Impón tu suerte, de Enrique Vila-Matas

Enrique Vila-Matas reúne en «Impón tu suerte» una serie de ensayos sobre todo tipo de temas. Pero cada uno de ellos vuelve una y otra vez a la literatura y lo literario, a una serie de lecturas literarias.

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TRANSCRIPCIÓN

Hola. Enrique Vila-Matas es un prosista excepcional, un escritor como hay poco, autor de una obra singular y fascinante. Y en los ensayos de «Impón tu suerte» recorre imprevisibles senderos literarios.

Lo publica la editorial Círculo de Tiza.

Empecemos.

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Para organizarme, uso banderitas de colores donde escribo el título del libro. Cada color, un tipo de libro. En el caso de «Impón tu suerte», la banderita es naranja, lo que en mi sistema indica un libro de ensayo.

En teoría es lo que es, un libro que reúne 140 ensayos sobre distintos temas, que sin embargo siempre confluyen de una forma u otra hacia lo literario.

Pero estamos hablando de Enrique Vila-Matas, un escritor que no quiere hacer ese tipo de distinciones, un autor que claramente nos dice en la introducción: «no me dedico a la no ficción, ni al realismo negro ni sucio, ni a la maldita autoficción; el espacio en el que siempre me moví es simplemente el de la ficción, sin más».

En ese aspecto, «Impón tu suerte» bien podría ser una novela de Enrique Vila-Matas, donde aparece un personaje llamado Enrique Vila-Matas que hace cosas que bien podría hacer Enrique Vila-Matas. ¿Qué distingue a este libro de «Marienbad eléctrico» o «Kassel no invita a la lógica»?

O mejor dicho.

¿Qué ganaríamos haciendo semejante distinción?

Después de todo, como él mismo dice: «la obra es solo una».

Da igual. «Impón tu suerte» es un libro maravilloso. Un repaso estimulante, vital, entusiasta y extremadamente inteligente a toda una serie de literaturas, obras y autores. Todo eso filtrado a través de la personalidad de Enrique Vila-Matas, de sus preferencias, de sus gustos, de su forma de entender la literatura y, muy importante, su forma de encarar la actividad de escritor. La convicción de que lo artificial puede llevar a la verdad.

Son ensayos iluminadores, exploradores, que pasan de un autor a otro, de una obra a la siguiente, con una velocidad asombrosa, pero siempre con un comentario certero e inteligente. De hecho, la cantidad de autores mencionados es tan enorme, que el muy útil índice onomástico tiene nada menos que 22 páginas.

Por supuesto, las obras mencionadas son las que se ajustan a la concepción de la literatura que tiene Vila-Matas. No es que él mismo considere que su forma de leer sea la única, ni siquiera la mejor, pero es la suya. Las ficciones que le gustan son las que se pelean con los bordes, dice, las, usando esa palabra tan bonita, liminares, las que vacilan en el umbral sin saber del todo donde han puesto los pies.

Obras que se arriesgan, obras que se meten en líos, obras que llegan a un callejón sin salida. El experimento audaz y fallido antes que la estéril perfección de lo bien hecho pero convencional.

Y si eso te puede gustar a ti, este libro es ideal. Enrique Vila-Matas tiene la endiablada habilidad de explicar lo más interesante de un texto usando un par de palabras. Ee excavar y dar justo con ese minúsculo detalle que hace que valga la pena leer la obra de la que habla.

Además, se muestra inteligente y capaz de valorar el mundo tal y como es. En ocasiones se pone apocalíptico, pero se resiste gallardamente. Por ejemplo, comenta que en España nunca se ha editado tan bien, aunque es verdad que los suplementos literarios han degenerado bastante.

También demuestra una mirada enormemente lúcida que le lleva a aceptar que la cultura no es una panacea. La barbarie se puede desatar en el lugar más culto. Pero cabe la esperanza, aunque sea lejana y difusa.

No quiero dar la impresión de que todos los textos tratan de literatura. No, no, toca todo tipo de temas. El uso de redes sociales, el paseo como una de las pocas actividades no colonizadas por el capitalismo, la política reciente o el hecho de que el presente es tan terriblemente denso que nos impide por completo pensar.

