Cómo visitar un museo de arte, de Johan Idema

En Cómo visitar un museo de arte, Johan Idema ofrece distintas claves y consejos muy útiles para disfrutar mucho más de tu próxima visita al museo. No te dejes intimidar por lo que parece un mundo solo para iniciados.

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Cómo visitar un museo de arte, de Johan Idema y publicado por GGili. El subtítulo es claro: “Y convertir tu visita en una experiencia gratificante”. O como dice una estrella en la portada: “Deja de deambular y actúa”.

Te lo cuento.

El cubo blanco es uno de los inventos más odiosos de los museos. Como cuenta la introducción, la intención era “buena”. Crear un lugar puro, limpio, pulcro, un lugar sin contexto para que las obras de arte brillasen por sí solas. En silencio te enfrentas tú solo a la creación artística.

A la obra.

Pero los seres humanos precisamos contexto. Y si no lo tenemos, lo creamos. Así el cubo blanco adquiere sus connotaciones negativas: da miedo, resulta antiséptico, produce rechazo y frustración. Y las obras expuestas son las que acaban pagando. Y si no hay cubo blanco, tenemos el tono de templo, de lugar sagrado al que accedes vacilante —porque es evidente que no eres un iniciado.

Induce a la pasividad.

Pero con este libro, Johan Idema nos recuerda que visitar un museo de arte es un proceso, algo que hacemos, una interacción. El museo está para vivirlo.

El libro está escrito como una serie de consejos, directos y breves. Son ideas que quiere que pongas en práctica con la mayor facilidad posible. Son consejos que vienen de alguien que sabe de arte y de ir a museos.

Un ejemplo.

“El arte solo existe si se observa”. Podemos aprender mucho mirando cómo otros miran el arte. Podemos estudiar las reacciones de los demás.

Más propuestas.

Dejarnos escandalizar. Enfrentados a esa obra incomprensible, disfrutar de la conmoción momentánea, permitir que nos guíe.

Encontrar tu obra maestra. Podemos concentrarnos en unas pocas obras y dejar las demás de lado.

Si puedes, haz fotos. Es una forma de relacionarte con el arte. Puedes intentar fotografiar tu experiencia.

El restaurante y la tienda del museo son lugares muy importantes que hay que saber aprovechar. En la tienda, por ejemplo, suele haber análisis profundos.

Escucha música mientras haces la visita. Crea tu propia banda sonora para ese día en el museo.

Llevar a un niño o niña al museo. Aventajan con creces a los adultos. No vacilan en hacer preguntas, porque no sienten la necesidad de fingir que entienden. Si puedes, no pierdas la oportunidad de ver un museo a través de sus ojos.

Cómo visitar un museo de arte es un libro que está a favor del visitante. El tono es amable, los consejos claros y su intención última es darte herramientas para mejorar tu próxima visita. Es ideal para aquellos de nosotros que nos gusta visitar museos, sobre todo de arte contemporáneo, pero que no somos entendidos. Nos invita a dejar de lado nuestros recelos y disfrutar de todo lo que puede ofrecernos un museo. Y tal y como deja bien claro el libro, un museo nos ofrece mucho más que la posibilidad de mirar algunas obras.

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Hasta la próxima.

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El bebedor de vino de palma, de Amos Tutuola

Una historia que nos remite a la mitología de África. El bebedor de vino de palma, de Amos Tutuola.

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https://www.youtube.com/watch?v=DvRGOzyKrak

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El bebedor de vino de palma, de Amos Tutuola, y publicado por Navona. Una impresionante novela que hunde sus raíces en la oralidad y la mitología de África.

Te lo cuento.

Hace años leí este libro en su edición de 1974 y quedé absolutamente fascinado. Es uno de esos maravillosos encuentros con otra forma de concebir lo literario y lo fantástico.

El bebedor protagonista.. que por cierto, se llama “Padre de los dioses que todo lo puede en este mundo”… ya puestos a ponerse un nombre…

Pero a lo que iba, el bebedor protagonista se bebe al día 150 pipotes de vino de palma. Como su padre sabía que el chico no valía para otra cosa, le regaló una finca con quinientas sesenta mil palmas y un sangrador capaz de extraer los 150 pipotes y producir el mejor vino.

Por desgracia, la vida regalada se termina un día, cuando el sangrador se cae de una palma y se mata. Desde ese momento, es imposible conseguir la cantidad necesaria cada día y menos la calidad acostumbrada.

Por tanto, el bebedor decide partir en busca de su sangrador, porque sabe que los muertos pasan un tiempo en algún pueblo lejano.

Así se inicia un viaje fantástico en busca del sangrador muerto. Por el camino, el bebedor encuentra todo tipo de seres fabulosos, se pelea con muchos, gana algunas batallas por puro ingenio, y otras por pura suerte. Incluso se casa, destruye todo un pueblo, huye de un ejército de bebés con muy malas pulgas y pasa largos periodos de tiempo en pueblos extraños.

