Extinction. Evolution and the End of Man de Michael Boulter

Básicamente, se trata de uno de esos libros son premisa divertida. La especie humana ha tenido gran influencia en el planeta, pero aún así sigue siendo una especie animal y podría extinguirse como otra cualquiera. Lo interesante es comprobar si tal cosa es posible o no:

Sixty-five million years ago the dinosaurs were destroyed in a mass extinction event that could not have been predicted. Out of the devastation, new life developed and the world regained its natural equilibrium – until now. Scientists, employing radically new perspectives on the science of life, are beginning to uncover signs of similar event on the horizon – the end of man. Through the story of the last 65 million years, Michael Boulter reveals extraordinary insights that scientists are only now beginning to understand about the past, the rise and fall of species and the nature of life.

Extinction is an introduction into the new developments in the science of life as well as a chilling account of the effects that humans have had on the planet. The world will adapt and survive – humanity will not.

[Estoy escuchando: «Misturas» de Benito Cabrera en el disco Travesías]

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Nature via nurture. Genes, Experiences and What Makes Us Human de Matt Ridley

Habla de la influencia de la biología y el ambiente en la configuración de los seres vivos. Parece que pinta una imagen muy compleja, llena de interacciones e influencias mutuas:

What makes us who we are?

In February 2001 it was announced that the genome contains not 100,000 genes as originally expected but only 30,000. This startling revision led some scientists to conclude that there are simply not enough human genes to account for all the different ways people behave: we must be made by nurture, not nature. Yet again biology was to be stretched on the Procrustean bed of the nature-nurture debate.

Aclaimed science writer Matt Ridley argues that the emerging truth is far more interesting than this myth. Nurture depends on genes, too, and genes need nurture. Genes not only predetermine the broad structure of the brain, they also absorb formative experiences, react to social cues and even run memory. They are consequences as well as causes of the will.

Published 50 years after the discovery of the double helix of DNA, Nature via Nurture chronicles a revolution in our understanding of genes. Ridley recounts the 100 years’ war between the partisans of nature and nurture to explain how this paradoxical creature, the human being, can be simultaneously free-willed and motivated by instinct and culture. Nature via Nurture is an enthralling, up-to-the-minute account of how genes build brains to absorb experience.

Michael Ruse lo reseña en The New York Times:

I have terrific admiration for professional science writers like Matt Ridley and Robert Wright and Roger Lewin. They write very well and they bring to us fascinating and important information from the world of science, a world of which few of us have firsthand experience or detailed knowledge, despite its importance to us in everything we now do. Unlike a professor, such as myself, who gets supplied with a new batch of students every year, science writers have to go out and find their own topics, research them, write them up and sell their wares.

Unfortunately, this can backfire or become a little stale at times. Every year or two you need to find a new subject. Sometimes there is something good just waiting to be treated. Ridley’s last book, »Genome,» took on the Human Genome Project, as he cleverly discussed a gene from each of the 23 human chromosome pairs. Yet sometimes you just seem to be stuck with a topic that does not truly catch fire. I have a bit of a feeling this way about »Nature via Nurture.» The parts are really good. Not only are there the discussions of schizophrenia and imprinting, but others about child development and the controversy over the relative effects of parents and peers on adult attitudes, about identical twins and the difficulties (and triumphs) of breaking apart home influences and the twins’ shared biology, about the effects on adults of the wartime starvation of their mothers when pregnant, and much more.

But somehow, as a whole, for me the book never really excites. During the controversies about human sociobiology and the importance of human genetics 20 or 30 years ago, »Nature via Nurture» could have been just what one wanted. Perhaps if one moves to Cambridge, Mass., it will still seem vital and needed. My feeling is that, fine though the parts may be, the message of the whole is now a bit old hat. Read it if you want a good overview, but let us hope that next time around Ridley comes up with a more vibrant topic.