Pero sí que de alguna forma todos esos temas vuelven a lo literario, a veces por senderos insospechados. Por ejemplo, un paseante permite reflexionar sobre la doble vida del escritor, que por tanto no está anclada en ningún lugar concreto.

«Impón tu suerte» no es solo una delicia de lectura, es también para mí una fuente inagotable de lecturas novedosas. Más de una vez tuve que detener la lectura para ir a la librería a obtener con premura ese libro tan interesante que Vila-Matas estaba contando tan bien.

Y si te interesa otro ensayo sobre el estado de nuestra cultura, aquí tienes el vídeo sobre «El intelectual melancólico», de Jordi Gracia.

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El río de la conciencia, de Oliver Sacks

En «El río de la conciencia», Oliver Sacks nos ofrece diez ensayos sobre ciencia, mente y memoria. Toda una demostración de maestría reflexiva y explicativa.

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Hola. El neurólogo y gran divulgador Oliver Sacks ofrece una recopilación de ensayos que demuestran su capacidad, erudición y elegancia explicativa. Es «El río de la conciencia».

Lo publica Editorial Anagrama con traducción de Damià Alou.

A nadar.

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Este es un libro bonito y elegante, escrito por un maestro del ensayo, que sabe empezar con un tema, pasar a otro, crear conexiones y llegar a su conclusión, creando una exquisita espiral virtuosa.

No es de extrañar. Oliver Sacks no solo fue un científico en activo, sino también uno de esos grandes divulgadores capaces de combinar conocimientos de distintas disciplinas para iluminar los diferentes recovecos de la experiencia humana.

Libros como «Despertares», «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero» o «Alucinaciones» demostraron sus enormes habilidades como autor.

«El río de la conciencia» es una recopilación de diez ensayos. Algunos están dedicados a figuras concretas, otros a algún tema relacionado con la mente y un puñado trata de sus propias circunstancias personales.

Pero en realidad, todos dan vueltas alrededor de unas pocas preocupaciones, con cada ensayo expandiéndolas y expresándolas a su modo.

El primero de ellos “Darwin y el significado de las flores” es un fascinante retrato del Darwin botánico, ofreciendo muchos e interesantes detalles sobre su estudio de las flores, y de cómo ese estudio cimentó aspectos de su teoría de la evolución.

A veces el proceso del descubrimiento científico se presenta como puntuado, un hecho singular que aparece de pronto. Pero el ensayo sobre Darwin ilustra que el trabajo científico es la aplicación minuciosa de tiempo y esfuerzo.

Algo similar sucede con “El otro camino: Freud como neurólogo”, que muestra los veinte años que el fundador del psicoanálisis pasó con sus investigaciones neurológicas. Muestra sus ideas iniciales, su insatisfacción con un modelo del cerebro que le resultaba demasiado estático y mecanicista, y que muchas de sus ideas neurológicas siguen siendo relevantes. Vamos, que muestra al Freud neurólogo como un precursor importante.

Proceso que culmina en el último ensayo, “El escotoma: negligencia y olvido en la ciencia”, donde con esa erudición modesta suya se pregunta por qué algunas ideas precursoras permanecen en la oscuridad y deben ser redescubiertas posteriormente. Muestra la ciencia como un proceso contingente, azaroso, donde las ideas deben ajustarse al marco teórico de ese momento para ser aceptadas o simplemente consideradas. Por extraño que parezca, incluso las ideas científicas requieren aparecer en el momento justo.

La mente es el otro gran tema. Desde nuestra percepción del paso del tiempo, en “Velocidad”, donde describe cómo ciertos desórdenes o drogas pueden alterar la percepción del tiempo, para terminar hablando de los límites inherentes a nuestra fisiología.

“La falibidad de la memoria”, que describe nuestra incapacidad para garantizar que nuestros recuerdos sean reales. “El yo creativo”, que retoma el olvido como fundamento de la creatividad y se plantea los mecanismos inconscientes que la permiten. Inclusos los ensayos más personales, “Transoír” y “Una sensación de malestar general”, ejecutan la misma maniobra del resto de los ensayos: partir de lo concreto, del ejemplo o la anécdota para luego teorizar o abstraer.