En ocasiones parece que la narración se refiere a un tiempo anterior al mundo; en otras, parece que habla de ayer. No lo considero realismo mágico, porque no se trata de que lo fantástico irrumpa en lo cotidiano. Aquí el mundo completo del bebedor es fantástico. Él mismo es un gran hechicero con grandes poderes … si tiene la poción adecuada.

Amos Tutuola era de origen yoruba y aprovechó toda esa tradición mitológica. Hay un sentido del humor diferente, un gusto especial para lo fantástico y cada episodio manifiesta una crueldad asombrosa, que recuerda a los cuentos de hadas clásicos antes de que los domesticasen.

La muerte en omnipresente, como también la enfermedad y el hambre. La obsesión por la comida es continua. Al menos aparecen dos personajes fantásticos que no hacen otra cosa que comer. Y también tenemos el continuo deseo de venganza. Abundan los hechizos y los objetos con grandes poderes.

El ritmo es repetitivo reflejando oralidad, con una prosa fragmentada que en ocasiones es preciso releer para comprender del todo. La estructura narrativa también es diferente. Cumplida la misión, la historia no se detiene, sino que sigue avanzando por otros vericuetos. Cuando llega el final, no parece tanto que la narración haya terminado como que el narrador ha dejado de hablar.

El bebedor de vino de palma es una novela fantástica en todos los sentidos de la palabra. Nos lleva a un mundo diferente del que estamos acostumbrado y no deja caer sin piedad en las tradiciones de otra cultura.

Magistral.

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Vidas de hombres ilustres, de Achille Campanile

Achille Campanile fue un maestro del humor. Vidas de hombres ilustres es un gran ejemplo de su enorme capacidad para la ironía y la ternura.

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https://www.youtube.com/watch?v=eIwPtiZNcxI

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Vidas de hombres ilustres, de Achille Campanile. Publicado en su día, 1981, por Plaza & Janés. Una serie de viñetas humorísticas cuando no totalmente surrealistas que satirizan a algunos famosos personajes del pasado.

Te lo cuento.

Achille Campanile fue un novelista, ensayista, dramaturgo italiano del siglo XX. Famoso, en su momento, por su sentido del humor tirando a lo surrealista y unos juegos de palabras que harían las delicias de cualquier padre de este mundo.

Debió tener bastante fama en su momento, pero hoy parece más bien olvidado. Excepto en Italia. Por ejemplo, no tiene entrada en la wikipedia en español. Lo cual me parece una verdadera pena. Creo que es un autor a reivindicar.

Achille Campanile es un maestro sobresaliente del humor. No sólo es surrealista y divertido, dado a los juegos de palabras y a los absurdos más delirante, sino que también posee un exquisito sentido de la ironía. Todo siempre acompañado de un poso melancólico resultado de conocer bien la naturaleza humana.

Vida de hombres ilustres se acerca a distintos personajes, vistos a través del prisma del sentido del humor de Campanile. Son divertidas elucubraciones que parten en ocasiones de alguna observación histórica, de una frase famosa o de alguna anécdota que se les atribuye.

En la mayoría de los casos son retratos teñidos de cariño, pero despiadadamente irónicos. Hacen uso libre de la incongruencia y rebosan una inteligencia desmesurada.

Unos pocos ejemplos.

Sócrates, un fracasado que se enorgullecía de saber solo que no sabía nada y que se atrevió a montar una academia. Un escuela de lo más fácil.

Las preocupaciones de Alejandro Magno por su papagayo, un pobre pájaro perdido en la logística de su ejército.

La intención original de Gutenberg era entrar en el teatro sin pagar, por lo que se le ocurrió la idea de decir “prensa”.

Casanova era realmente un empollón que se inventó sus memorias para que le dejasen en paz.

El verdadero drama de Beethoven no fue haber sido sordo, sino que el pobre hombre creía componer bailables licenciosos y no se explicaba por qué todo el mundo se lo tomaba con tanta seriedad.

Alfred de Musset intentando inventar el café con leche, deseoso de hacer algún gran descubrimiento que le hiciese pasar a la posteridad.

Y mis dos preferidas, las que me resultan más gustosamente extrañas, pero a la vez, más irónicas.

Un general romano. Da una mala orden. El soldado, su hijo, la desobedece, con lo que se gana la batalla. El general declara “Como padre, te abrazo; como jefe del ejército, te condeno a muerte…”.

El autor dice que el general quizá hubiese ofrecido mejor ejemplo de firmeza habiéndose condenado a sí mismo a muerte. Luego añade que el padre fue demasiado benévolo con una falta, desobedecer, y el general demasiado estricto para haber conseguido una victoria. Que lo lógico hubiese sido una zurra del padre, por desobedecer, y una medalla del general, por haber logrado ganar.

