Spielberg consigue que desees vivir en los años sesenta.
En muchos aspectos, Atrápame si puedes se podría ver como un reverso de Minority Report. En esta última, el estado poseía tal control sobre el individuo y su intimidad que no confiaba en nadie, y nadie confiaba en nadie más. En el caso de Atrápame si puedes, la situación está invertida: el protagonista es un estafador de capacidades casi sobrehumanas, pero vive en una sociedad que, desde nuestro punto de vista actual, confía hasta puntos casi patológicos. Un estafador como el de la película probablemente no duraría ni dos segundos en el clima actual de desconfianza, por tanto, ¿quién no desearía vivir en los utópicos e ingenuos años sesenta que aparecen en la pantalla? ¿Años idílicos en los que bastaba con vestirse de piloto para cobrar cheques a derecha e izquierda? ¿En los que la simple promesa de un trabajo de azafata te bastaba para conseguir un grupo de guapas muchachas dispuestas a recorrer Europa contigo?
Leonardo DiCaprio está francamente bien en el papel de Frank Abagnale Jr. (sé que hay gente que no puede ni verlo, pero a mí siempre me ha parecido -desde que salía en Los problemas crecen– muy buen actor), mostrando la perfecta combinación de encanto, desfachatez y dulzura que todo estafador debería poseer. Se le podría reprochar, quizá, tener un aspecto demasiado juvenil para el papel que interpreta. El Frank Abagnale original era muy joven, 16 años, cuando comenzó sus fechorías, pero parecía mucho mayor de lo que era.
Tom Hanks hace de policía decidido a pillar al criminal, en parte por recta defensa de la ley y en parte porque le fastidia que le humillen. También hace de padre moral del protagonista, reconduciéndole al buen camino. Aún así, hay un punto irónico en ese personaje. El héroe de la función es el ladrón, mientras que el policía aparece como el malvado que quiere dar fin a la sana diversión del protagonista.
Pero el mejor de todos es Christopher Walken, en el papel de padre presente pero que no ejerce. De tal palo tal astilla, dicen, y la amoralidad del padre, una facilidad para la mentira casi automática, la hereda el hijo llevándola con brillantez a nuevos niveles. Walken compone a un hombre anónimo con aires de grandeza, gran concepto de su persona, que se miente continuamente a sí mismo y que es incapaz de dar un buen consejo a su hijo. El polo opuesto del personaje de Tom Hanks.
Lo de los polos queda claro en dos curiosas escenas de la película. En la primera, Frank le pide a su padre que le ordene dejar su carrera de estafador. El padre no lo hace, pero más que nada porque a) tiempo atrás abdicó de su papel de padre, b) en realidad no sabe dirigir su vida y menos la de los demás, c) y encima, sospechamos, siente cierta envidia de los «éxitos» de su hijo (le pregunta continuamente a qué país exótico va a volar hoy). Casi al final de la película tenemos otra escena similar. Pero en este caso, Frank no pide nada, pero sospecha que el policía le va a detener. Pero éste no hace nada, aunque dejando bien claro que podría y quizá debería, pero no porque haya dejado de lado sus responsabilidades, sino porque cree tener una superior para con el muchacho del que es padre sustituto. Simplemente, le permite a Frank tomar la decisión él mismo, dejando claro que confía en que hará lo correcto.
Atrápame si puedes no es la mejor película de Spielberg, pero es una historia entretenida y muy bien contado, sobre un mundo lejano que nunca existió (la propia película hace una referencia a la guerra de Vietnam), una especie de comedia en el fondo amarga, o un drama existencial con toques cómicos.
Y una última cosa. Los títulos de crédito iniciales son magníficos.