8 años ya

Cómo pasa el tiempo. No me han parecido ni siete y medio. En cualquier caso, con los blogs pasa como con los perros y hay que multiplicar por un factor de corrección. En este caso, de diez u once. No sé, algo así:

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Aquí producimos dinero, no arte

Admiro desde hace mucho tiempo a Régine Debatty. Admiración desde la distancia, porque no la conozco en persona. Es más, hasta leer la entrevista Interview with ‘Queen of bloggers’ Régine Debatty ni siquiera soy consciente de haber visto una foto suya (y eso que la tiene en la página). Pero su blog we-make-money-not-art me parece con diferencia uno de los mejores blogs que leo habitualmente –en ocasiones, incluso lo considero el mejor- y un lugar obligado de parada en mis agregador. Trata distintos temas de arte moderno, sobre todo arte digital, bioarte y demás tendencia. Pero como es una mujer curiosa que va allí donde la llevan sus intereses, en realidad nunca sabes lo que vas a encontrar. Si se fijan, en mis «rimeros de enlaces» pongo habitualmente referencias a ese blog.

Un momento de la entrevista:

When asking cultural operators in Europe for culture blog recommendations, Adam Somlai-Fischer (The Kitchen Budapest) rated your blog far higher in influence, immediacy and accuracy than the print magazine Wired. Also the pixel/print conference recently discussed these relationships. How would you describe the relationship between traditional print-media like these and online journalism?

That is a tough and complex question but because you’ve mentioned two people I like a lot, Alessandro and Adam, I’ll try and elaborate a bit.

I see paper and pixel as two very compatible media. They might seem different, they certainly have different rhythms and different rules but I can’t write off either of them from my life. I could say that I spend way more time with online magazines than with paper ones. But that statement applies to certain areas of my life better than to others. For example, one of my passions is beauty products. I’ve completely stopped buying women’s magazines because I find the information about cosmetics on blogs and forums far more reliable. I know some bloggers are happily copying and pasting PR blurbs but I don’t read this kind of blog. I follow the ones who talk with sincerity about the products they review. Man, I’d love to swap places with them. They’d be sent books about media art and I’d receive tons of beauty creams and mascaras. They’d go to ars electronica and I’ll be having anti-cellulite massages in a spa. On the other hand, I always pack architecture and art magazines (in particular the wonderful Volume) with me when I take the plane. I like the image spreads, taking notes in the margins, and I also enjoy the fact that most of what they write about (and the very way they write) doesn’t often has an equivalent online.

More generally speaking, I can’t live without the online edition of The Guardian (http://www.guardian.co.uk/). They do an excellent job at making screen-reading utterly enjoyable. It’s not just a question of applying a fancy design or adding sexy photo galleries like other newspaper do. Italian newspaper La Repubblica, which I otherwise like a lot, has an embarrassing idea of what the online edition of a magazine can be: articles are not very often updated, information is generally scanty and there are some vulgar galleries of women in bikinis that multiply page views but not really the credibility of the online edition. The Guardian, on the other hand, has poured an incredible amount of intelligence and energy on its website. Some of its journalists are writing opinionated and reliable blogs, the web architecture is clear and efficient, they make a smart use of videos and readers’ contributions.

But the area I follow most closely is obviously art journalism, critique and blogging. I see loads of connections and mingling here. Journalists starting a blog, sometimes at the invitation of the newspaper or magazine they work with. And bloggers asked to contribute to posh art magazines. One of the most priceless lessons that blogs have taught me is that being personal and laid-back doesn’t have to be a heresy. Actually, when some editor asks me to write a column for a magazine, a chapter for a book, or a text for a catalog, that’s always what they request: the intimate, spontaneous and personal voice they hear on my blog. What they ask for is the point of view of the blogger, who also happens to be an expert in the field. At least that’s what they seem to believe.

(vía neural)

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El libro valioso

Estoy de acuerdo con el comentario de When Print Becomes Precious: el crecimiento del libro digital no restará valor al libro impreso, sino que lo incrementará. Es decir, con el libro digital desaparecerán sobre todo los libros de bolsillo, que son precisamente los peor editados. El libro que además sea objeto seguirá existiendo, porque se tratará de ediciones cuidadas que aportarán ese algo más. Evidentemente, no todos los editores podrán pasarse a ese tipo de libros.

