Lo que no se puede decir

What You Can’t Say. Interesante ensayo sobre la naturaleza de lo que no se puede decir, aquellas ideas o pensamientos que una sociedad considera inapropiados, peligrosos o arriesgados. No la falsedades, que se refutan sola, sino de los tabúes. Todas las sociedades los tienen. ¿Cuáles son los nuestros? ¿Cómo podemos encontrarlos? De la misma forma que nosotros ahora nos reímos de los tabúes de ataño, ¿de cuáles de nuestras actitudes se reirán nuestros descendientes?

(This essay is about heresy: how to think forbidden thoughts, and what to do with them. The latter was till recently something only a small elite had to think about. Now we all have to, because the Web has made us all publishers.)

(vía the null device)

[Estoy escuchando: «BRAZIL» de Lee Press-On and the Nails en el disco El Bando En Fuego]

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Felices Reyes

A mí lo que me gusta es el día de Reyes. La Navidad, fin de año y esas cosas están bien, pero lo que me gusta en realidad es el asunto de los regalos. Dar y recibir regalos es algo maravilloso.

El año pasado felicité a todos los amigos. Este año no lo voy a hacer, porque por suerte el número ha crecido tanto que seguro que me dejaría a alguien. Cada uno sabe quién es, así que pueden darse por felicitados. Lo repito, felicidades a todos.

Que los reyes les dejen muchas cosas.

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p class=»media»>[Estoy escuchando: «COAX ME A LITTLE BIT» de Lee Press-On and the Nails en el disco El Bando En Fuego]

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Los mejores cómics de 2003

La cárcel de papel ofrece una lista de los mejores cómics del año. Primero la docenita extranjera:

1. Barrio Lejano, de Jiro Taniguchi (Ponent-Mon)
2. Ventiladores Clyde, de Seth (Sinsentido)
3. El gato del rabino: La bar-mitzva, de Joann Sfar (Norma)
4. Isaac el pirata 1, de Blain (Norma)
5. 32 de diciembre, de Enki Bilal (Norma)
6. La ascensión del gran mal nº 3, de David B. (Sinsentido)
7. Persépolis 3, de Marjane Satrapi (Norma)
8. Sueños pesados, de Alberto Breccia (Sinsentido)
9. Monster, de Naoki Urasawa (Planeta de Agostini)
10. Hicksville, de Dylan Horrocks (Ponent/Balboa)
11. 5, el número perfecto, de Igort (Sinsentido)
12. Buda, de Tezuka (Planeta de Agostini)

Y luego la docenita española:

1. A Berta le atormenta la tormenta, de Jali (Doble Dosis)
2. Paracuellos 6, de Carlos Jiménez (Glenat)
3. Los días más largos, de Fermín Solís (Balboa)
4. Escala real/Limbo sin fin, de Santiago Valenzuela (Ponent)
5. Araia, de Ricard Castells (Ponent)
6. Antoine de las tomentas, de Luis Durán (Astiberri)
7. Dinero 3, de Miguel Brieva (Doble Dosis)
8. Diario sentimental de Julián Pi, de Lorenzo Gómez (Astiberri)
9. Historias de «el tío del final», de Cifré (Glenat)
10. Miedo, de D. Muñoz, A. Trashorras y J. Rodríguez (Glenat)
11. The Castaways, de Pablo Callejo y Rob Vollmar. (La Srta. Parissi)
12. La parejita, de Manel Fontdevila (El Jueves)

Pues ni uno, no he leído ni uno. La mayoría ni siquiera me suenan. Cosa que pienso solucionar en cuanto pueda (¿se nota que me fio?).

También la nueva bitácora de cómics Comix ofrece también su selección de lo mejor del año:

El Diario Sentimental de Julián Pi, de Lorenzo Gómez (Astiberri)
Los Días más Largos, de Fermín Solís (Ediciones Balboa)
Monster, de Naoki Urasawa (Planeta DeAgostini)
Lobo Solitario y su Cachorro, de Kazuo Koike y Goseki Kojima (Planeta DeAgostini)
Los Maestros Cerveceros, de Van Hamme y Vallés (Planeta DeAgostini)
Lowlife, de Ed Brubaker (Groc Cómics)
Barrio Lejano, de Jiro Taniguchi (Ponent Mon)
Fuerza-X, de Peter Milligan y Mike Allred (Planeta DeAgostini)
Lapinot: Vacaciones de Primavera (Planeta DeAgostini)
Isaac el Pirata, de Christophe Blain (Norma Editorial)
Mutts, de Patrick McDonnell (Devir)
Capitán Marvel Vol. II nº 3, de Peter
David y Chris Cross (Planeta DeAgostini)

Habrá que hacerse una lista e ir a la librería.

