Las noticias ganan al porno

El servicio de noticias de la BBC se descuelga con esta noticia tan divertida: según una encuesta, es más probable que los empleados sean adictos a las noticias que al porno. Y no para buscar información relacionada con el trabajo, no, no, por placer. Pero aparentemente, a los jefes les preocupa tanto o más la pérdida de tiempo que representa mirar las noticias cuando uno debería estar trabajando.

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Cuando el copyright es copywrong

En un curioso artículo titulado The Cultural Anarchist vs. the Hollywood Police State publicado en Los Angeles Times (lamentablemente, hay que registrarse para leerlo) se habla de Larry Lessing y su batalla contra la ampliación del copyright. En particular, comenta el caso Eldred v. Ashcroft que se presentará ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos el próximo 9 de octubre.

La posición de Lessig es que el copyright es un monopolio temporal sobre una obra a cambio de que con el tiempo ésta pase al dominio público y beneficie a todos. Pero las sucesivas ampliaciones de los derechos de autor, ampliando el periodo hasta convertirlo efectivamente en eterno, erosionan el dominio público y limitan nuestra capacidad creativa. Lessig pone el ejemplo de Disney, que se beneficio de muchos cuentos en el dominio público para sus películas, películas de las que nadie puede ahora beneficiarse debido a las sucesivas ampliaciones del copyright.

El asunto es muy interesante e importante. Como usuarios tenemos ciertos derechos ?por ejemplo, a la copia privada o el derecho a cita- que cada vez se ven más erosionados por los propietarios de derechos de autor. Los derechos de autor son muy importantes para garantizar la creatividad, pero una protección excesiva es también negativa. Vivimos, como dice Lessig, en una sociedad que cada vez es menos libre en la que incluso se nos limita el uso que podemos hacer de los productos que hemos comprado legalmente. Todo esto es importante porque lo que sucede en Estados Unidos tiene la tendencia de trasladarse ?para bien o para mal- al resto del mundo.

Vale la pena leer el artículo, aunque sea preciso registrarse.

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Medievales

[…]la cultura medieval tiene el sentido de la innovación, pero se las ingenia para esconderlo bajo el disfraz de la repetición (al contrario de la cultura moderna, que finge innovar incluso cuando repite).

De Arte y belleza en la estética medieval de Umberto Eco. Me ha parecido un buen pensamiento para empezar el día. En el capítulo dos dice:

Pensar en la Edad Media como en la época de la negación moralista de la belleza sensible indica, además de un conocimiento superficial de los textos, una incomprensión fundamental de la mentalidad medieval.

Y a continuación se pone a citar místicos medievales que demuestran, denunciándola, una buena comprensión de lo que es y deja de ser belleza:

[…] al representar lo que reprueba, nos demuestra lo paradójico del desdén de este hombre que, aun así, conseguía analizar con tanta finura lo que no quería ver.

Lo que me recuerda a los moralistas modernos, guardando las debidas distancias porque los moralistas modernos carecen del sentido de la poesía y la retórica -otra paradoja, como apunta Eco- de un místico medieval, y ven la pornografía en todas partes y en toda pose o circunstancia. Ojos muy finos deben tener para ser tan sensibles al sexo.

Hoy me toca un día curioso. Tengo que terminar mi columna de televisión para la revista Solaris (¿de verdad pensaban que no usaba para el bien todos mis conocimientos sobre televisión? Un gran poder acarrea una gran responsabilidad), hacer mis páginas de traducción de hoy y empezar a preparar el presupuesto para un cliente, un nuevo e interesante proyecto web. Y claro, en algún momento debería encontrar tiempo para ir al gimnasio.

Veremos como sale la mañana.

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Más diversión

Comenté antes que este sitio es el número uno del mundo buscando por Enoch Root. Pero, curiosamente, realizando la búsqueda desde otro ordenador, dentro de la misma red, el resultado es diferente. Cuarto puesto.

Mis sospecha, Google quiere quedar bien y me coloca en primer lugar cuando busco yo. No, si me acabaré volviendo magufo.

