La ley de Godwin

La ley de Godwin es una de esas curiosas leyendas de Usenet que dice: «As a Usenet discussion grows longer, the probability of a comparison involving Nazis or Hitler approaches one». Situación, después de todo, en la que todos nos hemos encontrado: una discusión se va alargando indefinidamente y los argumentos van dejando paso a los insultos y de pronto alguien llama nazi a otro. La tradición dicta, que no la ley, que a partir de ese punto es preciso abandonar la discusión y que la persona que ha invocado a los nazis ha perdido la discusión. Pero la ley tiene otra simple aplicación: en cuanto se empieza a comparar a los otros con los nazis la discusión ha perdido todo sentido práctico y nada útil o interesante puede extrarse de ella.

Lo encantador es que la ley de Godwin puede considerarse un curiosísimo ejemplo de optimismo por inversión. A ver si me explico: describe un fenómeno lamentable de la naturaleza humana, pero lo hace asumiendo que iniciaremos el proceso comportándonos como seres humanos civilizados, discutiendo como personas razonables e intentando ofrecer argumentos para nuestras posiciones. Inevitablemente acabaremos en el insulto usando la palabra fetiche para la ocasión -terrorista, comunista, radical, nazi o la que sea- ésa cuya sóla invocación basta para detener al contrario y cuyas implicaciones no es preciso examinar, pero al menos habremos empezado bien.

Hoy en día, sin embargo, ya ni se espera a agotar los argumentos para iniciar la ráfaga de insultos. Los políticos, esos espejos deformados y caricaturescos de la sociedad pero que tan bien la reflejan, van directamente a exabrupto y a llamarse nazi a la mínima de cambio. En ese punto siento ganas de invocar el corolario a la ley de Godwin y pedir que paren el mundo, que me apeo. Lástima que no se pueda.

[Estoy escuchando: «Why Don’t I» de Sonny Rollins en el disco Sonny Rollins, Vol. 2]

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El prisionero

Primero un trueno. Luego una carretera larga por la que se acerca un coche deportivo. Llega a Londrés, cerca del Big Ben, entra en un parking subterráneo. El conductor recorre un largo pasillo oscuro y llega a una oficina. Muy alterado, presenta un sobre. Luego descubrimos que ha entregado su renuncia. ¿A qué? No lo sabemos, pero aparentemente se trataba de un puesto de inteligencia de muy alto nivel y muy secreto. Regresa a casa, seguido de cerca por un coche misterioso. Cuando está metiendo algunas cosas en una maleta pequeña, junto con la imagen de lo que parece una isla caribeña, un gas penetra por el ojo de la cerradura. Lo último que ve antes de desvanecerse son los altos rascacielos de Londres.

Cuando despierta, descubre que ya no está en Kansas.

Está en la Villa.

La Villa es un pueblecito encantador, lleno de gente aparentemente feliz que disfruta de una vida agradable, sin complicaciones y llena de actividades lúdicas y recreativas. La Villa es también una cárcel de la que no se puede salir, protegida en última instancia por una misteriosa esfera blanca llamada Rover y en la que no existen los nombres y todos tienen un número identificativo. ¿Qué es la Villa? Pues aparentemente, un centro para romper agente del gobierno y descubrir los secretos que guardan en sus cabecitas. ¿Qué quieren de nuestro héroe? Pues todo, pero en particular la repuesta a la pregunta que provocará la cascada de respuestas a otras bien distintas: ¿por qué renunció?

Porque verán, nuestro héroe -innominado para mejor identificarse con el hombre común- se ha convertido en El prisionero, el número 6, una pieza en un juego diabólico dispuesto a romper su voluntad. De la Villa no se puede escapar -y mira que lo intenta- y él, por su propio carácter individualista y fuerte, no puede integrarse en ella. Por tanto, cada episodio se transforma en una lucha de voluntades, con el prisionero reafirmando su humanidad y la Villa, representada siempre por el misterioso número 2, intentando doblegarle. En la Villa no te puedes fiar de nadie. Cualquiera puede ser un espia de la organización, incluso sin saberlo.

¿Qué es la Villa? Pues verá, ésa es la clave. En las enciclopedias dedicadas a la televisión, junto a la expresión «serie de culto» hay una imagen de El prisionero, porque no ha habido, ni habrá jamás, otra serie tan deliberadamente alegórica, metafórica, subversiva o claramente filosófica (incluso cumple con la tradición de haber sido cancelada y el último episodio producido in extremis para cerrar el argumento -lo mágico es que ese episodio abre más interrogantes de las que resuelve) e incluso política. Comparada con ella, todas las demás series de culto son paseos por los jardines de la obviedad y la simpleza. Ninguna ha producido mayor torrente de interpretaciones y elucubraciones, mayor cantidad de tesis doctorales y estudios críticos intentando elucidar su proteica naturaleza. ¿Cuál es el significado último de El prisionero?