Por supuesto, en una recopilación de este tipo, no todos los ensayos están al mismo nivel y cada lector hará su particular selección. He dejado para el final dos de mis favoritos, los que considero mejores y que me parece que sintetizan el talento de Oliver Sacks para reflexionar, escribir y explicar.

“El río de la conciencia” se plantea justo eso, el hecho de que percibimos nuestra propia conciencia como un flujo continuo de algo. ¿Esa impresión es real? Usa el cine como metáfora para plantearse si la conciencia no será más bien una sucesión de instantes aislados que el cerebro recompone como continuos. Muestra algún caso fascinante donde la conciencia parece detenerse y no vacila en adentrarse en el terreno de la qualia. Nosotros no nos limitamos a hacer o calcular: percibimos, como una experiencia cualitativa. Para nosotros el rojo es algo más que una frecuencia de la luz. El rojo para nosotros es rojez.

“Sensibilidad: las vidas mentales de las plantas y las lombrices” es un asombroso modelo de elegancia, un ejemplo magistral de cómo escribir un ensayo. Retomando a Darwin y un comentario suyo sobre las lombrices, traza todo un mapa sobre la continuidad de la mente en el mundo natural. Desde los seres más pequeños, incluyendo las plantas, hasta nosotros, ofreciendo una panorámica abierta y expandida de lo que es la mente. Un ensayo fascinante.

En ese ensayo, además, comenta el caso de los cefalópodos, como seres muy inteligentes. Y para saber más sobre la inteligencia de los pulpos, no se me ocurre nada mejor que «Otras mentes», de Peter Godfrey-Smith. Aquí te dejo el vídeo.

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La muerte: Una reflexión filosófica, de Todd May

Todd May es asesor filosófico de la serie «The Good Place», porque su libro «La muerte: Una reflexión filosófica» es un certero análisis de nuestra mortalidad.

Lo publica Biblioteca Buridán.

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¡Ay, pobre Yorick!

Yo le conocía, Horacio. Tenía un humor incansable, una agudeza asombrosa.

Hola. Tengo una mala noticia. Vamos a morir. Algún día. Es una faena, sí, lo sé. Pero Todd May en «La muerte: Una reflexión filosófica» intenta acotar los límites de semejante jugarreta.

Lo publica Biblioteca Buridán con traducción de Josep Sarret Grau.

Qué depresión, pero no queda otra que empezar.

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Es muy posible que el nombre de Todd May no te suene de nada. Tampoco es que los nombres de profesores de filosofía salgan habitualmente en las conversaciones. Pero es muy posible que te suene la serie a la que asesora: «The Good Place», las aventuras de Eleanor Shellstrop, Chidi, Jason y Tahani. Una serie que precisamente se inicia con la muerte de los protagonistas.

Cuentan que justo este libro, «La muerte: Una reflexión filosófica», acabó en manos del creador de la serie, Michael Schur, y el resto es historia. Alguien se tiene que asegurar que los chistes sobre Kant y Aristóteles tengan sentido.

Pero vamos al libro.

Nace, por supuesto, de la percepción de la mortalidad, esos momentos donde recordamos que vamos a morir y hasta pensamos: “mira, me toca hoy”. Todd May parte de una anécdota de ese estilo.

El primero de los tres capítulos caracteriza la muerte en sí. La muerte es, nos dice, de todos los hechos importantes de la vida, el más importante, porque la muerte colapsa todos los demás.

La muerte ni siquiera es un final, como acaban las novelas o las películas. Es una interrupción. Es el cese de las experiencias. Es la destrucción de los placeres. La muerte es inevitable e incierta.

No es nada nuevo, claro. Ya el mismo Eclesiastés nos advertía que todo es vacuidad, solo vacuidad y nada más que vacuidad. O como olvidar a los grandes filósofos, Bill y Ted.

Pero por si todo lo anterior fuese poco, la muerte además hace que dudemos del sentido del mundo.