Pero ahí no acaba la cosa. Por diversas y alambicadas razones resulta que el general, y padre, es también otros miembros de su familia: cuñado, tío, primo, suegro… incluso jefe del estado. Así que los va consultando uno a uno, pero sin dar con nadie que interceda por el pobre chico.

En otro caso, Vittorio Alfieri solo discutía con personas con las que estuviese de acuerdo en líneas generales. Como tal fenómeno es difícil de explicar, nos propone un ejemplo, en el que un contradictor discute con Alfieri. El tema: ¿es conveniente hacer la guerra? Los dos deciden que no, con lo cual la discusión es absurda, porque ya están de acuerdo antes de empezar.

El problema, es por tanto, encontrar una forma de discutir mientras se está de acuerdo en líneas generales. ¿Solución? Que uno se oponga a la guerra mientras el otro defiende la paz.

Suena absurdo, pero yo tengo la firme convicción de que las discusiones solo son fructíferas si los participantes están fundamentalmente de acuerdo. Es imposible hablar si el desacuerdo es total.

Me parece un tipo de humor que merece la pena. Y Achille Campanile me parece un grande.

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Cuántos libros puedes leer en un año

¿Has pensado en cuántos libros puedes llegar a leer en un año? Seguro que son más de los que crees.

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Te has preguntado alguna vez cuántos libros puedes llegar a leer en un año. No cuántos lees, que seguro que son muchos, sino ¿cuántos podrías llegar a leer?

Se lo pregunté a mi hija. Con esa capacidad de los jóvenes para cortar directamente a la raíz del problema, me dijo: uno al día, 365 en un año, 366 si es bisiesto.

Mmmmm… vale… sí… si dedicas buena parte del día a leer, podría ser. Sobre todo, si tu profesión consiste en leer.

Pero digamos que queremos ser más “razonables”. Leer 200 libros en un año. ¿Cuánto tiempo hace falta?

Hace un tiempo leí un artículo que intentaba calcularlo. Vamos a probar a hacer nuestras cuentas. Digamos que un libro tiene unas 250 páginas. Los habrá más largos, pero también más cortos, así que 250 suena razonable. Supongamos además que podemos leer 50 páginas en una hora. Es una velocidad fácil de alcanzar con un poco de práctica. Y si planeas leer 200 libros al año, práctica no te va a faltar.

Pues bien, digamos, 200 libros por 250 páginas nos deja 50.000 páginas. Y 50.000 páginas entre 50 páginas por hora, indica que tendríamos que dedicar 1.000 horas cada año a la lectura.

1.000 horas parecen muchas horas. Eso hasta que compruebas que cada español consume de media unas 1.400 horas al año de televisión. Y si contamos el tiempo dedicado a internet, redes sociales y otras actividades digitales…

Las horas están ahí. Simplemente las empleamos en otras cosas.

Vale, vamos a pensar de otra forma. Nos comprometemos a leer 50 páginas cada día. Hasta compramos una libreta para apuntarlo y llevar un registro.

En ese caso, tendríamos 365 x 50, que nos dejaría con unas 18.250 páginas. Si recurrimos a nuestro hipotético libro de 250 páginas, nos salen 73 libros al año.

No está nada mal.

Esos cálculos, por supuesto, parten de la suposición de que prefieres leer a hacer otras cosas. Evidentemente, si la televisión te gusta mucho más que la lectura, tus horas estarán mejor invertidas delante de la tele. Y lo mismo vale para videojuegos, música o deporte.

No todos tenemos que hacer lo mismo. Ni todos tenemos que ser lectores.

¿Pero qué hay de la gente que quiere leer?

Pues tenemos casos como el de Alan Kay. Según un artículo (algo matizado luego por el interesado) lee entre 4 y 10 libros por semana. Según el mismo artículo, Warren Buffett dedica entre 5 a 6 horas al día a leer. Y cifras similares se dan en figuras como Bertrand Russell. Nassim Taleb o Susan Sontag.

Pero debemos tener en cuenta que por muchos libros que leas, la cifra final no será nada comparada con la cantidad total de libros que hay. Por tanto, quizá el número en sí no sea lo importante, sino que lo fundamental sea saber qué libros elegir para leer.

¿Qué opinas? ¿Es factible? ¿Es deseable? ¿Vale la pena? ¿Es mejor ver la tele? Deja tus opiniones, comentario y consejos.

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Antes estaba el mar, de Éleonore Douspis

Libro ilustrado para niños, Antes estaba el mar, de Éleonore Douspis, sobre la pérdida, la tragedia y cómo nos recuperamos.

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https://www.youtube.com/watch?v=FmIMtqGDunU

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Antes estaba el mar, de Éleonore Douspis y publicado por Bárbara Fiore Editora. Un libro ilustrado sobre la catástrofe, la soledad y cómo nos sobreponemos.

Te lo cuento.

