La chica del cumpleaños, de Haruki Murakami

Si pudieses pedir cualquier deseo, ¿qué pedirías? Ese es el punto de partida de La chica del cumpleaños, un cuento de Haruki Murakami.

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TRANSCRIPCIÓN

Hola. Hoy cumples 20 años. Las circunstancias no son las mejores. Problemas personales y encima tienes que trabajar. Pero inesperadamente, alguien te ofrece como regalo concederte cualquier deseo. El que tú quieras. ¿Qué pides? Pues ese es el punto de partida de La chica del cumpleaños, una enigmática historia de Haruki Murakami.

Lo publica la editorial Tusquets con ilustraciones de Kat Menschik y traducción de Lourdes Porta.

Veamos.

Mi nombre es Pedro Jorge Romero. Y en este canal hablo de lecturas que me resultan interesantes y que creo que podrían interesarte a ti. Suscríbete para no perderte ninguna.

Tres cosas a destacar de este volumen.

Primero, el cuento.

La joven cumple hoy 20 años. Trabaja de camarera en un restaurante italiano de muy buen nivel. Ha cambiado el turno, por supuesto. Por desgracia, la compañera se ha puesto muy enferma y además una pelea ha provocado la ruptura con su novio. Por tanto, ahí está, de no muy buen ánimo, sirviendo platos. Por si todo eso fuese poco, llueve mucho.

En el restaurante, donde sirve, todos los días, a las 8 en punto, se produce un llamativo pero sencillo ritual. El encargado lleva pollo, siempre pollo, al sexto piso del edificio, donde vive el dueño, a quien nadie ve nunca. Una hora después sube a recoger los platos vacíos. Como un ritual, ya digo.

Pero ese día, el encargado, casualidad de las casualidades, también enferma. Así que es ella la que debe subir el pollo. Así lo hace, charla un poco con el viejo dueño y este, al saber que es su 20 cumpleaños, le ofrece de regalo concederle cualquier deseo. Que se lo piense bien, que es solo uno, pero el que quiera pedir.

Toda esa parte está narrada en pasado. Nos la cuenta alguien que no sabemos quién es. Pero de vez en cuando, esa narración se interrumpe y asistimos a una conversación en presente. La misma mujer, ahora con más de treinta años, recordando ese momento, contándoselo a alguien. Los dos reflexionan sobre los deseos y lo que uno pediría o no.

Por supuesto es un cuento de Murakami. La idea de que algo extraño está sucediendo bajo la superficie es inevitable. Hay una enorme abundancia de números concretos. 20 8 604. Las casualidades llamativas. La lluvia puntuando lo que se cuenta. Es imposible evitar la sensación de ritual, de que ella al llevar el pollo no respetó del todo las reglas, lo que permite la intervención del anciano. Da toda la impresión de que cumplir 20 años y hablar con ese hombre es lo importante.

Además, quién está contando la historia. ¿Quién es ese narrador? ¿Es la misma persona que nos está contando la conversación en tiempo presente? ¿Ese narrador que cuenta en pasado no es tan omnisciente como parece?

Es un cuento tremendamente enigmático, sugerente, que da a entender todo tipo de cosas obligando al lector a intentar adelantarse. Al terminar de leerlo es preciso ir de inmediato atrás y volver a empezar. Da toda la impresión de que… No sé, yo tengo mi interpretación. Incluso tengo una idea sobre el deseo en cuestión. Pero creo que lo voy a dejar aquí… Porque te toca pensarlo a ti. ¿Qué pedirías? Cualquier deseo. ¿Qué pedirías?

Segundo aspecto. El volumen se completa con un texto del propio Murakami sobre los cumpleaños. Un día te levantas y descubres que tu cumpleaños es noticia nacional. Así habla de la generación del baby boom, se plantea cómo podría celebrarse ese día si realmente fuese especial y comenta las extrañas conexiones emocionales que una cifra concreta pero arbitraria produce. Murakami va pintando una capa sobre otra.

Y tercera. El cuento en sí ya fue publicado en la maravillosa recopilación Sauce ciego, mujer dormida, pero esta edición es una preciosidad ilustrada por Kat Menschik. Ese rojo elegido es maravilloso y la portada es espectacular. Y lo mismo sucede con las ilustraciones interiores. Vamos, que es una edición ideal para regalar a cualquiera que aprecie un libro bonito. O directamente para ti mismo, si eres fan de Murakami.

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El ojo del observador, de Laura J. Snyder

El subtítulo de El ojo del observador, de Laura J. Snyder, es “Johannes Vermeer, Antoni van Leeuwenhoek y la reinvención de la mirada”, siendo una extraordinaria visita a la pequeña ciudad de Delft durante el siglo XVII. Allí, un gran pintor y el padre de la microscopía aprenderían a ver el mundo. Uno pintando la luz como nadie lo había hecho antes y el otro descubriendo todo un universo de vida en una gota de agua.

El ojo del observador explora una época de extraordinarios descubrimientos que podrían los cimientos de la ciencia moderna.

Lo publica la editorial Acantilado con traducción de José Manuel Álvarez-Flórez.

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TRANSCRIPCIÓN

Hola. Tras utilizar un nuevo instrumento para examinar la realidad, ¿cuál es el siguiente paso? Has descubierto un mundo nuevo, ¿qué haces? Pues, El ojo del observador, de Laura J. Snyder, nos dice que el siguiente paso es aprender a ver. Y durante una época extraordinaria, nadie aprendió a ver mejor que Antoni van Leeuwenhoek y Johannes Vermeer.

Lo publica la editorial Acantilado. Con traducción de José Manuel Álvarez-Flórez.

Vamos a ver.

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Dos consideraciones iniciales sobre El ojo del observador. Es un libro extraordinario, lleno de detalles fascinantes, que habla de un momento muy importante en nuestra comprensión del mundo. Si te interesa la historia de la ciencia… Pero también hace algo más. Hay una cierta sincronía entre el tema del libro y el texto en sí.

Volveremos a ese punto, pero primero veamos de qué trata.

Estamos en el siglo XVII, en la República Neerlandesa, en la pequeña ciudad de Delft. Allí, con una semana de diferencia, nacen dos hombres extraordinarios: Johannes Vermeer y Antoni van Leeuwenhoek. Un gran pintor y el descubridor del mundo microscópico. Vivirán y trabajarán alrededor de la misma plaza. A la muerte de Vermeer, Leeuwenhoek se convertiría en su albacea. Pero curiosamente, no hay pruebas de que se conociesen y se tratasen.

La idea central del libro es que esos dos hombres aprovecharon los nuevos instrumentos ópticos para no solo ver lo que nadie había visto, sino para aprender a ver la nueva realidad desvelada por esos dispositivos. Porque tener algo delante de los ojos no significa que lo estés viendo. Porque hay que saber apreciar, distinguir, categorizar, dar sentido a lo que tus ojos miran. Y haberlo hecho es la verdadera grandeza de esos dos hombres.