[Estoy escuchando: «BEGIN THE BEGUINE» de Lee Press-On and the Nails en el disco El Bando En Fuego]

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Quantum Evolution de Johnjoe McFadden

Quantum Evolution. Life in the Multiverse. Un profesor de microbiología aspira a explicar el origen de la vida y algunos aspectos de la evolución recurriendo a la mecánica cuántica.

De la contraportada:

How did life start? How did something capable of replicating itself emerge from the primordial soup? How did it defy the odds? And how did it carry on seeking out the very mutations that enable survival? Living organisms are controlled by a single molecule – DNA. Yet the study of physics tells us that the behaviour of single molecules is also controlled by the laws of quantum mechanics. The implications of this for biology have not been fully thought through. Until now. In this debut, Johnjoe McFadden puts forward a theory of quantum evolution. He shows how living organisms have the ability to will themselves into action. Indeed, such an ability may be life’s most fundamental attribute. This has radical implications. Evolution may not be random at all, as recent evolutionary theories have taught: rather, cells may, in certain circumstances, be able to choose to mutate particular genes that provide an advantage in the environment in which the cell finds itself.

[Estoy escuchando: «BAI MIR BIST DU SCHOEN» de Lee Press-On and the Nails en el disco El Bando En Fuego]

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Errores del diseño web 2003

Top Ten Web Design Mistakes of 2003. Jakob Nielsen comenta los errores de diseño web más importantes del año recién concluido. Son diferentes, porque a medida que se van aprendiendo las lecciones de los errores del pasado, nos inventamos otros nuevos. Mi favorito: «Pages That Link to Themselves». Culpable.

[Estoy escuchando: «GOD’S GISFT» de Lee Press-On and the Nails en el disco El Bando En Fuego]

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Egipto encantado

«Queremos coger a la historia y tirárnosla por detrás» cantaban los Toreros Muertos. Está claro que TVE (la pública, la educativa, la que pagamos todos y demás) ha decidido seguir al pie de la letra tal exhortación comprando y emitiendo ese programa conocido como Planeta Encantado. Si las deyecciones emitidas hasta ahora no eran suficientes, parece que le ha tocado el turno a los pobre egipcios. Con ese sutil racismo que caracteriza a los estudiosos de lo paranormal, se confunde primitivo con idiota y se invoca a extraterrestres para levantar las pirámides. Por suerte, Luis Alfonso Gámez sigue desmotando la farsa.

[Estoy escuchando: «Bum Bum 1789» de Los toreros muertos en el disco 30 años de éxitos]

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El retorno del rey (II)

Brillante. Sí, la tercera película de la trilogía de El señor de los anillos me ha parecido brillante. La primera me gustó bastante, la segunda me decepcionó profundamente, pero la tercera me ha encantado desde principio a fin. Y no, no hace falta que me detallen los fallos. Soy perfectamente consciente de ellos: el abuso de primeros planos, las frases lapidarias, el resumen tan total que deja la historia casi incomprensible, el final largo como un día sin pan, la carencia de seres humanos (excepto cinco)… No me importan; en este caso incluso los defectos me parecen brillantes. Son como las taras introducidas deliberadamente en las alfombras orientales porque la perfección de la obra ofendería a dios. Pues igual. Son como esos defectos de un ser querido que le hacen humano y te hacen quererlo más.

Han sido los hobbits, claro. Ellos son cuatro de los seres humanos de la película. A ellos se les permite expresar debilidades, a ellos les cuesta ser héroes. Y a pesar de que su primer instinto es dar la vuelta y salir corriendo, tienen el valor de levantarse y seguir. Hay gente que se queja de que al final la destrucción del anillo no es responsabilidad de Frodo (¿es un spoiler para alguien?). ¿Cómo podría serlo?, me pregunto yo. Es imposible que Frodo renuncie al anillo. Su heroicidad se encuentra en otra parte, en haber sido capaz de levantarse destrozado y cansado y seguir avanzando. Ya se encargará el destino del anillo.

Algo similar pasa con los otros hobbits. La película les da la oportunidad de demostrarse a sí mismos. Cuando todos se arrodillan ante ellos al final, no creo que fuese tanto por haber destruido al anillo sino por el valor que han demostrado siendo valientes. Los otros personajes son genotípicamente heroicos y por tanto no se duda de ellos (sólo Gimli tiene un momentillo así, pero es más por hacer el chiste) y ya se sabe que harán lo que haya que hacer sin pestañear.

