¿Qué pasa con Enoch Root?

Pues eso, ¿qué pasa con él? Se ve que mucho, porque gracias a jcantero.org me entero de que en Barrapunto hay una discusión sobre ese personaje de Criptonomicón y en particular con respecto a su muerte… o su aparente muerte.

Empecemos por el principio. En un momento dado de la novela, en el segundo volumen, página 259, los personajes de Bobby Shaftoe, Rudy von Hacklheber y Enoch Root se encuentran en la consulta de un médico. Enoch Root ha sido, aparentemente, mortalmente herido, acaba de casarse con una chica finlandesa embarazada (Enoch Root es sacerdote, pero es la mejor elección por su nacionalidad británica, y además, podría ser efectivamente el padre) y agoniza. En ese momento, muere:

Cuando Enoch Root muere, las únicas personas en la sala son Rudolf von Hacklheber, Bobby Shaftoe y el médico sueco.

El doctor mira la hora y sale de la estancia.

Rudy alarga la mano y cierra los ojos de Enoch, luego se queda de pie apoyando las manos sobre el rostro del difunto padre y mira a Shaftoe.

-Ve ?dice ?y asegúrate de que el doctor presenta el certificado de defunción.

En la guerra, es bastante frecuente que uno de tus colegas muera, y tú tienes que entrar inmediatamente en acción, así que dejas los llantos para más tarde.

-Bien ?dice Shaftoe, y sale de la sala.

El doctor está sentado en su pequeño despacho, cubierto en todas las paredes por diplomas llenos de diéresis, rellenando el certificado de defunción. En una esquina cuelga un esqueleto. Bobby Shaftoe permanece firme en el lado opuesto, como si él y el esqueleto estuviesen triangulando la posición del médico y le observasen escribir la fecha y la hora del fallecimiento de Enoch Root.

Hasta aquí la escena. Parece perfectamente normal y no hay, aparentemente, ninguna razón para sospechar nada raro. Sólo hay un detalle que considero curioso: el triángulo final que se describe. En una punta un esqueleto, en otra un soldado y en la tercera un médico. La muerte, el guerrero y el sabio. Suena muy alquímico.

Pero poco después, Bobby Shaftoe regresa a la consulta del médico y observa:

Después de un minuto o dos ve a Rudy sacar la cabeza por la puerta de la consulta del médico y mirar a un lado, luego al otro. Mete dentro la cabeza durante un momento. Luego él y otro hombre salen de la consulta. El otro hombre está envuelto en una manta que le cubre incluso la cabeza. Se suben al Mercedes, el Hombre de la Manta se tiende en el asiento trasero, y Rudy conduce en dirección a su casa de campo.

En la consulta quedaban dos personas (Shaftoe y el médico habían salido) y dos salen de allí. El problema es que según la descripción del narrador, una de ellas estaba muerta.

¿Qué ha pasado?

Posteriormente, el personaje de Enoch Root reaparece en su misma línea temporal (la de la Segunda Guerra Mundial) y posteriormente también hace acto de presencia (física, porque ya había salido escribiendo mensajes de correo) en el presente. Por tanto, parece quedar claro que Enoch Root no murió en esa consulta médica. De hecho, queda bastante claro que la «muerte» de Enoch Root no fue más que una farsa para a) dar un padre al hijo de la conspiración, b) evitar tener que divorciarse. Javier Cantero lo resume muy bien aquí:

En esa situación Root es herido. Se le lleva al médico que presencia aparentemente la defunción junto al americano y al alemán. Luego va a firmar la defunción, mientras Root y Shaftoe escapan).

De esta forma Julieta y su tío Otto consiguen lo que querían, mientras ninguno de los 3 «padres» tiene que responder del hijo ni abandonarlo (Root es sacerdote, Shaftoe dejó la novia en Manila y Hacklheber no les sirve al ser alemán).

Queda la duda de si el médico es sobornado o no -parece claro que sí, al no ser posible engañar a un médico aparentando una muerte, así que resulta un poco difícil entender por qué de la escenificación de la misma ante él. Por otro lado también hubieran tenido que explicar que iban a hacer con el cadaver.

Básicamente ésa fue mi posición al traducir la novela. Leído con atención el capítulo, me quedó claro que todo había sido una farsa. Tan convencido estaba de esa interpretación, que dejé este comentario en la página de Javier:

Si sirve de algo mi opinión, al traducir el libro me quedó claro que Enoch Root no muere en ningún momento. Se le ve claramente salir de la consulta del médico. Eso sí, la figura es misteriosa y tiene que morir en medio del libro, más que nada para seguir el modelo de El señor de los anillos. Después de todo, Enoch Root es el mago de la historia.