Es decir, para qué esforzarnos, para qué hacer, si al final todo va a desaparecer. ¿Qué sentido tiene cualquier acto humano frente a la eternidad? ¿Cuál es el valor de una vida humana si está condenada a desaparecer?

Todd May va exponiendo varias tradiciones filosóficas y varias opciones. Por ejemplo, Epícuro y su idea de que no debemos temer a la muerte porque es algo que jamás experimentaremos. No suena nada convincente. O Nagel, sobre la valía intrínseca de vivir. El simple hecho de estar vivo.

Por supuesto, te habrás dado cuenta de que el tono del libro es totalmente ateo. Da por supuesto que no hay nada más allá y cuando se refiere a las religiones lo hace en el contexto de intentar contener el conocimiento de que vamos a morir.

Porque esa es la cuestión. Sabemos que vamos a morir. Si no lo supiésemos, pues tampoco pasaría nada. Pero la muerte pesa sobre todos nuestros actos y todos los segundos de nuestra existencia.

El segundo capítulo recurre nada menos que a Borges y su cuento “El inmortal”. Es decir, la otra opción. ¿Cómo sería eso de no morir? ¿Cómo se comportaría un inmortal? Alguien eternamente de mediana edad, por ejemplo, que supiese que no va a morir jamás. ¿Cómo encararía el mundo? ¿Cómo podría decidirse a hacer algo si siempre queda tiempo para emprender cualquier proyecto? La eternidad futura siempre será mayor que cualquier pasado.

Su conclusión es que la inmortalidad es incompatible con la humanidad. Que la inmortalidad borraría el sentido de nuestras vidas tanto como lo hace la muerte.

Yo recelo mucho de los textos que pretenden demostrar que la inmortalidad sería tremendamente aburrida, una infinita extensión de tedio. Siempre me pregunto si no será un fallo de imaginación.

Además, ¿no podría probar? Digamos, ¿vivir un millón de año? ¿Vale? O medio millón, ¿no? ¿1000? ¿Mil años y luego cuento qué tal, si me he aburrido mucho? ¿Quinientos? No es más que un parpadeo comparado con la eternidad. Un breve experimento. Tampoco pido tanto. ¿Vale? ¿Puede ser? ¿Por probar?

No, no puede ser. No a menos que se produzca un cambio tecnológico por ahora ni siquiera planteable. Y tampoco el argumento del libro es que la inmortalidad sea mala en sí. El problema es que la inmortalidad no sería humana. Ser inmortal sería ser algo completamente diferente a un ser humano. Lo cual no sería un problema si fuese una opción…

Pero resulta que como seres humanos que somos, seres que saben que van a morir, es justo la muerte lo que dota de sentido a nuestras acciones. La paradoja es que la muerte da sentido a nuestras acciones, pero no hay un buen momento para morir. La paradoja es que la muerte nos hace humanos, pero morirse es una faena.

He ahí el problema.

Y a eso dedica el tercer capítulo, a intentar resolver esa paradoja. O mejor dicho, a buscar la forma de integrarla en nuestra vida. Tarea para la que vuelve a recurrir a distintas tradiciones filosóficas para luego integrarlas en su respuesta final.

¿Lo que propone en ese capítulo final es la respuesta? ¿Es la mejor manera de vivir con el conocimiento de la muerte? Eso es lo que cada uno debe decidir por su cuenta.

Me gustó mucho este libro. No estoy de acuerdo con algunos de los argumentos, y creo que el budismo y el estoicismo no son tan limitados como da a entender. Pero me gusta mucho la forma en que lo cuenta y lo claramente que muestra la paradoja humana de la muerte. Incluso su respuesta, si debo decir la verdad, me parece bastante razonable.

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¡Universo!, de Albert Monteys

Robots demasiado enamorados. Formas de vida demasiado alienígenas. Jefes muertos que siguen dando la vara. Una extraña dislocación emocional y cronológica. Es «¡Universo!», de Albert Monteys.

Lo publica Astiberri Ediciones

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TRANSCRIPCIÓN

Hola. Robots demasiado enamorados. Formas de vida demasiado alienígenas. Jefes muertos que siguen dando la vara. Una extraña dislocación emocional y cronológica. Es «¡Universo!», de Albert Monteys.

