Buscando a Nemo

Los de Pixar son unos chulos de mucho cuidado. Chulos con toda la razón del mundo, no me entiendan mal, pero chulos igualmente. Vamos, que si no ya me explicarán qué hace ese corto, «Knick Knack» (por cierto, aparentemente censurado por razones desconocidas), antes de Buscando a Nemo si no es dejar claro: «mira lo que podíamos hacer hace 14 años y lo que somos capaces de hacer ahora». «¿Presume un pájaro cuando vuela?» se preguntaba Clark Kent. ¿Presumen los de Pixar cuando hacen algo así? Sí, presumen como locos. Pero es que los de Pixar efectivamente saben volar.

Porque si algo dejan claro el corto y la película posterior es dónde radica el genio de la empresa. No es el virtuosismo técnico que muestran en pantalla -que también- sino en las historias. Un corto de unos pocos minutos contiene no sólo capacidad tecnológica sino una historia breve, apasionante y divertida. Buscando a Nemo contiene un virtuosismo tecnológico asombroso y también una historia apasionante, divertida, aterradora y emotiva a partes iguales. Vamos, que los de Pixar no son unos genios por ser capaces de crear en la pantalla un mundo visualmente extraordinario, sino por saber combinarlo con una buena historia. Son narradores de historias que usan el ordenador para plasmar sus creaciones.

Y Buscando a Nemo es una maravilla en todos los sentidos. Uno puede quedar embobado con la boca abierta contemplando esos diseños maravillosos, esas texturas, esos colores, ese sabio uso de la luz. Y también, enternecerse con las penurias de sus protagonistas, con sus pequeñas y grandes tragedias, con los sinsabores y alegrías de sus vidas. En ocasiones es una película de terror -no hay que ir más lejos que el mismo comienzo de la cinta- y en ocasiones es una comedia enloquecida -esas tortugas surferas son lo más. No hay personaje malo. No hay personaje que no tenga un doblez, un elemento extraño que lo haga apasionante: esos tiburones vegetarianos, ese profesor de ciencias que es una manta raya, esa estrella de mar permanentemente pegada al vidrio del acuario, ese pelícano incomprensiblemente interesando en los procedimientos odontológicos, esa niña del exorcista, o esa entrañable Dory que lo olvida todo de inmediato y que arranca lágrimas con una de las más tiernas declaraciones de amor que recuerdo en un cine.

Buscando a Nemo es también parábola de muchas cosas. Del respeto a las discapacidades físicas. De la conveniencia de dejar a los niños algo de libertad sin protegerlos demasiado. De la necesidad del compañerismo y la cooperación. Pero todo hecho con sutileza, sin tener que manifestarlo en palabras en ningún momento. Queda claro, pero no molesta. Es más, se agradece que las lecciones morales estén tan bien encajadas en la historia.

Lo único que lamento es no haber podido verla en versión original. Voces como las de Albert Brooks, Ellen DeGeneres o Willem Dafoe merecen el esfuerzo de leer subtítulos. Y pensar que Geoffrey Rush interpreta a un pelícano me produce dolor físico por no tener ya el dvd a mano.

Parecía imposible, pero Pixar se ha superado a sí misma. Ha creado su mejor película hasta la fecha.

[Estoy escuchando: «Beyond the Sea» de Robbie Williams en el disco Swing When You’re Winning [Expanded] (1 of 2)]

Esta entrada tiene un comentario

  1. MiguelCt

    Esta de Nemo está muuy bien, pero las 2 de Toy Story…esas son las mejores, incluso la de Bichos me gustó más, esos saltamontes eran de lo mejor, mucho mejor que los tiburones…
    Un saludo

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