Y la verdad, me parece bastante claro cuál es la explicación de la muerte (dar una nacionalidad al niño sin comprometerse). Y además, Shaftoe vigila al médico para asegurarse de que presenta el certificado.

Como ya me apuntó en muchas ocasiones Xavier Riesco, Enoch Root no es más que Gandalf. Y Gandalf muere y resucita en El señor de los anillos, ¿no? Pero al ser Criptonomicón un libro «realista», Enoch Root simplemente finge la muerte.

Pero la cosa no parece estar tan clara para Elliotte Rusty Harold que en » What’s up with Enoch Root? escribe que el personaje efectivamente muere porque así lo dice el narrador omnisciente. Es decir, la muerte no podía ser fingida porque el narrador no miente.

Yo tengo un problema con ese punto de vista. Sí, el narrador de Criptonomión es omnisciente, pero eso no quiere decir que sea un narrador objetivo. De hecho, queda muy claro que el narrador de la novela es el orgulloso poseedor de una personalidad bien marcada y no duda en hacer uso de la exageración, del sarcasmo, de la ironía y de cualquier otro recurso retórico que se le ocurra. Tampoco duda en criticar, opinar y dejar claro su punto de vista. En ese aspecto, es muy similar al narrador de La era del diamante con el que está claramente emparentado.

Por tanto, cuando el narrador dice: «Enoch Root muere» nada nos impide pensar que el narrador esté usando la palabra morir en un sentido figurado. Digamos que eso encajaría bien con su «personalidad». Por otra parte, es evidente que el narrador trata a sus lectores (al menos, al lector implícito ideal que imagina para su novela) con total respecto a su inteligencia. ¿Por qué iba a describir explícitamente una situación que queda clara leyendo unas pocas páginas más? El lector presuntamente se entristecerá con la muerte de Enoch Root y luego sonreirá al descubrir, poco después y por su propio raciocinio, el engaño. Está hecho con ingenio y habilidad literaria.

Tampoco es la primera vez que Neal Stephenson hace algo así. Más aún, es parte consustancial de su estilo literario. Siempre hay alusiones a detalles que no se resuelven, pero cuya solución es simple para el lector que medite un poco sobre ellas. Por ejemplo, en La era del diamante, ¿qué decía la tercera galleta de la suerte de Secuestrador? Las dos primeras se abren y su contenido se lee en la novela, pero la tercera desaparece misteriosamente. Sin embargo, es muy poco probable que estuviese allí por casualidad, porque Secuestrador era obra de un hombre extremadamente concienzudo e inteligente (y también maquiavélico). Por tanto, ¿qué decía? Basta con leer con un poco de atención para descubrirlo, y al hacerlo, uno siente un respeto aún mayor por el personaje responsable.

And yet, and yet, and yet.

Desde que me enteré de esas dudas sobre Enoch Root, no he dejado de darle vueltas al asunto. Y ahora, la verdad, no lo tengo tan claro.

En primer lugar, porque todo lo que he dicho aquí se basa en una suposición mía que no puedo realmente justificar: Criptonomicón es una novela realista. Es decir, no contiene elementos sobrenaturales o suprarreales. Por desgracia, eso no refleja más que una preferencia personal: no me gustaría nada que Criptonomicón fuese una novela fantástica o de ciencia ficción. Creo que perdería mucho de serlo y que gran parte del efecto que produce se debe precisamente a estar anclada en la realidad.

Pero si eliminamos esa condición, la situación cambia. El hecho de que Enoch Root, o alguien que podría ser Enoch Root, salga por su propio pie de la consulta del médico no implica que su muerte no fuese real. Si la novela contiene elementos fantásticos, Enoch Root puede morir en la consulta del médico y resucitar. Después de todo, el personaje pertenece a una extraña orden que parece estar muy emparentada con movimientos alquímicos. ¿Dispone Enoch Root de la piedra filosofal?

Desde ese punto de vista, el narrador omnisciente habría descrito hechos objetivos en ambas ocasiones. Enoch Root muere. Enoch Root se levanta de entre los muertos y camina.

Aún así, para aceptar ese punto de vista, es preciso suponer que el narrador y muchos personajes saben cosas que no se dicen en ningún momento de la novela. Enoch Root reaparece y nadie parece asombrarse, por tanto, si resucitó, mucha gente sabe cómo lo hizo y por tanto, muchos de ellos comparten un secreto que no se revela jamás en toda la novela.