Lo publica la editorial Astiberri.

Marchemos al futuro.

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Al grano. «¡Universo!», de Albert Monteys, es uno de los mejores libros de ciencia ficción en español. Ya sea cómic, novela o ensayo especulativo. Es de la mejor ciencia ficción española. Todo un triunfo del género.

Si te mola la ciencia ficción, eso es todo lo que necesitas saber. Este vídeo es así de cortito…

Ah, ¿qué quieres más? ¿Que aquí estoy para darte razones?

Uff, ¡cómo me haces trabajar! Menos mal que me caes bien.

Vale, vamos…

«¡Universo!» lo hace todo bien. Albert Monteys combina ideas espectaculares, cósmicas, grandiosas con un grafismo intenso, colorista y exuberante, un uso magistral de las viñetas para marcar el tiempo y la distorsión y, por si no fuese suficiente, lo redondea todo con una tremenda conciencia humana y un cariño especial para las clases sociales más desfavorecidas.

En este libro no hay aguerridos héroes espaciales o brillantes científicos geniales. Hay personas normales intentando navegar, como intentan siempre las personas normales, un presente, su presente, cada vez más extraño, azaroso y complicado.

La primera historia es un buen ejemplo.

Se llama “El pasado es ahora”. A Alex Wortham, el megalómano jefe de una gran corporación, se le ocurre una idea genial: consumir el 23% de los recursos de la Tierra para mandar a un empleado al inicio del tiempo, donde producirá el big bang y dedicará los primeros 13 minutos del universo a grabar la marca de la empresa en todos los quarks.

Por cierto, el jefe lleva muerto varios años, pero eso no le impide seguir mandando. Ya sabes, la cabeza muerta del mercado y esas cosas.

Lo que nuestro pobre salaryman no sabe es que la vuelta a casa con su familia implica esperar 16.000 millones de años. Y para que no se desmadre, lo han mandado con una especie de ordenador guía casi omnipotente para garantizar la aparición de la empresa. Al pobre hombre, que se rinde casi siempre a la apatía mientras el universo se despliega a su alrededor, no se le permite ni el más mínimo proyecto personal. No sea que interfiera, claro…

Pero más allá de toda la perfecta ejecución de la historia y el grafismo, el núcleo que sostiene “El pasado es ahora” es ese delicado equilibrio entre la historia sencilla de un hombre al que le gustaría volver a casa tras su jornada laboral, de 16 mil millones de años, y las enormes fuerzas del capitalismo más voraz que no le permiten ni un respiro.

Y así sucesivamente. Albert Monteys demuestra en cada historia su dominio del cómic y de los recursos pulp para sacarse de la manga historias alucinantes que tocan la famosa condición humana. El amor que queremos y el que recibimos, vivir una fantasía o entregarnos a la realidad en “La fábrica del amor”. El impresionante homenaje a Kirby en “Taurus-77” con extraterrestres que son demasiado extraños para ser mediáticos (tenemos claro lo que queremos en nuestros aliens), que acaba siendo una deliciosa vuelta de tuerca a los temas de Stanislaw Lem.

La extraña invasión de iluminados en “Lo que sabemos del planeta tierra”, que antes de su exquisitamente irónico final, todo un golpe en el mejor sentido, habla de la fertilidad y la infertilidad, de la fragilidad y la perfección.

Y acabando con ese impresionante retrato de las relaciones de parejas que es “La Cristina del mañana”, donde una mujer va percibiendo el tiempo cada vez con más adelanto, alejándose por tanto cada vez más del presente, obligada así a presenciar el paso de la existencia como una observadora incapaz de intervenir. Es una historia donde las viñetas mismas se rompen y se trastocan, incrementan el dinamismo ya presente en toda la colección, para seguir así el estado de la protagonista. Una historia conmovedora, emotiva, turbadora, desgarradora… una historia que merece todos los premios.

Las historias están ligeramente interconectadas entre sí. Algunas más que otras. El título «¡Universo!» no es casual. Todos los personajes habitan el mismo mundo.