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Google me reconoce de nuevo

Google

ha vuelto a indexarme. Es un alivio. Ya pensaba que había hecho algo, que había roto algún tabú social o cometido alguna indiscreción que mereciese la reprobación de verse ignorado por Google. Pero no, el buscador parece estar recorriendo alegremente mi sitio.

Y he descubierto algunas cosas curiosas. Por ejemplo, ahora mismo, este sitio es el número uno buscando por señales película, pero, curiosamente, no si se busca por película señales. No sabía que Google tuviese en cuenta el orden de las palabras. Siempre se aprende algo nuevo. Curiosamente, ocupo el puesto 39 buscando simplemente por señales. Hay que ver la cantidad de visitas que te manda esa película.

(Supongo que todos esos resultados irán cambiando a medida que se incorporen nuevas páginas sobre la película.)

Siguiendo con los extraterrestres, señales extraterrestres me coloca también en primer lugar. Y curiosamente tonterías extraterrestres me coloca en cuarta posición. ¿Será eso una deshonra para un escéptico como yo? Pero sigamos, que la diversión no acaba: soy el décimo cuarto buscando simplemente por extraterrestres. Guau, si mi madre pudiese verme ahora.

También ahora mismo soy el tercero por gallifante. ¿No les resulta curioso?

Por lo demás, buscando en español por Joss Whedon aparezco en la posición 26, y por Buffy no consigo encontrarme. Qué pena, con la ilu que me haría.

Y la curiosidad definitiva. Ahora mismo, número uno mundial por Enoch Root. Alucino.


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A The New York Times le gusta Joss Whedon… y Buffy, y Angel y…

A The New York Times le gusta Joss Whedon. ¿Y por qué no? Es uno de los mejores escritores que ha dado la televisión y ya había conseguido tener simultáneamente dos series de gran calidad: Buffy y Angel (ésta última no es tan buena como Buffy, insuperable, pero para entendernos es como Forever Knight bien hecho: detectives de lo sobrenatural con estilo, encanto e ingenio ?en el primer episodio, se atreven a matar a la protagonista a la mitad). Y ahora, va a por la tercera: Firefly.

En este artículo (advertencia, se trata de uno de esos sitios tontos en los que hay que registrarse para poder acceder a él) se cantan las maravillas de Firefly, el propio Whedon y, por supuesto, Buffy:

[…]Whedon has created one of the most intelligent, and most underestimated, shows on television. Like the Serenity, «Buffy» might look at first sight like a disposable toy, something cobbled from materials that most adults dismiss out of hand: teen banter, karate chops and bloodsucking monsters. Before the show went on the air in 1997, executives at the fledgling WB network begged him to change the whimsical title, arguing that the show would never reach intelligent viewers. But it did. «Buffy» is about a teenage girl staking monsters in the heart, but her true demons are personal, and the show’s innovative mix of fantasy elements and psychological acuity transcends easy categorization. Despite being perpetually snubbed at the Emmy Awards, «Buffy» has become a critics’ darling and inspired a fervent fan base among teenage girls and academics alike. The show’s influence can be felt everywhere on television these days, from tawdry knockoffs like «Charmed» to more impressive copycats like «Alias.»

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Over time, the show’s mythology has become as rich and multilayered as any work of literature — eternally complicating its own notions of morality, allowing characters to grow up in a way rare for television and generating enough internal allusions to fuel its own media-studies department. Indeed, several academic anthologies focus on the show; other high-flown analyses appear on «Slayage: The Online International Journal of Buffy Studies.» The show’s daring and complexity have earned it many smarty-pants fans, from those who contribute to the show’s insanely challenging Internet discussion groups (some of which feature posts from Whedon himself) to Ira Glass, the host of the radio program «This American Life.»

(me gusta citar este artículo, dice todo lo que me gustaría decir).

