Los mejores relatos de ciencia ficción, de Ricardo Bernal (selección y prólogo)

Este volumen, Los mejores relatos de ciencia ficción, está claramente dirigido a un público juvenil. Quizá eso explique que ningún cuento sea realmente moderno, que los temas tratados sean los habituales de la ciencia ficción pero sin más honduras de las estrictamente necesarias. Se trata, en suma, de una antología convenientemente domesticada, para consumo de un público que sin bien puede tener simpatías hacia el género no es necesariamente lector habitual. Eso claro, la torna ideal como antología de introducción o iniciación.

No es por ello que los cuentos sean malos. Todos tienen una calidad más que aceptable y son agradables de leer. Como ya he dicho, no hay nada realmente extraordinario y no se ha intentado manifestar el abanico temático de la ciencia ficción. Entre los menos satisfactorios tenemos: «Exilio» de Edmond Hamilton, con una idea que quizá sorprendió en su día pero que es hoy tal cliché que es difícil no averiguar el final nada más empezar a leerlo; «Lección de historia» de Arthur C. Clarke, que no es más que una de sus habituales bromas en forma de cuento, agradable de leer e irónica pero lastrada por su forma; y «Recuerdo perdido» de Isaac Asimov, que trata de seres del futuro que añoran cuando era maravilloso ser humano.

Mas satisfactoria es el resto de la aportación anglosajona. «El sexto palacio» de Robert Silverberg es una agradable historia sobre tesoros perdidos y guardián temible que termina con un adecuado giro irónico. «El ruido del trueno» de Ray Bradbury combina la ucronía con el viaje en el tiempo mostrando las terribles consecuencias de incluso el acto más pequeño. «Deserción» de Clifford D. Simak es el tipo de historia que uno esperaría de su autor: lírica y pastoral, a pesar de situarse en Júpiter, pero que sin embargo consigue reflexionar con cierta hondura sobre la experiencia de «el otro».

Pero tres cuentos forman claramente lo mejor del volumen. El más magistral y mejor contado es «El nuevo acelerador» de H.G. Wells (es interesante observar que el mejor cuento de una antología de ciencia ficción tiene ya un siglo) que comienza como lo que parece un informe más o menos interesante sobre una nueva droga milagrosa y acaba siendo algo completamente distinto, en un giro inesperado y que demuestra la gran capacidad que tenía Wells para la crítica social. «De cómo Ergio el autoinductivo mató a un carapálida» de Stanislaw Lem trae, junto con Wells, un cierto aire diferente al trasladar las preocupaciones básicas de la ciencia ficción a un ambiente fantasioso y juguetón, donde la cibernética convive con los dragones. Y por último, «Lo recordaremos por usted perfectamente» de Philip K. Dick que sirvió de base a la película Desafío total. Lo único a comentar de este cuento es que se conserva sorprendentemente bien, y que los juegos irónicos de la trama siguen siendo dignos de su autor (y que incluso sorprende en la relectura).

Ya ven. Nada es realmente desconocido, y casi cualquier aficionado al género habrá leído la mayoría de los relatos incluidos. Aún así, no deja de ser una antología de calidad a muy buen precio.

Publicado originalmente en El Archivo de Nessus, 2000

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In the beginning… was the command line de Neal Stephenson

Aparte de escribir buenas novelas de ciencia ficción (o cómo se llame lo que hace), Neal Stephenson tiene otra faceta más periodística. No está tan marcada como la de Bruce Sterling, quien ha dedicado muchos esfuerzos a informar desde cinco minutos en el futuro, pero es muy interesante, centrándose sobre todo en el mundo de la informática y las tecnologías avanzadas de comunicación. Y aquí es donde Neal Stephenson gana a muchos de los que tratan esos temas: él realmente entiende el fundamento técnico. No es que sus comentarios sean análisis secos de posibilidades tecnológicas, más bien todo lo contrario. Son piezas llenas de opiniones, subjetivas y claramente escritas por una persona en concreto, pero una persona cuya opinión merece tenerse en cuenta porque demuestra conocer bien el campo sobre el que escribe.