Un niño vive en un archipiélago. Su vida, junto a su amiga, Oumy, es feliz. Días de playa, de atrapar cangrejos y comer fresas. Esa parte se cuenta en pasado. Algo sucedió que obligó a todos a abandonar las islas. Que es también abandonar el propio libro que tienes entre manos.

Dije todos, pero no. El niño se quedó atrapado en los confines de las páginas en blanco donde antes estaba el mar. Atrapado por los bordes del papel. Camina por entre ruinas, por entre espacios completamente en blanco, se desespera y busca la forma de escapar.

La historia es sencilla y también es exquisita la sencillez con la que está contada. Las grandes masas de blancos y negros de los dibujos, el usar la estructura física del libro como referencia y la sorprendente tridimensionalidad de sus pop-ups convierte a la historia en metafórica.

¿Metáfora de qué? De cualquier pérdida, imagino, de cualquier trauma o angustia. De la misma forma que el blanco de una página invita a plasmar en ella lo que queramos, nuestra subjetividad, esta historia invita a lector a darle su propio sentido. Yo tengo mi propia interpretación producto de mis experiencias personales. Sin duda tú tendrías la tuya.

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La chica de Kyushu, de Seicho Matsumoto

Seicho Matsumoto en La chica de Kyushu se plantea en qué medida la justicia es realmente igual para todos.

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https://www.youtube.com/watch?v=XdLKTDusJOY

Este libro lo he leído gracias a un ejemplar de prensa de la editorial.

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Hoy te traigo La chica de Kyushu, de Seicho Matsumoto y publicada por Libros del Asteroide. Una novela de misterio que explora la idea de justicia en el contexto del mundo social del Japón posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Te lo cuento.

Kiriko Yanagida viene desde Kyushu para hablar con Kinzo Otsuka, el más importante abogado penalista de Tokio. Quiere que defienda a su hermano, un profesor acusado de matar a una prestamista a la que debía dinero. La hermana está convencida de su inocencia, pero cree correctamente que el abogado de oficio no está haciendo todo lo posible. Tampoco ayuda nada que primero su hermano confesase para luego retractarse.

Sin duda, un abogado de talento…

Por desgracia, Kinzo Otsuka rechaza el caso. No solo la joven no tiene dinero suficiente para pagarle, sino además el abogado tiene la cabeza en otra parte: ha quedado con su amante. Pero aun así, es un buen hombre… dejando de lado eso de engañar a su mujer y tal… por lo que durante un breve momento se planteó ocuparse del caso.

Simplemente se dejó llevar por una debilidad humana.

Y esos dos fenómenos concurrentes —haberlo considerado, dejarse llevar por sus emociones— son los que disparan lo que sucede a continuación.

Cuando el hermano muere en la cárcel, Kiriko Yanagide se transforma en un frío agente de la venganza, culpando, correcta o incorrectamente, a Kinzo Otsuka de lo sucedido. Su razonamiento es simple: podría haber ayudado… y no lo hizo.

Por su lado, el abogado —con la cabeza algo más fría— va sintiendo dudas. Se pone a investigar el caso…

Toda novela de misterio es una novela sobre la sociedad. El asesinato es un acto social y resolver el crimen es devolver el orden a la sociedad. Pero La chica de Kyushu es una novela negra más explícitamente social. El crimen en sí tiene una importancia limitada. Sí, se descubre la verdad, pero casi como una trama secundaria.

Lo que le interesa realmente a Matsumoto es plantearse quién tiene derecho a la justicia y quién no. Si tener la mejor defensa posible implica el pago de enormes cantidades de dinero, ¿se puede decir realmente que hay justicias y garantías?

Y cuando las instituciones fallan ¿es la venganza la única forma de justicia posible?

Matsumoto explora estas y otras cuestiones en el contexto de un Japón que se va alejando de la guerra y va iniciando su recuperación económica.

Kiriko Yanagida es una joven sin recursos que se da a entender llega a Tokio desde una región provinciana. Su Japón más humilde contrasta con el dinámico Japón de Kinzo Otsuka, rebosante de dinero y placeres.

Para Otsuka el caso es sobre todo un ejercicio que puede contemplar con cierta distancia. Para Yanagida, el caso es mortal. Él puede leer informes cómodamente sentado. Ella debe sobrevivir en la marginalidad.

Y ese es el giro fundamental que da la novela a poco de empezar. Cambia de la historia de un asesinato por resolver a un drama trágico que enfrenta en la distancia a Kiriko Yanagida y Kinzo Otsuka. Pasa de ser una posible investigación a ser un cuadro de la psicología de esos dos personajes.

A medida que Kiriko va desarrollando su venganza, Matsumoto va describiendo cada vez mejor la personalidad de Kinzo. Cada nueva prueba, cada nuevo contratiempo, es un elemento más que permite investigar su psicología.