Me sorprende el último comentario. Para Ruse y sus amigos será evidente que la cuestión es compleja y estamos hablando de un curioso entramado de genes y ambiente. Sin embargo, yo conozco mucha gente empeñada -normalmente por razones políticas- en negar cualquier influencia a los genes. Por tanto, no me parece tan trivial o carente de emoción.

Por cierto, he comprado el libro porque el anterior que leí de Ridley, Genoma, me encantó.

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Libros online en Amazon.com

Mientras los sitios españoles de comercio electrónico siguen sin enterarse de nada…

(El otro día fui a uno con buscador -iba de libros- que me pedía que indicase si estaba buscando el nombre del autor o el título del libro. ¿A estas alturas de la historia de Internet seguimos con la misma estupidez? Se le exige al usuario que haga el trabajo del programador que resulta ser un vago. ¿Qué más da si es un título o un autor? Todo está en la base de datos, pues que busque por lo que yo pongo y que me ofrezca lo que salga.)

…Amazon.com vuelve a demostrar por qué es el más importante sitio de comercio electrónico (el único en que compro): está planeando ofrecer el texto de miles de libros (enlace en BBC News y The New York Times) a disposición de sus usuarios, de forma que el sitio sea todavía más atractivo y de paso intentar vender algunos libros más. La lógica es muy simple: si puedes leer un poco del texto de algún libro, como harías en una librería de verdad, es más probable que acabes comprando el libro, incluso si no es el libro que pretendías comprar cuando llegaste al sitio. En todo caso, serían sólo libros de ensayo.

El truco está en la base de datos. El plan incluye permitir buscar en el contenido de los libros y luego mostrarte los más adecuados. A los editores les preocupa, pero probablemente los que acepten acabarán vendiendo más libros. En cualquier caso, si se lleva a la práctica, veremos qué resultados da.

Por otra parte, es agradable ver que hay sitios dispuestos a compensar por las deficiencias de un sitio en Internet. En un establecimiento real uno puede pasearse por los pasillos y acabar encontrando algo que comprar. En la mayor parte de los sitios españoles de venta comprar es un suplicio, incluso cuando sabes exactamente qué deseas.

Eso sí, parece que la idea se debe en parte a una reacción a la popularidad de Google. La competencia es en este caso muy beneficiosa (por cierto, Amazon.com ofrece ahora el buscador de Google en su sitio).

[Estoy escuchando: «Misturas» de Benito Cabrera en el disco Travesías]

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Prohiben los mensajes sexuales

La provincia china de Liaoning ha prohibido los mensajes SMS que sean «insultantes, sexuales o mentirosos». Hay que reconocer que los censores son graciosos, porque llevar a la práctica semejante prohibición será todo un trabajo de… bueno, chinos. Aparentemente, en dicha provincia se envían 10 millones de mensajes SMS al día. Y China es de por sí el mayor mercado de móviles del mundo con nada menos que 207 millones de usuarios.

[Estoy escuchando: «Bergen» de Benito Cabrera en el disco Travesías]

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«Es que la semana sólo tiene un día»

Me imagino a los directivos de Tele 5 reunidos en su sala de juntas. Están decidiendo qué día emitir su «Noche de series» propia –Embrujadas y Ally McBeal– y uno de ellos pregunta -para eso le pagan un buen sueldo: «¿Cuándo emite la 2 las suyas?». El martes –Las chicas Gilmore y A dos metros bajo tierra-, le responden, y el añade: «Pues entonces, la nuestra el martes también». Los demás directivos, que también cobran un buen sueldo, se miran unos a otros, reflexionan durante unos minutos, y aceptan la sabiduría de la decisión: «Claro, no hay más días en la semana».