Un buen ejemplo es este libro, ya disponible en formato electrónico, dedicado a los sistemas operativos. In the beginning… es una combinación de historia del software, discusión sobre la progresiva ocultación de la realidad tras un «interfaz» cada vez más bonito, meditación sobre el sentido de la vida, diario de los problemas de enfrentarse a varios sistemas operativos diferentes, canto nostálgico a los días en que las cosas se hacían como debían hacerse y, un poco, defensa de los muy masculinos valores de la potencia y el control.

Todo empieza con una analogía: los sistemas operativos son como los coches. La compañía Microsoft empezó vendiendo bicicletas motorizadas (MS-DOS), luego pasó a producir una actualización (el Windows original) que permitía a la bicicleta ir más rápido. Y finalmente, produce un coche, no demasiado bonito, que pierde mucho aceite pero que la gente compra mucho. La otra compañía, Apple, vende unos coches muy cómodos, fáciles de usar, pero que vienen herméticamente cerrado de forma que es imposible saber qué hay en su interior. BeOS vende coches de alta tecnologías, hermosos, con gran estilo y capaces de volar, ir por el agua o hacer lo que uno quiera, y más baratos que la competencia. Y por último tenemos algo que no es ni siquiera una compañía, sino más bien un campamento de refugiados, lleno de voluntarios de gran talento, que produce tanques. Sí, tanques. Tan buenos, que nunca se rompen, fáciles de maniobrar, que consumen el mismo combustible que un coche, están fabricados con la última tecnología y, lo mejor de todo, son gratuitos. A medida que uno de esos tanques Linux, ¿no lo habían adivinado?, se termina, se deja en la calle y cualquiera puede llevárselo.

A partir de ahí Neal Stephenson construye un discurso en el que explica el valor real de una compañía de sistemas operativos (ninguno; su valor sólo está en la cabeza de los clientes que como Mulder «quieren creer»), analiza la necesidad de la sociedad americana (y por extensión, el resto del mundo) de ocultar la complejidad tras unos bonitos botones, y discute los muchos problemas de instalar Linux. Y cuando uno sospechaba que está a punto de defender los valores de las herramientas para hombres (después de comparar a Linux con un, maravilloso en su experiencia, taladro industrial) se descuelga con una afirmación sorprendente para un hacker: el mejor sistema operativo sería aquel que combinase la potencia con un buen interfaz gráfico. Es decir, uno que te dejase la posibilidad de abrir una ventana a la línea de comando. Es decir, BeOS.

Porque la línea de comando es la mejor forma de relacionarse con el mundo. La línea de comando es lo que te permite acceder a la realidad fundamental. Seguro que dios cuando creo el universo lo hizo como un hacker delante de la pantalla de su ordenador tecleando crípticos comandos para crear universos.

¿Son 150 páginas de un discurso laberíntico? Muy posiblemente. ¿Tiene razón en lo que dice? En buena parte. ¿Se va por las ramas? Ciertamente. ¿Es apasionante de leer? Puedes darlo por seguro. Porque In the beginning… está escrito con pasión, y por un autor que sabe utilizar atrevidas metáforas y brillantes imágenes, que a cada página puede sorprender con una observación inteligente o un dato interesante. Cuando terminas, te quedas con el inexplicable deseo de instalar BeOS en tu ordenador. Lo que puede resumirse diciendo que es otro buen libro de Neal Stephenson.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus

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When Things Start to Think de Neil Gershenfeld