El plan es preciso y calculado . La resolución es sorprendente. Kinzo Otsuka sufre. Y Kiriko Yanagida también.

En ningún momento Seicho Matsumoto abandona a sus dos personajes. Lo que se pregunta la novela al final es en qué medida los dos papeles ya estaban predefinidos, en qué medida el orden social había dictado ya sus posiciones.

Kinzo Otsuka en particular representa en una persona a todo el aparato de la justicia. ¿Es acaso su crimen el haber querido hacer lo correcto y no hacerlo? ¿No es ese en última instancia el gran fallo del sistema? ¿Querer ser justo y no saber serlo?

La chica de Kyushu te hace pensar en esas cuestiones mientras te va contando una historia apasionante y dramática, con un ingeniosos plan que se va desarrollando hasta su sorprendente conclusión.

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Confesiones de un hombre en pijama, de Paco Roca

Paco Roca se despide a lo grande con Confesiones de un hombre en pijama, el último volumen (aunque ya se sabe: Nunca digas nunca jamás) de las aventuras de su alter ego pijamero.

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https://www.youtube.com/watch?v=RXVxwzE7xsw

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Confesiones de un hombre en pijama, de Paco Roca y publicado por Astiberri. La conclusión tras Memorias de un hombre en pijama y Andanzas de un hombre en pijama. Y Paco Roca pasa página despidiéndose a lo grande.

Te lo cuento.

Cada entrega de la serie pijamas ha sido diferente a la anterior, cada volumen ha tenido su particular personalidad. La idea parte de un personaje, que comparte nombre, profesión y demás detalles con su autor, que logra su sueño de trabajar en casa vestido con pijama.

Se trata de una serie de observaciones sociales, con tonos humorísticos. Pero lo importante es sobre todo la generosidad de su autor. Es el personaje el que se sitúa como objeto de la burla, el detonante para observar la reacción de los demás.

Pero entre el primer libro y este último han pasado años. No solo Paco Roca es mucho más conocido, sino que claramente ha ganado confianza en la serie. Siempre fue un autor comprometido, pero en este volumen es mucho más explícito. Es lo más fascinante de esta tercera entrega. El salirse del formato breve y humorística. El estar dispuesto a desarrollar una idea en todas las páginas que precisa.

Se ve claramente en la primera historia: “La deuda pegajosa”. Paco Roca narrador y contador de historias, alguien que ha invertido años en perfeccionar sus habilidades, se combina con el hombre preocupado por el estado del mundo. Se dan así 18 espectaculares páginas de didáctica, de explicaciones, de historia y de convicciones defendidas.

En el resto del libro hay varios ejemplos más de ese Paco Roca dispuesto a hablar de las causas en las que cree. Sin por ellos abandonar al “Paco Roca” colocado en el centro de la burla, usado como punto de partida para una breve observación social. Hasta llegar al final, donde una sencilla historia de reencuentro se transforma por pura habilidad narrativa en una meditación emotiva y tierna sobre nuestra forma de relacionarnos con los demás y con nuestro pasado.

Un buen cierre, sí señor.

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Gracias y hasta la próxima.

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We Have No Idea, de Jorge Cham y Daniel Whiteson

Un divertido libro de divulgación que te cuenta lo que no sabemos sobre el universo: We Have No Idea, de Jorge Cham y Daniel Whiteson. Habitualmente en la divulgación da la impresión de que sabemos muchas cosas sobre el universo, pero la ciencia es realmente un gran conjunto de preguntas y las lagunas de nuestro conocimiento son enormes.

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We Have No Idea, de Jorge Cham y Daniel Whiteson. Un libro de divulgación muy peculiar que trata, como dice el subtítulo, sobre todo lo que no sabemos del universo. Y la verdad es que desconocemos aspectos muy fundamentales.

¿Te interesa?

Los libros de divulgación tienden a ser libros que explican. Esto funciona así… aquello de esa otra forma… en el año tal se descubrió cual… y así sucesivamente. Lo cual deja, inevitablemente, la impresión de que la ciencia es un gran compendio de respuestas. Dada una pregunta, la ciencia siempre te la podrá responder.

Sin embargo, la ciencia es ante todo un gran compendio de preguntas. Todo descubrimiento plantea su propio conjunto de dudas. La ciencia es más como una niña pequeña de desbordante curiosidad siempre dispuesta a acompañar toda explicación de un genuino y entusiasta “¿Por qué así?”.

Siempre queda más por descubrir.

De ahí parte We Have No Idea. Un libro de divulgación sobre las preguntas sin responder. Es una colaboración entre Daniel Whiteson, físico de la Universidad de California, y Jorge Cham, doctor en robótica y creador del cómic Piled Higher and Deeper, sobre la vida de los estudiantes de posgrado.