Y por extensión, de la revolución científica que se estaba produciendo en ese momento. Nuevos instrumentos, como el termómetro, el barómetro, la bomba de aire, el reloj, el telescopio, la cámara oscura y el microscopio permitían una forma diferente de obtener el conocimiento, una nueva forma basada en la experiencia, en lo que puedes percibir y comprobar. Lo que es hoy la ciencia que conocemos.

También una época, en la que arte y ciencia estaban muy unidas, donde la pasión por las lentes y los nuevos instrumentos cautivaban a todos los que se los podían permitir. No era fácil, porque había que comprar muchas lentes para intentar dar con una útil. Se requería mucha dedicación. Es así como un vendedor de telas, Leeuwenhoek, se obsesionó con fabricar lentes y logró resultados que siguen asombrando hoy en día. No solo vio lo que nadie había visto antes. Es que descubrió un mundo totalmente nuevo, un aspecto de la realidad oculto hasta ese momento. Con su microscopio, un instrumento increíblemente simple incluso para la época, dio con todo un mundo de vida microscópica. Su habilidad, su asombrosa paciencia, su entrega sin medida le permitieron lograr éxitos asombrosos.

Él mismo se fabricaba sus microscopios. Se estima unos 500 en total.

De la misma forma, Vermeer empleó la cámara oscura, con la que se logra una proyección plana de una imagen externa. No lo hacía para copiar la realidad, sino para aprender cómo la luz interactuaba con la escena, cómo los colores se transformaban, cómo las líneas se rendían a la vista plana, para lograr así pintar las cosas tal y como eran, no como parecían ser. No imitaba lo que veía con ese instrumento, sino que lo utilizaba para aprender a ver. Y lo que descubría sobre las interacciones de luz, perspectiva y color lo aplicaba a sus cuadros. Es más, la autora dice que la exploración de la mirada es uno de los temas fundamentales de su pintura.

Vermeer y Leeuwenhoek aprendían a ver la naturaleza.

De esa forma, el libro se estructura como una especie de “vidas paralelas”, donde los hechos de Vermeer y Leeuwenhoek van revelando nuevas aproximaciones al mundo, nuevas formas de mirar. En este relato, la cámara oscura de Vermeer se vuelve análoga al microscopio de Leeuwenhoek. Si Leeuwenhoek dio con animáculos nunca vistos, un universo en una gota de agua, Vermeer vio y plasmó la luz tal y como era.

Y esto ya de por sí valdría la pena. Son dos figuras fascinantes que Snyder logra conectar muy bien mientras narra con detalle sus vidas y sus triunfos. Pero lo que eleva este libro es que en sí mismo está estructurado como el tema que trata. El libro funciona de una forma análoga a los instrumentos que está describiendo.

Como si fuese una cámara oscura, pinta continuamente escenas de la vida en Delft, la República Neerlandesa y el mundo de la época, con su incipiente globalización. Para situarnos en el contexto justo, para enseñarnos a ver el pasado. Y como un microscopio, de pronto amplía una sección y durante unas pocas páginas revela los aspectos complejos, los callejones sin salida y la multitud de ideas que rodeaban el desarrollo de conceptos que hoy damos por supuesto.

Porque tendemos a una visión simplificada del pasado, como si al retroceder unos pocos años todo se volviese homogéneo. Para nada. El pasado era tan complejo como vemos el presente. El ojo del observador aspira a enseñarnos a ver el mundo en el que se movían Vermeer y Leeuwenhoek.

Unos ejemplos. La producción en la ciudad de Delft y el coste social, los complicados, y en ocasiones peligrosos, procesos químicos que los pintores empleaban para lograr sus colores, las libertades de la República Neerlandesa, la invención del telescopio, el desarrollo del microscopio, el lento proceso para comprender la perspectiva, entender cómo funcionaba realmente el ojo, el uso de espejos, los estilos de cuadros de la época, la fabricación de lentes, el funcionamiento de la cámara oscura, las disecciones públicas, la muerte y el duelo en una familia típica, la Royal Society, las bases religiosas de la ciencia, la circulación de libros por Europa, los mapas como forma de destacar esa época de todo tipo de descubrimientos. Y más…

El tema constante del libro es hacer visible lo invisible. Esa era la labor de los dos hombres de los que habla y también la que Snyder se impone a sí misma. Desvelar los detalles de una época de cambio extraordinario, donde nacía una forma nueva de concebir la ciencia. En ese aspecto, es algo irónico que tanto Vermeer como Leeuwenhoek tuviesen un pie en el pasado: los dos mantuvieron sus métodos en secreto. Pero la Royal Society ya estaba imponiendo la transparencia, la comunicación y la reprodubilicidad de resultados como elementos fundamentales de la ciencia. En concreto, el secretismo de Leeuwenhoek le ganó mucho escepticismo. Y cabe incluso la posibilidad de que llegase a inventar algún nuevo tipo de microscopio que nunca mostró.

Si te interesa el arte o la ciencia, El ojo del observador es un libro ideal para ti. Si te interesan los dos campos, entonces el continuo paso de uno al otro, usándolos como comparación y reflejo, convierten a este libro en imprescindible. Es un retrato de dos grandes hombres situados en un contexto detallado, maravillosamente bien descrito. Deja claro que los descubrimientos no se hacen solos, sino que son resultado de una enorme red de influencias y colaboraciones. Y sobre todo, muestra lo difícil que fue desarrollar muchas ideas que hoy damos por sentado.

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Ready Player One: ¿Qué piensa Spielberg de Halliday?

Admito que Ready Player One es una película muy entretenida, visualmente espectacular y que se disfruta aunque sepas que aquello no tiene ni pies ni cabeza. Después de todo, la dirige alguien que sería capaz de transmitir emoción aunque usase el móvil para grabar dos guijarros en una playa.

Por lo demás, es tan entretenida como fácil de olvidar, al no poseer ningún aspecto que la haga especialmente memorable o destacable.

Bueno, casi…

En el origen de todo lo que pasa está Halliday, el genio creador de Oasis, el juego/entorno de realidad virtual/mundo paralelo donde transcurre buena parte de la acción. Al morir, dejó su fortuna y Oasis a aquel que pueda resolver tres misterios.

Hasta ahí bien. Halliday es una especie de Willy Wonka, sin su personalidad exagerada o abrasiva, sin su pasión absoluta por todo lo que se mueve a su alrededor y sin su desprecio absoluto por los niños. De hecho, a Halliday se le pinta deliberadamente como muy apagado, estático incluso, como un robot. En muchas escenas, es como si no tuviese claro el uso de manos, piernas o brazos. Se le pinta como alguien que vive tanto en su cabeza que ha olvidado que tiene un cuerpo. Es una persona con una mirada lejana y alienígena, como si solo estuviese parcialmente presente.

Es un contraste curioso con el avatar que ha elegido para guiar las pruebas de su mundo virtual, una especie de mago genérico, que podría ser cualquier mago de un mundo de fantasía. La imagen es diferente, alguien más presente en el mundo, que se mueve y gesticula más que Halliday, una especie de padre bondadoso deseando guiar a sus hijos.