Un ejemplo:

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Rimero de enlaces

Enlaces compartidos en Google Reader el día 27/06/2010. Son enlaces que por alguna razón, positiva o negativa, me han llamado la atención:

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Rimero de enlaces

Enlaces compartidos en Google Reader el día 23/06/2010. Son enlaces que por alguna razón, positiva o negativa, me han llamado la atención:

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43

No consigo decidir si son muchos o si todavía no son suficientes. Cuando me pregunto cómo me siento, la única respuesta es que me siento normal. No sé lo que significa normal, pero sé que no me siento de ninguna otra forma especial. Evidentemente, hay problemas. Por ejemplo, desde hace un tiempo me tengo que quitar las gafas para poder ver claramente cosas que están muy cerca. Y sin embargo, no consigo considerarlo un signo de edad porque, una vez que las he acercado, veo claramente lo que hace unos años me costaba ver precisamente por estar demasiado cerca. Algo se gana y se pierde otra cosa.

Imagino que simplemente todavía no tengo años suficiente para considerarme realmente mayor, aunque tengo años suficientes para que nadie me considere joven. Me llaman señor continuamente, lo que siempre me provoca unos segundos de desconcierto. ¿Quién será ese señor al que se refieren si aquí sólo estoy yo? Pero sí, me hablan a mí. Tengo la sensación de que todo es una confusión monumental y que alguien en algún momento se dará cuenta de que yo no soy un señor, que para nada soy un adulto, y que luego tendré que explicar pacientemente que jamás tuve la intención de engañar a nadie, que si alguien me tomó por un señor se trató de un error ajeno totalmente a mí.

Pero por otra parte, que los demás te consideren un señor te convierte –quieras o no- en un señor. Con lo cual, quizá lo mejor sea intentar aprovecharse de la situación. Cuando me siento de ese ánimo, intento actuar como esos señores británicos de los chistes, que no se inmutan ante nada. Si voy a un mercado, pido lechuga y me ponen escarola, en lugar de negar que eso fue lo que pedí, miro fijamente a la señora hasta que comprende que no estoy satisfecho. O en una tienda de móviles, si al pedir un último modelo me ponen una cabra, yo la miro como si efectivamente fuese un móvil… probablemente de Nokia.

Leo la entrada que escribí el año pasado y veo que fue un rollo sobre preguntas, respuestas y ausencias de preguntas. Es lo que pasa cuando cumples 42 y te sientes en la obligación de homenajear a escritores. Por suerte, 43 es un número totalmente anodino (sólo tiene la gracia de que es la suma de tres cuadrados, su representación en base 6 es 111 y resulta ser primo gemelo de 41) al que no se le puede sacar jugo. Mejor así.

Como soy todavía más escéptico que el año pasado, tengo todavía menos sabiduría que compartir. Por tanto, voy a hablarles de cambios, que dicen que son inevitables. No sé si será verdad. Es cierto que tienen tendencia a producirse, pero no se si esos nos autoriza a extraer alguna inferencia. De hecho, desde un punto de vista…

Disculpen, creo que me iba por un desvío filosófico. Dale un argumento a un hombre y se colgará con él.

Resulta que ahora soy empresario. Aparentemente, ser empresario consiste en que tu nombre aparezca en la escritura de una empresa. Nos dedicamos a la programación para el entorno iOS, que me parece un mundo muy interesante. Por supuesto, yo no llevo la empresa en sí. Hay adultos que supervisan esas cosas y a mí me dejan trabajar sin tener que pensar en dineros y demás detalles. Debo reconocer que es un arreglo muy cómodo.