Con ese pedigrí, ya puedes imaginar que se trata de un libro muy divertido, lleno de bromas, chistes, juegos de palabras y dibujos tremendamente graciosos. Pero también es un libro muy serio, porque ambos autores comparten el mismo respeto por el conocimiento científico.

Pero respetan, sobre todo, todo lo que queda por explorar.

Un ejemplo muy sencillo.

Consideremos todo el universo. Ahí están todas las galaxias, todos los átomos, todos nosotros, todos los libros. Pues bien, de esa totalidad, lo que conocemos, lo que se puede explicar con las partículas que tenemos controladas y tres fuerzas fundamentales, no es más que un cinco por ciento.

Luego tenemos un 27% de algo que los físicos llaman “materia oscura”. Algo que debe estar ahí para que todo funcione.

¿Y el resto?

Pues el 68% restante es algo llamado “energía oscura”. Si la “materia oscura” es misteriosa, la “energía oscura” lo es todavía más. Aunque se cree que es la responsable de la expansión del universo.

Por tanto, no se sabe prácticamente nada del 95% del universo.

Pero incluso esa delgada porción contiene muchos misterios.

Es una situación ciertamente curiosa saber que queda todavía tanto por saber. Y los autores insisten una y otra vez que eso no tiene nada de malo. Que justo eso es la ciencia. Que el vértigo de tanta ignorancia debería producirnos la alegría de tantos posibles descubrimientos. Que nuestra comprensión del universo podría cambiar radicalmente de una forma que no solo no podemos predecir, es que ni podemos imaginarla.

¿Y de las cosas que se saben?

Pues también, muchas dudas.

¿Las partículas elementales son realmente fundamentales? ¿No estarán a su vez formadas por algo más fundamental? ¿Por qué la masa gravitatoria coincide con la masa inercial? ¿Qué es el espacio? ¿De qué está hecho? ¿Y el tiempo? ¿Qué hay del tiempo?

Y así una y otra vez. El Big Bang. La teoría del todo. La antimateria. Las dimensiones de nuestro mundo.

Misterios. Misterios. Y misterios.

We Have No Idea es un libro optimista. Mira ese mar de ignorancia y se alegra de las posibles respuestas. Pero no es un libro ciego. Es consciente de que cabe la posibilidad de que ese ciclo de preguntas, respuestas, nuevas preguntas no acabe nunca. ¿Podremos algún día responder a una pregunta aparentemente tan simple como “por qué existe el universo”? Nadie lo sabe.

Quizá no.

Quizá sí.

Y desde el punto de vista de este divertido e inteligente libro de divulgación, no saber es buena parte de la gracia.

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Hasta la próxima.

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Las aventuras de Sir Thomas Browne en el siglo XXI, de Hugh Aldersey-Williams

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Desde el siglo XVII llega Sir Thomas Browne para mirar a nuestra época. Las aventuras de Sir Thomas Browne en el siglo XXI, de Hugh Aldersey-Williams, es un ensayo idiosincrásico e inclasificable sobre el famoso médico inglés.

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Las aventuras de Sir Thomas Browne en el siglo XXI, de Hugh Aldersey-Williams, publicado por Siruela. La figura del médico, filósofo, escritor Thomas Browne traída desde el siglo XVII para mirar nuestro siglo a través de sus ojos. ¿Qué podemos aprender de él? ¿Vale la pena el ejercicio?

Te lo cuento.

Sir Thomas Browne fue un más que curioso inglés del siglo XVII. Las Wikipedia dice de él que fue un excelente médico y polímata, alguien de insaciable curiosidad que tocaba todo tipo de temas. Elocuente, inspirado, metido en medio de la revolución científica, escribía, experimentaba, filosofaba e investigaba todo lo que se le pasaba por delante. De prosa excepcional, le encantaba inventar palabras para describir todos esos nuevos conceptos. El Oxford English Dictionary le reconoce 775 primeros usos de una palabra.

Si eres como yo, conoces a Thomas Browne a través de Borges, que le citaba. Pero su influencia se extiende a autores como Poe, Melville, Woolf, Conrad, Coleridge o Javier Marías.

Un personaje fascinante, por tanto, alguien a tener en cuenta y recuperar. Justo una de las metas de este libro, que sin embargo va bastante más allá. Hugh Aldersey-Williams recupera a Thomas Browne para que mire nuestro mundo. Lo invoca digamos, como si el autor fuese un médium a través del que fluyese esa mente del pasado.

A pesar de contar la vida de Browne, no se trata de una biografía. Es algo mucho más exagerado, fascinante e interesante. Es una combinación de detalles vitales, examen de las obras de Browne, ensayo personal sobre el estado del mundo, análisis de su propia personalidad y su forma de ocupar la realidad. Este libro es pura idiosincracia. Es un libro tanto sobre su autor como sobre Thomas Browne.

Es decir.

Me ha encantado. Si quieres un ensayo diferente, un ensayo ensayo, que se encara con el mundo, que trata cuestiones actuales y complejas desde el punto de vista de una personalidad clara y definida, este es tu libro.

