Lo que más me ha sorprendido de este libro (Tusquets Editores. ISBN: 978-84-8383-133-5. 166 pp. 15,00€) fue la introducción. Esperaba que fuese inteligente y mesurada, pero por alguna razón, no esperaba que la introducción contuviese tantas ideas interesantes. Por ejemplo, comenta que le parece posible ser ateo y agnóstico a la vez, dependiendo de lo que se esté hablando en cada momento. Y no sólo reconoce el valor de algunas tradiciones religiosas, cosa que ya me esperaba, sino que incluso habla en algún momento de una religiosidad mínima compatible con las religiones del mundo y con el conocimiento científico, una «religión» que aceptase la sobrecogedora maravilla del mundo, una simple aceptación de esa realidad.
El resto del libro es una recopilación de argumentos «lógicos» para demostrar la existencia de Dios, explicados brevemente y acompañados de razones para rechazarlos como válidos. El autor dice que pretendía que el libro fuese ágil e informal, cosa que consigue. Se lee muy bien, con rapidez. Sorprendentemente, porque en ocasiones se trata de complicados argumentos. Por supuesto, no todos los argumentos son igualmente lógicos, y algunos son del tipo más bien emocional de «yo creo, por tanto…» que no tienen demasiado peso. Otros, basados el Principio Antrópico y variaciones, requieren algo más de análisis. Eso sí, el autor no pretende una crítica exhaustiva y minuciosa de cada argumento, para eso habría que recurrir a otro libro, sino una aproximación inicial a sus principales puntos débiles. Tampoco pretende demostrar la inexistencia de Dios, porque tal cosa, nos explica, implicaría demostrar un negativo, cosa que en la mayoría de los casos tiende a ser imposible. Pretende demostrar, simplemente, que esos argumentos no tienen mucho peso y que no hay razones para aceptarlos.
(En uno de los capítulos, por cierto, se marca un curioso diálogo con Dios –que es más un ente del universo que otra cosa- que a mí me recordó mucho al Dios taoísta de Smullyan).
Como siempre, John Allen Paulos sabe salirse de vez en cuando por la tangente y explicar pequeños detalles que aumentan nuestra comprensión de la lógica o la matemática (me gustó, por ejemplo, el «error de disponibilidad» que se comenta en la página 123). Por tanto, Elogio de la irreligión es en su conjunto una divertida excursión muy recomendable.