Maese Javier Cantero hablaba hace poco de la magnífica, estupenda y genial serie inglesa Caida y auge de Reginald Perrin. La recuerdo bien de la infancia y la recuerdo también de haberla visto de nuevo en el querido y llorado canal Album, uno de los pocos canales no basura que tenía la futura plataforma monopolista Canal Satélite Digital (hay que ver lo que le gusta a El País defender los monopolios propios). Por suerte, está en DVD y la compraré algún día, probablemente después de hacerme con la vitriólica Sí, ministro.
(Un comentario: el DVD es lo mejor que le ha pasado a las series de televisión).
Y precisamente, hace poco ha salido en DVD una de esas magníficas series inglesas, no sólo una de las grandes comedias sino además una de las mejores series de ciencia ficción de todos los tiempos. Por que sus creadores no sólo sabes hacer reír, y a mandíbula batiente, sino que además conocen bien los resortes del género, sus temas principales y cómo retorcer la ciencia ficción para darle un toque humorístico. La serie es, claro, Red Dwarf.
Hago un rápido resumen del argumento.
La nave minera Red Dwarf sufre un accidente en el espacio que mata a toda la tripulación excepto a Dave Lister (lo que permite hacer muchos chiste en plan 2001) y a su gata (embarazada en ese momento). Cuando los niveles de radiación se han reducido lo suficiente, 3 millones de años en el futuro, el ordenador de la nave, una cabeza flotante llamada Holly y con un supuesto CI de 6.000, saca a Lister de estasis. Se convierte así en el último hombre vivo en el universo, acompañado única de Holly, el Gato (miembro de una especie de gatos antropomorfos descendientes de su gata), y el holograma de un compañero de tripulación muerto: Rimmer, un hombre mezquino, desagradable, petulante, rimbombante, clasista y otros adjetivos que a uno podrían ocurrírsele, vamos, un smeghead.
La primera serie, compuesta de seis episodios de aproximadamente media hora cada uno, contiene al menos dos extraordinarios ejemplos de ciencia ficción televisiva.
El primero es «Future echoes», segundo episodio de la serie, en el que los tripulantes, después de que la nave alcance la velocidad de la luz asisten atónicos a ecos del futuro, lo que les permite ver lo que sucederá. Este delirante episodio termina con Lister teniendo un par de gemelos, ¡cosa algo extraña considerando que es el único ser humano vivo y además es un hombre! Tal hecho no se explicará hasta muchos episodios después, ya en otra temporada.
El segundo es la mordaz sátira religiosa «Waiting for God», en el que el último de los sacerdotes de los gatos, ya moribundo, aguarda en sus momentos finales la visita de su dios. Y su dios no es otro que Lister, que fue responsable -directa o indirectamente- de la aparición de su especie. Y como buen dios, todas sus particularidades y excentricidades humanas han sido codificadas en absurdos dogmas y estúpidas normas de conducta.
Y observo con alegría que el 10 de frebrero saldrá a la venta la segunda serie. «Al saco», que diría Fernando Fernán Gómez.