Yo, que no entiendo nada de empresas y menos de cómo se dirige una televisión, debo deducir solito la lógica de la decisión. Por ejemplo, si se emitiesen las series en días diferentes, el espectador podría quizar ver las cuatro -si le apetece- en lugar de elegir o tener que grabar alguna de ellas, lo cual sería un desastre porque, bueno, no estaría viendo una de las dos cadenas y podría ser la nuestra. Es mejor competir con el mismo producto a la misma hora, a ver quién fracasa primero: con un poco de suerte serán los otros y habremos conquistado la franja horaria.

Supongo que tiene cierto sentido a la gengis.

[Estoy escuchando: «Polcas» de Jose Antonio Ramos en el disco Los Cuatro Gigantes]

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Monopolio

El monopolio recién inaugurado de la televisión digital en España ya ha tenido una consecuencia nada beneficiosa para éste que escribe. El Canal Canarias, que se emitía en Canal Satélite Digital, ha desaparecido del dial. No sé la razón, y en la información telefónica del nuevo Digital+ tampoco; se han limitado a decirme que desaparece definitivamente. No es que yo lo viese mucho, pero cada dos o tres días me gustaba ponerlo para oír el acento y ver los paisajes. Supongo que habrá muchas razones para la eliminación, incluso es posible que no tengan nada que ver con la fusión, pero la coincidencia me hace dudar.

Mientras tanto, El País sigue hoy insistiendo en las maravillas de la fusión -en este caso, los triunfos técnicos-, con su línea «oficial» de que un buen monopolio es lo mejor para el espectador. Este espectador no se lo cree. Por su lado, El Mundo sigue con su campaña particular contra la fusión: denuncia falta de cumplimiento en las condiciones impuestas para autorizarla. ¿Será verdad? Viniendo de El Mundo… Por otra parte, si es cierto, ¿por qué no informa El País de esas posibles irregularidades? Hubo una época en que El País me parecía un gran periódico. Me sigue pareciendo el mejor de España, pero simplemente porque el resto es tan malo que cualquier periódico decente destaca. Pero está tan vendido a sus intereses empresariales como El Mundo a sus intereses políticos.

[Estoy escuchando: «Mujeres Del Hierro» de Jose Antonio Ramos en el disco Los Cuatro Gigantes]

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Ejerce el poder

Me encontré este anuncio contra las drogas en una parada de guagua:

El texto dice: «Si tienes el poder de hacerles creer que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos, imagínate el poder que tienes». Va dirigido primero a educadores, medios de comunicación, publicitarios, deportistas, políticos… Pues no sé, la verdad. En primer lugar, yo pensaba que el teorema de Pitágoras era algo que se podía demostrar y por tanto no hacía falta «creer» en él (supongo que sí hace falta creer en los axiomas de la geometría o la aritmética). En segundo lugar, y ahora hablando como ex profesor, creo que pocos educadores se sentirán con el poder de hacer «creer» cosas a sus alumnos. Los míos, mis alumnos no mis profesores, siempre me parecieron personas eminentemente pragmáticas que como mucho se molestaban en hacer algo o memorizar algo para aprobar (otro no se molestaban). Lo de creer en las cosas que les decía me parece que nunca entró en sus planes. Tenían cosas más importantes de qué preocuparse.

Lo de creerse lo que dicen los políticos ya no lo voy a comentar.

[Estoy escuchando: «Bergen» de Benito Cabrera en el disco Travesías]

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Aerogeneradores

En nuestra salida de este fin de semana he podido comprobar un hecho curioso: la costa de la muerte sufre una infestación de aerogeneradores. Y no una infección pequeñita de unos cuantos, sino un buen montón de ellos en lo más alto, todos allí girando pacientemente, produciendo electricidad y sin duda aguardando a su Quijote como si de personajes de Beckett se tratase:

Ojo, que no tengo nada en contra de esos cacharros. De hecho, me resultan vagamente tranquilizadores.