Neil Gershenfeld es un tecnólogo singular. Defiende muchas ideas innovadoras y avanzadas sobre cómo deberían funcionar los ordenadores, pero lo hace siempre desde el punto de vista humano. Por ejemplo, ¿a qué debería parecerse un ordenador portátil? Pues a un libro. Un libro se puede llevar a cualquier sitio. La resolución es impresionante y puede leerse incluso en las condiciones de iluminación más extremas. Pesa poco. No consume energía. Carga instantáneamente. Es resistente (se cae al suelo, y no pasa nada). Es fácil de anotar. El acceso es rápido a cualquier parte. Visto así, al ordenador portátil le queda mucho camino por recorrer. Y ésa es, precisamente, la perspectiva de Gershenfeld: las personas no debe adaptarse a las máquinas sino las máquinas a las personas. Y su ideal es un mundo en el que nadie piense en los ordenadores porque estarán por todas partes (pero tampoco se trata de fantasías absurdas de inteligencias artificiales por todas partes, sino de objetos comunes que conservarán su función, pero la ejecutarán mejor). Todo lo que nos rodea, será un poco más inteligente y cumplirá mejor con su función, que es servir a las personas (por ejemplo, ¿por qué el teléfono se empeña en sonar cuando no podemos cogerlo, o cuando llama alguien con el que no queremos hablar? ¿Por qué los relojes no son capaces de ponerse en hora solos? ¿Cómo es posible que mi cafetera todavía no sepa cómo me gusta el café?).

Y eso es When Things Start To Think, un repaso variado a las posibilidades nuevas que se abren cuando uno intenta dotar de cierta inteligencia a objetos comunes de la vida diaria (¿por qué no podemos marcar directamente un número de teléfono simplemente pasando por delante del aparato la tarjeta de visita de la persona a la que queremos llamar? ¿Por qué la ropa no le indica a la lavadora la cantidad de detergente que necesita?). Dividido en tres partes, que a su vez se subdividen en una serie de ensayo breves y de fácil lectura, va repasando el «Qué»: libros (sobre todo, las grandes posibilidades del papel electrónico), instrumentos musicales que conserven el interfaz habitual pero permitan mayor expresividad, la ropa, el dinero inteligente, el fabricador personal (una especie de impresora tridimensional que fabricaría sobre la marcha los objetos que queremos. Se acabó esperar al cartero después de haber hecho un pedido en Internet). El «porqué»: nuestros derechos como usuarios, los derechos de las máquinas, las falsas creencias (como «realidad virtual» o «lógica difusa») y la naturaleza del interfaz que ponemos al mundo. Y la parte más interesante, el «cómo».

Porque olvidaba comentar que Neil Gershenfeld es físico y trabaja en ese fascinante lugar de investigación conocido como Media Lab. En particular, investiga en el consorcio Things That Think (cosas que piensan). Es decir, esté señor no sólo explica cosas que podrían hacerse mañana, sino que además tiene una idea bastante ajustada de cómo hacerlas realidad. Y en ese tercer apartado es donde se explica, con bastante claridad, cómo efectivamente podría hacerse que las cosas pensasen. Y en ocasiones, curiosamente, consiste en eliminar el ordenador tal y como lo conocemos. A veces lo digital no es la mejor solución, y en ese caso se propone utilizar propiedades físicas para que el objeto gane en capacidad, recurrir a sistemas analógicos, o, ya haciendo cábalas, ir a por el ordenador cuántico. Lo importante, es que Neil Gershenfeld comprende perfectamente que uno no debe detenerse en el nivel tecnológico de la informática actual, sino que debe en muchas ocasiones descender al fundamento físico de lo real. Hoy día, combinar un ordenador con una cámara sólo produce una cámara más confusa y difícil de usar. El autor propone romper esa situación.

Ya sea describiendo cómo fabricar un mejor violonchelo para Yo-Yo Ma, como poner en marcha una PAN (Personal Area Network) para aprovechar las propiedades de la piel y permitir que dispositivos distribuidos por el cuerpo se comuniquen entre sí (por ejemplo, los zapatos con las gafas. Los zapatos son un lugar perfecto para colocar un ordenador, porque se puede aprovechar la energía producida al caminar para alimentarlo. Y las gafas, claro, es el lugar perfecto para llamar nuestra atención), cómo dotar de inteligencia al dinero de forma que tenga distinto valor dependiendo de la forma en que se ha ganado (una idea bastante más interesante y lógica de lo que parece) o discutiendo el fundamento físico último de la computación, Neil Gershenfeld nunca olvida ni por un momento que el fin último de todo esto es hacer que la vida de las personas sea más cómoda, fácil y agradable.