Pero lo mejor todo es que esto sigue. Este no más que un primer volumen. Albert Monteys sigue creando episodios nuevos que va publicando digitalmente en Panel Syndicate (enlace en la descripción). Aunque yo te recomiendo comprar la recopilación. Leerlas seguidas es ir dejando que cada historia deje su poso en la siguiente.

Y hablando de estos temas, si quieres más ciencia ficción de calidad, aquí tienes un vídeo sobre una obra maestra. Y recuerda, si te interesa ver más vídeos sobre lecturas que valen la pena, ya sabes: suscríbete. Hay un botón por ahí debajo.

Gracias y hasta la próxima.

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La muerte del comendador (Libro 2), de Haruki Murakami

Haruki Murakami con «La muerte del comendador (Libro 2)» cierra la historia iniciada en el primer volumen. La novela completa es una de las obras más reflexivas y apasionantes de su autor.

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https://youtu.be/m9FSs20Dbes

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Hola. El protagonista, cuyo nombre es tan importante que no se nos revela, debe ponerse en acción para localizar a una niña desaparecida. Extraviado en un mundo metafórico, se enfrenta a la vez al pasado y al futuro. Es «La muerte del comendador (Libro 2)», de Haruki Murakami.

Lo publica Tusquets Editores con traducción Fernando Cordobés y Yoko Ogihara.

Entremos en el bosque.

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Un viejo chiste se pregunta: ¿Hasta dónde puede entrar un gato negro en un bosque oscuro? Pues hasta la mitad. De la mitad en adelante está saliendo. En ese punto nos encontramos.

Pero antes de seguir… gracias a Tusquets por enviarme el ejemplar para reseñar. De hecho, es este, las pruebas finales. Como puedes ver, está lleno de notas, marcadores y postits. Gracias a eso la reseña puede estar hoy. Eso sí, el libro es de la editorial, pero las opiniones y comentarios son exclusivamente míos.

Ahora sigamos…

Comprendo por qué originalmente «La muerte del comendador» se publicó como dos libros. Uno continua al otro, efectivamente, pero la separación física entre volúmenes destaca la separación temática y emocional. Y, también es importante, la dualidad interna esencial a todo personaje de Murakami. Es una situación muy ingeniosa presente en los subtítulos de cada tomo. El primero reza “Una idea hecha realidad” y el segundo dice “Metáfora cambiante”. Justo, justo eso…

Originalmente, en este punto del vídeo me demoraba más. Primero comentaba los elementos que conectan esta novela con las anteriores de Murakami y también aquellos puntos donde se distancia. Pero no te voy a hacer esperar. Venga, primero mi valoración y luego lo demás.

«La muerte del comendador», completa, es fácilmente una de las mejores novelas de Murakami. No voy a hacer un ranking ahora, pero está ahí ganando puntos para el primer puesto. Es una obra de madurez, producida por un escritor consciente de todo lo que escribió antes, capaz de recrear su universo particular pero que comprende las limitaciones de la visión ofrecida por sus anteriores novelas. Se lee y se siente como una novela de Murakami, pero también es claramente una evolución. En cierta forma, la novela está contándose a sí misma.

Cuando reseñé el primer libro comenté que es la historia de un paréntesis, cosa que no es habitual en Murakami. Lo habitual, en novelas como «1Q84» o «Los años de peregrinación del chico sin color», es que la historia se inicie en el momento del despertar del protagonista que ha pasado cierta cantidad de tiempo, hasta años, en una especie de estado de suspensión vital. Viviendo, pero sin estar totalmente vivo.

«La muerte del comendador (Libro 1)» al contrario, arranca cuando el protagonista inicia su, digamos encierro. Se atrinchera en la casa de un famoso pintor, deja de trabajar por dinero y hace lo posible por desconectarse del mundo. Un periodo de tiempo que dura aproximadamente nueve meses, como un embarazo. Detalle que no es casual.

«La muerte del comendador (Libro 2)» continúa justo donde termina el anterior. El descubrimiento del cuadro de Tomohiko Amada en el desván había desatado toda una serie de acontecimientos, entre ellos el hallazgo de un extraño pozo en el jardín, una campanilla misteriosa y la aparición del Comendador del título.