“¿Qué le pasa a Halliday?” es la primera pregunta que se hace la película y, de hecho, resulta ser la línea argumental que corre por debajo. RPO cuenta la muy entretenida y emocionante historia de Wade y sus amigos intentando salvar Oasis de los malos de turno (ese ejecutivo agresivo tan maravilloso, una especie de versión chusca de los violentos ejecutivos de Robocop), pero contiene dentro de sí otra película, que se revela si mentalmente unes los trozos donde sale Halliday. Un poco como esa película de McBain oculta en Los Simpson.

Esa segunda película es muy, pero que muy diferente a la otra. Lejos de la espectacularidad de las aventuras virtuales de sus protagonistas, la película sobre Halliday trata de un personaje tremendamente fallido, un hombre que no sabe cómo presentarse ante el mundo, un hombre que traicionó al que parece su único amigo, un hombre apagado que se oculta ante un avatar grandioso y exuberante. Y sobre todo, es una película sobre un hombre que busca un sucesor que, al contrario de lo que podría esperarse, sea diferente a él y, sobre todo, mejor.

Busca a alguien que pueda hacer lo que hace falta hacer, pero que él es incapaz de hacer.

Mi tesis es que Halliday desde el punto de vista de la película es un personaje ambiguo, una especie de antihéroe, no del todo un villano, pero tampoco un santo. Es alguien que ha hecho algunas cosas muy mal al crear Oasis y que ahora, después de muerto (o no), aspira desesperadamente a una forma de redención. Un hombre tan apegado a su creación que no se atreve a apagar Oasis, cuando claramente sería lo correcto, pero que tampoco es capaz de corregir sus defectos. Atrapado en su ataraxia, su búsqueda es una compleja mezcla de sentimientos encontrados: una excusa, una expiación, una salvación, una justificación… La tarea de reconciliar esas metas se la deja a otro, porque él está preso de una parálisis absoluta. El origen de esa parálisis es lo que esa segunda película intenta explicar. Es lo que late en el corazón de RPO.

Un aspecto interesante de todo el proyecto de Halliday es su carácter desesperado. Resolver las pruebas requiere sumergirse en su vida, entenderla al completo, repasar hasta los más mínimos momentos para encontrar pistas. Podría considerarse una monstruosidad, el triunfo del culto a uno mismo, si no fuese porque parece todo lo contrario. Parece el gesto agónico de un hombre que pide por favor que alguien le entienda, que alguien comprenda su vida y lo que hizo. Es un gesto final que se añade al patetismo y pena que ya proyecta la figura de Halliday.

Hay dos momentos importantes para esa pesquisa. Dos momentos que definen a Halliday y lo que “Spielberg” opina de él (“Spielberg” es el nombre que doy al creador de la película, una entidad que podrá coincidir, o no, con el Spielberg real, quien sin duda también tendrá sus opiniones sobre Halliday).

El primero se da cuando viajan al interior de El resplandor. Ya de principio es una muestra más de que Halliday no acaba de entender el mundo, porque es la película elegida para una primera, y única, cita. También llama la atención porque produce un enorme cambio de estilo en RPO, que modifica su tono durante esos minutos. Además, según me cuentan, es un cambio curioso con respecto al libro (que no he leído), donde la película era Juegos de guerra.

El contraste no podría ser mayor.

El resplandor es una obra meticulosa y detallada, una cinta magistral creada por un director consumado, hombre obsesivo hasta lo demencial. Todo lo que sale en pantalla sale porque se ha puesto ahí deliberadamente. No hay casualidades. Cada actuación es el resultado de decenas y decenas de repeticiones, hasta el agotamiento, hasta el odio y la furia. Es el resultado de un director esforzándose por cargar de sentido hasta el más mínimo elemento, de crear una película que rezuma lecturas por todas partes, que invita a la interpretación, a la reinterpretación y a la recontextulización.

Es, en suma, una obra de arte.

¿Y qué hace Halliday con ella?

La convierte en una película de zombis.

Y por si no lo sabes, porque Spielberg quiere que lo tengas muy presente, hasta un personaje te recuerda que en El resplandor no hay zombis.

Ahí está, una gran película de terror reconvertida en el vehículo del elemento más inane y absurdo, el icono de terror más anodino. El zombi es hoy el símbolo genérico más fácil, desprovisto ya de cualquier cualidad rompedora o transgresora. Como si la única forma de hacer terror fuese meter un zombi.

Por un lado, es una condena a la cultura friki más extrema, que olvida el contexto, la sutileza o el arte y se centra en los elementos más tópico e insiste en su presencia, vengan a cuento o no. Da igual lo que El resplandor quiera contar, al final es simplemente un nivel de videojuego. Si llegar al hotel Overlook produce inicialmente una extraña sensación discordante al cambiar el tono de la película, dicha sensación se repite cuando El resplandor se transforma a su vez en un tópico.

Por otro lado, es una condena al propio Halliday, a quien se muestra incapaz de responder a El resplandor como la película que es, y que debe “mejorarla” introduciendo elementos ajenos. En el contexto de RPO, es Halliday el que transforma lo que no comprende, y es incapaz de comprender, en algo que reconoce. Es el acto reflejo del friki extremo que solo acepta lo que quiere ver, que solo acepta la imagen que tiene de las cosas, que solo acepta los personajes tal y como cree que fueron hace cuarenta años.

El segundo momento se da al final. Wade ha superado la última parte de la última prueba. Ha demostrado ser merecedor del premio. De hecho, ha demostrado algo que va más allá. Ha demostrado no ser el Halliday real. Si puede resolver el último acertijo es precisamente porque entiende a Halliday tan bien que hace lo que Halliday hubiese querido/debido hacer. Wade reinterpreta, analiza y recontextualiza a Halliday.

Halliday es el friki inmovilista, incapaz de aceptar que las cosas puedan cambiar… no, no, incapaz de aceptar que las cosas deben cambiar, incapaz de aceptar que hay algo más por debajo de las referencias frikis que se agotan en sí mismas. Halliday colecciona signos muertos, disecados, clavados con alfileres, estáticos, inertes, siempre iguales, signos sin referente porque han sido amputados de las obras a las que pertenecían, han sido separado del contexto que les correspondía. Como el Gigante de Hierro, extraído de una película emotiva y sentimental y convertido es un artefacto más de la batalla final. Como si la película se volviese hacia los espectadores y les dijese “esto es lo que obligáis a hacer”.

Wade sin embargo es otro tipo de friki. Está dispuesto a mirar dos veces, a comprender, a sentir empatía, a ser mejor…

Wade es el héroe que Halliday buscaba justo porque no es Halliday.

Todo queda claro en la escena final, en la habitación de infancia.

Es cuando comprendes que Halliday nunca salió de ese cuarto. Que siempre ha sido un niño atrapado jugando a videojuegos, encerrado en su propio cuarto. Pero peor aún, incapaz de salir de su cuarto, creó un mundo donde también encerró a millones de personas. Los usuarios de Oasis están tan retenidos y confinados como ese niño pequeño. Cambia la escala, nada más. Oasis es una cárcel donde simplemente no puedes ver las paredes.

