Tankas en el móvil

El tanka es una composición japonesa de 31 sílabas (menos famosa que el haiku) muy apreciada poéticamente. Pues el tanka ha entrado aullando y pataleando en el siglo veintiuno reconvertido en keitai tanka, es decir, tanka escritos y distribuidos en el móvil. Sin embargo, lo interesante no es eso. Lo realmente curioso es la reacción de los sectores más tradicionales que incluso llegan a la conclusión de que eso realmente no es tanka. O, como dice uno de ellos:

«Compared with traditional tanka, these are not literary pieces,» Mr Inose says. «It’s like the difference between a beautifully composed photograph of a landscape, and the kind of snapshot which young people take with a mobile phone camera.»

Todo porque antes:

Tanka students spend years mastering the use of stylised epithets called «pillow words» and use erudite literary allusions from classical literature. «Sometimes a poem can take me three or four months to refine,» says Setsuko Utsunomiya, 60, a poet from Oita. «I can’t help feeling that mobile tanka are a completely different thing.»

Damos muchas vueltas, pero siempre volvemos al mismo punto.

(vía textually.org)

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Revenge of the Sith, primera reseña

A pocos días del estreno, uno de mis crítico –James Berardinelli– favoritos ya se ha pronunciado, y la pone francamente bien (3,5 sobre 4):

It’s necessary to say a word or two about Darth Vader. After all, Revenge of the Sith shows us the birth of one of the 20th century’s most iconic villains. By avoiding excessive reverence, Lucas makes the first appearance of the black mask and costume a moment of profound sadness. In that moment, we aren’t so much experiencing the emergence of Vader as we are seeing the final death throes of Anakin. And, while there’s an admitted thrill to hearing the voice of James Earl Jones, the content of some of Jones’ lines is unlike anything we have previously heard from the voice-box of Vader. Not all eyes will be dry by the end of Revenge of the Sith. It has an emotional kick that no Star Wars film other than The Empire Strikes Back has achieved.

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Vídeoconferencia con criptografía cuántica

Lo más divertido de la criptografía cuántica, o quizá debería decir lo más curioso, es que se puede aplicar sin disponer de un ordenador cuántico. Aquí estamos, sin saber si podremos tener algún día un PC cuántico y sin embargo pronto seremos capaces de cifrar con el método más seguro nuestros intercambios de imágenes. No me negarán que el universo tiene sentido del humor.

Secure Video Conferencing via Quantum Cryptography

If you use a webcam to talk with your mom, this tool is not for you. But if you’re working for a company and that you have to routinely discuss about sensitive future projects or the possible acquisition of another company, you need more security, and this new video conferencing system based on quantum cryptography is a tool you need. According to this article from Nature, researchers from Toshiba have developed a system which can generate 100 quantum ‘keys’ every second, fast enough to protect every frame in a video exchange. This technology, which today is working over a distance of about 120 kilometers, could become commercially available within two years at an initial cost of $20,000.

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Inquisiciones

Confieso que estoy enganchado a las noticias sobre la reforma del matrimonio. Abro el periódico y voy de cabeza a ver qué ha declarado quién. Las falacias son tan abundantes y brutales que hacen las deliciosas de un aficionado como yo. Van desde la falacia naturalista -como si dormir en un colchón Pikolín lo hiciesen todos los animales- hasta la pendiente deslizando -se empieza por esto y se acaba permitiendo el matrimonio entre una lavadora y una tostadora- pasando por algunas que directamente ni siquiera son argumentos (falsos o de los otros) sino más bien declaraciones sin pie ni cabeza: «convertirá a España en el país más envejecido del mundo».