Subiendo y bajando por las carreteras pudimos disfrutar de algunas vistas impresionantes. Lástima que el tiempo no acompañase, pero esto es Galicia y el tiempo rara vez acompaña:

En justicia, pillamos varias horas de sol (bastaba con estar en el sitio justo) y pudimos ir a la playa en Ancoradoyro y Carnota. Precisamente en un quiosco de Carnota encontré un Super Humor con mi historia preferida de Mortadelo: «El caso del bacalao», que me parece una perfecta traslación en cómic del concepto de lo sublime que tenía Edmund Burke. Venía buscándolo desde hace tiempo (debo tener otro ejemplar, aunque estará en un continente diferente) pero sin suerte:

Viene otra historia curiosa: «¡Valor y al toro!». El estilo es reconociblemente el de Ibañez, pero también es diferente. Incluso Filemón lleva una chaqueta roja y va sin pajarita, e incluso los disfraces de Mortadelo tienen cremallera. ¿Hay alguna razón para eso? ¿Lo dibujó alguien imitando el estilo de Ibañez? ¿Lo hizo Ibañez para otro mercado?

[Estoy escuchando: «Alto polkaje» de Benito Cabrera en el disco Travesías]

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The Transparent Society

Se podría acusar a David Brin de ser un optimista a muerte, pero yo más bien sospecho que pertenece a la tradición eminentemente pragmática de los padres fundadores americanos: se hace lo mejor posible dentro de lo que se puede hacer. Si hoy hacemos lo mejor, el futuro ya se encargará el solito de acercarse a la utopía. Ahora que lo pienso, puede que sí sea optimismo. En cualquier caso, esta es mi visión del primer capítulo, «The Challenge of an Open Society», de su libro The Transparent Society.

David Brin se mete de lleno en el debate entre intimidad (que ahora llaman privacidad) y libertad, y lo hace de forma ciertamente curiosa: negando que exista disputa entre intimidad y libertad, o mejor dicho, que la pérdida de la intimidad conlleve automáticamente pérdida de libertad. Todo depende de cómo se haga. Es más, inevitablemente tendremos que decidir cómo manejar y enfrentarnos a la pérdida de intimidad. Parte de un supuesto, para llegar a esa conclusión: el avance tecnológico nos quitará la intimidad queramos o no. Es decir, la Sociedad Transparente del título es inevitable. En lo que respecta a ese punto, hay pocas razones para pensar que se equivoca.

(El subtítulo del libro -Will Technology Force Us to Choose Between Privacy and Freedom?- es deliberadamente erróneo. Brin plantea que no es necesario elegir, que se puede nada y guardar la ropa. Quizá sí sea un optimista.)

Para centra la cuestión, plantea dos posibilidades en forma de dos ciudades. Las dos están llenas de cámaras y cualquiera que se mueve por sus calles está bajo continua vigilancia. En la primera ciudad, las imágenes de las cámaras sólo están disponibles para la policía que las usa como mejor le parece. En la segunda, cualquiera puede conectarse desde su casa a cualquier cámara, incluso a las cámaras situadas en la sala de control de la central de policía. En la primera ciudad, los ciudadanos son vigilados por sus guardianes. En la segunda, los ciudadanos pueden vigilarse unos a otros y además vigilar a sus guardianes.

Puestos a elegir, ¿en qué ciudad querría vivir?

La alternativa, según Brin, es por tanto aceptar la pérdida de la intimidad y en consecuencia asegurarnos de que cualquiera pueda tener acceso a los datos que produzcan las cámaras o cualquier otro sistema de vigilancia. En caso contrario, por ejemplo, promulgando leyes que protejan las intimidad a pesar de los avances tecnológicos, sólo conseguiremos que los sistemas de vigilancia estén en manos de los ricos, los poderosos y los criminales. Creeremos vivir en una sociedad que garantiza la intimidad, pero en realidad viviremos en una ciudad que ha desplegado cámaras muy pequeñas y que los ciudadanos no podremos ver.