En este segundo volumen, todo empieza a encajar. ¿Por qué se pintó ese cuadro? ¿Qué es el mundo de las metáforas? ¿Qué sucedió durante la guerra? ¿Qué relaciona la Alemania Nazi con Nankín y las bombas de Hiroshima y Nagasaki? Pero hay que aclarar que solo llegamos a saber lo que el protagonista descubre o le cuentan.

Y cuando Marie, la niña de 13 que se identifica con la hermana muerta del protagonista, desaparece, este no tiene más opción que empezar a tomar decisiones para rescatarla. Pero ¿rescatarla de qué? Así es como watashi acaba en la tierra de las metáforas. Metáforas que son curiosamente muy concretas.

Se inicia así lo que es la parte principal del libro, la que exige del protagonista que tome decisiones y realice sacrificios, que pierda cosas para ganar otras. Todo el proceso en el otro lado es una más que real prueba de resistencia hasta prácticamente volver a nacer. Las referencias a los monjes budistas en el primer libro no eran casuales.

En cierta forma, «La muerte del comendador» es un libro sobre zonas liminares, zonas limítrofes entre un estado u otro. En ocasiones son reales, dentro de la historia, o metafóricas, como es el caso de Marie, una zona liminar ella misma como adolescente, encontrándose entre la niñez y la vida adulta. Así la novela apuntala una y otra vez el tema del renacimiento y la regeneración. En «La muerte del comendador» solo estás perdido cuando te empeñas en quedarte en el umbral.

Mucho de lo que sucede en este libro recuerda a libros anteriores de Murakami, pero las conclusiones no podrían ser más opuestas. Todo el paseo por el mundo subterráneo remite a «El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas», pero con una resolución muy diferente. Por su parte, la relación del protagonista con Marie recuerda a una muy similar en «Baila, baila, baila». Pero donde «Baila, baila, baila» es la novela más solipsista de Murakami (no sale ni un solo personaje que no sea una versión del protagonista), «La muerte del comendador» trata a Marie como una persona totalmente independiente, con su propio camino vital, con su propio desarrollo, una persona que a pesar de su complicidad con el protagonista divergirá inevitablemente.

Es decir, todos los personajes de «La muerte del comendador», incluso los más fantásticos, poseen su propia subjetividad, son seres independientes del protagonista. Es el punto final de lo que sucedía en «Los años de peregrinación del chico sin color». La ataraxia fundamental, más que explícita en «El fin del mundo», la depresión, la imposibilidad de actuar, que caracterizaban a las novelas de boku, desaparecen como rasgos fundamentales de su obra. Son sustituidos por la comprensión de que hay otras mentes en el mundo y, lo más importante, que puedes apoyarte en ellas para actuar.

En novelas anteriores, el aislamiento era la condición fundamental del protagonista, un aspecto específico e inalterable. En «La muerte del comendador», el aislamiento no es más que parte del proceso para luego poder abrirse al mundo, la necesaria terapia para llorar la muerte de tu vida anterior, descubrir tus sentimientos reales, cerrar capítulos del pasado y tomar decisiones para encarar el futuro.

Todo un proceso que está relacionada con las metáforas, las ideas, los conceptos.

El periplo del protagonista por el otro lado es explícitamente un viaje por el mundo de las metáforas. Porque el arte no es más que un conjunto de metáforas, que ayudan comprender o a exorcizar. El cuadro de Tomohiko Amada es pura metáfora. El cuadro del hombre del Subaru también lo es. El pozo del jardín es otra más. Todas reflejando de alguna forma una realidad que es o que querríamos que fuese.

Porque nuevas metáforas permiten crear nuevas acciones, nuevas relaciones. En «La muerte del comendador» hay cosas que son metafóricamente ciertas sin ser ciertas en la realidad. Pero es que en ocasiones, para un ser humano, lo realmente importante es aquello que es cierto metafóricamente. Y además, una buena metáfora hace que los peligros sean más evidentes.

