A la película Señales de M. Night Shyamalan se la ha acusado de todo:…
(por cierto, voy a hacer varios comentarios libres sobre la película. Intentaré no revelar ningún detalle importante, pero la verdad, si no quieren saber nada en absoluto, quizá sería mejor que no leyesen este texto hasta después de haberla visto).
…desde promover una visión religiosa de la vida, prácticamente diciendo que aquellos que no creen en Dios son tontos, hasta afirmar que defiende las seudociencias al dar por cierto todo lo que un niño lee en un libro sobre extraterrestres…
(nótese esto último: «lo que un niño lee»).
Pues no. Señales no hace nada de eso: no da por bueno nada. Señales resulta ser una película muy entretenida, muy inteligente, bastante sutil (más de lo que le conceden sus críticos) y quizá la mejor historia de invasiones extraterrestres que se haya filmado nunca (o quizá sea la mejor historia de psicosis colectiva jamás filmada, vayan ustedes a saber). Y además, posiblemente la primera película de ciencia ficción que va sobre problemas de interpretación, quizá incluso de semiótica.
(¿debería haberse traducido como «Signos»?)
M. Night Shyamalan ha construido su mejor película. Y lo ha hecho mejorando lo que ya intentó en su anterior: El protegido. Con aquélla, intentó contar una historia de superhéroes eliminando toda la paja y centrándose en lo fundamental. En ésta última, ha creado una historia de invasiones extraterrestres centrándose exclusivamente en lo misterioso, aterrador e incomprensible que sería tal acontecimiento.
Y lo de incomprensible es lo más importante. Todas las interpretaciones que se ofrecen en la película sobre el comportamiento, motivaciones y fines de los extraños seres que invaden el mundo no son más que eso: interpretaciones. Ninguno de los extraños abre jamás la boca para corroborarlas o desmentirlas. La película no da por bueno lo que el niño lee, porque sencillamente no da por bueno absolutamente nada. De la misma forma, tampoco da por buena la interpretación final que hace el protagonista. Sólo una identificación tonta entre protagonista y espectador podría a uno llevarle a pensar que eso es lo que se debe sentir o creer al final. Sería ése el nivel 0 de interpretación, pero la propia película ofrece otras interpretaciones y niveles.
Digamos que la visión que la película tiene de sí misma es más inteligente, crítica e interesante.
El mundo, simplemente, está lleno de sucesos. Puede que esos sucesos signifiquen algo. Puede que no. Si tienen algún significado, quizá sean signos o señales de otra cosa. Si no lo tienen, no serán más que hechos del mundo. ¿Cómo distinguir de antemano lo significativo? Pues es muy difícil. Uno va viendo cosas suceder en este mundo, y las va interpretando como buenamente puede, en ocasiones dando importancia a algo que no la tiene, y a veces leyendo en una situación más de lo que hay en ella.
Simplemente, tendemos a buscar significado a las cosas. Y Señales va precisamente de esa tendencia. Van pasando cosas, y algunas personas las relacionan todas entre sí para formar una historia coherente y tener así una prueba de un poder superior, y otras, simplemente, las consideran casualidades o tendencia. En la película, no hay nada realmente que favorezca una interpretación sobre la otra. Es deliciosa e inteligentemente ambigua sobre ese punto.
El gran valor de la película.
Incluso es tan inteligente como para hacer que sea el mismo personaje protagonista el que ofrezca esas dos distintas explicaciones de la realidad; que en un momento dado piense que un cerebro moribundo habla sin saber lo que dice, y luego sea capaz de pensar que hay un destino manifiesto en esas palabras. Es una característica muy humana, aferrarnos a una creencia aun cuando sepamos que posiblemente la explicación sea otra.
Y por si no había quedado claro, el propio hermano del protagonista cuenta una historia de un milagro tan delirantemente absurda que sólo podemos pensar que es una estupidez. Pero realmente ¿es menos estúpido pensar que Dios quiso que tuvieses un chicle en la boca para evitar que una chica vomitase encima de ti que creer que tu mujer fue atropellada para transmitir un mensaje más bien poco claro?
Sobre esos cimientos tan endebles (o tan fuertes, depende del punto de vista) se construye la fe religiosa.
Y luego están los extraños. Tan remotos ellos, tan inaccesibles, de los que se sabe tan poco que es absolutamente imposible ponerles objeciones. Decir que tal o cual aspecto de su comportamiento es absurdo es a su vez un gesto absurdo, porque se basa en suponer cómo actuaría o pensaría un ser así. Pero la película está blindada en ese punto. Lo que se sabe sobre ellos son interpretaciones (parecen más animales que seres inteligentes. ¿O debería decir parece? De hecho, físicamente sólo se ve a uno) y lo que el espectador pueda pensar no deja de ser otra interpretación. Es más, la película no sólo ofrece varias interpretaciones sobre las presencia, es que las ofrece a paletadas, a aluvión, y no hay personaje que se prive de ofrecer la suya.
Señales es tan inteligente que realmente no puede ofender a nadie, sino dar satisfacción a todos por igual. Lo que crean en alguna religión, encontrarán consuelo en el final. Los que creemos que el mundo carece de orden, que el azar lo mueve todo y que los seres humanos tenemos una capacidad inagotable para encontrarle sentido a lo que no lo tiene también quedaremos satisfechos. En la película no hay nada incompatible con ninguna de las dos posturas.
Es su magia especial. Una prueba del talento de un director al que hasta hace poco yo consideraba como poco más que un artesano con cierto oficio. Un hombre capaz de llenar la pantalla de signos repetidos continuamente, signos que resultan no ser nada cuando se les ve desde otro ángulo, de imágenes que parecen directas manifestaciones de la realidad pero están ligeramente deformadas por un vidrio.
Hay que romper la ventana para ver bien, o quizá cegarla para no ver.
Cada uno que escoja su método.
ACTUALIZACIÓN: Mís críticos de cine favoritos reseñan la película aquí y aquí, aunque una de ellas se extravía afirmando que el tema de la película es la pérdida de la fe y su recuperación, cosa que yo no creo. Buscando por ahí, he encontrado esta otra reseña que viene a opinar lo mismo que yo. Es bueno saber que uno no está solo.