En este punto se establece un paralelismo entre IOI, la criminal empresa que aspira al control de Oasis, y el propio Halliday. Los dos encierran a gente. IOI te encierra en un pequeño cubículo y te obliga a jugar a videojuegos. Halliday, quizá sin ser consciente de lo que hace, te encierra en un mundo de fantasía donde nada importa realmente. IOI lo hace por dinero. Halliday porque es un niño pequeño que no sabe que podría hacer otra cosa.

Podría pensarse que Sorrento, el ejecutivo de IOI, es el reverso oscuro de Halliday. En realidad, son dos avatares del mismo individuo. Sus motivaciones son diferentes, pero el resultado final es el mismo. El paraíso infantil de pasarse el día en tu cuarto jugando a videojuegos se convierte en la pesadilla adulta de estar encerrado en un cubículo obligado a trabajar para una entidad superior que te explota. Halliday y Sorrento no son más que dos versiones de las redes modernas. Cada parte necesita a la otra. Las promesas de liberación de internet te permiten soportar trabajar gratis para grandes empresas que se benefician de ti. Pero en el fondo…

Lo importante es que Halliday no puede ejecutar el cambio. Está atrapado en su propia reacción. Solo ve dos opciones. Destruir Oasis o entregárselo a alguien que sepa qué hacer, que sepa liberar su potencial esquivando sus enormes problemas. Que él mismo no lo hiciese indica su impotencia, incapaz de reflexionar, analizar o recontextualizar su propia creación. De nuevo, su relación con Oasis es la del friki extremo, el que no admite ningún cambio, el que quiere vivir toda su vida como vivió su infancia, el que exige que no se toque nada, que todo sea como era, por siempre y para siempre.

Solo deja como única opción, supongo que como mecanismo de seguridad final, el botón que permitiría la destrucción de Oasis. Que se indique la posibilidad de pulsar ese botón por error es lo que deja claro que usarlo debe ser un acto deliberado, consciente, meditado.

La película condena a Halliday, y con él al frikismo más extremo, por su inflexibilidad, por no permitir que las obras respiren, por constreñir lo que ciertas creaciones son o pueden llegar a ser. Defiende una actitud más humana, más empática, más de deleite y disfrute. Y de reflexionar cuando la reflexión es necesaria, de intentar ir un poco más allá y comprender lo que hay por debajo. De la misma forma que Wade va más allá y no se queda con el Halliday de las portadas de revistas, de sus colecciones obsesivas o sus diarios. Es una película hecha por un director que ha visto sus propias películas reducidas a fragmentos, a trozos sueltos desprovistos de lo que les dotaba de vida y sentido.

La redención de Halliday radica en saber que él no es la persona adecuada. Es quizá el único momento de lucidez que tiene el personaje, el único momento donde se reconoce como lo que es, un niño grande que se convirtió en adulto, pero nunca creció, que grita continuamente “no toques mi infancia”.

Pero lo deja todo en manos de otro, alguien que será fiel a lo que Halliday querría haber hecho. El paradójico triunfo de Halliday es aceptar que él mismo no sabe ser el Halliday que querría ser. Así que simplemente renuncia. Coge al niño que era y se lo lleva. Y los dos abandonan por fin el cuarto.

Ahora que lo pienso, quizá Ready Player One no sea tan olvidable como a mí me parecía.

P.S.: ¿Halliday está muerto? Es una situación curiosa, porque se dice que sí, pero la escena del cuarto da a entender que de alguna forma no lo está, que el Halliday que vemos es algo más que una simulación. Quizá sea una inteligencia artificial o quizá Halliday logró el sueño de transferir su mente a un ordenador. En ese aspecto, es llamativa la escena inicial de «Si estás viendo esto es que estoy muerto», con su parafernalia de funeral de la Federación, que remite a la muerte de Spock en La ira de Khan. Por supuesto, algo que Halliday sabría, en la siguiente película, el Proyecto Génesis provoca la resurrección de Spock. ¿Debe entenderse que algo así ha pasado? ¿Halliday de alguna forma escapó a la muerte? ¿Ha trascendido a otro plano?

Tampoco hay que olvidar que La ira de Khan es la película donde aparece la prueba del Kobayashi Maru. Y claro, ya sabemos lo que esa prueba nos enseña…

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Filosofía en viñetas, de Michael F. Patton y Kevin Cannon

Filosofía en viñetasUna introducción a la filosofía que es también un cómic muy divertido sobre filósofos que entran, exponen sus ideas, se pelean entre ellos y vuelven a salir de la escena. Eso es Filosofía en viñetas, de Michael F. Patton y Kevin Cannon.

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TRANSCRIPCIÓN

Hola. ¿Es la filosofía como un río por el que puedes deslizarte plácidamente? Claro que sí, pero Filosofía en viñetas, de Michael F. Patton y Kevin Cannon, nos recuerda que hay algunos rápidos que debemos evitar. Por suerte, tenemos este cómic, un divertido repaso a los principales y más fundamentales temas de la filosofía. Lo publica Penguin Random House.

Vamos allá.

Filosofía en viñetas es claramente el resultado de una colaboración especial. Un profesor de filosofía, Patton, y un dibujante de cómics, Cannon, que se unen para crear algo que no podrían haber producido por separado. Filosofía en viñetas es una estupenda introducción a algunos problemas filosóficos y también un cómic muy entretenido.

Filosofía en viñetas está muy bien planteado y ejecutado. Evitan, por ejemplo, el simple listado cronológico de filósofos. También se resisten a intentar dar respuestas. No, todo lo contrario, su intención es mostrar la filosofía como un proceso de plantear preguntas, de pensar cada vez con más claridad sobre el tema tratado.

La idea unificadora es la del río, con sus desvíos, sus rápidos, sus cataratas, sus meandros, sus manglares, sus momentos de tranquila navegación. El río siempre igual pero a la vez siempre cambiante. Esa es la imagen que quieren transmitir de la filosofía. Y por supuesto, si hablamos de ríos filosóficos, nuestro guía solo puede ser Heráclito.

Ya sabes. Heráclito la base de la filosofía occidental. Heráclito el de “nadie se baña dos veces en el mismo río”. Heráclito con su barca asegurándose de que tengamos un agradable paseo.

El problema es que el río de la filosofía es muy largo, caudaloso y tiene varias ramas —Lógica, epistemología, metafísica y axiología— por lo que es imposible recorrerlo por completo en un solo volumen.

Por tanto, los autores toman la decisión más importante de todas y la que convierte a este libro en una introducción estupenda: Deciden tratar 6 problemas importantes de la filosofía y exponer brevemente las ideas principales: La lógica, la percepción, la mente, el libre albedrío, Dios y la ética.

Como resultado, la estructura del libro no es lineal. Los filósofos van apareciendo y saliendo de cada tema, a medida que son necesarios para la explicación.

De tal forma, Aristóteles habla de los razonamientos más básicos y luego reaparece para tratar la ética. Hume habla del libre albedrío y Dios. Mills habla del razonamiento inductivo y luego de los cálculos éticos.

Cada parte deja su mensaje. En la lógica, se nos recuerda que la lógica solo da reglas para razonar. Para deducir la verdad usando la lógica, hay que partir de bases ciertas. Y también señalan los posibles errores de los razonamientos inductivos.