Quizá El prisionero lo signifique todo y por tanto nada. Su creador, Patrick MCGoohan quien también interpreta al protagonista, ha comentado jocosamente que si alguien descubre el significado que se lo cuente; otra veces ha dicho que puede explicarlo todo. Si la función última de una obra de arte es la de generar interpretaciones, entonces no ha habido jamás una serie más artística, más conscientemente concebida como mecanismo para forzar la reflexión, como gigantesco koan cuyos esfuerzos por interpretarlo revelan la inutilidad última de la interpretación.

He aquí una.

En casi cada episodio, el número 2 de la villa (un señor normalmente amable, de exquisita educación y conversación agradable) está interpretado por un actor diferente. De hecho, todos los números son intercambiables, y aparecen y desaparecen con facilidad. ¿Algún comentario sobre la naturaleza de la identidad? La Villa tiene también un consejo local, elegido democráticamente por los residentes. ¿Es una falsa democracia o es quizá la única democracia posible? ¿Podrían los residentes votar para liberarse a sí mismos?

¿Lo van entendiendo?

Pues cuando parece que lo hemos comprendido, nos acordamos del número que no aparece: el número 1. ¿Quién dirige la Villa? ¿A qué bando pertenece? El prisionero, ¿está vivo o muerto? ¿Dónde está situada la Villa? ¿Existe en algún lugar geográfico concreto?

Y lo más importante.

¿Quién es el número 1?

Y la única respuesta.

«You are number six».

[Estoy escuchando: «Poor Butterfly» de Sonny Rollins en el disco Sonny Rollins, Vol. 2]

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Esto es una impresora de chorro de tinta y lo demás son cuentos

Hektor es una impresora de chorro de tinta. ¿La coña? Usa una lata de pintura en spray lo que parecen dos cuerdas y un montón de equipo ingenioso. Ofrecen una guía en PDF para fabricarse uno, una serie de imágenes interesante y una película realmente espectacular.

(vía Boing Boing)

[Estoy escuchando: «The Cask of Amontillado» de The Alan Parsons Project en el disco Tales of Mystery and Imagination]

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Harry Potter y la prensa

Había olvidado comentarlo. En Harry Potter y la orden del fénix hay un curioso comentario sobre la prensa. Es un semi-spoiler, así que quizá no quieras leerlo.

En diario oficial del mundo de los magos, The Daily Prophet, se pasa toda la novela difamando a todos los que afirman que aquel que no debe ser nombrado ha vuelto y publicando exclusivamente la versión oficial del Ministerio de la Magia. Mientras tanto, la verdad debe publicarla el National Enquirer del mundo de los magos, The Quibbler, revistas tan dispuesta a publicar cualquier cosa -avistamientos de animales inexistentes, supercherías, engaños y supersticiones- que incluso publica la verdad.

¿Será un comentario sobre el estado de la prensa sería actual que parece más parcial que la prensa más canalla? ¿O será un reflejo de la relación de Rowling con los medios?

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p class=»media»>[Estoy escuchando: «The Raven» de The Alan Parsons Project en el disco Tales of Mystery and Imagination]

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Un año

Hoy hace un año de la primera entrada oficial en esta bitácora. Me gustaría poder poner algo más, pero la verdad es que estoy demasiado liado. Que sirvan estas líneas de celebración.

[Estoy escuchando: «(The System of) Doctor Tarr and Professor Fether» de The Alan Parsons Project en el disco Tales of Mystery and Imagination]

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Harry Potter y la orden del fénix, el comentario

Advertencia preliminar, no pienso cortarme. Vale, no voy a contar ningún detalle de la trama especialmente importante (por ejemplo, quién muere) pero tampoco voy a controlar hasta la última palabra para asegurarme de no revelar nada. Por tanto, los que deseen llegar castos y virginales a la edición española del libro mejor será que dejen de leer ahora.

¿Sigues?. Lo vuelvo a repetir -aunque sé que a pesar de todo alguien dejará un comentario quejándose de que cuento demasiado-: si descubres algo que no querías saber es culpa tuya.

¿Vale?

Bien.

Me ha gustado mucho. No se ha convertido en mi preferido -que sigue siendo el tercero, el que me parece más perfecto de los tres y donde Rowling demostraba que los libros de Harry Potter eran algo más- pero ciertamente está muy bien: una lectura agradable, ágil y entretenida. Pero me temo que puede que defraude a más de un fan, porque en esta ocasión nadie gana. Vale, Lord Voldemort pierde, pero eso no implica que los demás ganen. De hecho, hay una muerte importante, muchos fracasos, fallos de estrategia y errores graves. Es más, gran parte de los problemas se hubiesen resuelto casi instantáneamente si los personajes se hubiesen molestado en hablar entre ellos un poco más, y ellos lo saben. Por descubrir, incluso se descubre que Harry Potter no era necesariamente el único, que otro podría haber sido el elegido. Todo un «voy a ponerte en tu sitio».

En cualquier caso, es una tendencia que se ha dado en todos los libros de Harry Potter. A medida que avanza la serie, los triunfos de Harry se han vuelto progresivamente más amargos. Ya en el cuarto libro, no era tanto que ganaba como que le hacían ganar. Y en éste, incluso le expulsan del equipo de Quidditch, por lo que ni siquiera esa victoria le permiten. ¿Recuerdan el recuento de puntos de cada casa al final de los libros? Pues sí, sale, pero… ¿Qué importancia podría tener tal cosa cuando el último capítulo lleva por título «Da comienzo la segunda guerra» y Harry corre desesperado intentado comunicarse con una persona muerta? Ahora que lo pienso, tal cual como en la vida real, en la que los triunfos de la infancia dan paso a las semi victorias amargas de la edad adulta.

