Mobius Dick, de Andrew Crumey

Mobius Dick (publicada en español con el mismo título) es un híbrido fascinante. Por un lado es una novela literaria, por el otro, es una parodia de novela literaria, y cuando se llega al borde de la novela y la parodia, resulta ser una deslumbrante reflexión sobre la creación intelectual. Está escrita con tal garbo que no puedes sino rendirte a las pocas páginas. Si entras en la historia, el viaje no baja de alucinante.

Todo comienza cuando el físico John Ringer recibe un misterioso mensaje en su teléfono cuántico. Dice «llámame: H.» y como todo adulto, John no sabe buscar quién se lo ha enviado (¿una antigua amante?). Trasteando con los menús del teléfono, da con información sobre conferencias en su universidad y una en particular, sobre Moby Dick, le llama la atención. Decidiéndose a confiar en el azar, asiste a la conferencia. El título «Cicloides viciosas» daba a entender algo interesante, pero la conferencia resulta ser un fárrago arbitrario donde la conferenciante va razonando por pura analogía, yuxtaponiendo interpretaciones a medida que le resultan convenientes, extrayendo significados de donde no los hay. Que Andrew Crumey está parodiando el mundo de la crítica literaria y la novela literaria -que funciona así, fingiendo la creación de sentido uniendo elementos arbitrarios- está claro. Lo que el lector tarda todavía una páginas en comprender es que Andrew Crumey está describiendo su propia novela.

A partir de ahí, nos somete a un viaje impresionante en el que va encajando elementos en un complejo puzzle. Schrödinger y el origen de la mecánica cuántica, Melville y su ballena, Schumann y la inspiración del genio, Thomas Mann y la influencia de la política en el autor, Heinrich Behring y la influencia de la política en el autor… ¿Cómo, no saben quién es Heinrich Behring? Pero si es un famoso autor en la República Democrática Británica. La República Democrática Británica -socialista- es el mundo real. ¿No lo sabían? Nosotros vivimos en las páginas de una novela.

Y también E.T.A. Hoffmann, que ofrece el modelo para todo el libro.

Los personajes entran y salen, hacen comentarios que tienen ecos en otros lugares y tiempos. De pronto un capítulo es una obra de ficción dentro de la ficción. Al siguiente, la ficción que estamos leyendo es ficción dentro de otra ficción. Un mismo personaje se duplica o triplica. Unas personas se encuentran con otras en líneas alternativas diferentes. Y de fondo, continuamente, una pregunta insistente: ¿cómo funciona el genio creador?, ¿cómo se escriben las grandes novelas?, ¿como se hacen los grandes descubrimientos?

Y le sale. Durante un momento dudé, confieso, pero le sale. Primero, porque Andrew Crumey posee un descarado sentido del humor y es imposible enfadarse con él incluso cuando te toma el pelo. En este libro, como en todos sus anteriores, hay algo de juego en serio, de expresión hierática -después de todo, finge ser una novela literaria muy sobria- que está conteniendo una enorme sonrisa. Segundo, porque los personajes son atractivos -ese Schrödinger mujeriego, esa Bettina von Arnim alternativa- y en particular, los esfuerzos de John Ringer por dar sentido a éste u otro universo. Y tercero, porque la mecánica cuántica le permite jugar con todos esos elementos, pegándolos como quiere, transformándolos como le apetecen, sirviéndole de punto común que une todas las tramas.

Mobius Dick es una excelente novela, divertida, compleja, juguetona. Se deleita en un juego de espejos intelectual que puede hacer las delicias de cualquier lector dispuesto a entrar en ella.

[50 libros] 2006


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Mis series del 2006 (II): Paranoia Agent

Paranoia AgentCometí el error de comenzar a ver Paranoia Agent un día a las doce de la noche. Fue un error, digo, porque sólo pude irme a la cama tres horas y seis episodios después tras hacer uso de toda mi fuerza de voluntad. Y en realidad, pesó más el deseo de no consumir la serie toda de un golpe, de disfrutarla al menos durante un par de días o tres.