La percepción es algo que no podemos dar por supuesto. El libre albedrío depende mucho de las definiciones de libertad. Dios es un recurso muy habitual para cerrar debates filosóficos, por lo que merece su propio capítulo. Y la ética es un complicado proceso que podría, o no, requerir varios cálculos.

El mejor capítulo, y el más complejo, es el dedicado a la mente. Platón, Descartes, Leibniz, Spinoza, Turing, de la Mettrie y Chalmers va ofreciendo distintas interpretaciones de lo que es o deja de ser la mente. Desde el alma hasta el puro fisicalismo, desde la sincronización del mundo hasta el monismo. Es uno de los capítulos más complejos y mejor ejecutados.

Los autores afirman que las imágenes e ideas filosóficas se prestan muy bien al cómic. Y por lo que se ve, tienen toda la razón. Se deleitan presentando a los filósofos en situaciones inesperadas y hay momentos ciertamente muy buenos. El homúnculo, mostrando nuestro mapa de las percepciones. Darwin apareciendo como un dios salvador. Chalmers que se trae a un zombi filosófico de sí mismo. Aunque yo me quedo con John Stuart Mills explicando sus ideas sobre la ética. Un gran ejemplo de instruir deleitando.

Eso sí, hay que recordar que se trata de una introducción a la filosofía occidental según el canon académico. Eso explica la ausencia de mujeres y de filósofos de otras culturas. Tampoco hay casi nada del siglo XX. Son limitaciones asumida que los autores comentan claramente en la introducción. Quizá en algún futuro libro.

Por lo demás, Filosofía en viñetas es un estupendo punto de partida. Una muy buena explicación de varios problemas claves de la filosofía en un tono divulgativo pero fundamentado que también triunfa como un cómic ágil y divertido. Es un libro que hace gala de una conexión especial entre la claridad de lo que se está contando y el ingenio visual de cómo se cuenta.

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Gracias y hasta la próxima.

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Masterpiece Comics, Sikoryak

Grandes obras clásicas de la literatura trasladas a no menos clásicas obras del cómics. Eso es Masterpiece Comics, de Sikoryak. Un sugerente y fascinante choque de mundos.

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https://www.youtube.com/watch?v=dwbvq6WygVo

TRANSCRIPCIÓN

Hola. Hoy te traigo Masterpiece Comics, de Sikoryak. Clásicos de la literatura trasladados a las versiones más exageradas, chillonas y extravagantes del cómic. Es una parodia. Pero no está nada claro qué está parodiando.

Te lo cuento.

Masterpiece Comics no es una adaptación al cómic de clásicos de la literatura. No es tan simple. Es más bien como si dos planetas hubiesen chocado. Eso. Es una catástrofe. Una catástrofe sugerente e interesante, una hibridación fascinante y llamativa, formas mutantes que recorren las páginas.

Verás, se trata de tomar una obra clásica. Por ejemplo “La metamorfosis” de Kafka, y adaptarla al estilo de un cómic también famoso, por ejemplo, Peanuts de Schulz. El resultado es “Good ol’ Gregor Brown”, donde los personajes de Schulz interpretan el cuento de Kafka casi sin cambiar de personalidad.

Así tenemos la Divina Comedia adaptada a tiras para vender chicles, Fausto convertida en una aventura donde el gato Garfield hace de Mefistófeles. Qué apropiado. Dorian Gray combinado con El pequeño Nemo o Cumbres Borrascosas adaptada como un Cuento de la Cripta.

No estaría mal como broma si no fuese por el pequeño detalle de que todo está al borde mismo de tener sentido. No puedes evitar la insistente sensación de que todo es adecuado. De que es lógico que Cumbres Borrascosas sea ese cómic macabro de colores chillones. O que Beavis and Butt-Head interpreten Esperando a Godot.

¿Entiendes lo que quiero decir? Es como que encaja.

¿Qué podría ser más perfecto que Dostoyevski Comics? Crimen y castigo como si fuese una historia del Batman más clásico, el de Bob Kane ¿Batman como Raskolnikov…?

¿No? ¿No es perfecto?

¿Y qué es esa idea que se forma al leerlo? Quizá sea que los clásicos de la literatura no son tan elevados como se dice. O quizá sea al revés, quizá los cómics no sean una forma tan baja como se dice. Quizá lo humano, todo el rango de nuestras emociones acepte cualquier plasmación. O podría ser que el lenguaje del cómic sea tan eficiente que no precise tantas páginas para expresar lo mismo. Incluso los cómics más exagerados, más claramente infantiles, se basten.

O podría ser simplemente que se esté riendo de todo. Como cuando Moby Dick sale representada como el típico anuncio de los cómics de la época, ofreciéndose a venderte el barco ballenero Pequod, prometiendo horas de aventuras y años de reflexión.

O la sección de cartas de los lectores, que parece parodiar la obsesión de los fans por los detalles y la continuidad más tonta. ¿O estará parodiando la obsesión de los estudios literarios por los detalles y la ansiedad de la influencia?

De todo lo que hay en este libro, la versión más brillante es Action Camus. Cuenta toda la trama de El extranjero como una serie de portadas del Superman de los 60.

Las portadas de Superman siempre prometían una posibilidad demencial y extravagante que contradecía de alguna forma lo que sabías del personaje.

Hay algo perfecto en colocar los elementos claves de El extranjero en forma de portadas. Las ocho portadas van siguiendo la progresión de la narración, cada una ofreciendo su propio comentario, para acabar con Superman de camino a una guillotina indestructible. Superman como protagonista de El extranjero es perfecto, porque es un alien. Y cada una de las portadas podría haber sido perfectamente una portada de Superman casi sin cambiar nada.

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Los Cinco y yo, de Antonio Orejudo

Antonio Orejudo ofrece, en Los Cinco y yo, una original y divertida visión de toda una generación, la que pudo crecer leyendo a los famosos personajes de Enid Blyton.

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Después del vídeo tienes la transcripción del contenido.

https://www.youtube.com/watch?v=d-ZFqdEA2W8

TRANSCRIPCIÓN

Hola. Hoy te traigo Los Cinco y yo, de Antonio Orejudo. Una divertida novela sobre la primera generación de españoles que pudo leer las historias de Los Cinco. Un derroche de ingenio e inteligencia que usa los personajes de Enid Blyton para hablar de lo que se pudo hacer y no se hizo en la historia reciente de España. Lo publica la editorial Tusquets.

Te lo cuento.

Mi nombre es Pedro Jorge Romero. Y en este canal hablo de lecturas que me resultan interesantes y que creo que podrían interesarte a ti. Suscríbete para no perderte ninguna.

Los Cinco y yo es uno de esos libros que no hubiese leído de no tener este canal. Se me ocurrió comentar que ahora leer novelas ya no me sorprende tanto y me dijeron “no tan rápido, vaquero, tienes que leer Los Cinco y yo”. Recibí el ejemplar, lo abrí, leí unas frases y lo terminé antes de que acabase el día.