Tanto me gusta que he estado considerando coleccionar las falacias y preparar una entrada. Ahora Nacho Escolar me ha ahorrado trabajo, acercándose más al borsque -con chiste borgeano incluido- y realizando una tipología de los opositores habituales a esa reforma. Le salen tres:

Otros están de acuerdo en que se equiparen derechos y obligaciones entre parejas homos y heteros pero defienden que se respete el santo nombre y se llame a esa cosa cualquier cosa menos matrimonio. Para los filólogos aristotélicos, los que creen que el nombre es arquetipo de la cosa, habría que recordarles que la igualdad es o no es. «Matrimonio» viene de madre, pero «patrimonio» viene de padre y la etimología no fue excusa para no cambiar la ley franquista que impedía abrir cuentas corrientes a las mujeres sin permiso del padre o el marido. Dentro de unos cuantos años, su postura será tan obscena como si alguien hubiese defendido en Sudáfrica hacer una «ley de negros» en lugar de equiparar a todos los humanos con los mismos derechos sin distinguir por el color de la piel.

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Código 46

Código 46 es una película más interesante que buena. Nadie puede negarle que intenta ser diferente y en gran medida lo consigue. Plantea una reflexión sobre un mundo futuro en el que hay zonas interiores y exteriores (interior y exterior de qué jamás se explica), donde hace falta permisos llamados papers- (limitados por días) para viajar a cualquier parte. Y también existe el famoso código 46 que le da título, que prohíbe las concepción entre personas que compartan un 25% o más de su código genético (aparentemente, en ese mundo no existen los anticonceptivos).

Al protagonista, William, lo mandan a Shangai. Su misión es descubrir quién está falsificando papers que te permiten viajar por ese mundo futuro y tener cobertura en el punto de destino- empleando sus habilidades empáticas también se ha inyectado un virus para incrementarlas y rendir mejor. Bien, la falsificadora resulta ser la protagonista, Maria, y el protagonista se enamora instantáneamente (posible efecto del virus empático). Tan es así, que acusa a un inocente y pasa la noche con ella, antes de volver a casa su paper sólo le da cobertura por un día.

Ya de vuelta, le resulta imposible ponerse en contacto con ella. Enviado de nuevo a Shangai, porque las falsificaciones no se han detenido, descubre que ha desaparecido. Finalmente da con ella en el exterior, en una clínica, donde le han practicado un aborto y le han borrado los recuerdos del hombre que la dejó embarazada. Todo debido al famoso código 46.

La verdad es que quería que me gustase esta película. Es un tipo de ciencia ficción distinta, más centrada en la vida dentro del orden futuro, rodada muy bien y con escenas realmente logradas. Trata de los problemas genéticos, de la sumisión del individuo al estado, de la imposibilidad de controlar el propio destino.

Por desgracia, los elementos interesantes no acaban de cuajar en un todo. Transcurre en un mundo muy mal definido. Parece haber un sistema absoluto de control, pero no se explica cómo actúa. Parece haber una diferencia entre unas partes del mundo y otras, pero no se explica qué implican esas diferencias. Cuando los protagonistas huyen al exterior siguen, sin embargo, sujetos al código 46 (ya delito porque lo hacen aposta). Es más, en la clínica parecen capaces de crear un virus que hace que la protagonista sea alérgica a William. Si pueden hacer algo tan específico, ¿no podían haberle localizado y borrado la memoria a él también?

Lo que nos deja con una historia de amor. Que por desgracia es una serie de clichés, con mejores diálogos: amor a primera vista, predestinación, noche de amor que acaba en embarazo. Los personajes no están más desarrollados de lo estrictamente necesarios para esa función (y los actores luchan bravamente con los límites de sus personajes). La historia de amor sirve sólo para exponer los males de ese mundo futuro. Pero sucede en el vacío, sin relación real con nada de lo que se pueda ver en pantalla.

En resumen, Código 46 es demasiado poco para lo que pretende estar contando. Finge ser más profunda de lo que realmente es.Deja sensación de tener un guión poco trabajado, en el que las cosas suceden simplemente porque sí. Me resulta más difícil, sobre todo, porque he leído muchas historias de ciencia ficción que trataban mucho mejor los mismos temas.

Luego he visto otra película de Michael Wintterbottom, The Claim; una mucho mejor. Cuando el mundo estáclaro y definido, y los personajes tienen dimensión, las reflexiones sobre en The Claim la avaricia y la estupidez- sobre ideas adquieren toda su profundidad.

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