porque verán, nuestro héroe -innominado para mejor identificarse con el hombre común- se ha convertido en El prisionero, el número 6, una pieza en un juego diabólico dispuesto a romper su voluntad. De la Villa no se puede escapar -y mira que lo intenta- y él, por su propio carácter individualista y fuerte, no puede integrarse en ella. Por tanto, cada episodio se transforma en una lucha de voluntades, con el prisionero reafirmando su humanidad y la Villa, representada siempre por el misterioso número 2, intentando doblegarle. En la Villa no te puedes fiar de nadie. Cualquiera puede ser un espia de la organización, incluso sin saberlo.

¿Qué es la Villa? Pues verá, ésa es la clave. En las enciclopedias dedicadas a la televisión, junto a la expresión «serie de culto» hay una imagen de El prisionero, porque no ha habido, ni habrá jamás, otra serie tan deliberadamente alegórica, metafórica, subversiva o claramente filosófica (incluso cumple con la tradición de haber sido cancelada y el último episodio producido in extremis para cerrar el argumento -lo mágico es que ese episodio abre más interrogantes de las que resuelve) e incluso política. Comparada con ella, todas las demás series de culto son paseos por los jardines de la obviedad y la simpleza. Ninguna ha producido mayor torrente de interpretaciones y elucubraciones, mayor cantidad de tesis doctorales y estudios críticos intentando elucidar su proteica naturaleza. ¿Cuál es el significado último de El prisionero?

Quizá El prisionero lo signifique todo y por tanto nada. Su creador, Patrick MCGoohan quien también interpreta al protagonista, ha comentado jocosamente que si alguien descubre el significado que se lo cuente; otra veces ha dicho que puede explicarlo todo. Si la función última de una obra de arte es la de generar interpretaciones, entonces no ha habido jamás una serie más artística, más conscientemente concebida como mecanismo para forzar la reflexión, como gigantesco koan cuyos esfuerzos por interpretarlo revelan la inutilidad última de la interpretación.

He aquí una.

En casi cada episodio, el número 2 de la villa (un señor normalmente amable, de exquisita educación y conversación agradable) está interpretado por un actor diferente. De hecho, todos los números son intercambiables, y aparecen y desaparecen con facilidad. ¿Algún comentario sobre la naturaleza de la identidad? La Villa tiene también un consejo local, elegido democráticamente por los residentes. ¿Es una falsa democracia o es quizá la única democracia posible? ¿Podrían los residentes votar para liberarse a sí mismos?

¿Lo van entendiendo?

Pues cuando parece que lo hemos comprendido, nos acordamos del número que no aparece: el número 1. ¿Quién dirige la Villa? ¿A qué bando pertenece? El prisionero, ¿está vivo o muerto? ¿Dónde está situada la Villa? ¿Existe en algún lugar geográfico concreto?

Y lo más importante.

¿Quién es el número 1?

Y la única respuesta.

«You are number six».

[Estoy escuchando: «Poor Butterfly» de Sonny Rollins en el disco Sonny Rollins, Vol. 2]

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Esto es una impresora de chorro de tinta y lo demás son cuentos

Hektor es una impresora de chorro de tinta. ¿La coña? Usa una lata de pintura en spray lo que parecen dos cuerdas y un montón de equipo ingenioso. Ofrecen una guía en PDF para fabricarse uno, una serie de imágenes interesante y una película realmente espectacular.

(vía Boing Boing)

[Estoy escuchando: «The Cask of Amontillado» de The Alan Parsons Project en el disco Tales of Mystery and Imagination]

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Harry Potter y la prensa

Había olvidado comentarlo. En Harry Potter y la orden del fénix hay un curioso comentario sobre la prensa. Es un semi-spoiler, así que quizá no quieras leerlo.

En diario oficial del mundo de los magos, The Daily Prophet, se pasa toda la novela difamando a todos los que afirman que aquel que no debe ser nombrado ha vuelto y publicando exclusivamente la versión oficial del Ministerio de la Magia. Mientras tanto, la verdad debe publicarla el National Enquirer del mundo de los magos, The Quibbler, revistas tan dispuesta a publicar cualquier cosa -avistamientos de animales inexistentes, supercherías, engaños y supersticiones- que incluso publica la verdad.

¿Será un comentario sobre el estado de la prensa sería actual que parece más parcial que la prensa más canalla? ¿O será un reflejo de la relación de Rowling con los medios?

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p class=»media»>[Estoy escuchando: «The Raven» de The Alan Parsons Project en el disco Tales of Mystery and Imagination]

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Un año

Hoy hace un año de la primera entrada oficial en esta bitácora. Me gustaría poder poner algo más, pero la verdad es que estoy demasiado liado. Que sirvan estas líneas de celebración.

[Estoy escuchando: «(The System of) Doctor Tarr and Professor Fether» de The Alan Parsons Project en el disco Tales of Mystery and Imagination]

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