Me resulta curioso, porque llevaba más de una década haciendo lo que hacía antes. Pero esa actividad se ha apagado casi por completo y creo que no volverá a reanimarse. Así que me encuentro a los 43 años intentando algo nuevo y dejando mi trabajo anterior como un paréntesis. Siempre me gustó la programación, aunque nunca lo hice profesionalmente. Quizá lo hubiese podido hacer y ahora tendría muchos años de experiencia profesional (aunque nunca he dejado de programar como hobby o por requerimiento académico en todo tipo de lenguajes y en una ocasión liberé un programa shareware). Pero de haberlo hecho, quizá hoy estaría demasiado quemado para intentar meterme en algo nuevo. El haber lidiado con C, C++ y Java casi por diversión me está facilitando entrar en Objective-C.

La vida es así. Nunca sabes cuál es exactamente la combinación correcta de experiencias. A veces no haber hecho ciertas cosas es a la larga mejor. A veces es justo al revés. No sabes cómo será hasta que no llegas al momento vital adecuado.

En este momento tengo tres proyectos en marcha. Ya les avisaré cuando el primero esté en la App Store.

Otra cosa que he aprendido en el último años es que toda la filosofía de la vida está contenida en la serie Phineas y Ferb, una extraordinaria y deliciosa serie de animación que trata sobre el deleite de explorar el mundo, enfrentarse a nueva experiencias y construir cosas chulas. Muchas series de ciencia ficción –y más las novelas- intentan acercarse a algo llamado «sentido de la maravilla», pero Phineas y Ferb logra transmitirlo casi sin esfuerzo. Ayuda, y mucho, que los personajes protagonistas carezcan totalmente de malicia y el fin último de sus invenciones es siempre disfrutar de un largo día de verano.

Este es un vídeo con la versión larga del tema de la serie:

Y ésta es la canción como sale en el episodio (cuando Phineas y Ferb viajan al futuro y se encuentran con sus sobrinos sentados bajo un árbol digital y los convencen para abandonar esa posición tan cómoda y construir autos de choque en cinco dimensiones):

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Rimero de enlaces

Enlaces compartidos en Google Reader el día 20/06/2010. Son enlaces que por alguna razón, positiva o negativa, me han llamado la atención:

  • The 1977 print ads of an unscrupulous time-traveler from 2010 [Radvertising] Un viaje del tiempo se lleva al pasado las tecnología del presente. Aquí están los anuncios de 1977.
  • 05.29.10: Arts ’n’ Crafts Muy interesanet reflexión sobre la relación entre arte y artesanía y como a veces la distinción se vuelve una cuestión de elitismos.
  • The Time Is Now Las opción de publicación digital están cambiando el mndo editorial. Y más que lo cambiarán. Por primera vez, los autores tienen la oportunidad de dirigirse directamente a los lectores. ¿Qué trabajo le quedará a la editorial?
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Rimero de enlaces

Enlaces compartidos en Google Reader el día 17/06/2010. Son enlaces que por alguna razón, positiva o negativa, me han llamado la atención:

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El soplón, de Steven Soderbergh

Matt Damon interpreta maravillosamente a Mark Whitacre, ejecutivo de una multinacional de la alimentación. El hombre parece perfectamente normal, un padre de familia algo anodino obsesionado con ciertos aspectos cuantificables del mundo, pero sin mayor profundidad. Por diversas circunstancias acaba convertido en informador del FBI, obteniendo pruebas sobre la trama de su empresa para pactar globalmente precios de ciertos productos.

Pero un detalle que inmediatamente llama la atención son las pequeñas mentiras y contradicciones del personaje, que poco a poco van magnificándose hasta volver al personaje totalmente fascinante. El que parecía un individuo anodino acaba teniendo dobleces y recovecos algunos de los cuales, sospecha uno, son incluso desconocidos para él mismo. Las mentiras van creciendo sin medida mientras la película va mostrando como la complejidad de la realidad puede crecer casi exponencialmente. La trampa, empezar ofreciéndote lo que parece una investigación rutinaria en el mundo de la corrupción corporativa para acabar tratando de las rarezas del comportamiento humano, está muy bien ejecutada. Sólo al final puedes volver atrás y decir «claro, aquí ya se veía».

La película está basada en un hecho real, lo que la hace todavía más interesante. También se nos dice que fue de los personajes principales y el destino final del protagonista es simultáneamente lógico e irónico.

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