Lo dicho, un tecnólogo singular que sabe combinar su capacidad creativa con una gran claridad expositiva. When Things Start to Think es una lectura fascinante para cualquiera que sienta interés por las grandes posibilidades del mañana. El futuro de los ordenadores es acabar hechos pedazos y sus fragmentos dispersos por el mundo, para permitir que las cosas piensen.

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El tío Petros y la conjetura de Goldbach, de Apostolos Doxiadis

El tío Petros y la conjetura de GoldbachEs fácil entender la fascinación de la matemática. Después de todo es una ciencia, o un lenguaje, donde la verdad o falsedad de las proposiciones puede demostrarse con unos pocos pasos lógicos. Aceptando un conjunto, cuanto más limitado mejor, de axiomas, la belleza de un mundo perfecto de teoremas no manchados por lo cotidiano se despliega ante el practicante. La matemática es como un reino remoto muy alejado de las preocupaciones de todos los días, donde uno puede perderse, aislarse o vivir una vida relajada… o no. O al menos, así era hasta principios del siglo XX, cuando alguna de las más preciadas convicciones matemáticas se tambalearon y derrumbaron ante el terremoto de algunas nuevas demostraciones. La matemática, aunque extremadamente bella y abstracta (y esa abstracción es un componente importante de su atractivo), no era tan perfecta como parecía.

El tío Petros y la conjetura de Goldbach a pesar de su título, que engaña con sinceridad, es realmente la historia del sobrino, que crece fascinado por la figura de un enigmático anciano al que su familia de comerciantes considera una oveja negra a pesar de su indiscutible y brillante pasado como matemático. Pero tío Petro no es ahora más que un anciano que vive recluido en una casa de campo, rodeado de libros de matemática que ya no lee, y enfrascado en los problemas del ajedrez. Un poco de rebeldía juvenil se combina en el sobrino con la fascinación por el hombre hasta hacerle desear convertirse también en matemático. Pero su tío le ofrece una prueba, demostrar una simple proposición matemático. Si lo consigue, habrá demostrado tener talento para esa disciplina. Pero un verano de trabajo no sirve de nada, y el joven se ve obligado a firmar un documento en el que asegura que jamás estudiará matemática y parte a América para realizar sus estudios universitario.

El problema planteado por el anciano es muy simple: demostrar que todo número par superior a dos es la suma de dos primos. Expresable en pocas palabras, es sin embargo uno de los grandes problemas no resueltos de la matemática, la conjetura de Goldbach. Cuando su compañero de cuarto llama la atención del joven al hecho de que su tío le había planteado como prueba un famoso problema no resuelto, éste estalla en cólera y decide enfrentarse al anciano.

La narración cambia después a la tercera persona, hasta ese momento el sobrino narraba en primera, y asistimos a los esfuerzos del joven y brillante matemático Petros Papachristos por resolver la conjetura de Goldbach y su fracaso. Pero la narración es misteriosa y no deja clara del todo los motivos y las razones del fracaso. ¿Qué sucedió? ¿Qué hizo realmente que Petros abandonase la búsqueda de la preciada demostración de la famosa conjetura, demostración que le hubiese garantizado la inmortalidad en el panteón de los grandes matemáticos?

Continúa así una aventura fascinante que en menos de doscientas página entremezcla personajes inventados con grandes matemáticos de principios de siglos (como Hardy, Ramanujan, Turing y Gödel). Es evidente en su lectura que Apostolos Doxiadis podría haber escrito un libro de historia, pero al decidir escribir una novela ha construido una ensayo sobre el placer y los peligros de la matemática. El tío Petros y la conjetura de Goldbach es una reflexión sobre la admiración, el orgullo y la iluminación casi religiosa del descubrimiento. La narración es ágil y perfecta, tomándose gran cuidado en construir los personajes y destacar sus motivaciones. En ocasiones, se lee como una novela de aventuras que tiene como eje central la matemática. Pero son los conflictos personales los que soportan, con soberbia resistencia, el peso de la trama.