Todo arranca cuando una diseñadora de personajes monos -ya sabes, perritos rosas y esas cosas- está atascada con su nuevo proyecto. Tuvo mucho éxito antes con un personaje llamado Maromi, pero ahora no consigue avanzar y todos esperan su gran muestra de genio. Estresada por el trabajo -ella es tímida y no se comunica bien-, un día camina por la calle de noche y es atacada por un chico con patines, gorra y armado con un bate de béisbol dorado y doblado por la mitad.

A ese primer ataque le suceden otros, la policía interviene, se captura a un sospechoso, y la serie va retorciéndose, negándose a entregar una respuesta y adoptando cada vez tintes más simbólicos y surrealistas. ¿Qué está pasando en realidad? ¿Quién es el chico del bate y de dónde ha salido?

Paranoia Agent es una serie sobresaliente en todos los aspectos. La animación es espectacular -¿dije que era anime?-, el guión es una combinación perfecta de crítica social y elementos alegóricos, los personajes están maravillosamente definidos, y la música es soberbia. Un detalle de la animación es que va modificándose para adaptarse en cada momento a lo que se está contando. A veces el cambio es más sutil, para reflejar la lascivia de un personaje, a veces más explícito, como cuando el detective entra en el mundo del Japón de su infancia donde todo es bidimensional.

El desarrollo de la serie va cada vez a más. Los ataques inicialmente parecen incluso benéficos -ayudando incluso a cambiar la percepción que las víctimas tienen de su lugar en el mundo-, pero acaban tornándose más brutales e incontrolados. Con el paso de los episodios, poco a poco van saliendo críticas a la sociedad japonesas. Un capítulo habla sobre los pactos de suicidio, otro critica las condiciones laborales en el negocio del anime y en general el mundo otaku no sale nada bien parado.

Al final, la serie resulta ser una crítica del Japón actual. Un país que no ha aceptado sus culpas y que intenta enterrarlas en el pasado o en un mundo de juguetes monos y fantasiosos. Pero las culpas reprimidas acaban saliendo a la luz y desencadenan las mismas consecuencias que la primera vez. Sabiamente, el final deja que sea el espectador el que reflexiones y saque las conclusiones finales.

Pero desde mi punto de vista, el gran triunfo de Paranoia Agent radica en que toda esa crítica social está insertada en una narración apasionante, en un mundo rico de personajes fascinante, en una serie de trece episodios tan poética como hipnótica. Que no desees escapar a su fascinación es el mayor halago.

Anteriormente:
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The Tipping Point, de Malcolm Gladwell

The Tipping Point es uno de esos libros que pierden en el recuerdo. Lo leí con mucho interés, porque el autor es bueno contando sus historias y consigue imprimirles mucho ritmo. Por desgracia, como muchos de estos libros, se cuentan más anécdotas que otra cosa. Se supone que la superposición de anécdotas te acaba dando una visión general. No creo que sea el caso.

Básicamente, el libro cuenta cómo fenómenos sociales, tendencias o comportamientos que están reducidos a un pequeño grupo estallan de pronto en la sociedad general. Explica la dinámica social de ese proceso, y los pequeños elementos que van confluyendo para provocar ese cambio. En especial, los distintos tipos de personas involucradas. A algunas personas se les da muy bien encontrar tendencias, a otras difundirlas, etc…

El problema del libro, como ya he dicho, es que hay muchos ejemplos, muchas anécdotas sobre esto o aquello. Los ejemplos en sí son fascinantes, y si uno no busca mucha teoría, pueden ser muy satisfactorios. Por ejemplo, en su día comenté los interesantes experimentos con los niños, Barrio Sésamo y la multitarea. Hay muchos más, por ejemplo, la difusión del consumo de tabaco, o la moda del suicidio juvenil en algunas sociedades.

Mi problema, ahora, un año después de leerlo, es que no hay realmente una idea común que lo una todo. Hay un popurrí de ideas, que quizá vayan juntas, quizá no, pero no un fondo que las unifique.

