La voz más hermosa es la de los poetas malditos

Ayer vi un trozo de Fahrenheit 451. Leí el libro cuando era muy joven, y vi la película también de niño. Recuerdo sobre todo que me impacto mucho. Una de las sorpresas de volver a encontrarla fue descubrir que no se rodó originalmente en francés, sino en inglés. Como algunos de los actores no hablaban el idioma y los guionistas tampoco, pues el resultado es francamente curioso y divertido. No la vi entera, así que tampoco puedo hablar de la obra en sí -hacia el final salen unos tíos volando, chulo- pero sí me dio la impresión de ser una parodia divertidísima.

A todo grupo le gusta sentirse maltratado y menospreciado. Y los lectores no son menos. A pesar de creerse superiores al resto de la población no lectora, no cesan de repetir las múltiples desgracias que caen sobre ellos. Cada vez se publican menos libros (a pesar de las cifras editoriales). Cada vez se lee menos (a pesar de las cifras de ventas). Ya no se leen libros de la misma calidad de antes (suele ser, sobre todo, un problema de pérdida de memoria). Es difícil mantener el hábito lector ante el ataque del fútbol y la telebasura (como si eso pudiese o debiese afectarte). Vamos, que ser lector es una cruz, una putada más que una suerte. Mantener el hábito de lectura se convierte casi en un sacerdocio, en un martirio, en un arrojarse a los leones con cada página (cuidado, que muerden). Vas con un libro por la calle y las multitudes de trogloditas te persiguen para escupirte.

Pero siempre se puede aspirar a más.

En Fahrenheit 451, en el giro paródico del que hablaba, no ya es que te desprecien, es que leer está prohibido. Es lo máximo para cualquier grupo. La indiferencia es mortal, y la mayor muestra de importancia es que alguien se tome la molestia de declararte ilegal. En el mundo de la película, no importa lo que lees, como si sólo disfrutas de Corín Tellado o Marcial Lafuente Estefanía y jamás te has metido en política, tú a la cárcel y el libro a la hoguera. Y lo más ya es inmolarse con los libros, porque la vida sin tus pequeñines de papel ya no tiene sentido ni interés; es más, en el universo moral de la película, matar a una persona es un pecado mucho menor que quemar un libro (me pregunto si los bomberos son conscientes de que algún día conseguirán quemar todos los libros y se quedarán sin trabajo; ¿no les convendría más hacer dejación de sus funciones?). Eso sí, tanto libro no ha incrementado la inteligencia de sus lectores, que se olvidan detalles importantes como instalar una antena de televisión, cuando todo el mundo sabe que no ver la tele es de peligrosos lectores subversivos.

Mentí, hay algo todavía mejor que quemarse con los libros. Lo más de lo más es olvidar tu individualidad y convertirte en un libro. Aprenderte de memoria una obra y repetírsela al primero que pase, quiera o no quiera. Te olvidas incluso de tu nombre y pasas a ser «La república de Platón» (uno se pregunta cómo se resuelve la situación cuando 100.000 personas deciden simultáneamente ser «El código Da Vinci de Dan Brown»). De hecho, en la película, el protagonista, por sus muchos crímenes, acaba en un infierno donde cada uno sólo habla del libro que más le gustó; el aburrimiento está servido.

Esa manía persecutoria se da sobre todo entre los lectores de ciencia ficción. En cuanto se reúnen varios lectores «serios» -en volumen- de ciencia ficción, acaba saliendo el tema de la difícil vida que lleva el fan, de los miles de sinsabores que ha tenido que tragarse por su elección de género; la sociedad arroja todo tipo de desprecios sobre cualquiera que se atreva a leer ciencia ficción y/o fantasía. Oyendo esas historias, en medio de una convención, uno acaba pensando que hay pandas especializadas de matones que corren por las calles persiguiendo a cualquiera que lleve un libro de ciencia ficción. Es uno de los mitos fundamentales del género, y no sirve de nada sacar a colación los muchos lectores de ciencia ficción que no sólo no se han sentido despreciados nunca, sino que han encontrado una respuesta francamente positiva de lectores de otros género. Un poco como lo de que Walt Disney está congelado. Con un mito así, no es de extrañar, por tanto, que un escritor de ciencia ficción fuese el autor de Fahrenheit 451.

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Sony presenta su nuevo modelo de cliente

Los de The Onion se superan cada día más. En Sony Unveils New Model Customer, hablan de Steve, su nueva versión del consumidor ideal:

The 72-inch, 195-pound consumer-a 34-year-old unmarried financial analyst-is smaller, lighter, and swifter than last year’s beta-model consumer, Larry.

«Larry was much less mobile, which worked well for electronics enjoyment but less so for purchasing,» said Hideo Ichimonji, head of the design team for the Ideal Consumer Project. «Also, the Larry’s decision-processing became jammed when forced to choose from more than one potential Sony product. By implementing parallel-purchasing solutions and simplifying its personality traits, we’ve ensured that Steve will always be a loyal Sony customer without any annoying system shutdowns or buying freezes.»

Hablan de la gama de colores disponibles, de su interoperabilidad con otras marcas y de su amplio límite de crédito. Sólo tiene una competencia:

Analysts say that Steve’s only real competition comes from Apple Computer’s own ideal consumer, the iBuy. But because the much more expensive iBuy is designed only to purchase and enjoy the pricier, but limited Apple product line, and is not intershoperable with other systems, Steve’s appeal will likely prove much broader.