Porque si algo tiene este libro son sus tres capítulos finales, llenos de amargura, dolor y frustración. Con algunas alegrías, pero engarzadas sobre un fondo de desastre y caos personales. Algunos personajes que creíamos infalibles se revelan demasiado humanos: poderosos sí, pero capaces de cometer errores. Harry Potter descubre que estar dispuesto a salir corriendo a salvar a la gente no siempre es la mejor opción. E incluso descubre que quizá Snape tenga algo de razón en el disgusto que siente hacia él. El libro se inicia con un Harry casi desquiciado, sigue con una personaje más furioso y más temerario y menos reflexivo de lo habitual, y no acaba mucho mejor, con un Harry que ha descubierto una especie de calma interior aulta, más bien un entumecimiento adulto, pero a costa de un gran sufrimiento. Incluso su victoria final, convencer al mundo mágico de que realmente Voldemort ha vuelto, se tiñe -en uno de los grandes giros irónicos del libro- de unos tintes de derrota.

Si bien Harry Potter y la orden del fénix sigue siendo un libro infantil -con todo lo que eso tiene de bueno y de malo- el personaje va creciendo como la autora prometió que haría. Hay ciertos comentarios sobre la corrupción de los personajes públicos, castigos crueles e inhumanos, muertes violentas y aunque se sabe quiénes son los buenos y quiénes son los malos, no se sabe bien quién está siendo más bestia en cada momento. Incluso la mala de la novela, le toca a un mujer, es un personaje ambiguo: ¿lo está haciendo por maldad o sinceramente cree que hace lo mejor aunque manifestando cierta inclinación hacia la crueldad? Es decir, ¿se trata de una persona malvada en el bando de los buenos? ¿Son la estupidez y la crueldad características exclusivas de los malos?

¿Era tan puro el padre de Harry? Otra pregunta que se plantea. No es un libro en el que sea tanto que pase algo como en el que se descubren algunas verdades -mientras surgen nuevos interrogantes- muy difíciles de aceptar. Otro cuarto sucede con los primeros amoríos de Harry: sale con una chica, pero queda claro que está enamorado de otra, pero ése segundo amor es tan sutil que ni el mismo personaje se da cuenta hasta el final, y quizá ni entonces.

Por cierto, Hogwarts se convierte en una especie de miniestado fascista. No demasiado exagerado, pero lo justo para dar la idea. Como la rebelión física es imposible, se actúa más bien por omisión. La autoridad se cuestiona, tanto, que incluso Harry está a punto en un momento dado de atacar a Dumbledore.

Harry Potter se hace mayor. Lo siento por los que lamenten semejante hecho: los que no puedan soportar que el niño se haga hombre y los que han perdido una forma de atacar los libros (ya encontrarán otras). El mundo de los magos se está volviendo gris y humano. A mí me encanta.

[Estoy escuchando: «Easy-Don’t Hurt» de Ike Quebec en el disco It Might as Well Be Spring]

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Hibernando

Casi he completado la transición de este sitio a Hibernate. Hibernate es un servicio de persistencia y recuperación de objetos para Java que te permite opera así, es decir, con objetos, mientras realizas accesos a la base de datos. Si sigues a lo tuyo como siempre e Hibernate se encarga de lo desagradable. El uso es extremadamente simple, a los pocos minutos estás sacándole partido y el resultado final es asombroso, casi mágico. Tú creas tu código siguiendo los estrictos principios de orientación a objetos y de la base de datos relacional se encarga Hibernate, con la salvedad que debes especificar en un archivo XML el mapeo entre tus objetos y las tablas de la base de datos.

También cuenta con un lenguaje de consulta orientado a objetos que extiende SQL. Hasta el momento, no he encontrado nada que antes hiciese con SQL que no haya podido replicar aquí también. Estoy encantado con el resultado. No sólo es arquitectónicamente más sólido y he conseguido mejorar el diseño, sino que todo lo que antes potencialmente daba errores ha desaparecido. Faltan todavía algunos detalles (por eso hay opciones que han desaparecido momentáneamente) pero todo estará completo pronto.

Para iniciarse en Hibernate recomiendo Guía de un autostopista a HIbernate y también Manual Hibernate. Los dos en español, no se quejen.

Tengo en mente otras modificaciones al código de esta bitácora (aprendo mucho modificándolo y ajustándolo, puedo tardar todo lo que quiera y experimentar lo que me dé la gana). Un lector me recomienda que use OSCache (me propone el artículo Implementing OSCache para empezar). Ésa es mi intención, pero antes me gustaría experimentar con WebWork y quizá también SiteMesh. Ya iré contando.

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p class=»media»>[Estoy escuchando: «Louvação» de Gilberto Gil en el disco Louvação]

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