Los elementos matemáticos del argumento se explican con total claridad y son fáciles de entender hasta por el más negado para esa ciencia, o lenguaje (de hecho, da la impresión de que Apostolos Doxiadis podría ser un espléndido divulgador). Pero más importante, expone perfectamente por qué hay gente capaz de dedicar toda una vida a demostrar teoremas que aparentemente no tienen mayor interés práctico (la figura de Erdös viene inmediatamente a la cabeza). En general, cualquier persona que alguna vez haya admirado la belleza de la matemática se identificará inmediatamente con el tío Petros. Todos los que habiendo admirado la belleza de la matemática sabemos que estamos negados para ella, nos identificaremos con el sobrino. Todos los capaces de disfrutar de una buena novela, leerán El tío Petros y la conjetura de Goldbach con absorbente placer.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus, 2000

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The Last Continent de Terry Pratchett

Rincewind va a Australia.

Básicamente no hace mucho más (e irse a XXXX, la Australia del Mundodisco, es lo que le sucedía al final de Interesting Times. En la edición de Martínez Roca de la serie, Rincewind aparentemente moría al final de Rechicero, pero reaparecía poco después en Eric, uno de los mejores libros de la serie, pero que los editores españoles decidieron saltarse). El bibliotecario, que es un orangután, de la Universidad Invisible sufre una terrible enfermedad y los magos están dispuestos a ayudarle. El problema es que para ayudarle necesitan conocer su verdadero nombre, secreto que el bibliotecario se ha preocupado mucho de ocultar (podrían devolverle a la forma humana). El único que conoce su verdadero nombre es su antiguo ayudante… ¿que era?… Rincewind. Quien ahora anda por…

Y así todo el personal de la Universidad Invisible acaba perdido también en el Continente XXXX, pero varios miles de años en el pasado, cuando el continente estaba siendo terminado y todavía podía hacerse modificaciones. Y aparentemente los magos son los responsables de que en el presente en el continente XXXX no llueva, y toda la isla esté rodeada de una tormenta permanente que impide el paso.

No hay mucho más. A partir de ahí Rincewind y los magos corren sus aventuras paralelas, pero ciertamente el lector no sabe muy bien por qué. Los chistes en ocasiones son muy buenos. Los magos encuentran al dios de la evolución (que todavía no ha conseguido inventar el sexo) y Rincewind conoce a Mad Max y a tres travestidos que recorren el desierto de XXXX en un extravagante carruaje (uno de los mejores chistes es que en el continente XXXX a los políticos los meten directamente en la cárcel al momento de ser elegidos: se gana tiempo). Hay también muchos juegos de palabras con los modismo del inglés de Australia, que previsiblemente harán la vida difícil al traductor. Pero el final tarda en llegar, y ciertamente, después de 400 páginas, tampoco es que sea demasiado satisfactorio. Hay muchas peripecias, pero poco argumento en esta novela.

No es tampoco la peor novela del Mundodisco (Hoghfather o La luz fantástica podrían ocupar ese puesto), pero ciertamente es una de las que tiene un argumento más pobre y falto de interés. Se puede leer, por supuesto, pero después de los niveles alcanzados por Pratchett como Small gods o Jingo, sabe ciertamente a poco.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Ella, maldita alma de Manuel Rivas

Manuel Rivas es poeta y periodista. Quizá eso explique su literatura. Lo de poeta no implica el uso de términos raros y oscuros, más bien todo lo contrario: precisión y corrección. Y también es uno de esos raros periodistas, más raros aún hoy en día, capaces de mirar en el interior de las personas, no con sensiblería sino con verdadero deseo de entender y con ternura. La concreción escueta casi de miniaturista y el examen atento de la realidad se combinan en este volumen de cuentos, historias que podían haberse quedado en meras anécdotas de no ser por la visión de su autor.

