Advertencia preliminar, no pienso cortarme. Vale, no voy a contar ningún detalle de la trama especialmente importante (por ejemplo, quién muere) pero tampoco voy a controlar hasta la última palabra para asegurarme de no revelar nada. Por tanto, los que deseen llegar castos y virginales a la edición española del libro mejor será que dejen de leer ahora.
¿Sigues?. Lo vuelvo a repetir -aunque sé que a pesar de todo alguien dejará un comentario quejándose de que cuento demasiado-: si descubres algo que no querías saber es culpa tuya.
¿Vale?
Bien.
Me ha gustado mucho. No se ha convertido en mi preferido -que sigue siendo el tercero, el que me parece más perfecto de los tres y donde Rowling demostraba que los libros de Harry Potter eran algo más- pero ciertamente está muy bien: una lectura agradable, ágil y entretenida. Pero me temo que puede que defraude a más de un fan, porque en esta ocasión nadie gana. Vale, Lord Voldemort pierde, pero eso no implica que los demás ganen. De hecho, hay una muerte importante, muchos fracasos, fallos de estrategia y errores graves. Es más, gran parte de los problemas se hubiesen resuelto casi instantáneamente si los personajes se hubiesen molestado en hablar entre ellos un poco más, y ellos lo saben. Por descubrir, incluso se descubre que Harry Potter no era necesariamente el único, que otro podría haber sido el elegido. Todo un «voy a ponerte en tu sitio».
En cualquier caso, es una tendencia que se ha dado en todos los libros de Harry Potter. A medida que avanza la serie, los triunfos de Harry se han vuelto progresivamente más amargos. Ya en el cuarto libro, no era tanto que ganaba como que le hacían ganar. Y en éste, incluso le expulsan del equipo de Quidditch, por lo que ni siquiera esa victoria le permiten. ¿Recuerdan el recuento de puntos de cada casa al final de los libros? Pues sí, sale, pero… ¿Qué importancia podría tener tal cosa cuando el último capítulo lleva por título «Da comienzo la segunda guerra» y Harry corre desesperado intentado comunicarse con una persona muerta? Ahora que lo pienso, tal cual como en la vida real, en la que los triunfos de la infancia dan paso a las semi victorias amargas de la edad adulta.
Porque si algo tiene este libro son sus tres capítulos finales, llenos de amargura, dolor y frustración. Con algunas alegrías, pero engarzadas sobre un fondo de desastre y caos personales. Algunos personajes que creíamos infalibles se revelan demasiado humanos: poderosos sí, pero capaces de cometer errores. Harry Potter descubre que estar dispuesto a salir corriendo a salvar a la gente no siempre es la mejor opción. E incluso descubre que quizá Snape tenga algo de razón en el disgusto que siente hacia él. El libro se inicia con un Harry casi desquiciado, sigue con una personaje más furioso y más temerario y menos reflexivo de lo habitual, y no acaba mucho mejor, con un Harry que ha descubierto una especie de calma interior aulta, más bien un entumecimiento adulto, pero a costa de un gran sufrimiento. Incluso su victoria final, convencer al mundo mágico de que realmente Voldemort ha vuelto, se tiñe -en uno de los grandes giros irónicos del libro- de unos tintes de derrota.
Si bien Harry Potter y la orden del fénix sigue siendo un libro infantil -con todo lo que eso tiene de bueno y de malo- el personaje va creciendo como la autora prometió que haría. Hay ciertos comentarios sobre la corrupción de los personajes públicos, castigos crueles e inhumanos, muertes violentas y aunque se sabe quiénes son los buenos y quiénes son los malos, no se sabe bien quién está siendo más bestia en cada momento. Incluso la mala de la novela, le toca a un mujer, es un personaje ambiguo: ¿lo está haciendo por maldad o sinceramente cree que hace lo mejor aunque manifestando cierta inclinación hacia la crueldad? Es decir, ¿se trata de una persona malvada en el bando de los buenos? ¿Son la estupidez y la crueldad características exclusivas de los malos?
¿Era tan puro el padre de Harry? Otra pregunta que se plantea. No es un libro en el que sea tanto que pase algo como en el que se descubren algunas verdades -mientras surgen nuevos interrogantes- muy difíciles de aceptar. Otro cuarto sucede con los primeros amoríos de Harry: sale con una chica, pero queda claro que está enamorado de otra, pero ése segundo amor es tan sutil que ni el mismo personaje se da cuenta hasta el final, y quizá ni entonces.
Por cierto, Hogwarts se convierte en una especie de miniestado fascista. No demasiado exagerado, pero lo justo para dar la idea. Como la rebelión física es imposible, se actúa más bien por omisión. La autoridad se cuestiona, tanto, que incluso Harry está a punto en un momento dado de atacar a Dumbledore.
Harry Potter se hace mayor. Lo siento por los que lamenten semejante hecho: los que no puedan soportar que el niño se haga hombre y los que han perdido una forma de atacar los libros (ya encontrarán otras). El mundo de los magos se está volviendo gris y humano. A mí me encanta.
[Estoy escuchando: «Easy-Don’t Hurt» de Ike Quebec en el disco It Might as Well Be Spring]