Autor y personaje comparten la misma curiosidad. El libro se pasea por todo tipo de temas, en ocasiones tomando a Browne como mínimo punto de partida: los animales, las plantas, las excavaciones arqueológicas, los jardines, la melancolía, la religión, la identidad, las posesiones materiales… Cuando ya no directamente le imita en alguna de sus empresas, como cultivar un jardín o desenterrar urnas.

Pero me dirás, gente con una curiosidad desbordante ha habido mucha en la historia, ¿por qué en concreto Thomas Browne?

Porque hay unos aspectos de Thomas Browne que le interesan especialmente. De entre todos los posibles Thomas Browne, elige uno en concreto. El Thomas Browne científico, tolerante y muy poco dogmático. Para usarlo de referencia y comprobar en qué medida nuestra época es científica, tolerante y poco dogmática.

Dice de él:

“La forma en la que escribía para que lo entendiera el lego, su estilo, siempre tolerante y comprensivo, lleno de sentido del humor y elegancia, es un modelo para nuestros días.” p. 45

En particular, dedica muchos momentos a comparar la aproximación de Browne a la ciencia con la de los divulgadores actuales. Critica a personajes como Richard Dawkins por su arrogancia e impaciencia, por su incapacidad para aceptar que hay otros puntos de vista. Contrasta esa actitud con la capacidad de Thomas Browne para evaluar una idea y su contraria. Incluso cuando escribía en contra de ciertas creencias, era capaz de compaginar sus críticas con compasión y sentido del humor. Desde su punto de vista, Thomas Browne era consciente de que la ciencia no lo sabe todo, que se ha equivocado en el pasado y se equivocará en el futuro.

El autor extiende esa tolerancia a otros campos. Reclama que hagamos como Browne e intentemos entender todas las religiones tal como son. Cuando habla de animales, exige que los miremos con otros ojos. Continuamente trae las lecciones que encuentra en Browne a nuestra situación actual. Por ejemplo, que el mundo natural no nos pertenece y no nos pide permiso para nada.

La falta de dogmatismo de Browne, su amplitud de miras, es algo que aplica en múltiples de contextos. Cuando habla de una política fundamentada en la ciencia, se plantea si tal cosa es posible o incluso deseable. ¿No hay un espacio para las aspiraciones de los ciudadanos? ¿Podemos estar seguro de que el conocimiento científico que aplicamos es el correcto? ¿No hay posibilidad de manipulaciones políticas?

La idea, repetida una y otra vez, es que podríamos ser mejores de lo que somos. Que por muy tolerantes y comprensivos que seamos ahora, podemos serlo más. Que nos equivocamos en nuestra época como se equivocaban en la época de Browne.

Por supuesto, Sir Thomas Browne sigue siendo un ser humano, y no se ajusta completamente a los ideales del autor. En un momento dado, mantienen un diálogo imaginario. La estatua de Browne baja al suelo. Es un diálogo donde su autor discute realmente consigo mismo. Explora los límites de la empresa de traer a Browne al siglo XXI. Sabe que sus propias ideas son contradictorias.

En ocasiones, su poco dogmatismo hacía que Browne creyese, por ejemplo, en animales que eran total y evidentemente fabulosos. Y está también su participación en el juicio por brujería de Brury, que acabó con dos mujeres en la horca. El testimonio ambiguo de Browne, al que aparentemente el personaje en sí no dio mayor importancia, es un enorme problema para Hugh Aldersey-Williams. Uno se puede pasar de poco dogmático.

Pero incluso en ese caso da con un punto de partida para comentar nuestra época. Una vez más se pregunta qué errores estamos cometiendo en la actualidad de los que no somos ni conscientes. Como cuando medicalizamos la tristeza, sin lograr distinguir una razonable melancolía de una depresión clínica.

Las aventuras de Sir Thomas Browne en el siglo XXI es un ensayo ecléctico y apasionante. Toda una montaña rusa. No sabes qué tema va a tratar a continuación o qué aspecto del siglo XXI va a criticar.

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Cronometrados, de Simon Garfield

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Cómo el reloj y la estandarización tomó el control del mundo. En Cronometrados, Simon Garfield cuenta la historia de la fascinación moderna con el reloj y las horas.

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Después del vídeo tienes la transcripción del contenido.

TRANSCRIPCIÓN

Cronometrados: Cómo el mundo se obsesionó con el tiempo, de Simon Garfield, publicado por la editorial Taurus. Un libro sobre cómo el reloj acabó convirtiéndose en la referencia de nuestra vida, cómo su ritmo marca el compás de todo nuestro mundo y también cómo nos rebelamos.

Te lo cuento ahora.