No son cuentos fantásticos, pero sí es fantástica la mirada del escritor, que recrea pequeñas tragedias humanas en líneas claras y limpias que las elevan a lo épico (véase, por ejemplo, el genial juego de palabras en «O’Mero»). De pronto y por sorpresa, cada uno de esos cuentos deja entrever a una persona tras el nombre, la esencia de un ser humano hasta ese momento oculta. Abundan por tanto los descubrimientos. Pero si bien abundan las tragedias menores, de esas que nos suceden a todos, no son cuentos infelices. Incluso cuando la historia termina con la muerte, como en «La vieja reina alza el vuelo», al final hay una especie de triste alegría al comprender por fin. La revelación parece destruir a un ser humano para dejar a otra persona, con el mismo nombre, más sabia.

Manuel Rivas se recrea en el conocimientos cotidiano, en la iluminación alcanzada por medios simples. Una barra de pan, un loro, una colmena, una pelota, unas rosas, son elementos más que suficientes. Me resulta difícil fijar un favorito, pero quizá sea «Charo A’Rubia». Un muchacho que observa a una mujer que llora en el cine al ver Capitanes intrépidos aclara, en siete página, una vida.

Y también anda muy presente una tierra, Galicia, que parece ser el fundamento último de su vida. El amor que deja entrever por su país parece dar a entender que si Manuel Rivas ve así fue porque creció en una tierra que se lo enseñó.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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The Extremes de Christopher Priest

Teresa Simons, agente del FBI y nacida en Inglaterra, ha perdido a su esposo Andy Simons, también agente del FBI. Andy investigaba los ataques repentinos de violencia, esas personas que de pronto cogen un arma y salen a la calle disparando a todo lo que se mueva. Y murió cuando asistía/predecía una de esas situaciones. El tirador, aparentemente reducido, tenía todavía una última bala. La suya.

Pero lo extraño y sorprendente que es en ese mismo día, otro hombre, muy lejos, en el pueblecito de Bulverton, Inglaterra, había salido a la calle a provocar su propia masacre. ¿Están relacionado dos sucesos tan distantes? ¿Hay algo que explique la muerte de Andy? Teresa decide que sí, y después de aceptar una baja indefinida del FBI viaja a Inglaterra, a Bulverton, para meterse en la piel del asesino y descubrir qué hacía esos últimos día.

Y aquí es donde entra la realidad virtual.

Que en la novela se llama Extremes Experiences.

La realidad virtual es una forma de entretenimiento, siendo posible entrar en la mente y el escenario de los actos de cualquiera, incluso el asesino más despiadado y la masacre más absurda. Pero hay más, porque cualquier escenario puede llegar a estar relacionado con los demás y el uso de uno de ellos puede afectar a usuarios posteriores. El FBI la usa también, como parte del entrenamiento de los agentes, que pueden así enfrentarse a situaciones reales desde puntos de vista distintos, incluso el del asesino, y todas las veces que sea necesarias.

Y eso hace Teresa. Como parte de su investigación, entra periódicamente en varias experiencias extremas. Pero la cosa no va como debiera cuando la realidad empieza a entremezclarse con la realidad virtual, o la realidad virtual comienza a teñirse de realidad. Aunque quizá ya todo estaba manchado cuando el asesino de Bulverton entró en la realidad virtual justo antes de cometer sus crímenes.

Y no, no es nada de lo que están pensando.

Era difícil creer que alguien pudiese dar un tratamiento original a la realidad virtual. Pero claro, como ya se dice en el epílogo de John Clute, en cierta forma esa ha sido la preocupación fundamental de Christopher Priest a lo largo de su carrera. En cierta forma todas sus novelas tratan del delicado equilibro entre lo fantástico y lo real, y de lo que sucede cuando la fantasía toma cuerpo, o la realidad se torna fantasmagórica. Y especialmente, sobre si las cosas que suceden en sus novelas se refieren a la realidad o son sólo percepción.

The Extremes está narrada con exquisito cuidado. Sólidamente cimentada sobre los detalles, esa riqueza no hace sino destacar las experiencias de Teresa, un personaje bella y delicadamente construido. ¿Se ha vuelto loca al no poder soportar la muerte de su esposo? ¿Ha quedado atrapada en la realidad virtual? ¿Ha dejado de tener realidad el mundo? La explicación no es fácil, especialmente porque es muy posible que no la haya.