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Padre de familia en Harvard

Seth MacFarlane -creador de Padre de familia y American Dad (¿se han fijado que traducción española de la esta serie, Padre made in USA, sigue conteniendo un 75% de términos en inglés?)- habló en Harvard el día antes de la graduación (demasiado macarra para la graduación en sí). Y el hombre, claro, dio sus consejos con su propia voz, pero también como Peter, Quagmire y, mi prefiero, Stewie. Cada personaje conservaba su personalidad, por lo que los consejos de Peter eran totalmente idiotas y los de Quagmire… bueno, ya se lo imaginan.

Stewie en particular se sabe más listo que todos los graduados de Harvard de 2006 juntos, y no tiene reparos en meterse con ellos. Como también se mete con South Park, la iglesia y los que se hacen tatuajes con caracteres orientales.

(vía Hanzi Smatter)

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¿Creías que no se podía ganar dinero con Google?

Pues aquí tienes un cheque de AdSense por 901.733,84 dólares. Impresionante, ¿verdad? En realidad, no tanto. Son dólares canadienses, por lo que se quedan en 639.413,28 euros (según Google). Además, es un cheque por dos meses, por lo que la cifra se reduce a 319.706,64 euros al mes (según mi calculadora). Sigue sin estar mal, pero no impresiona lo mismo. ¿O sí?

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Google Spreadsheet

He estado probando Google Spreadsheet y la verdad es que tiene buena pinta. Mi uso de las hojas de cálculo es más bien primitivo, y para mis necesidades, este Google Spreadsheet cumple perfectamente (hasta ahora usaba el programa que viene con OpenOffice). El único problema es que por el momento no genera gráficas. La gran ventaja es que está disponible donde tenga un ordenador conectado a internet (otra desventaja es que tus datos están en el ordenador de otro).

Lo he probado importando una de las hojas de cálculo donde registro las visitas a la página, y todo ha funcionado perfectamente. Excepto el gráfico, claro.

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[Recibido] Imágenes de la locura. La psicopatología en el cine, de Beatriz Vera Poseck

He tenido la oportunidad de leer varios libros de Calamar Ediciones (por ejemplo, Prime Time) y he quedado francamente impresionado. Suelen ser libros muy eruditos escritos para que se lean con gran facilidad. Hoy he recibido Imágenes de la locura (Calamar Ediciones. 416 páginas. 19,90 euros. ISBN: 84-96235-15-7), que parece cumplir las mismas condiciones pero en este caso analizando la representación de los trastornos psicológicos en el cine. Lo realmente llamativo es que su autora es psicóloga y, dice en la solapa, estudia también Filología Hispánica.

De la contraportada:

¿Qué papel juega la figura de la madre de Norman Bates en Psicosis? ¿Qué es lo que le pasa por la cabeza a Sigourney Weaver en Copycat para no querer salir de su casa? ¿Por qué Jack Nicholson en Mejor… Imposible lleva guantes y se lava constantemente las manos?

Por sus manifestaciones insólitas y a veces extremas, por sus conductas que nos sorprenden e inquietan, la locura es un mundo cargado de posibilidades que el cine, en tantas ocasiones, ha incorporado a sus argumentos para despertar la curiosidad y cautivar al espectador.

La asociación del cine y la locura se remonta a los albores del Séptimo Arte, cuando Dr. Dippys’ Sanitarium (1906) y El gabinete del doctor Caligari (Das Kabinett des Doktor Caligari, 1919) iniciaban una larga lista de filmes, que llega hasta nuestros días, con la locura como parte del argumento central.

Imágenes de la locura repasa exhaustivamente el mundo de la psicopatología, describiendo los principales trastornos de la mente (autismo, amnesia, esquizofrenia, ansiedad, retraso mental, agorafobia, trastorno obsesivo compulsivo, disociación….) y analizando su reflejo y tratamiento en el celuloide.

Un libro que cautivará tanto a los apasionados del cine como a los interesados en la psicología, y les ayudará a comprender e interpretar numerosas películas, entre las que se encuentran algunas de las obras maestras de la historia del cine, a la vez que les introducirá en el complejo y fascinante mundo de la psicopatología.

Una guía por los más oscuros y recónditos pasadizos de la mente humana a través de la gran pantalla.

Y la solapa se extiende un poco más:

El cine suele ser, en la mayoría de los casos, el único modo que tiene el público de acercarse al fascinante mundo de la locura, convirtiéndose así en el único referente, pero la imagen que ha transmitido no es demasiado acertada, y ha ayudado a perpetuar mitos y estigmas sobre las enfermedades mentales durante décadas.

Este libro, que recoge los principales trastornos de la mente humana, pretende dar una visión correcta de la psicopatología y sus manifestaciones, analizando de un modo ameno y accesible las principales características de los trastornos, sus causas, los tratamientos, los casos más famosos, y todo acompañado de un repaso por las principales películas que han reflejado el trastorno mental desde los primeros pasos del cine mudo hasta la más reciente actualidad.

Después de su lectura, muchas películas míticas, de referencia –Psicosis, El pequeño salvaje, Recuerda, Las tres caras de Eva, Memento, Spider, El aviador, El club de la lucha…-, que ya forman parte esencial de nuestra cultura, cobrarán nuevos significados.

Este libro surge de la necesidad de comprender el cine no sólo desde su perspectiva cinematográfica, sino desde los múltiples campos que conectan con él y de los que se sirve para crear imágenes, diálogos y efectos.

Imágenes de la locura llena un vacío, que ya se reclamaba imprescindible, en la bibliografía española más solvente y actual sobre la relación entre la psicopatología y el cine.

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