Felicidades
Hoy es el cumpleaños de mi sobrino Borja. Seis añitos ya. No pongo ninguna foto suya porque no sé si a sus padres le gustaría. Pero en cualquier caso, ¡felicidades!
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Hoy es el cumpleaños de mi sobrino Borja. Seis añitos ya. No pongo ninguna foto suya porque no sé si a sus padres le gustaría. Pero en cualquier caso, ¡felicidades!
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Porque en ese caso, a la BBC le gustaría verla. Esa gran empresa de comunicaciones global ha decidido que podrían interesarle las fotografías que la gente saca con sus cámaras digitales o con sus teléfonos móviles:
Nearly a million phone cameras have been sold in the UK, and if the experience of Japan is anything to go by, soon millions of us will have the ability to send pictures from our mobile phones. And with digital cameras, people are now regularly taking pictures and sending them around the world within hours, sometimes sooner. So if you think you have a picture worth looking at, if you found yourself in the right place at the right time, send it to BBC News Online.
¿Alguien se anima a enviar fotos de las manifestaciones?
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Pues se llamaba «Mesh«:
This document was an attempt to persuade CERN management that a global hypertext system was in CERN’s interests. Note that the only name I had for it at this time was «Mesh» — I decided on «World Wide Web» when writing the code in 1990.
(vía Marc’s Voice)
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Spielberg consigue que desees vivir en los años sesenta.
En muchos aspectos, Atrápame si puedes se podría ver como un reverso de Minority Report. En esta última, el estado poseía tal control sobre el individuo y su intimidad que no confiaba en nadie, y nadie confiaba en nadie más. En el caso de Atrápame si puedes, la situación está invertida: el protagonista es un estafador de capacidades casi sobrehumanas, pero vive en una sociedad que, desde nuestro punto de vista actual, confía hasta puntos casi patológicos. Un estafador como el de la película probablemente no duraría ni dos segundos en el clima actual de desconfianza, por tanto, ¿quién no desearía vivir en los utópicos e ingenuos años sesenta que aparecen en la pantalla? ¿Años idílicos en los que bastaba con vestirse de piloto para cobrar cheques a derecha e izquierda? ¿En los que la simple promesa de un trabajo de azafata te bastaba para conseguir un grupo de guapas muchachas dispuestas a recorrer Europa contigo?
Leonardo DiCaprio está francamente bien en el papel de Frank Abagnale Jr. (sé que hay gente que no puede ni verlo, pero a mí siempre me ha parecido -desde que salía en Los problemas crecen– muy buen actor), mostrando la perfecta combinación de encanto, desfachatez y dulzura que todo estafador debería poseer. Se le podría reprochar, quizá, tener un aspecto demasiado juvenil para el papel que interpreta. El Frank Abagnale original era muy joven, 16 años, cuando comenzó sus fechorías, pero parecía mucho mayor de lo que era.
Tom Hanks hace de policía decidido a pillar al criminal, en parte por recta defensa de la ley y en parte porque le fastidia que le humillen. También hace de padre moral del protagonista, reconduciéndole al buen camino. Aún así, hay un punto irónico en ese personaje. El héroe de la función es el ladrón, mientras que el policía aparece como el malvado que quiere dar fin a la sana diversión del protagonista.
Pero el mejor de todos es Christopher Walken, en el papel de padre presente pero que no ejerce. De tal palo tal astilla, dicen, y la amoralidad del padre, una facilidad para la mentira casi automática, la hereda el hijo llevándola con brillantez a nuevos niveles. Walken compone a un hombre anónimo con aires de grandeza, gran concepto de su persona, que se miente continuamente a sí mismo y que es incapaz de dar un buen consejo a su hijo. El polo opuesto del personaje de Tom Hanks.
Lo de los polos queda claro en dos curiosas escenas de la película. En la primera, Frank le pide a su padre que le ordene dejar su carrera de estafador. El padre no lo hace, pero más que nada porque a) tiempo atrás abdicó de su papel de padre, b) en realidad no sabe dirigir su vida y menos la de los demás, c) y encima, sospechamos, siente cierta envidia de los «éxitos» de su hijo (le pregunta continuamente a qué país exótico va a volar hoy). Casi al final de la película tenemos otra escena similar. Pero en este caso, Frank no pide nada, pero sospecha que el policía le va a detener. Pero éste no hace nada, aunque dejando bien claro que podría y quizá debería, pero no porque haya dejado de lado sus responsabilidades, sino porque cree tener una superior para con el muchacho del que es padre sustituto. Simplemente, le permite a Frank tomar la decisión él mismo, dejando claro que confía en que hará lo correcto.
Atrápame si puedes no es la mejor película de Spielberg, pero es una historia entretenida y muy bien contado, sobre un mundo lejano que nunca existió (la propia película hace una referencia a la guerra de Vietnam), una especie de comedia en el fondo amarga, o un drama existencial con toques cómicos.
Y una última cosa. Los títulos de crédito iniciales son magníficos.
