Matemática
No hay nada como una buena sesión de matemáticas por la tarde para alegrarte el día. Desde que ha empezado el curso, vivo para que llegue el viernes y poder ir dos horas a Criptografía. La asignatura la da un matemático y por tanto tiene un buen nivel formal, cosa que yo agradezco mucho. Poco a poco, voy descubriendo que de la carrera de física las asignaturas de matemática fueron las que más disfruté.
Hoy nos hemos metido con DES y AES. Para este último ha tenido que explicar algo con polinomios y cuerpos finitos que no he entendido muy bien. Pero me ha parecido fascinante y en cuanto pueda lo exploraré más a fondo.
Estuve pensado en ir pasando los apuntes de la asignatura y convertirlo en entradas para la bitácora. ¿A alguien le podría interesar?
Lo que son las cosas
He descubierto que en estos momentos una URL Google (no acabo de decidirme entre Google URL o URL Google) es payaso diabólico.
Sí, yo también lo encuentro muy divertido.
A vueltas con los juegos en Grecia
Según la BBC la Unión Europea ha enviado una carta al ministro de exteriores griego diciéndole que la ley que prohíbe totalmente los juegos electrónicos (aunque según el gobierno, sólo se perseguirán los instalados en lugares públicos), podría violar la legislación europea. La carta se considera un primer paso que podría llevar a Grecia ante el Tribunal Europeo. Un tribunal griego ya la consideró inconstitucional, aunque el fallo fue recurrido.
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Google URL
. Neologismo propuesto por David Weinberger para una frase que haga que el sitio que te interesa aparezca el primero en la lista de resultados.
Por ejemplo, en lugar de dictar la dirección de mi página puedo decir que busque «Pedro Jorge Romero» en Google. Curiosamente, Pedro Jorge también vale.
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Vernon Vinge y los primeros post-humanos
Pop!Tech suena a actividad a la que me hubiese gustado asistir y no fui (la pondré en la lista de sitios en los que me hubiese gustado estar), una especie de congreso sobre la intersección de ciencia y tecnología, con la presencia de algunos individuos e individuas muy interesantes.
Por suerte, vivimos en la época de las bitácoras, y David Weinberger se ha encargado de «radiarla». Me ha resultado curiosa la entrada referida a Vernon Vinge y los primeros post-humanos.
Vernon Vinge es el creador de la idea de singularidad, que se producirá en el momento en que seamos capaces de producir inteligencias superiores a la nuestra. Esas inteligencias acelerarán la velocidad del desarrollo tecnológico y a su vez crearán inteligencias aún superiores. Y así sucesivamente. Por tanto, llegado ese momento, se acabará nuestra capacidad mínimamente predictiva, las reglas que conocemos dejarán de tener validad y, análogamente con la física en el interior de un agujero negro, llegaremos a una singularidad sobre la que nada podemos saber ahora mismo.
¿Cómo vivirán los primeros post-humanos?
Y hay algo más.
Comenta que en esa situación, sobre la que no tienes datos, tus únicos recursos son el principio de mediocridad, la navaja de Occam y, por supuesto, la termodinámica (a la que nadie puede escapar). Del principio de mediocridad, que afirma que en caso de duda da por supuesto que te encuentras en el caso más común, Moravec concluye que lo más probable es que vivamos, ya, en una simulación.
¿Podríamos saber si vivimos en una simulación? Bien, quizá podamos hacer lo que hacemos cuando miramos una imagen virtual, comprobar que las rectas no son del todo rectas y que se notan los píxeles. Y quizá eso sean los efectos cuánticos.
Vernon Vinge estará en noviembre en Barcelona para dar la conferencia del Premio UPC. Quizá debería plantearme darme un salto para asistir a la charla. Seguro que es interesante (acabo de traducir un libro suyo, así que tendría una buena excusa para cruzar unas palabras).
Jython
Hoy he entregado un presupuesto para un sitio. El cliente quiere algunas cosas curiosas que se salen ligeramente de lo habitual. Pero evaluándolo, he recordado unos comentarios que leí sobre el uso de un lenguaje de script en una aplicación web. Me da la impresión de que me encuentro en una situación como la descrita.
Por tanto, he decidido mirarme Jython -ya Víctor Ruíz me insistía en las bondades de Python. Como a mí estas cosas se me dan mejor con libro he pedido Jython Essentials (de paso, también he pedido un libro para aprender a hacer varias cosas simultáneamente. Creo que me va a hacer falta).
Validar RSS
Desde hace unos días, todo el mundo habla de validar su archivo RSS. Yo no iba a ser menos, así que puedo decir con orgullo que el mío valida perfectamente, o eso dice el programilla creado por Mark Pilgrim y Sam Ruby.
¿Y qué es RSS? Pues me han pillado. Pero pueden consultar el artículo sobre el asunto publicado en gen7es.
Donnesbury hoy
Me salté la tira de ayer porque no era excesivamente brillante, pero hoy vuelve a dar en el clavo.
