La guerra en los Oscar

En una ceremonia que aparentemente fue muy tibia (no la vi, este año decidí que prefería dormir), una voz se atrevió a hablar de lo importante: Michael Moore. Gracias a Kevin Burton me he encontrado un enlace a la entrevista con los medios posterior a la entrega. La imagen resultante es la de un hombre bullicioso, exagerado y algo maniaco que dice sin embargo cosas muy importantes. Además, demuestra en su persona que un gran sentido del patriotismo puede combinarse con una oposición a las acciones claramente equivocadas de un gobierno. Justo al principio un periodista le pregunta por qué lo hizo a lo que él responde «Porque soy americano», consiguiendo dejar en silencio (con algunas risas nerviosas) a todos los periodistas durante varios segundos. Finalmente, el periodista original consigue contestar preguntando «¿Sólo eso?», cayendo en la trampa. Moore no tiene más que decir «Es mucho. Soy americano y uno no renuncia a su ciudadanía cuando entra en el teatro Kodak».

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Dignidad

La política española parece un circo de tres pistas. No sólo se intercambian insultos y descalificaciones indignas, sino que encima unos mienten descaradamente a los ciudadanos mientras los otros ejercitan la demagogia más rastrera para ganar votos. No puedo evitar contrastarlo con la situación en el Reino Unido. No sólo Blair parece sinceramente convencido de la postura que mantiene, cosa que no puedo decir de los otros dos, sino que es capaz de defenderla con elocuencia, que es más de lo que puedo decir de los otros dos. ¿Y qué me dicen de Robin Cook? Su discurso ante el parlamento británico ha sido un ejemplo perfecto de oratoria política, una muestra de dignidad y elegancia, que puede citarse casi indefinidamente:

Our interests are best protected not by unilateral action but by multilateral agreement and a world order governed by rules.

O, cuando habla de los argumentos para atacar Irak.

Ironically, it is only because Iraq’s military forces are so weak that we can even contemplate its invasion. Some advocates of conflict claim that Saddam’s forces are so weak, so demoralised and so badly equipped that the war will be over in a few days.

We cannot base our military strategy on the assumption that Saddam is weak and at the same time justify pre-emptive action on the claim that he is a threat.

Iraq probably has no weapons of mass destruction in the commonly understood sense of the term – namely a credible device capable of being delivered against a strategic city target.

It probably still has biological toxins and battlefield chemical munitions, but it has had them since the 1980s when US companies sold Saddam anthrax agents and the then British Government approved chemical and munitions factories.

Why is it now so urgent that we should take military action to disarm a military capacity that has been there for 20 years, and which we helped to create?

Why is it necessary to resort to war this week, while Saddam’s ambition to complete his weapons programme is blocked by the presence of UN inspectors?

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Indignación

Hoy he visto en La voz de Galicia la fotografía de los tres «líderes» (porque soy un hombre educado y no me gusta usar otras expresiones) sonriendo. Van a ir a la guerra y va a morir gente. Y lo van a hacer dentro de la más estricta ilegalidad internacional. Y se ríen.

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3650 y el gato

Dicen que es un anuncio real del nuevo teléfono de Nokia. Yo tengo mis dudas -un poco salvaje, ¿no?- pero en cualquier caso, es muy divertido. (En Boing Boing aconsejan bajárselo al ordenador para no sobrecargar el servidor. Sed amables).

Actualización: El enlace anterior parece que ha dejado de funcionar. Dos enlaces alternativos aquí y aquí.

(vía Boing Boing)

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Buffy se acaba

Y empiezan las esquelas. En este caso, es un crítico del Evening Standard (lo bueno de las bitácoras es que siempre encuentras a alguien por ahí que piensa lo mismo que tú pero lo expresa mejor, aunque sea en inglés):

Buffy the Vampire Slayer has been, quite simply, one of the best written, best acted, most ingenious and most inventive TV shows of its era. It has combined and deconstructed a fistful of notionally incompatible genres: teen soap, supernatural horror, social satire, gothic romance, action-adventure and comedy, of both the slapstick and sophisticated varieties, all served up with crackingly witty dialogue and Hong Kong-movie influenced martial-arts action.

In the world of Buffy – or, as the show’s fans call it, the Buffyverse – the traumas of teenage life take on an uncomfortably solid reality. When Buffy, grounded by her mother, is caught sneaking out of her bedroom window, her mom points out that all teenage girls feel that if they can’t go out tonight, the world will come to an end, except that in Buffy’s case, it will. All teenage girls worry that the first time they sleep with their boyfriends, he’ll turn into a monster in the morning. Guess what…

It is, moreover, a show where moral questions are rarely clearcut. Good people can do bad things and bad people good, for both the right and the wrong reasons. Beloved characters can die – Buffy herself has died twice – and sometimes these are not supernatural deaths reversible by magic.

(vía WHEDONesque)

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