Menos, claro, Eowyn, a la que también se le permite ser una heroína. Genial que necesite dos golpes para matar al Nazgul. Los otros, como son héroes de cuna, no hubiesen precisado más de uno. Ella es humana, aunque no hombre.

Legolas, que me encanta, sale poco. Pero cuando sale es espectacular.

Eso sí, no hay que despreciar que la película sea una maravilla visual. Qué bonitas son algunas escenas, qué hermosa es la ciudad de Minas Tirih, qué geniales los elefantes esos y el ejército fantasma.

Mis momentos preferidos:

Gandalf y Pippin hablando sobre la vida después de la muerte. Que, por cierto, se parece asombrosamente a la Comarca.

Sam y Frodo comentando aquellas cosas bonitas que recuerdan de la Comarca. Después de haber cumplido y sabiendo que van a morir, hablan de lo insustancial.

Elrond decidiendo que ya que la otra está encaprichada con el tipo éste, mejor ayudamos no nos vayan a matar al yerno.

Los cuatro hobbits sentados alrededor de una mesa mirándose. Puede que la Comarca no haya quedado destruida, pero definitivamente se ha desmoronado en sus corazones.

Hay mucho más que decir. Pero voy a repetirme: brillante.

Por cierto, hay una divertidísima parodia de la película. Me ha encantado.

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p class=»media»>[Estoy escuchando: «Got to Give It Up» de Thin Lizzy en el disco Black Rose: A Rock Legend]

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The Way of Zen de Alan Watts

He disfrutado muchísimo con The Way of Zen de Alan Watts. Tanto, que me parece una excelente introducción al budismo zen. Sólo tengo una duda: el libro es del año 57 y quizá los estudios occidentales sobre el tema han avanzado tanto que éste libro esté perdidamente atrasado. No lo parece, entre otras cosas porque su descripción de los conceptos e ideas es de las mejores que he leído, pero podría ser.

El gran acierto de Alan Watts es reconocer que es muy difícil explicar conceptos de una filosofía oriental en una lengua occidental como el inglés. Simplemente, en ocasiones no hay equivalencia, o el campo semántico de los términos no se solapan adecuadamente entre una lengua y otra. Lo ideal, en ese caso, sería traducir los textos orientales empleando un término distinto en cada contexto, pero eso daría la impresión de que se habla de cosas diferentes. Por ejemplo, tiene problemas con el concepto de mente, que para nosotros es algo más precioso y definido.

La gran ventaja de Alan Watts es que da la impresión de que conoce bien los dos mundos: el que intenta describir y al que intenta comunicar. No soslaya en ningún momento las dificultades, sino que las deja claras y manifiesta, intentando superarlas pero admitiendo la posible imposibilidad.

La voz de Watts es clara, simple, tranquila, descriptiva y en ocasiones poética, no dudo que «contaminada» por el tema. Como siempre, no se muestra afectado ni pedante, incluso cuando hace reflexiones lingüísticas sobre el chino o recurre a los estudios históricos. Deja la sensación de ser una persona muy inteligente que comprende un mundo muy fascinante y que al que le alegra tener la oportunidad de explicarlo.

El libro está dividido en dos partes. La primera ofrece un repaso a la historia del zen, empezando por el taoísmo -magníficamente introducido-, siguiendo por el budismo y luego la aparición del zen en China y su asentamiento final en Japón. El proceso histórico -incluyendo la revolución dentro del budismo ante la contradicción inicial de la doctrina- es fascinante.

La segunda parte, brillante, introduce los principios y prácticas del zen. Aquí, donde podría tener más problemas, es precisamente donde mejor se defiende: ideas sobre el satori, tzu-jan, el za-zen o el koan. Aclara algunos equívocos sobre el zen, como, por ejemplo, que se trata de una filosofía fatalista o que defiende la unidad de todas las cosas. Eso sí, el problema es complejo, porque el zen tal y como lo describe Watts intenta superar el pensamiento simbólico o a las divisiones del mundo, y por tanto, se hace muy difícil explicarlo empleando símbolos. La conclusión final es que el zen no se puede explicar, sólo puede ser comprendido. Quizá por esa razón, el libro termina con un capítulo dedicada al zen en las artes.

Recomendable.

[Estoy escuchando: «Roisin Dubh (Black Rose): A Rock Legend: Shenandoah / Will You Go Lassy» de Thin Lizzy en el disco Black Rose: A Rock Legend]

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