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El sistema experto tomista
En El jardín imperfecto, Todorov se propone escribir una crónica del nacimiento del humanismo. Pero se encuentra con un problema: algunos de esos autores no tenían intención de establecer ninguna doctrina nueva. Simplemente hablaban de cosas que les interesaban, de problemas de su época que hoy ya no lo son, o reflexionaban sobre aspectos ajenos a la doctrina pero que sin embargo, como si de una imagen negativa se tratase, sirven para perfilarla. En suma, la investigación que Todorov se plantea se encuadra directamente en nuestro presente y para algunos de esos autores sería totalmente alienígena. En particular dice:
¿Constituye un anacronismo hacer participar a los textos del pasado en un debate presente? Tal vez, pero se trataría entonces de una «paradoja del crítico», o quizá de todo historiador, que se encontraría en el mismo punto de partida de su actividad, ya que ese crítico, ese historiador, se dirige siempre a sus contemporáneos y no a los de su autor. El estrabismo constitutivo del comentario lo condena a zigzaguear continuamente de un diálogo a otro: el que mantiene con su autor y el que lleva a cabo con su lector; el equilibrio al que aspira no es más que una apuesta. Por añadidura, los pensadores del pasado también tenían en su punto de mira tanto a su contemporáneo, con los que compartían un mismo contexto histórico, como a los lectores por venir, representantes de la humanidad entera; se dirigían a la vez al presente y a la eternidad. Asumiendo el riesgo de disgustar tanto a los historiadores puros como a los ideólogos puros, persisto en creer que el pasado puede ayudarnos a pensar el presente.
Párrafo que me lleva a pensar de inmediato en el problema de los autores y los lectores. Es decir, el autor escribe para sus contemporáneos, porque en realidad no puede evitarlo. Siendo animal de su tiempo, éste inevitablemente le atrapa por mucho que intente vivir en otro momento histórico. Nacemos cuando nacemos y no podemos evitarlo.
Pero por otra parte, el autor escribe ciertamente, como dice Todorov, para el futuro. Pero no un futuro cualquiera, sino en realidad para un lector ideal que le comprenda por completo. Puede que ese autor no exista nunca, o caso de existir, jamás llegue a leer la obra. Eso no importa, lo importante es que está presente en la obra y ésta lo configura con total definición. En ese sentido, todos nosotros, lectores reales, somos lectores parciales porque jamás llegaremos a comprender por completo ninguna obra.
Y a la situación se le puede dar la vuelta. Desde el punto de vista del lector se da la misma situación. Hay un autor real que escribió la obra. Pero también hay un autor implícito que se manifiesta en lo escrito, autor que representa la obra en sí y que no coincide con el autor real que la escribió. Lejos en el tiempo, ya no podemos leer a Homero o Shakespeare como lo leían sus contemporáneos y ni siquiera conocemos a esos personajes como podían conocerlos sus amigos o enemigos. Para nosotros son ahora fantasmas que habitan en libros, que se convierten así en máquinas generadoras de una inteligencia y una personalidad que no se corresponde con los originales.
Y ahora voy al Umberto Eco de Arte y belleza en la estética medieval. El problema, de nuevo, vuelve a ser contemporáneo, porque es dudoso que los medievales se planteasen esas cosas, y menos aún sin referirse a Dios. En particular, se vuelve a encontrar con el problema de Todorov: ¿cómo indagar en la visión de lo bello que tenía, por ejemplo, Santo Tomás, si éste en realidad explícitamente no hablaba del asunto porque realmente lo que le interesaba era otra cosa? La solución, es la misma:
En el fondo, nosotros podemos pensar en los sistemas escolásticos (y el tomista es sin duda el modelo más completo y maduro) como en unos grandes cerebros electrónicos ante litteram: una vez puestas a punto todas las conexiones, toda pregunta que se le introduzca debe recibir una respuesta definitiva. Naturalmente la respuesta será definitiva y satisfactoria sólo en el ámbito de una lógica determinada y de un modo de entender las conexiones de lo real: una summa es un cerebro electrónico que piensa como un medieval. Sin embargo, piensa y contesta también allá donde su autor no había tenido inmediatamente presentes todas las implicaciones de un determinado concepto.
De nuevo, la obra cobra primacía sobre el individuo (quien ya no está presente para contestar a ninguna pregunta) hasta independizarse completamente de él. A la obra de Santo Tomás se le puede interrogar sobre cosas en las que Santo Tomás no había pensado. Eso sólo es posible porque construimos una imagen del autor que en realidad no se corresponde con el real. Es más, se trata de una imagen que cambia con el tiempo, y sin duda cada época y cada individuo ha tenido su visión del «sistema experto tomista». Sistema capaz de responder a preguntas no explícitamente delimitadas en sus reglas.
Debe ser natural para un ser humano poder reconstruir en su cabeza al autor implícito de un texto. Será la base última de lo literario y la comunicación. Allí dónde carecemos de contexto humano, lo recreamos. Razón por la que no nos resulta difícil asignar rasgos humanos a cualquier cosa, sea libro o gato, que nos parezca responder con cierta intencionalidad.
En el caso del sistema tomista o los textos humanista, se requiere, sin duda, una cuidadosa labor de exégesis. No sólo para leerlos y recrear al autor implícito en ellos, sino también para construir las preguntas en una forma que esos sistemas puedan entender. No es muy diferente del proceso informático, cuando los ordenadores se programaban metiendo clavijas en agujeritos, o las respuestas aparecían en forma de cuadraditos en tarjetas perforadas. Al menos, en esos casos, el proceso de traducción era evidente, al contrario que ahora que nos queda oculto y los ordenadores parecen responder por voluntad propia.
Y para terminar, déjenme traer la cuestión a casa. ¿Forma una bitácora también un sistema capaz de responder a preguntas que su autor no había discutido explícitamente? ¿Añadir entradas significa hacer cada vez más complejo el modelo de forma que se ajuste cada vez a un autor ideal que difiere completamente de su autor real? ¿Se aleja cada vez más esta bitácora de mi yo real para conformar un personaje completamente ajeno a mí? De ser así, ¿sería malo?
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