[50 libros] 2006


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#34 El espejo roto de Pierre Vidal-Naquet

El espejo roto

Lo confieso, no recuerdo nada de este libro. Recuerdo bien el libro anterior y el posterior, pero no éste. La primera frase dice «Los griegos inventaron la política» y luego añade «Entre los griegos, los atenienses inventaron la tragedia», que parecen afirmaciones que merecen una reflexión. Pero no recuerdo si la tragedia reflejaba la polis, o la polis reflejaba la tragedia. Y no me pregunten por qué el espejo estaba roto.

Supongo que podría salir de dudas releyéndolo. Quizá algún día.

[50 libros] 2006

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#15 El extranjero de Albert Camus

¿Qué les voy a contar de este libro? Es una de esas obras clásicas que todo el mundo lee, o que todo el mundo afirma leer, cubiertas ya de tal capa de interpretaciones, que el sentido real del libro -si lo tuvo- nos es totalmente inaccesible. En ese aspecto, les recomiendo el artículo de la Wikipedia, que ofrece una interpretación con la que estoy básicamente en desacuerdo.

El protagonista, Meursault, mata a otro hombre. Le juzgan y le condenan a muerte. Lo que la novela explora no es eso, sino las circunstancias anteriores al crimen, las razones para condenarle (incluso es posible preguntarse por qué crimen en concreto se le está condenando) y las reacciones del protagonista.

Al pobre hombre se le interpreta como apático y desinteresado en el mundo. No me parece justo. Yo veo a Meursault con muchas opiniones, e interesado por muchas cosas. Simplemente, al hombre no le interesan cosas que los demás consideran muy importantes. Es más, tampoco tiene el más mínimo interés en reaccionar de la forma que los demás consideramos adecuada, pero eso no quiere decir que sea pasivo o indiferente.

Desde mi punto de vista, la clave de todo está en el momento del asesinato. Es al final de la primera parte, antes de la segunda parte que contiene el juicio y el discurso del universo sin dios. La secuencia es muy simple. Hay una serie de impresiones, un conjunto de imágenes y fuerzas que van confluyendo en ese momento. Se dispara una pistola. Quién fue responsable del disparo no está claro. La pistola estaba en manos de Meursault, y fue su dedo el que apretó el gatillo. Pero las causas son múltiples, variadas y casi todas externas al protagonista. Es una escena confusa, caótica, abigarrada.

Luego el protagonista dispara cuatro veces más. Me pregunto por qué. Y me respondo que esos cuatro disparos dejan clara la posición de Meursault. El primer disparo podría considerarse accidental, un puro producto del azar y la circunstancias. Pero los otros cuatro presentan a Meursault aceptando el acto. Disparar cuatro veces más es aceptar como propio lo que primero fueron circunstancias del mundo. Si el universo le había convertido en asesino, él ahora decide libremente aceptar ese papel.

No me parece indiferencia, francamente.

Yo creo más bien que Meursault mira hacia otro lado. No mira hacia donde miramos los demás. Se le condena más por un crimen moral que por un crimen real.

[50 libros] 2006

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Abducted: How People Come to Believe They Were Kidnapped by Aliens, de Susan A. Clancy

¿Cómo es posible que personas, por lo demás normales, afirmen algo tan absurdo como que han sido secuestradas por seres extraterrestre y sometidas a extrañas pruebas médicas?

En Abducted, Susan A. Clancy estudia a esas personas e intenta descubrir cómo llegaron a creer algo así. Lo hace sin burlarse -porque tras la risa encontramos que no hemos avanzado nada- y mostrando grandes dosis de empatía; después de todo, creer cosas extrañas es una característica más que humana.

Las conclusiones son variadas. Los abducidos son personas normales que, como casi todas las personas normales, no aplican el principio científico de la explicación más simple. La experiencia que sufrieron, para ellas totalmente real, fue tan intensa que quieren encontrarle una explicación. En confirmar esas creencias, el carácter subjetivo pesa más que cualquier prueba material, el fenómeno de «yo lo viví y tú no». Se busca la explicación que parece correcta, no necesariamente la verdadera.