La razón es muy sencilla. Es una novela tan inteligente como divertida, tan desconcertante como seria, tan dispuesta a pegarte un puñetazo en la boca del estómago como a darte una caricia. Vamos, que es un prodigio y una de mis grandes lecturas de 2017.

Y ahora te voy a explicar por qué.

En este punto es donde normalmente comentaría un poco el argumento, pero en este caso es más fácil empezar por el tema.

El punto de partida es muy sencillo. Las novelas de Los Cinco, los famosos personajes de Enid Blyton, se empezaron a publicar en España en el año 1964. Por tanto, hay toda una primera generación de españoles, que hoy supera los 50… es decir, mi generación… que pudo crecer leyendo las aventuras de Los Cinco.

Es una gran definición, es un gran corte generacional. Primero, porque es perfectamente cierto y objetivo. Segundo, porque es una locura delirante. Como dice un personaje más adelante, las generaciones son entes artificiales diseñados para sobrevivir en terreno hostil… Habla de generaciones literarias, pero la idea viene siendo la misma.

Pero aquí estamos, los que nacimos en los sesenta. Un numeroso grupo de personas que creía que iba a cambiar las cosas, pero que llegó perennemente tarde a todas partes y al final dejó el mundo tal y como estaba.

La verdad es que Antonio Orejudo demuestra un enorme ingenio para inventar nuevas formas de dar unas buenas patadas a su propia generación.

Bien, ahora ten el tema presente mientras pasamos a cómo está hecho. Que es justo la grandeza de la novela y su fantástica muestra de talento.

Empieza así:

«Para explicar el influjo que las aventuras de Los Cinco han ejercido sobre mi generación hay que hacer referencia al precio que alcanzó el trigo en la posguerra española: así empecé mi presentación de After Five en la Blyton Foundation, remontándome a la catástrofe que había sufrido el sector agrario en los años cuarenta, recién terminada nuestra Guerra Civil.»

Guau. Qué grande. Qué forma de empezar. Arranca confundiéndote, empieza combinando niveles, reflexiones y elementos. ¿Qué tienen que ver entre sí? ¿Quién está hablando? ¿Qué es After Five? ¿Qué conexión hay entre el precio del trigo y las novelas de Los Cinco?

Y el ese mismo tono se mantiene. Seguimos a Toni Orejudo, el trasunto del autor, su versión que representa a toda la generación. Sabemos de sus amigos de infancia. Nos cuenta su pasión por invertir en bolsa. Ya no está tan interesado en escribir novelas. El fervor revolucionario solo se le despierta ante los desmanes de las telefónicas.

Siguiendo a Toni aprendemos de su generación. La educación sexual, el mundo intelectual. Conocemos a sus amigos. Uno de ellos es Reig, el autor de After Five, el libro del que se hablaba al principio.

Y Los Cinco. Perfectos ellos. La imagen especular de una infancia ideal, tremendamente activa. Una infancia de adultos casi inexistentes. Además, cuando empiezas a leer sus aventuras, ellos tienen justo tu edad.

Pero de pronto, en un enorme ejercicio de parabiosis, Los Cinco también van creciendo, también van siguiendo sus propias experiencias vitales. También van volviéndose adultos.

De tal forma, los personajes “reales” de la ficción comienzan a interactuar con los personajes “ficticios” de la ficción. Los niveles narrativos se entremezclan. Tanto es así, que personajes de niveles diferentes llegan incluso a casarse y montar negocios juntos.

Y la novela Los Cinco y yo sigue cambiando y mutando, sigue combinando elementos y críticas. Comentarios sobre el capitalismo. Reflexiones sobre los estándares industriales. Empieza con lo que parece un ensayo, pasa a crónica sentimental, tiene momentos de análisis literario con las novelas de Enid Blyton. De pronto se vuelve casi un thriller biomédico. Para luego hablar de los refugiados.

Los elementos se van revolviendo entre sí, te van transportando por la propia fuerza del desconcierto que producen. ¿Qué estás leyendo? ¿De qué va todo esto?

No puedes parar.

Hasta llegar al final, donde todo encaja. En ese punto podrías releer la novela y sustituir el desconcierto inicial por la comprensión.

La acusación final contra la generación de los nacidos en los sesenta se vuelve mucho más devastadora. Transciende los simples cargos de desidia o dejadez, el haber sido siempre una generación acomodaticia.

No. Hay algo más. Algo más importante. Pero también algo más complejo y ambiguo.

Los Cinco y yo es una brillante novela que aspira a mantenerte continuamente desconcertado. Mezcla formas y elementos sin piedad, con unas ganas de pasarlo bien que desbordan las páginas. Te arrastra con su ritmo y sus cambios continuos. Mezcla mundo narrativos y niveles diferentes de ficción. Convierte en ficción el mundo real y en real el mundo de la ficción.

Pero todo eso lo hace con un propósito concreto. Todo su virtuosismo con la forma misma de la novela tiene una razón de ser. Por eso es una de las grandes novelas que leí en 2017.

¿Has leído más libros de Antonio Orejudo? Yo no. Este es mi primero. Pero ya puedo garantizar que no será el último. Por lo demás, deja tus opiniones, consejos y comentarios.

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El diario de la princesa, de Carrie Fisher

Carrie Fisher cuenta en El diario de la princesa de cómo fue convertirse en la princesa Leia.

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TRANSCRIPCIÓN

Hola. Hoy te traigo El diario de la princesa, de Carrie Fisher. O como Carrie Fisher se convirtió en la princesa Leia y lo que hizo a continuación. Hay dos aspectos muy fundamentales de este libro. Lo publica Ediciones B en su sello Nova.

Te lo cuento.

Mi nombre es Pedro Jorge Romero y… No. Esto fue muy mala idea.

Mi nombre es Pedro Jorge Romero. En este canal recomiendo libros para ayudarte a dar con tu próxima lectura. Suscríbete para no perderte ningún vídeo.

Un día Carrie Fisher se presentó a las pruebas de rodaje de dos películas: Carrie y La guerra de las galaxias (esta última la llamamos ahora Star Wars). Hubiese sido gracioso conseguir el primer papel (Carrie interpretando a Carrie en Carrie, dice), pero le dieron el de la princesa Leia en la segunda película, una de ciencia ficción normal y corriente.

Si alguien le hubiese dicho lo que iba a pasar…

De eso va este libro. De recordar, poco antes de iniciar el rodaje del episodio VII, aquella película inicial. De cómo fue ir allí, de cómo se sentía al ser casi la única mujer en toda la galaxia, de cómo aceptó semejante peinado, cómo fue descubrir que en el espacio no existía la ropa interior…

Y sobre todo, cómo fue eso de convertirse en famosa, la protagonista de una película de tal éxito que fue necesario inventar el término blockbuster. Cómo fue eso de convertirse de la noche a la mañana en un icono mundial, en representar a un personaje que amenazaría tragarse toda su vida.

Y todo eso, a los 19 años.

El grueso del libro está dedicado a la relación que mantuvo con Harrison Ford durante el rodaje. De hecho, el título hace referencia a un diario que escribió en su momento, y que aparece reproducido en las páginas centrales.