Quizá el autor sea el asesino.

O el lector.

Mientras tanto, The Extremes es una novela apasionante, un mundo opresivo y atractivo, una reflexión sobre la violencia cotidiana a la que ya nos hemos acostumbrado (hay muchas descripciones de actos violentos, casi todos cometidos en realidad virtual) y de la que quizá seamos más que responsables, un laberinto de espejos en el que es necesario perderse. De la misma forma que ya nos hemos perdido en nuestro propio mundo, aún más terrible que es de la realidad virtual, la extreme experience definitiva.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Nocturno del sol largo de Gene Wolfe

Pátera Seda recibe la iluminación del apartado dios el Extraño mientras juega a la pelota. Sabe entonces que debe hacer todo lo posible por salvar su manteón, aunque para ello tenga que robar, con la esperanza de que los dioses vuelvan a manifestarse en las Ventanas, especialmente, el Extraño, el dios que está fuera del mundo. Para ello se enfrentará a Sangre, será capturado, tendrá que exorcizar un burdel y acabará siendo propuesto por el pueblo como nuevo caldé de su ciudad de Virón.

Y el nombre del mundo es Vórtice.

Vórtice («whorl» en el original, con lo que se pierde en la traducción el juego de palabras con world -mundo) es una gigantesca nave generacional que vaga por el universo con destino a dos planetas gemelos, Azul y Gerde, y cuya superficie interior esta ocupada por grandes extensiones de terreno sobre el que se alza la llama de fusión que da la luz a todo, que atraviesa el cilindro de la nave de un extremo a otro; el sol largo del título. Ocupado por colonos de origen hispano, el Vórtice está dividido en diversas ciudades que guerrean, comercian y se comunican entre sí básicamente ignorando su verdadera situación, mientras adoran a un panteón de deidades, presididas por el bicéfalo Pas, que son en realidad las copias informáticas (el cielo en el Vórtice es «Mainframe», juego que se pierde en la traducción) de un antiguo monarca de Urth y su corte. Dioses que solían manifestarse en grandes pantallas conocidas como Ventanas, que exigían sacrificios y que eran capaces de poseer a los seres humanos. Pero eso es cosa del pasado, porque el Vórtice se muere y el sol largo está recalentándose.

La novela está narrada, y el narrador es otro enigma más que nos oculta el autor, en tiempo real y va siguiendo las peripecias de Seda en su intento de salvar su templo/escuela. Pero la lucha profunda es más amplia a medida que el Vórtice va comprendiendo que algo va mal. En una mezcla de seres fantásticos, paisajes insólitos y detalles fascinantes, Gene Wolfe ha creado una vez más uno de esos mundos delicadamente construidos que le son tan característicos. Vórtice rivaliza con Urth en fascinación y profundidad, y la prosa cristalina y cuidada deja caer los detalles, como de pasada, en el espacio entre las letras. Nocturno del sol largo, y todo el resto de la serie, es un vasto drama de pasiones, luchas familiares (al igual que en El libro del sol nuevo, los parentescos son problemáticos), intrigas políticas y búsquedas teológica (porque después de todo, Seda no es más que un hombre en busca de su Dios, el Extraño, que se supone es el Dios verdadero).

El libro del sol largo está situado en el mismo universo que El libro del sol nuevo. Gene Wolfe prepara a su vez una trilogía más, llamada El libro del sol corto, que contará los posteriores avatares de los colonos de Vórtice, y donde, aparentemente, las dos series confluirán.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Jugar en serio: Aventuras en Borges, de Ezequiel de Olaso

Para muchos quizá la idea de un libro sobre Borges entretenido, inteligente, iluminador y agradable de leer sea extraña y singular. Al menos, para mí lo es. Por tanto, a la evidente satisfacción que tal volumen pueda deparar, se añade el placer de leer a alguien que ha escrito un libro sobre Borges no para ganar puntos académicos, sino como medio de animar a la lectura y reelectura de Borges. Eso es Jugar en serio: aventuras en Borges.