¿Por qué estoy dispuesto a admitir semejante posibilidad? Bien, tres razones. Enoch Root sigue siendo Gandalf, el paralelismo en innegable, y Gandalf era definitivamente mucho más de lo que parecía. Por otra parte, varias de las personas que respondieron al comentario original de Harold apuntan detalles curiosos sobre Enoch Root; entre ellos que parece poseer poderes curativos. Incluso alguien apunta que los dos Enoch Root (el del pasado y el presente) son el mismo personaje pero no la misma persona.

Pero la tercera razón la da Eric S. Raymond relatando una cena con Neal Stephenson. Según él, Stephenson comentó: » Ahhhh. That was your clue that Cryptonomicon really *is* as science-fiction novel. You will find out more about what happened to Enoch Root in the next book».

Si esa declaración es cierta, parecería confirmarse que efectivamente hay algo curioso en el personaje y las cosas no son lo que parecen. Habrá que esperar a las próximas novelas para salir de duda.

El problema es que ahora la espera se me va a hacer muy larga.

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SETI, ordenadores y círculos

Acabo de recibir el número de agosto de Scientific American -estoy suscrito a la versión americana, que me resulta más agradable de leer que la edición española, vayan ustedes a saber por qué- y dándole un vistazo rápido he encontrado un par de cosas interesantes.

Una es la columna escéptica de Michael Shermer titulada «Why ET Hans’t Called» que trata sobre la famosa paradoja de Fermi (que no cita) y su relación con la ecuación de Drake. La paradoja de Fermi simplemente plantea que si hay muchas civilizaciones extraterrestres corriendo por ahí por qué hemos sido incapaces de detectarlas.

La pregunta tiene su chicha, porque dejando de lado las magufadas parece efectivamente una paradoja. Es decir, sería casi imposible venir a la Tierra, recorrer algunos lugares y no darse cuenta de que está habitada por una civilización con cierta inteligencia. ¿Cómo es que nosotros no podemos detectar las grandes obras de ingeniería de una civilización muy avanzada que ocupe la galaxia? Y la pregunta similar: ¿cómo es que no se detectan sus emisiones de radio?

Shermer plantea que el problema se encuentra en la L de la ecuación de Drake. No comparte la opinión de que el periodo de vida de una civilización es una variable no conocida y se pone a calcular cuál podría ser ese valor considerando los periodos de existencia de varias civilizaciones terrestres:

[…] because it is the one component in the Drake equation for which we have copious empirical data from the history of civilization on Earth.

La cifra que obtiene para L es de unos 420 años y si sólo tiene en cuenta las civilizaciones tecnológicas, obtiene unos 304 años. Cifras que le dan entre 2 y 4 civilizaciones actualmente en la galaxia.

No me sorprende el resultado. Eso sí, nunca he tenido claro qué se considera una civilización a efectos de la ecuación de Drake: ¿sólo una civilización técnicamente avanzada desde el momento en que adquiere tecnología? Con esa ambigüedad presente cualquiera podría obtener básicamente la cifra que le diese la gana. La visión que Shermer da de una civilización es ciertamente restrictiva, pero ilumina un problema curioso.

Lo que me reafirma en mi opinión de que SETI está más cerca de la religión y la seudociencia (es difícilmente falsable, la verdad) que de la ciencia real, por mucho aparataje tecnológico que uno le meta.

Otro artículo de interés es «Machine Chic» de Mark Alpert que va sobre ordenadores que se pueden llevar puestos. La prueba, muy informal, es del Poma de Xybernaut. Como era de esperar, las cosas no son tan bonitas como parecen y el autor encuentra muchos problemas con el cacharro, desde fallos para conectarse hasta problemas para escribir en él, pasando por dolores musculares:

My disappointment began when I tried to do something useful with the device. I was able to create text files using Microsoft Pocket Word, but I found that writing with the software keyboard is maddeningly laborious. I couldn’t deftly maneuver the mouse with my thumb, and I had to put the letters in a gigantic font to make them legible.

Pero todo eso era de esperar. Intuitivamente, parece difícil pasearse por la calle mientras uno intenta enfocar una pantalla diminuta que lleva frente a un ojo. Y claramente, es difícil caminar y escribir simultáneamente usando un teclado en pantalla. Lo evidente sería usar sistemas de entrada de datos que liberasen manos y ojos, de forma que uno pudiese concentrarse en la navegación espacial con toda tranquilidad. Un poco como los teléfonos móviles, que no nos exigen mirarlos continuamente. Lo que está claro es que no se puede pretender llevar encima un ordenador como el que se tiene sobre la mesa.