Oh, we may agitate and legislate. But cant «privacy laws» really prevent hidden eyes from getting tinier, more mobile, and clever? In software form they will cruise the data highways. «Antibugs» technologies will arise, but the resulting surveillance armas race can hardly favor the «little guy». The rich, the powerful, police agencies, and technologically skilled elite will always have an advantage.

Para Brin, la única forma de garantizar la libertad es mantener la posibilidad de la crítica, es decir, la posibilidad de examinar las actividades de los ricos y poderosos, de las grandes corporaciones y de los gobiernos. La transparencia nos permitirá conocer lo que hacen. Por desgracia, eso es precisamente lo que ninguna gran empresa o gobierno desea, y los errores se entierran en el más absoluto secreto. Por desgracia, a medida que avanza la tecnología, los errores pueden llegar a ser muy costosos.

En la introducción de libro, Brin plantea ya su posición básica: lo importante es la responsabilidad. Poder saber quién ha hecho qué cuándo. Para el resto de nosotros, nuestra defensa radicará en que nuestras actividades cotidianas carecerán de tal importancia que nadie prestará atención, especialmente cuando las actividades de los demás son tan transparentes como las nuestras (pone por ejemplo un restaurante, en el que todos los comensales hablan sin preocuparse).

Brin se plantea defender la posición a favor de la transparencia, destacando que hasta ahora ha estado poco representada en el debate. En particular, comenta que la mayoría de las posiciones van en sentido contrario: en promulgar leyes que garanticen legalmente la intimidad, y en el uso del cifrado para evitar que ojos maliciosos espíen nuestros asuntos. Por desgracia, en la guerra por la criptografía, los grandes gobiernos y las grandes empresas llevan las de ganar: siempre se podrán permitir los ordenadores más potentes y en el futuro la criptografía cuántica (con lo que sus secretos estarán definitivamente blindados).

¿Es posible la sociedad que plantea David Brin? ¿Es posible mantener ese delicado equilibrio entre responsabilidad, libertad y al menos una pequeña fracción de intimidad? Plantea que sí y dice que defenderá la posición en el resto del libro.

It is hard for recent cave dwellers to transform themselves into smart, honest, and truly independent creatures of light.

For millennia, philosophers have told us we could do it by willing ourselves to behave better, through faith, or by obedience to strict codes of conduct. Those prescriptions never worked well, no all by themselves, and they proved almost useless at thwarting truly malignant men bent on harming others. But now, at last, we seem to have hit on a pragmatic tool more in keeping with our ornery natures.

Accountability.

All right, it still has some kinks to work out. We cave folk are new at this sort of thing -just a few centuries along the road of democracy, and only decades exploring diversity as a paramount virtue.

It’s unclear, as yet, how far this road will take us. Nevertheless, one fact should grow apparent soon.

We’ll all stumble a lot less if we can see where we are going.

[Estoy escuchando: «Iaichem» de Benito Cabrera en el disco Travesías]

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Lentillas

Hoy me he puesto lentillas por primera vez, y las llevé durante unas cuatro hoas. Voy con gafas desde los ocho años y la verdad es que empezaba a estar cansado. Por el momento no me planteo operarme, así que voy a probar con las lentillas; unos días, a ver qué tal me adapto y esas cosas. Y, sobre todo, si soy capaz de ponérmelas y quitármelas solo. Mis astigmatismo y el tamaño del iris dificultan el asunto, pero por el momento va bien. He elegido las de día, pero si me gusta mucho me pasaré a las de mes. Lo que más me atrae de la idea es poder ponerme gafas de sol sin tener que graduarlas -que normalmente no me hacen falta, porque tolero bastante bien la luz, simplemente me gusta parecer cool– y también poderme poner gafas de otro estilo sin gastar un dineral en cristales (sí, me corrijo la visión para poder ponerme gafas, ¿qué pasa?). Éstas me las pienso comprar en cuanto pueda, que tienen un verde divino:

[Estoy escuchando: «Vaiven (Vals)» de Benito Cabrera en el disco Travesías]

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