Releer a Borges es un tentación siempre presente, pero más aún después de las reflexiones de Ezequiel de Olaso. Erudito sin ser nunca pedante, el autor va desgranando comentarios sobre algunos cuentos selectos de Borges («El otro», «Pierre Menard autor del Quijote», «El Congreso») añadiéndole elucubraciones personales, anécdotas del propio Borges, aclaraciones de referencias oscuras y exégesis de otros autores, para demostrar la profunda fascinación de la obra de Borges.

Pero este libro, como ya he dicho, no es un final. Es un punto de partida, y lo más importante que transmite es la pasión por leer a Borges. Las reflexiones no tienen como meta fijar la obra borgeana, sino mostrar su carácter abierto y siempre seductor.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Tiempo de un centenario/Dayan de Mircea Eliade

Conocido especialmente como estudioso de la religiones (recordar ese espléndido ensayo que es El mito del eterno retorno, o Diccionario de las religiones, en colaboración con Ioan P. Couliano, como testamento de su obra), Mircea Eliade fue también un escritor de ficción, considerado como uno de los autores más valiosos en su país de origen, Rumania. Su literatura se nutre de sus estudios en los mitos y las religiones, extrapolando a partir de los arquetipos repetidos como si de ciencias duras se tratase. Por tanto, siempre hay algo extraño en Eliade, nunca sabe uno si la acción tiene una explicación terrenal, o realmente hay un trasfondo místico que es la causa de todo.

El volumen que nos ocupa contiene dos novelas cortas. La primera «Tiempo de un centenario» trata el tema de un mutante (palabra empleada por el propio autor), un hombre mayor que es alcanzado por un rayo, a consecuencia del cual rejuvenece y se convierte en inmortal (aunque queda claro, que su condición es voluntaria, es decir, que de alguna forma, puede elegir no rejuvenecer). Pero así mismo, como consecuencia del proceso, obtiene también una memoria perfecta, tan perfecta, que parece realmente corresponder a toda la especie, de forma que le basta con oír algunas palabras de una lengua desconocida para aprenderla por completo. Pronto, después de evitar ser secuestrado por los nazis y cuando se ha fingido su muerte, se convierte en leyenda, y el mundo se pregunta periódicamente por ese extraño hombre que rejuveneció.

La situación del personaje es ambigua. No sabe si es un ejemplo de hombre post-histórico, una muestra de la futura evolución de la especie, o un producto místico resultado de la «escatología de la electricidad». Preside el relato la sensación del desastre inminente, de una guerra nuclear que lo destruirá todo, pero que paradójicamente producirá esa humanidad nueva. El recorrido del personaje por el siglo es suficiente por sí mismo, y parece imposible evitar pensar que su interminable búsqueda del conocimiento es la del propio Eliade.

«Dayan» retoma un tema similar. En esta ocasión se trata de un genio matemático con un peculiar parche en el ojo. Un día, después de un encuentro con el Judío Errante, el parche cambia de posición, y eso provoca una investigación por parte de la policía secreta. Después de una desaparición de tres días (que para él, por la peculiar dilatación del tiempo, no ha durado más que unas horas), Dayan es internado en un sanatorio, donde la policía aspira a descubrir el secreto de la «ecuación final» de la que habla Dayan, ecuación que demostraría la falsedad del teorema de Gödel y que daría un poder infinito a la humanidad. Presente también está aquí el desastre inminente, una catástrofe, probablemente una guerra nuclear, que devolverá al mundo a la era secundaria.

Místico, religioso, científico cuando quiere, Eliade en estos dos cuentos teje mundos fantásticos fascinantes, elucubraciones que se fundamentan en los mitos eternos de la humanidad. No hay pretensión de coherencia científica; la única coherencia es la de la fábula que dice más que lo expresado con palabras. Queda eso sí muy clara la concepción de una catástrofe inminente, la muerte que se acerca.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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