Hay un aspecto fascinante en la forma en que está escrito este libro. Como es el primero del autor que leo, no sé decir si siempre es así. Pero si lo es, su uso es francamente magistral. ¿De esos malabarismos que parecen muy fáciles pero en realidad son muy complicados? ¿Sabes?

Luego lo comento un poco más.

Cronometrados es un libro fascinante lleno de más que interesantes anécdotas sobre todos los aspectos de la medida del tiempo. Desde la influencia de la duración de los discos en la música hasta e deseo de comer más despacio. Desde cuánto puede llegar a durar un discurso hasta cómo las películas mudas variaban el tono de una escena moviendo más rápido la manivela del proyector.

Pero posee dos temas fundamentales. Uno es bastante explícito, el otro es igual de importante pero va más por debajo. Los dos hacen honor al subtítulo del libro.

El explícito. El triunfo del reloj. O más concretamente, el triunfo de las tecnologías para dividir, distribuir y universalizar el tiempo.

Viviendo como vivimos en un mundo donde el tiempo es preciso, definido e igual para todos, nos resulta difícil concebir una época donde no fuese así. Pero durante gran parte de nuestra existencia como especie, el tiempo importaba sobre todo en sus grandes cambios: las estaciones, el día y la noche. En sus contrastes más dramáticos.

Si era necesaria mayor precisión bastaba con referirse algún fenómeno cercano, como la posición del sol, o incluso hacer uso de un tiempo local, exclusivo para tu pueblo. ¿Qué importaba si el reloj de tu iglesia llevaba diez minutos de retraso con respecto al pueblo de al lado? Toda tu gente estaba al lado.

El ferrocarril lo cambió todo.

Lo digo ya. Fue el tren.

En cuanto uno tiene la posibilidad de coordinarse con alguien en un lugar lejano, en cuanto enviar lejos bienes y servicios en una opción, entonces es preciso cambiar a un tiempo más universal, para todos, homogéneo. Es necesario eliminar idiosincracias y poner a todos en el mismo año, el mismo mes, el mismo día, la misma hora. Hasta en el mismo microsegundo.

Homogeneizar.

Y homogeneizar es crear un mundo donde todo es más igual.

Y aquí vuelvo al primer punto.

Esos aspectos sobre el triunfo del reloj está contando con muchas anécdotas e historias, todas relatadas con grandes dosis de sentido del humor. Pero en ningún momento se pierde el hilo, en ningún momento da la sensación de que las cosas van cada una por su lado. No, todo lo contrario, la combinación de historias, detalles y anécdotas sigue fielmente el tema.

El dominio de los relojeros suizos. Los cambios del calendario. Cámaras cada vez más rápidas. Simon Garfield te mantiene muy entretenido mientras se asegura de transmitir justo lo que quiere contar.

Sobre todo, en el segundo tema.

El libro ya empieza con él, relatando una historia que muestra la capacidad humana para sentir el tiempo distorsionado, dilatado o modificado. La distorsión del tiempo, la rebeldía ante la tiranía de las horas es otro aspecto de la relación con el tiempo que el libro trata.

Después de todo, inventar el reloj es inventar el accidente del reloj.

Piensa en la naturaleza, que se niega a dejarse dividir como a nosotros nos gustaría. El día no dura exactamente 24 horas, ni el año dura justo 365 días, lo que obliga a realizar continuos ajustes al calendario. Así acabas con horas “imposibles” como la que aparece en portada: 11:59:60. Por no mencionar que los husos horarios obligan a la mayoría de la humanidad a vivir fuera de su tiempo.

Rebeldías más humanas se dan en el arte, con su tendencia a poner en duda el significado del tiempo. Expandiendo una película hasta que ocupe 24 horas. Creando una pieza de exactamente 24 horas formada por imágenes de relojes que marcan la hora concreta de ese momento.

En sociedad. El interés por recuperar otros ritmos, por adaptar la vida a velocidades más humanas, por levantar comunidades donde el devenir del tiempo se produzca de otra forma.

La tensión perfecta entre los temas del libro se da en el capítulo dedicado a Beethoven. El compositor creía en unas medidas metronómicas perfectas, en indicar los tiempo con tal precisión que la pieza sonase exactamente igual independientemente de quien la interpretase. Sin embargo, la posteridad entendió que tales medidas dotaban a la música de una cualidad totalmente mecánica, insufrible a oídos humanos. Por eso las distintas versiones de la Novena Sinfonía pueden variar en varios minutos según el director. Como si esa música exigiese cierto margen, cierta libertad.

Exactamente como sucede con nuestra relación con el tiempo según lo miden los relojes.

Cronometrados es un libro fascinante, una de esas lecturas tan repletas de detalles, información y anécdotas que no deja ni un momento para el aburrimiento. Pero también te hará plantearte el mundo ordenado y metódico en el que vivimos. Lo hemos creado nosotros. Nosotros hemos impuesto el reloj. Y nosotros podemos aprender a rebelarnos de vez en cuando.

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