Carrie Fisher era una escritora increíblemente divertida. Su humor es sobre todo autocrítico: ella y su mundo son los objetos de sus dardos. Lanza una mirada inteligente a lo que es la fama, el ser parte de la nobleza de Hollywood, el sufrir el trastorno bipolar o el simple hecho de saberse un personaje para siempre. Un personaje que en la mente de mucha gente siempre será una mujer de 19 años, mientras la actriz real inevitablemente envejeció.

El diario de la princesa es en ese aspecto un libro agridulce, y no solo porque leerlo ahora es leerlo tras su muerte. Es tremendamente gracioso, está lleno de comentarios ingeniosos. Pero es también la historia de una mujer de casi 60 años que echa la vista atrás a lo que le sucedió a una joven de 19. La mujer que escribe el libro ha vivido mucho más, es más sabia y ahora entiende cosas que se le escapaban a la joven. La mujer mayor conoce el futuro de la mujer más joven.

En ese aspecto, el libro se abre con una fotografía que muestra a la princesa Leia riendo feliz y despreocupada. Pero se cierra con otra fotografía más seria. El contenido intermedio intenta navegar entre esas dos fotos. Es gracioso, animado y despreocupado, pero también es serio cuando debe.

Inevitablemente, los comentarios sobre este libro se han centrado en la relación con Harrison Ford, que efectivamente es la parte más llamativa. Pero como dije al principio, creo que hay dos aspectos fundamentales.

Primero, la fama en sí. Lograrla de esa forma, tan absolutamente de la noche a la mañana. Ser de pronto una persona conocida, alguien que ya inevitablemente vivía su vida en público. Todo eso relacionado con la autoestima, la sensación de no quedar nunca bien, la necesidad de gustar a los demás. Con el punto adicional de la repetición de una historia. Ya había vivido la fama de sus padres y luego le tocó vivir una absoluta fama propia. Una para la que realmente no estaba preparada.

Y segundo, que conecta con la fama, la relación con el personaje en sí. La princesa Leia tan perfecta, tan segura de sí misma, tan absolutamente capaz. Ella que perdió a su planeta entero y sin embargo tuvo que dedicarse a consolar a otro por la pérdida del mentor que había conocido tres días antes. Un personaje que acabaría convertido en icono y fuente de inspiración. Muy difícil estar a su altura. Tanto que la lectura del libro deja claro que la relación de Carrie Fisher con la princesa Leia era compleja, no siempre agradable, jubilosa en ciertos momentos.

Y también, una enorme responsabilidad.

Lo dicho, un libro agridulce. Divertido y de reír en muchas ocasiones. Pero también una reflexión sobre sí misma, sobre su vida y el personaje que la hizo famosa.

¿Has visto su especial de televisión? ¿Bendito alcoholismo? El tono es muy similar, pero el especial se centra más en el mundo de Hollywood, sus padres y su vida aparte de las películas. En cualquier caso, si has leído el libro, deja tus comentarios.

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Mujeres de ciencia, de Rachel Ignotofsky

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Un libro ilustrado sobre 50 pioneras de la ciencia, desde la antigüedad hasta nuestro presente. Mujeres de ciencia, de Rachel Ignotofsky. Lo publican conjuntamente Nórdica Libros y Capitán Swing

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Bienvenido. Hoy te traigo Mujeres de ciencia, de Rachel Ignotofsky, un libro ilustrado sobre 50 pioneras, mujeres en la ciencia a lo largo de la historia, y de cómo cambiaron el mundo. Lo publican conjuntamente Nórdica Libros y Capitán Swing.

Te lo cuento.

Mujeres de ciencia es un libro ilustrado para todas las edades sobre científicas a lo largo de la historia. El formato es siempre el mismo. A la izquierda, una ilustración de la científica en cuestión junto con algunos comentarios y a la derecha una breve pincelada biográfica e investigadora. El libro recorre el tiempo desde la matemática egipcia Hipatia hasta la matemática iraní Maryam Mirzajani. Es en parte homenaje a las mujeres investigadoras y en parte … algo más.

El orden es cronológico y se trata de ir mostrando mujeres que fueron pioneras de alguna forma. Hay una voluntad decidida por incluir culturas de todo el mundo, aunque hay un importante peso occidental. Un hecho a destacar es que incluye todo tipo de ciencias, desde la psicología a la vulcanología, dejando claro que la investigación es una empresa muy amplia y ofreciendo así ejemplos variados.

Algunas de las mujeres incluidas son nombres famosos y conocidos: Marie Curie, Barbara McClintock, Hedy Lammar, Lisa Meitner o Rosalind Franklin. Otras ya no tanto. De hecho, uno de los grandes placeres de este libro es descubrir otros nombres de mujeres científicas. Como Chien-Shiung Wu, física experimental, Mary Anning, paleontóloga, Florence Bascom, geóloga, o Alice Ball, química.

Con lo dicho, ya es un libro ideal para regalar. Decir que es bonito es quedarse corto. Las ilustraciones son espléndidas, todo el libro es puro y maravilloso color y los textos son informativos. Aunque hay que recordar que son breves apuntes, no biografías. Su necesaria brevedad obliga a comprimir detalles y omitir elementos. Los perfiles de científicas se complementan con páginas sobre el material de laboratorio, las estadísticas de participación en ciencia de las mujeres, un glosario que incluye términos como “abolicionismo” o “sufragista”, lo que deja claro lo que tuvieron que vivir algunas de ellas. Y concluye con una lista final de otras científicas que se cierra dando ánimos a toda futura investigadora.

Pero hay algo más en Mujeres de ciencia.

No oculta en ningún momento que la historia de las mujeres en la ciencia ha sido una historia llena de enormes dificultades, obstáculos y a veces, hostilidad explícita. Trabajar en condiciones penosas, sin recibir sueldo, sin poder publicar, bajo la amenaza del despido si se casaban, asistiendo a clase tras una pantalla para no soliviantar a los estudiantes masculinos o negándosele los premios que merecían. A veces es incluso peor de lo que se cuenta. A Marie Curie, ganadora de dos premios Nobel… en dos ciencias diferentes, se le negó inicialmente su primer Nobel. Y luego, incluso llegaron a plantearse expulsarla de Francia.

Pero lo que más asombra del libro es la cantidad de primeras veces. Una y otra vez salen mujeres que hicieron algo por primera vez. Lo cual es normal, son pioneras. Pero no estamos hablando simplemente de ser la primera en investigar cierta cuestión o descubrirla, sino cosas tan simples como obtener una titulación, poder asistir a clase o que se les permitiese el uso de un laboratorio. Uno esperaría que esa tendencia iría desapareciendo con el tiempo, pero incluso la última mujer, Maryam Mirzajani, es primera en algo: la primera mujer en recibir la medalla Fields en matemática… En 2014.