Según el artículo, Firefly (que empezó a emitirse el viernes pasado) es la serie más experimental de Whedon. Situada en una especie de mundo post-imperial, después de que China y los Estados Unidos hayan formado un supergobierno. Una especie de combinación de space-opera y western. Con toques de la guerra civil americana. La autora caracteriza al personaje protagonista como un hombre de acción paralizado por la convicción de que nada importa. ¡Qué existencialista!

Por cierto, que la nueva temporada de Buffy empieza a emitirse mañana. ¿No tengo ningún lector en Estados Unidos que esté dispuesta a grabarme la serie? Juro que compraré la edición en DVD en cuanto salga (incluso en VHS, lo que sea primero). Es que cuando me impiden el acceso a la cultura me pongo muy nervioso.

(vía Follow Me Here).

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Señales extraterrestres en los cultivos, la película

A la película Señales de M. Night Shyamalan se la ha acusado de todo:…

(por cierto, voy a hacer varios comentarios libres sobre la película. Intentaré no revelar ningún detalle importante, pero la verdad, si no quieren saber nada en absoluto, quizá sería mejor que no leyesen este texto hasta después de haberla visto).

…desde promover una visión religiosa de la vida, prácticamente diciendo que aquellos que no creen en Dios son tontos, hasta afirmar que defiende las seudociencias al dar por cierto todo lo que un niño lee en un libro sobre extraterrestres…

(nótese esto último: «lo que un niño lee»).

Pues no. Señales no hace nada de eso: no da por bueno nada. Señales resulta ser una película muy entretenida, muy inteligente, bastante sutil (más de lo que le conceden sus críticos) y quizá la mejor historia de invasiones extraterrestres que se haya filmado nunca (o quizá sea la mejor historia de psicosis colectiva jamás filmada, vayan ustedes a saber). Y además, posiblemente la primera película de ciencia ficción que va sobre problemas de interpretación, quizá incluso de semiótica.

(¿debería haberse traducido como «Signos»?)

M. Night Shyamalan ha construido su mejor película. Y lo ha hecho mejorando lo que ya intentó en su anterior: El protegido. Con aquélla, intentó contar una historia de superhéroes eliminando toda la paja y centrándose en lo fundamental. En ésta última, ha creado una historia de invasiones extraterrestres centrándose exclusivamente en lo misterioso, aterrador e incomprensible que sería tal acontecimiento.

Y lo de incomprensible es lo más importante. Todas las interpretaciones que se ofrecen en la película sobre el comportamiento, motivaciones y fines de los extraños seres que invaden el mundo no son más que eso: interpretaciones. Ninguno de los extraños abre jamás la boca para corroborarlas o desmentirlas. La película no da por bueno lo que el niño lee, porque sencillamente no da por bueno absolutamente nada. De la misma forma, tampoco da por buena la interpretación final que hace el protagonista. Sólo una identificación tonta entre protagonista y espectador podría a uno llevarle a pensar que eso es lo que se debe sentir o creer al final. Sería ése el nivel 0 de interpretación, pero la propia película ofrece otras interpretaciones y niveles.

Digamos que la visión que la película tiene de sí misma es más inteligente, crítica e interesante.

El mundo, simplemente, está lleno de sucesos. Puede que esos sucesos signifiquen algo. Puede que no. Si tienen algún significado, quizá sean signos o señales de otra cosa. Si no lo tienen, no serán más que hechos del mundo. ¿Cómo distinguir de antemano lo significativo? Pues es muy difícil. Uno va viendo cosas suceder en este mundo, y las va interpretando como buenamente puede, en ocasiones dando importancia a algo que no la tiene, y a veces leyendo en una situación más de lo que hay en ella.

Simplemente, tendemos a buscar significado a las cosas. Y Señales va precisamente de esa tendencia. Van pasando cosas, y algunas personas las relacionan todas entre sí para formar una historia coherente y tener así una prueba de un poder superior, y otras, simplemente, las consideran casualidades o tendencia. En la película, no hay nada realmente que favorezca una interpretación sobre la otra. Es deliciosa e inteligentemente ambigua sobre ese punto.

El gran valor de la película.

