El título original de esta película de Akira Kurosawa es Tengoku to jigoku, que aparentemente significa «Cielo e infierno». Y de eso va precisamente la cosa, de un cielo y un infierno.
Un ejecutivo, Gondo, de una empresa de zapatos, muy preocupado por la calidad y esas cosas, prepara una arriesgada operación financiera que le dará el control del negocio. Justo cuando está a punto de concluirla, recibe una llamada: su hijo ha sido secuestrado. Pero pronto descubre que no ha sido su hijo el raptado, sino el hijo de su chofer. El secuestrador considera que esa situación es todavía mejor. Le exige el rescate igualmente, poniéndole contra la espada y la pared: debe pagar el rescate y arruinarse por completo conservando al menos el honor, o debe sacrificar al niño.
Ése, con un sentido asombroso de la ironía, es el cielo. El dilema conforma toda la primera mitad de la película, mientras el señor Gondo lucha contra la decisión que finalmente sabe que tomará, presionado por su mujer, que quiere que pague el rescate, y su socio comercial, que quiere completar la operación. Es más, el chofer se lo ha pedido explícitamente.
Kurosawa compone casi toda esta primera parte en el salón de la casa (una casa, por cierto, situada muy por encima del mundo terrenal, casi en el cielo). Hay muchas líneas que unes a los personajes que se disponen de forma casi geométrica. El chofer en una esquina, por ejemplo, mientras Gondo ocupa la diagonal opuesta. Cuando finalmente interviene la posición, casi siempre se mantienen respetuosamente de espaldas, no queriendo presenciar el duelo emocional que ordenadamente se desarrolla en otra sección del salón. En un momento dado, Gondo ocupa el centro mismo, se echa al suelo, y aplica sus habilidades de zapatero (empezó en el negocio desde lo más bajo) a ocultar trampas en las maletas que habrán de contener el dinero. La grandeza moral de un hombre que se sabe definitivamente derrotado no está reñida con una cierta humildad.
Gondo paga, en una escena situada en uno de esos trenes rápidos japoneses, y ahí se inicia la otra parte, la correspondiente al infierno. La segunda mitad abandona el drama psicológico para adentrarse en el thriller policiaco, cuando las autoridades intentan localizar al secuestrador. Hacen acto de presencia las drogas y otras formas de la degradación humana. Y también queda clara la motivación del secuestrador: el odio, el odio puro e inmaculado hacia alguien al que considera superior. Aquí se entremezclan los procedimientos policiales prolijamente detallados y las excursiones del secuestrador al submundo de la ciudad.
Las dos partes son magistrales en su género. Las dos combinadas, casi sin tocarse, conforman un análisis de lo que se quiera: las distintas clases sociales en una sociedad muy estratificada, las distintas formas de enfrentarse a la vida con dos personajes que empezaron desde lo más bajo, el odio opuesto a una voluntad de hacer lo correcto… Ustedes elijan. En cualquier caso, Kurosawa ejecutan un formidable retrato de una sociedad tan cercana (asombrosamente industrializada) y simultáneamente tan ajena (el comportamiento social de los personajes en la primera parte).
[Estoy escuchando: «Mr. Bojangles» de Robbie Williams en el disco Swing When You’re Winning [Expanded] (1 of 2)]