Y lo último que he leído hasta ahora viene muy a cuento por la película Señales. Matt Ridley ?autor de Genoma. La autobiografía de una especie en 23 capítulos– en «Crop Circle Confession» confiesa haber creado sus propios círculos en los cultivos. Y de paso aprovecha para criticar la actitud periodística que resalta las explicaciones paranormales y no las soluciones más evidentes. Supongo que las explicaciones raras ayudan a vender la noticia, mientras que una explicación mundana no interesa a nadie. Es lo que pasa cuando el periodismo se convierte en una rama de la industria del espectáculo.


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Consejos de Plutarco

Plutarco en Cómo sacar provecho de los enemigos ofrece una serie de consejos. Uno de ellos es:

[…] no se deba descuidar la alabanza ni la honra de un enemigo, cuando éste es celebrado justamente.

Es decir, nada de que al enemigo ni agua. Si lo ha hecho bien, lo ha hecho bien, y por tanto merece la felicitación.

En cuanto a la envidia de la buena suerte de los enemigos, tiene esto que decir:

[…] también se debe tener discusiones con aquéllos [los enemigos] en torno a la honra, al mando o a las ganancias justas, no sólo disgustándose, si tienen algo más que nosotros, sino también observando por qué motivos tienen más, e intentando superarles, asimismo, en diligencia, laboriosidad, inteligencia y atención, a la manera de Temístocles, que decía que la victoria de Milcíades en Maratón no le dejaba dormir. Pues el que piensa que su enemigo lo aventaja por mera buena suerte en los puestos de honor o en las defensas de otros ante el juez, en los puestos de administración del Estado o entre los amigos y jefes, y, en lugar de hacer algo y emularlo, se sumerge en un estado de envidia y desánimo completos, se da a una envidia ociosa e inútil.

Es decir, la misma idea que antes. Si el enemigo tiene algo, será porque se lo ha ganado y habrá que descubrir qué ha hecho para merecerlo. Todo lo contrario del «piensa mal y acertarás» que invita a despreciar como inmerecidos los triunfos de los demás.

Lo más atractivo de la idea de Plutarco (que admito, no es tampoco demasiado original), es la forma de venganza que plantea. En lugar de pelearte con el enemigo -que supuestamente es lo que pretende, para eso es enemigo- lo usas para mejorarte a ti mismo, es decir para edificarte en lugar de desmoronarte. Algo así como lo de tener a los amigos cerca y a los enemigos aún más cerca.

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Libros de autoayuda

Otro libro que he empezado a leer (siempre leo varios simultáneamente, una costumbre): Cómo sacar provecho de los enemigos de Plutarco. Lo compré porque me gustó el título, y leyéndolo me he dado cuenta de que los griegos ya escribían libros de autoayuda.

Vamos, que viene calcadita la estructura de uno de esos manuales. Las anécdotas aleccionadoras, los consejos prácticos de la vida diaria, los pequeños trucos, etc…

Y luego, reflexionando, me he dado cuenta de que la filosofía de la época estaba orientada a la vida, a ayudar a vivir mejor, a guiar por la vida buena (no como la filosofía actual, que está dedicada a desenterrar huesos de filósofos y cambiarlos de tumba). Desde ese punto de vista, la filosofía griega estaba a un paso del libro de autoayuda.

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WeightWatch

Sigo pesando menos de 80 kilos, pero me he salido de acetosis. Demasiados hidratos de carbono durante las vacaciones. Lo peor es que ayer se me disparó el apetito, pero hoy lo he podido controlar.

A ponerse firme otra vez.

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Diamantes para la eternidad

Que se lo cuenten a James Bond. Ahora, por muy poco dinero -apenas 4.000 dólares- puedes convertir los restos cremados de tus seres queridos en diamantes. El invento es de una compañía llamada LifeGem.

El diamante en cuestión te sirve como recordatorio, y siempre será mejor que ir corriendo con las cenizas por ahí. Por ejemplo, le puedes regalar a tu novia un bonito anillo de diamantes fabricados con los restos de tu madre.

Se me ocurren cosas más macabras, pero muy pocas, la verdad.


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Café Casino

Hoy, en el Café Casino de Santiago (un sitio muy agradable para tomar un café y relajarse un rato) se me ha sentado un grupo de jóvenes en una mesa cercana. No he podido evitar seguir lo que hablaban ?lo hacían casi a gritos- y me he maravillado de la amplitud de la conversación: se paseaban de tema en tema con total soltura.

Qué envidia he sentido.

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