Incluso es tan inteligente como para hacer que sea el mismo personaje protagonista el que ofrezca esas dos distintas explicaciones de la realidad; que en un momento dado piense que un cerebro moribundo habla sin saber lo que dice, y luego sea capaz de pensar que hay un destino manifiesto en esas palabras. Es una característica muy humana, aferrarnos a una creencia aun cuando sepamos que posiblemente la explicación sea otra.

Y por si no había quedado claro, el propio hermano del protagonista cuenta una historia de un milagro tan delirantemente absurda que sólo podemos pensar que es una estupidez. Pero realmente ¿es menos estúpido pensar que Dios quiso que tuvieses un chicle en la boca para evitar que una chica vomitase encima de ti que creer que tu mujer fue atropellada para transmitir un mensaje más bien poco claro?

Sobre esos cimientos tan endebles (o tan fuertes, depende del punto de vista) se construye la fe religiosa.

Y luego están los extraños. Tan remotos ellos, tan inaccesibles, de los que se sabe tan poco que es absolutamente imposible ponerles objeciones. Decir que tal o cual aspecto de su comportamiento es absurdo es a su vez un gesto absurdo, porque se basa en suponer cómo actuaría o pensaría un ser así. Pero la película está blindada en ese punto. Lo que se sabe sobre ellos son interpretaciones (parecen más animales que seres inteligentes. ¿O debería decir parece? De hecho, físicamente sólo se ve a uno) y lo que el espectador pueda pensar no deja de ser otra interpretación. Es más, la película no sólo ofrece varias interpretaciones sobre las presencia, es que las ofrece a paletadas, a aluvión, y no hay personaje que se prive de ofrecer la suya.

Señales es tan inteligente que realmente no puede ofender a nadie, sino dar satisfacción a todos por igual. Lo que crean en alguna religión, encontrarán consuelo en el final. Los que creemos que el mundo carece de orden, que el azar lo mueve todo y que los seres humanos tenemos una capacidad inagotable para encontrarle sentido a lo que no lo tiene también quedaremos satisfechos. En la película no hay nada incompatible con ninguna de las dos posturas.

Es su magia especial. Una prueba del talento de un director al que hasta hace poco yo consideraba como poco más que un artesano con cierto oficio. Un hombre capaz de llenar la pantalla de signos repetidos continuamente, signos que resultan no ser nada cuando se les ve desde otro ángulo, de imágenes que parecen directas manifestaciones de la realidad pero están ligeramente deformadas por un vidrio.

Hay que romper la ventana para ver bien, o quizá cegarla para no ver.

Cada uno que escoja su método.

ACTUALIZACIÓN: Mís críticos de cine favoritos reseñan la película aquí y aquí, aunque una de ellas se extravía afirmando que el tema de la película es la pérdida de la fe y su recuperación, cosa que yo no creo. Buscando por ahí, he encontrado esta otra reseña que viene a opinar lo mismo que yo. Es bueno saber que uno no está solo.

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¡Qué malos son los elfos!

  • Autor de la entrada:

Un curioso texto en El bloque sobre los más bien cuestionables comportamientos de los Elfos en la Tierra Media. Las ideas no son realmente originales, recuerdo una conferencia que defendía el punto de vista de los Orcos, pero siempre es divertido ver esos asuntos aplicados a la situación política actual. Un texto de estructura y contenidos similares lo publicó hace unos meses Garrett Moritz en su siempre divertida e interesante bitácora.

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El club de los metafísicos

Ayer estuvimos en Vigo ?cada vez me gusta más esa ciudad- y aprovechamos para pasar por La casa del libro. Es una librería curiosa que tiene libros en inglés. Y no sólo dos o tres títulos de muestra habituales por ahí, sino una sección razonablemente poblada en la que es fácil encontrar algo. Por desgracia, los precios de los libros importados son muy caros y sale más a cuenta pedirlos en Amazon.com. Eso sí, el placer de cogerlos con la mano y sopesarlos no te lo quita nadie. También tiene una sección de informática razonablemente grande para no ser una librería especializada, con muchos títulos en inglés. También muy caros, pero en ese caso estoy dispuesto a escoger alguno de interés. Lo que no tiene es una buena sección de ciencia, de hecho, tiene una de las peores secciones de ciencia que haya visto en librería alguna: ya sabes, un libro de Carl Sagan mezclado con las tonterías sobre ovnis, o, lo que es peor, un libro sobre la historia de la idea religiosa del cielo ?muy interesante, por cierto- colocado entre los textos de astronomía.