Mujeres de ciencia celebra a muchas grandes mujeres. Destaca el papel de la mujer en la ciencia, invita a ver la historia de la ciencia de otra forma y cuenta lo mucho que han cambiado las cosas. Pero no te deja olvidar en ningún momento que queda mucho por cambiar. El libro es precioso y es un regalo ideal para casi cualquier persona interesada en la ciencia y en la historia de la ciencia. En el caso de los niños, la variedad de campos tratados garantiza que encontrarán algo de interés.

¿Qué opinas del libro? ¿Alguna otra aproximación a las mujeres en la ciencia? Dejas tus comentarios, opiniones y consejos. Y ya sabes, si quieres ver más vídeos sobre lecturas, suscríbete. Hay un botón por ahí debajo.

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Everything I Know I Learned From TV, de Mark Rowlands

Un estupendo libro de divulgación filosófica con series de televisión: Everything I Know I Learned From TV, de Mark Rowlands.

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Bienvenido otra vez. Hoy te traigo Everything I Know I Learned From TV, de Mark Rowlands. Un libro de divulgación filosófica con series de televisión. De esas que ves todo el día. Quién te iba a decir lo mucho que estabas aprendido…

Te lo cuento.

Mark Rowlands tiene un libro anterior de divulgación llamado The Philosopher at the End of the Universe, que introducía temas filosóficos usando películas de ciencia ficción. Por ejemplo, el libre albedrío, la identidad personal, la naturaleza de la moral y demás.

En Everything I Know I Learned From TV el gran cambio no es usar series en lugar de películas, sino el tipo de temas que trata. La verdad, lo que cuenta aquí es mucho más importante: nuestra situación actual, nuestra vida en el mundo contemporáneo. Ahora aspiramos, sin conseguirlo del todo, a ser modernos. Creemos haber dejado atrás un mundo arcaico y pensamos que nos aproximamos a la posmodernidad. Pero en realidad, todavía no le hemos pillado el truco a ser modernos.

Las series le sirven de excusa para tratar la condición de ser “modernos”, sus ventajas y sus defectos. Esa modernidad que creemos poseer la define más o menos de esta forma: nuestra meta principal es la realización personal y los demás importan en la medida en que nos ayuden a realizarnos personalmente. Lo que inmediatamente plantea enormes problemas.

Y así coge las series y las usa para desarrollar cada problema.

Buffy cazavampiros (¿tenemos obligaciones ineludibles o podemos elegir?), Los Soprano (¿una buena persona puede hacer cosas malas?), Sexo en Nueva York (¿qué es la felicidad?), Friends (¿qué es el amor?), 24 (¿qué es la justicia?), Seinfeld (¿el egoísmo tiene algo de malo?), Los Simpson (¿cuál es la mejor forma de vivir?) y Frasier (¿cómo puedes conocerte a ti mismo?).

Me gustaron especialmente los tratamientos de Seinfeld y Frasier.

En el primer caso, su conclusión final es que es imposible demostrar con argumentos racionales que uno no debería ser egoísta. Pero igualmente, es imposible demostrar racionalmente que uno debería ser egoísta. Ser un egoísta o un santo son posiciones que trascienden la razón, y la única forma de defenderlas o atacarlas es por medio de ejemplos. Como hace la serie.

En el caso de Frasier, examina el yo. Uno de los problemas de la modernidad es que sitúa al yo en el centro de todo, un yo que reside dentro de nuestro cuerpo. Pero cuando vamos a buscarlo, es imposible encontrarlo, sólo apreciamos un confuso mundo de impresiones y nadie que las observe. Pero si no existe ese yo en el interior, ¿quién se supone que debe realizarse vitalmente?

El libro tiene ya unos años, por lo que las series son de hace una década. Sin embargo, Everything I Know I Learned From TV me parece un ejemplo estupendo de divulgación filosófica. No hay muchos libros así, y debería haber bastante más. Mark Rowlands tiene una habilidad especial para hacerlos, para combinar esas reflexiones con la cultura popular y además con enormes dosis de humor. Sin descartar momentos de seriedad, como sucede en el último párrafo de este libro.

¿Qué opinas? ¿Faltan libros de divulgación filosófica? ¿Se te ocurren más? Deja tus comentarios y opiniones.

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Senos y huevos, de Mieko Kawakami

Una novela fascinada por la relación de las mujeres con sus cuerpos. Senos y huevos, de Mieko Kawakami.

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https://www.youtube.com/watch?v=ygGI5szR2oM

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Bienvenido. Hoy te traigo Senos y huevos, una novela corta de Mieko Kawakami y publicada por SD Edicions. Una historia sobre tres mujeres y la relación que mantienen con sus cuerpos.

Te lo cuento.

Makiko y Natsuko son hermanas. Makiko ha venido a Tokio desde Osaka porque quiere agrandarse los pechos. Le acompaña su hija Midoriko, que está a punto de entrar en la adolescencia y que no habla desde hace seis meses. Se comunica escribiendo.

Natsuko va contando lo que pasa, lo que ve o lo que piensa a medida que sus impresiones se van formando. Los textos de Midoriko interrumpen ocasionalmente la narración. Mientras tanto, Makiko, que trabaja de camarera, no deja de hablar de pechos, de operaciones y tratamientos.

Porque esta historia va del cuerpo de cada una de ellas, de cómo lo perciben, cómo lo siente o lo viven, cómo se adaptan a los cambios producidos por el tiempo y también a la pérdida de control que esos cambios implican.

En el caso de Midoriko, la llegada inminente de la primera regla. Sus breves textos exploran todos esos cambios en el sentido de lo que tienen de inevitable. Naces con un cierto número de óvulos, cada mes se producen ciertos procesos, es posible quedarse embarazada. Son cambios que no puede controlar y que, en su mente, la van acercando a lo que es su madre.

Makiko mantiene su propia obsesión con los pechos, como elemento que cambiará su vida. Cuando va con su hermana a un baño público, no deja de comentar, valorar y clasificar los pechos de otras mujeres. Carga con folletos de clínicas y aparentemente ha memorizado los detalles de todos los tratamientos posibles.

Natsuko ocupa una especie de lugar intermedio, intentando mantener una relación entre una niña que no habla y una hermana que no deja de hablar. Su narración está sobre todo hecha de sensaciones y percepciones, incluyendo muchos comentarios sobre el aspecto físico y el cuerpo, pero también sobre los líquidos y la sustancias.

La pérdida de control, la imposibilidad de recuperar la infancia, el inevitable cambio vital, la necesidad de reconciliar tu imagen interior con tu imagen exterior, los errores del pasado, la maternidad misma como fuente de modificaciones del cuerpo. Todo eso se va desarrollando en poco más de cien páginas, llenas de simbolismos, donde unas cosas están en lugar de otras, donde los estados psicológicos se reflejan en el cuerpo y el cuerpo mismo moldea tu psicología.

La narración de Senos y huevos es muy fluida. La voz de Natsuko va llevándote de un lado a otro, como un torrente, te va situando muy bien dónde está cada una de las tres. Pero ante todo, Senos y huevos. Te recuerda una y otra vez que esencialmente eres un cuerpo, que todo lo que te sucede, le sucede a un cuerpo. Un cuerpo que cambia sin poder controlarlo. Es una historia profundamente fascinada por la misma presencia física de los cuerpos.

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