Según la autora, creer haber sido abducido por extraterrestresD es un proceso gradual. Poco a poco, la persona va construyendo una explicación que parece ajustarse a todos los datos. Por desgracia, esos datos son elementos subjetivos a los que nadie más tiene acceso.

Destaca también la relación entre la recuperación de recuerdos por medio de hipnosis y creencias previas en extraterrestres. La hipnosis parece ser capaz de generar recuerdos falsos, pero si no hay una predisposición previa, es muy difícil adquirir esos recuerdos. «Visualizing things, imagining things that didn’t happen, is an excellent way to start thinking they did». Explora también la consistencia de muchas de las historias de abducidos, llegando a la conclusión de que no son tan consistentes entre sí como se cree. Hay muchas similitudes, pero también muchas diferencias. Comenta que los alienígenas son una buena explicación para cualquier fenómeno, porque cualquier objeción a la experiencia se puede responder apelando a la superioridad tecnológica de los extraterrestres.

En un capítulo dedicado a quiénes son abducidos, se comenta que esas personas tienen cierta tendencia al pensamiento mágico, a las creencias sobrenaturales. Pero lo que sí deja bien claro es que esas personas no están locas. Puede que crean en algunas cosas extrañas, que tiendan a diferenciarse algo más de los demás, pero por lo demás son personas perfectamente normales.

El último capítulo es el más interesante de todos. Después de tratar con la gente que asegura haber sido abducida, la pregunta es evidente, ¿por qué ibas a querer creer algo así? Puestos a creer que te ha pasado algo, ¿por qué creer que los extraterrestres han hecho experimentos contigo? La respuesta que ofrece es muy simple: nos gusta dar sentido a nuestras vidas. A esas personas, el contacto con extraterrestres no sólo les parece real, les parece también que les ha cambiado la vida. Al final, la autora está en descuerdo con Carl Sagan, quien afirmaba que las creencias pseudocientíficas se correlacionaban con la ignorancia científica. La ciencia no tiene nada que ver. Para mucha gente, creer en abducciones extratrerrestres satisface un ansia espiritual.

Y luego hace algo que seguro que suena controvertido. Compara la experiencia de los abducidos con las experiencias de los místicos cristianos, preguntándose si no tendrán un origen común, una misma experiencia que en su momento se explicó de otra forma. Viene a decir que para los abducidos, su experiencia ofrece los mismos beneficios que muchos otros obtienen de sus religiones. El libro termina con «Being abducted by aliens may be a baptism into the new religion of our technological age».

Al hilo del libro de Disch, me pregunto qué papel -asumiendo que la autora tenga razón- ha tenido la ciencia ficción en todo esto. Dado que la ciencia ficción ha tendido a tratar a los extraterrestres como ángeles más o menos disfrazados, parece claro que ha influido poderosamente en la forja de nuestra percepción popular sobre los extraterrestres. No me sorprendería.

[50 libros] 2006

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On SF, de Thomas M. Disch

A Thomas M. Disch le gusta tanto la ciencia ficción, que periódicamente saca toda su colección y le orina encima (¿o eso lo hacía Vonnegut?). Con ello, logra dos objetivos. Por un lado, aflojar un poco las cadenas de un género que no le resulta del todo digno. Por otro, se divierte un rato, lo que nunca está de más.

Aunque siendo justos, Thomas M. Disch es un hombre muy inteligente y sabe perfectamente que si bien la ciencia ficción contiene muchos elementos despreciables, es mejor destacar lo bueno y comentar lo valioso. Sus comentarios contra la ciencia ficción son más bien contra la generalidad del género:

Ideological silliness is an affliction more tolerable in the young, and, for reasons I’ve tried to lay out, exactly the same may be said of a taste for science fiction.

En mi ejemplar, ese comentario está marcado con una cara sonriente.

