Entre cubitos e islas

El bar de hielo resultó ser, como era de esperar, una divertida atracción turística. Metido en una especie de refrigerdor del tamaño de un salón, todo es de hielo en su interior. La barra es de hielo, las paredes son de hielo e incluso hay un par de mesas de hielo. No hay sillas de hiello, pero supongo que no aguantarían demasiado. En cualquier caso, puedes beber vodka en vasos de hielo, lo que tiene su gracia. Te dan ropa de abrigo antes de entrar, claro, y tampoco es puedas permanecer en su interior mucho tiempo a -5 grados.

Luego, iniciamos una larga odisea en busca de un restaurante en el que comer. Por lo visto, en verano muchos cierran y nos costó algo de trabajo. Al final decidimos que perdidos al río y nos fuimos al restaurante del Grand Hotel, en el que alojan a los premios Nobel. Pero estaba lleno y tuvimos que partir de nuevo. La encargada del restaurante nos recomendó una calle de la ciudad vieja cerca del palacio real y allí fuimos. Al final pudimos comer en el encantador Fem Små Hus, una bodega enorme y laberíntica deliberadamente muy poco iluminada. Como llegamos sin reserva creímos que nos condenaban a las catacumbas, pero no, el restaurante es así. En cualquier caso, al fin pude probar el salmón, el reno y el pato suecos. Todos animales deliciosos.

El lunes fue algo más ajetreado. Tomamos un pintoresco tranvía a la isla de Djurgården que como su nombre indica es casi toda un inmenso jardín. Muy agradable para pasear y esas cosas.

Empezamos la visita por el museo Vasa, que como su nombre indica contiene el Vasa, un enorme barco de guerra de 1628 que debía ser el orgullo de la flota sueca y apenas había salido de puerto por primera vez se dio la vuelta y se hundió. Permaneció en el fondo de aquí mismo durante unos trescientos años, hasta que lo localizaron, lo reflataron y después de un complejo proceso de conservación lo convirtieron en pieza de museo. Es impresionante ver tanto barco dentro de un edificio, edificio que por cierto tiene los tres palos que le faltan al barco en sí, y toda la historia que le rodea es muy impresionante. Está claro que los errores más embarazosos del pasado se convierten con facilidad en tesoros nacionales para el presente.

Justo al lado está Gröna Lund que no es más ni menos que un parque de atracciones. Tienen una atracción especialmente curioso en la que te suben muy alto, lo que te permite disfrutar de una espléndida vista de Estocolmo, y luego te sueltan en caída libre para que disfrutes. Como nunca había visto tal cosa, me subí dos veces. También nos pasamos por la montaña rusa, primera vez para mí.

Y luego a Skansen, el primer museo al aire libre del mundo, colección de casas, granjas, talleres, animales y demás de Suecia. Fue muy interesante en especial ver animales, como el Wolverine, que sigo sin saber cómo se llama en español, de los que había oído hablar pero no había visto nunca. En una parte de Skansen disponen además de una zona de animales más exóticos, mandriles, lemures, tarántulas, murciélagos, que asumo no pertenecen a la fauna del país (eso sí, te dejan tocar las tarántulas).

Como ya estábamos cansados de tanta naturaleza (somos más bien urbanitas) nos dirigimos al centro comercial más famoso de Escotocolmo, los NK. Son grandes e impresionante, aunque no tanto como Harrods en Londres. Digamos que como un Corte Inglés muy bien puesto.

Allí, tomando algo, nos decidimos por el complemento perfecto para el día. Nos dirigimos rápidamente a un puerto y pillamos un crucero de 5 horas por las islas del archipiélago. En realidad, se trata del barco que hace ese recorrido llevando gente, pero con la curiosidad de que dispone de un restaurante a bordo de muy buena calidad. Así que vas cenando mientras te adentras en el Báltico contando islas e islas. El paseo fue maravilloso, porque además la puesta de sol acompañó al paisaje. Es increíble la cantidad de islas que hay en ese archipiélago, dicen que unas 25.000, en tan poco espacio. En realidad, no da la impresión de navegar por un mar, sino más bien por curioso lago en el que siempre ves tierra por todas partes, o quizá por un río muy amplio.

En cualquier caso, la combinación de cena (repito, deliciosa), paisaje y paseo en largo fue maravillosa. Nos alegramos mucho de haber venido a Estocolmo y no habernos perdido semejante espectáculo. Y de postre, la entrada de nuevo a Estocolmo ya de noche y con toda la ciudad iluminada.

Lo de las islas es tan impresionante y atractivo que dan ganas de irse a vivir a una de ellas. Aunque luego te viene a la cabeza el invierno que deben pasar allí…

Hoy decidimos tomárnoslo con más calma y visitamos simplemente tres pequeños museos. El de la técnica, el de las telecomunicaciones y el etnográfico, donde pudimos encontrar algunas cosas ciertamente curiosas. Nustros planes de cena son dirigirnos al Grand Hotel a las ocho, porque dicen que la comida es muy buena y puedes cenar además con una magnífica vista del Palacio Real en la isla de Gamla Stan. Mañana ya pensamos en otro crucero.

Irónicamente, no he leído ninguno de los libros que traje, sino los dos que hemos comprado aquí. El primero es una novela, Cantor´s Dilemma escrita por Carl Djerassi (inventor de la píldora) una muy buena narración sobre el quehacer científico, y sus pequeñas envidias y rencillas. No conocía esa novela, pero la he disfrutado enormemente, y cuando vuelva intentaré localizar más obras del autor.

El otro libro es I wish I´d made you angry earlier de Max Perutz, ganador del Nobel, que es una serie de ensayos sobre ciencia, científicos y política científica muy interesantes.

Hay que resignarse. Volveré a mi libro sobre programación concurrente en Java cuando regrese a casa y esté sufriendo la depresión postviaje.

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