Al final nos llevamos: Ateísmo difícil de Julio Quesada, Ética para náufragos de José Antonio Marina y El club de los metafísicos. Historia de las ideas en América de Louis Menand. Éste último nos llamó especialmente la atención. De la contraportada:

Este fascinante y detallado ensayo sobre la historia de las ideas en América nos ayuda a entender hoy el pensamiento y los comportamientos de la nación que marca la pauta del mundo occidental y capitalista. Desde la guerra de secesión americana hasta la segunda guerra mundial se forman, en el país más poderoso del mundo, ciertos conceptos ideológicos, morales, políticos y hasta de la vida cotidiana que se arrastran hasta nuestros días. Esta interesante biografía de las ideas tiene como núcleo un grupo de pensadores, el club de los metafísicos, que si bien tuvo como tal una existencia de apenas unos meses, fue el embrión de un modo de pensar que revolucionó la cultura, las leyes, la educación y la política de Estados Unidos. La libertad de expresión, el pluralismo cultural y el pragmatismo ?única corriente filosófica de peso nacida en América-, son sólo algunos ejemplos de la herencia de estos pensadores. Esta narración, de prosa ágil y accesible, desmitifica también ciertos aspectos de la historia de Estados Unidos que, con seguridad, sorprenderán al lector.

Vivimos, nos guste o no, a la sombra del imperio americano (me pregunto si ha habido alguien, en cualquier momento de la historia, que no viviese a la sombra de un imperio). Parece por tanto lógico explorar sus orígenes. Por lo demás, el libro parece una de esas historias intelectuales llena de detalles, donde todo queda muy complejos y complicado y es difícil hacerse una idea clara de lo que sucedía. Es decir, como la vida misma. Además, al autor le encanta irse por las ramas y explorar fenómenos colaterales al principal que esté tratando ?por ahora, el abolicionismo, lo que, por cierto, no me molesta nada; las buenas digresiones me gustan mucho.

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Smart Mobs: The Next Social Revolution

La idea de una masa inteligente tiene verdaderamente su gracia. La idea de que la convergencia tecnológica permita una nueva forma de activimo político no es nueva, Sterling lleva años escribiendo novelas sobre eso, pero parece que el libro hace un buen tratamiento del asunto:

From Tokyo to Helsinki, Manhattan to Manila, Howard Rheingold takes us on a journey around the world for a preview of the next techno-cultural shift-a shift he predicts will be as dramatic as the widespread adoption of the PC in the 1980s and the Internet in the 1990s. The coming wave, says Rheingold, is the result of super-efficient mobile communications-cellular phones, personal digital assistants, and wireless-paging and Internet-access devices that will allow us to connect with anyone, anywhere, anytime.

From the amusing («Lovegetty» devices in Japan that light up when a person with the right date-potential characteristics appears in the vicinity) to the extraordinary (the overthrow of a repressive regime in the Philippines by political activists who mobilized by forwarding text messages via cell phones), Rheingold gives examples of the fundamentally new ways in which people are already engaging in group or collective action. He also considers the dark side of this phenomenon, such as the coordination of terrorist cells, threats to privacy, and the ability to incite violent behavior.

Applying insights from sociology, artificial intelligence, engineering, and anthropology, Rheingold offers a penetrating perspective on the brave new convergence of pop culture, cutting-edge technology, and social activism. At the same time, he reminds us that, as with other technological revolutions, the real impact of mobile communications will come not from the technology itself but from how people use it, resist it, adapt to it, and ultimately use it to transform themselves, their communities, and their institutions.

El autor tiene también una bitácora.

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