Lo que no quiere decir que no se meta con personas concretas. Hace una estupenda disección de Un mundo feliz, dejándola como la novela insoportablemente clasista que es. A Ray Bradbury lo pisotea como un felpudo; «He is an artist only in the sense that he is not a hydraulic engineer», dice. Y de Clarke que es «an expert at inventing scenarios that illustrate Newton’s laws of motion, of deploying vector quantities with human names in the ideal frictionless environment, not of green baize, but of outer space».

Pero por divertidos que puedan ser esos comentarios, a Disch lo que le molesta de verdad es la ciencia ficción organizada, el fandom sobre todo. Ensayo tras ensayo, lanza todo tipo de acusaciones contra el fandom, la mayoría más que razonables, otras menos fundamentadas. En general, aplica su estilo pirotécnico a desnudar los más bajos instintos del género, la inercia hacia la uniformidad que convierten en tan conservadores a los lectores de ciencia ficción. Incluso en un momento dado, acusa a la ciencia ficción de haber secuestrado el programa espacial, al haber creado y perpetuado el mito de la exploración humana del espacio.

Pero lo mejor del libro no son esos comentarios, sino los análisis de obras concretas. Algunos son negativos, pero en su mayoría son muy positivos. Se trata de ese tipo de comentario inteligente que te deja ganas de leer el libro comentado. White Light de Rudy Rucker, Cronopaisaje de Gregory Benford o El libro del sol nuevo de Gene Wolfe son algunas de las obras examinadas.

Esa es la gracia de la obra. Thomas M. Disch es uno de los críticos más feroces del género, porque lo conoce desde dentro y sabe cando se está intentando hacer pasar por otra cosa. Pero también es capaz de reconocer la buena ciencia ficción cuando la encuentra y entonces no vacila en recomendarla.

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Mis series del 2006 (III): The IT Crowd

The IT CrowdDiría que The IT Crowd es la exaltación del geek, pero sería mentira. En The IT Crowd salen dos geeks -tienen una jefa directa que debe lidiar con ellos sin saber nada de informática-, los típicos informáticos tan inteligentes como tarados socialmente, de sexualidad tan desbordada como insatisfecha. Pero en el fondo, unos tipos encantadores, porque se enfrentan al mundo con la ansiedad y la inocencia de un niño que no sabe dónde está pisando. Son una fuente interminable de humor, pero también son sinceros en su humanidad.

Pero el gran truco de la serie es hacer de ellos los mejores tarados de todos, porque en el resto de los personajes no hay nadie que no tenga graves carencias humanas. Los normales no son mejores que ellos, todo lo contrario, en muchos aspectos son peores. The IT Crowd es una de esas comedias británicas que finge estar riéndose de alguien, los pobres informáticos que tienen una dibujo del monstruo de espagueti volador pegado a la pared, cuando en realidad se ríe de otro grupo completamente diferente. Es una serie de humor sobre el mundo de la empresa, de sus mezquindades, de los jefes que no se enteran de nada, de la indiferencia despreocupada de los compañeros de trabajo. Una serie a la que no le importa recurrir a elementos casi surrealistas -tienen a un gótico desterrado a la sala del mainframe- para reírse de toda una cultura empresarial.

He visto cada capítulo dos veces -no tiene mérito, son sólo seis- y la segunda vez me reí aún más que la primera. Hay chistes y situaciones antológicas, y el final de temporada es uno de los mejores y más divertidos que se pueden hacer. Además, te puedes entretener mucho intentando identificar los muñequitos, dibujos, cajas y demás elementos que se ven de fondo. Si hasta sale Samurai Jack.

He copiado una idea de CP y Davidgp que consiste en comentar las series de televisión que más me han gustado este año. Es decir, ellos comentan las que les han gustado a ellos y yo las que me han gustado a mí. Ellos no comentan las que me han gustado a mí. No sé si me explico.