Acabo de comprar Investigaciones. Compejidad, autoorganización y nuevas leyes para una biología general de Stuart Kauffman. Del prefacio:
Tal vez el aspecto más llamativo de Investigaciones, tanto en el texto resultante como en su proceso de gestación, sea mi polémica conclusión de que el modo en que Newton, Einstein y Bohr nos enseñaron a hacer ciencia es, cuando menos, incompleto. En sus ejemplos, verdaderas piedras angulares de la física, se preestablecen partículas, fuerzas, leyes y condiciones iniciales para seguidamente computar las consecuencias. En tales escenarios somos capaces de abarcar a lo largo del tiempo la totalidad del espacio de posibilidades, es decir, podemos predeterminar de modo finito la configuración del espacio de posibilidades del sistema en cuestión. Esta capacidad para preestablecer el espacio de configuraciones, por ejemplo, es la premisa conceptual en la que se basa la mecánica estadística clásica cuando analiza el comportamiento de un recipiente lleno de gas a partir del espacio de fases 6N-dimensional formado por todas las posibles posiciones y momentos de sus N partículas.
Pero, tras mi peregrinaje, sólo me cabe dudar de que podamos preestablecer algún día el espacio de configuraciones de una biosfera. La causa fundamental proviene de lo que Darwin denominaba «preadaptaciones», es decir, las consecuencias causales de ciertas características de un organismo carentes de significado adaptativo en el entorno habitual en el que dicho organismo se desenvuelve, pero que pueden cobrar importancia en un entorno nuevo y ser finalmente escogidas por la selección natural. Así surgieron el oído, los pulmones, la capacidad de vuelo -virtualmente, todas las adaptaciones mayores y, probablemente, la mayoría de las menores-. ¿Cabría prever a lo largo del tiempo todas las consecuencias extrañas, casuales y dependientes del contexto de cualquier particularidad de un organismo con la suficiente importancia selectiva en algún entorno singular como para conducir a su existencia física en la biosfera? Me temo que no. Y si es así, nunca podremos determinar de modo finito el espacio de configuraciones de aquella.
Así pues, la biosfera, en su evolución permanente, está ejecutando algo literalmente incalculable, no algorítmico y fuera de nuestra capacidad de predicción. Y ello no es debido sólo a la incertidumbre cuántica o al caos determinista, sino a una razón diferente e igual de -o aún más- profunda: la emergencia y la persistente creatividad de que está dotado el universo físico.
Suena a que la lectura va a ser muy interesante.
Se habló de una versión en dibujos animados de Buffy cazavampiros. No llegó a ser, pero los diseños de personajes están muy bien. Mientras tanto, yo sigo llorando por no poder ver la séptima temporada.
(vía WHEDONesque)
Una compañía sueca, Cypak, para montar un pequeño microprocesador en una hoja de papel, así como para imprimir sensores, interruptores y antenas de corto alcance:
The company, Cypak, has technology to mount a very small microprocessor, which it created, on paper (or inside a credit card), as well as a technique to print sensors, switches, and very short-range antennae on the same paper, using special conductive inks.
Drug trials need data about how and when subjects consume the drugs being tested. In this application, a pill pack registers when individual pills are popped out of their plastic bubbles; it then can beep and ask the user a question like, «Are you feeling better today? Press Yes or No.» (The answer buttons are on the pack itself.) When the patient visits the doctor, the package is placed on a Cypak reader and the data is downloaded to the physician’s computer.
Certus, a drug-testing company, has just begun testing Cypak’s technology. Compared with logging and «compliance» products that use more traditional computer parts and sensors, the Cypak technology is less expensive. The chips embedded in the paper drug packages cost only a buck or two, and the scanners that read the data from the used packages are inexpensive as well — less than $10, Cypak CEO Jakob Ehrensvärd says. Also, the data is more reliable than the logs that patients might keep.
(vía Smart Mobs)
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En Columbia, and the Dreams of Science Fiction Gary Westfahl argumenta que sí:
We must conquer space because science fiction has told us to.
We must conquer space because that is the way science fiction said it was going to be. After beginning with small steps into Earth orbit, we must build space stations, travel to the Moon, Mars, and other nearby planets, and set up human colonies wherever we go ? a process that science fiction writers in the 1950s and 1960s thought we would complete well before the year 2001. Then, we must ready ourselves for ventures into interstellar space, encounters with alien life, and the formation of a galaxy-spanning Federation of Planets. We must conquer space so that our children can be Tom Corbett, Space Cadet, and so that our great-grandchildren can be Captain Kirk.
This is the dream that the people at NASA grew up with, the dream that has driven them and their supporters to keep plugging away at the conquest of space, in spite of mounting and persuasive evidence indicating that this quite possibly doesn’t really represent the very best use of their time and resources. This is the dream that will soon push our aging shuttle fleet back into orbit, fitted up with thousands of modifications and quick fixes, and this is the dream that will lead NASA to finance the construction of new alternatives to the shuttle, all bringing with them their own huge sets of impossible new technological challenges.
You’ve got to admire the astounding power of a form of literature that can keep inspiring people to do silly things.
But you’ve also got to wonder, especially on the days when those things go horribly wrong, whether this is necessarily an admirable quality.
Algo de razón tiene al afirmar que la ciencia ficción (aunque más bien la filmica y la televisiva, muy por delante de la escrita) ha modelado nuestra percepción de cómo debe ser el futuro humano en el espacio. Ciertamente, ¿a quién no le gustaría ser el capitán Kirk? ¿O uno de los comerciantes de Asimov?
Este ensayo se ha publicado en Locus y ha recibido las respuestas que cabía esperar. Por otra parte, el editor lo defiende argumentando que una literatura como la ciencia ficción debería cuestionarse todas las suposiciones.