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Everything bad is good for you, de Steven Johnson

Everything bad is good for you es un libro peligroso. Te dice cosas que te apetece oír. Como consuelo, eran cosas que ya creía y no necesitaba a Steven Johnson para confirmarlas. Por otra parte, él ha hecho sus deberes y cita a más gente de la que podrías citar yo. Eso está bien.

La tesis del libro es simple: cada vez somos más listos, y los responsables son los medios culturales populares que ganan cada vez más en complejidad.

La primera parte de libro analiza la segunda parte de esa afirmación. Examinando videojuego, internet, televisión y películas, llega a la conclusión de que son medios cada vez más complejos que exigen aplicar con mayor profundidad y extensión nuestras capacidades cognitivas. Esta parte es divertida de leer, aunque en mi caso está predicando a un converso. Que las series de televisión se estén volviendo cada vez más complejas de seguir y exigen más atención por parte del espectador me resulta más que evidente. Desde Canción triste de Hill Street la tónica ha sido incrementar la complejidad de los argumentos y el número de personajes. Algunas exigen una visión tan atenta, que se convierten casi en trabajos a tiempo completo para sus seguidores. Además, la aparición de medios como el DVD permite el visionado repetido, y por tanto, la inclusión de claves y detalles que sólo se aprecian a posteriori.

Lo mismo pasa con los videojuegos, que ponen en funcionamiento mecanismos que la ficción tradicional -tan rígidamente lineal- deja de lado, Internet o el cine (aunque, la verdad, la tele le gana en complejidad).

Somehow in this age of attention deficit disorder and instant gratification, in this age of gratuitous violence and cheap titillation, the most intellectually challenging titles are also the most popular. And they’re growing more challenging with each passing year.

La segunda parte del libro es quizá más controvertida y menos convincente. En ella trata de demostrar que hay pruebas de ese incremento de la inteligencia debido al consumo de productos populares cada vez más complejos. Para ello establece como hipótesis una relación entre el efecto Flynn y el incremento de la complejidad de los productos culturales. Por desgracia, el efecto Flynn es una de esas cosas que no están muy claras, y su defensa queda coja.

Eso sí, da la misma respuesta que yo a la pregunta de Flynn: si el CI está creciendo, ¿cómo es que no vivimos en el Renacimiento? Mi respuesta desde que conocí el efecto, y la que da Johnson en este libro, es la misma: vivimos en el Renacimiento. Sólo que el Renacimiento no estás donde tú crees que debería estar. Me parece indudable que hay una explosión asombrosa de creatividad humana.

Pues eso, creo que Johnson tiene esencialmente razón, que el supuesto descenso al fondo de la cultura popular es un mito como otro cualquiera. El entretenimiento popular es cada vez más complejo y exige más de nosotros. El único problema del libro es que no acaba de demostrarlo. Aunque, mientras sigan haciendo buenos vídeojuegos y buenas series de televisión, poco importa si lo demuestra o no.

[50 libros] 2006

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Everything I know I learned from TV: Philosophy for the unrepeantant couch potato, de Mark Rowlands

Everything I know I learned from tv de Mark Rowlands se distingue en dos aspectos muy importantes de su The philosopher at the end of the universe. 1) En lugar de películas usa series de televisión. 2) Los temas tratados son mucho más importantes.

Sí, más importantes. ¿A quién le interesa en realidad el libre albedrío? Estoy seguro de que si mañana se demostrase que el libre albedrío no existe, la sociedad seguiría funcionando exactamente de la misma forma. ¿A quién le importa si al entrar en una máquina teletransportadora quizá acabes convertidos en dos individuos que podrían afirmar, con los mismos derechos, ser tú? ¿Importa si es razonable o no actuar moralmente? Actuamos o no actuamos moralmente, y eso es lo único importante.

Este libro, decía, usa series de televisión en lugar de películas. Quizá se deba a que su propósito sea examinar la condición moderna (dice, sabiamente, que todavía no hemos aprendido a ser modernos, como para plantearnos ser postmodernos) y eso es más fácil en una serie, donde el desarrollo de los personajes puede hacer con mucho tiempo, acumulando muchas experiencias diferentes.

Examina, decía, la condición moderna: sus ventajas y sus defectos. La define más o menos de esta forma: nuestra meta principal es la realización personal y los demás importan en la medida en que nos ayuden a realizarnos personalmente, es decir, la define como una época de individualismo radical. Por desgracia, si la única guía es nuestra propia realización personal, ¿cómo sabemos que nos hemos realizado personalmente si no admitimos ningún baremo externo? ¿Cómo sabemos si alguien ha fracasado en su realización personal, si su realización personal es personal? Además, si los demás son instrumentos para nosotros, nosotros somos instrumentos para los demás. Empiezan a nacer tensiones entre lo que queremos para nosotros y lo que los demás quieren para nosotros. Y así sucesivamente, enumerando más problemas y tensiones.

(El libro no afirma que todos seamos modernos. Lo que dice es que aspiramos a la modernidad y precisamente muchos problemas surgen de que no sabemos ser modernos, aunque es lo que pretendemos. Otros problemas surgen de las contradicciones inherentes a la modernidad tal y como la define. En el libro comenta ambos tipos de problemas.)

Y luego coge las series de televisión, y las usa como ejemplo, elaborando más cada problema.

Las series son: Buffy cazavampiros (¿tenemos obligaciones?), Los Soprano (¿una buena persona puede hacer cosas malas?), Sexo en Nueva York (¿qué es la felicidad?), Friends (¿qué es el amor?), 24 (¿qué es la justicia?), Seinfeld (¿el egoísmo tiene algo de malo?), Los Simpson (¿cuál es la mejor forma de vivir?) y Frasier (¿cómo puedes conocerte a ti mismo?).

Los dos tratamientos que más me gustaron fueron los de Seinfeld y Frasier.

En el capítulo dedicado a Seinfeld, se trata el tema del egoísmo. Como la posición moderna es individualista, podría pensarse que es enteramente egoísta. El autor muestra que una cosa es decir que lo importante es tu realización personal y otra la forma en que se manifestará esa realización, y el egoísmo entra en ese segundo punto. Aprovechando la serie, y retomando una y otra vez el genial capítulo final, va exponiendo una visión del egoísmo. Su conclusión final es que es imposible demostrar con argumentos racionales que uno no debería ser egoísta, pero simultáneamente, es imposible demostrar racionalmente que uno debería ser egoísta. Ser un egoísta o un santo son posiciones que trascienden la razón, y la única forma de defenderlas o atacarlas es por medio de ejemplos. Como hace Seinfeld, mostrando cómo sería la vida de unos egoístas absolutos.

En el caso de Frasier, examina el yo. Uno de los problemas de la modernidad es que sitúa al yo en el centro de todo, un yo que reside dentro de nuestro cuerpo. Pero cuando vamos a buscarlo, es imposible encontrarlo, sólo apreciamos un confuso mundo de impresiones y nadie que las observe. Pero si no existe ese yo en el interior, ¿quién se supone que debe realizarse vitalmente? Los cuatro personajes principales de la serie se van usando como ejemplos de los problemas de la cara que presentamos al mundo y de la cara que nos mostramos a nosotros mismos. ¿Pero quién mira?

El libro me ha encantado, debo decirlo. Los problemas tratados me han parecido fascinantes, con muchas posibilidades para la reflexión. Tanto es así, que lo apartaré para volver a leerlo durante el 2007.

Y cito el último párrafo del libro:

Thanks for buying this book. If I could repay you with a wish it would be that you find something in your life so important that without it you would not be the same person. If you’re lucky you’ll have it already. Modernity can make no sense of this wish. And that, in a nutshell, is the problem of modernity.

Una última cosa. En la contraportada se pregunta a quién preferirías tener como profesor de filosofía, ¿a Homer Simpson o a Sócrates? Considerando que Homer es una buena persona -aunque tontorrón- y Sócrates es más bien un matón de patio de colegio, yo me quedo con Homer.

[50 libros] 2006


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