Incluso la dualidad interior humana se entiende como un enorme sistema metafórico. Mirar hacia nuestro interior es sobre todo el despliegue de unas ciertas ideas y conceptos. Es un proceso lento, que no se puede realizar de golpe, pero es posible. En ese aspecto, Menshiki y el protagonista se vuelven a presentar como reflejos uno del otro, incluso en la forma en que lidian con su mundo interior.

Lo que nos trae de vuelta al arte, como el gran mecanismo para generar nuevas metáforas. El arte que finalmente es una forma de sanación y descubrimiento, incluso de expiación. El arte que no es preciso que nadie vea, cuya simple existencia es suficiente. El arte que cambia nuestra forma de ver el mundo.

En este libro se habla mucho de los muros y de cómo se levantan para aislar. Pero el énfasis continuo es en superarlos, no en derribarlos. En romper los círculos para poder cerrarlos mejor. Es decir, se pone énfasis en el cambio y la transformación. Causas y efectos se entremezclan en esta novela. En un momento dado, incluso da la impresión de que se ha producido un salto en el tiempo.

Incluso los tics molestos de Murakami están casi ausentes en este segundo libro. Esa forma extraña que tiene de referirse al cuerpo de las mujeres, y en concreto la obsesión por los pechos. Aunque veo anime y leo manga, donde se repite mucho la misma dinámica. En cualquier caso, en el libro 2 el protagonista está mucho más centrado, no tan disperso como en el libro 1, y no tiene tantas oportunidades.

Hay muchos aspectos de este libro que me encantan y considero brillantemente ejecutados. Incluso hay alguna sorpresa llamativa que choca todavía más con la idea que uno se hace de un Murakami “normal”. Pero como hablar de ellas requeriría comentar aspectos de la trama… Vamos, que sé que a la gente eso no le gusta.

¿Debería hacer un vídeo adicional hablando de lo detalles? ¿Un vídeo para los que han leído el libro? Déjame un comentario.

Solo decir que esa capacidad de Murakami para describir lo cotidiano, para mostrar a la gente simplemente existiendo, preparando la comida, pensando en medir la presión del coche, leyendo o paseando, le sirve enormemente bien. El protagonista es alguien muy conectado con las sensaciones del mundo, alguien cuya capacidad de observación, como demuestra una y otra vez, se orienta hacia el exterior y rara vez hacia el interior. En un momento dado menciona que de los cuadros que ha pintado recuerda sobre todo la sensación que le producían.

«La muerte del comendador (Libro 2)» es en suma la historia de una transformación, una metamorfosis. El hombre que sale de la casa al final no es el mismo hombre que entró. Pero el cambio es… no sé cómo expresarlo, sutil. Muchas cosas en realidad no cambian, pero sí cambia la forma de entenderlas y de situarlas en el mundo.

«La muerte del comendador» es una novela muy reflexiva, que en el fondo, si prestas atención, está continuamente deliberando sobre sí misma, en diálogo constante con toda la obra anterior de su autor. Pero es una novela, y todo lo que piensa y reflexiona está expertamente encajado en la estructura de la obra, en los personajes, en los entornos, en los diálogos. El protagonista, Marie, Menshiki… son de los mejores personajes creados por Murakami.

En resumen: una de sus mejores novelas.

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Un hombre que se parecía a Orestes, de Álvaro Cunqueiro

Orestes no acaba de decidirse a volver y cumplir su destino: vengar a su padre. Es Álvaro Cunqueiro en «Un hombre que se parecía a Orestes», una novela que te lleva a una Micenas atemporal donde todos esperan a Orestes.

Lo publica Austral.

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Hola. La espera interminable por una venganza que no acaba de consumarse. Un miedo que nunca se desvanece. El destino que no se cumple. Un mundo lleno de prodigios donde todo transcurre con la más absoluta cotidianidad. Es Álvaro Cunqueiro, y el libro es «Un hombre que se parecía a Orestes».

Lo publica la editorial Austral.

Y nos vamos a la antigüedad nos vamos…

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Aunque eso de la antigüedad en realidad no. A pesar de ese título tan curiosísimo «Un hombre que se parecía a Orestes»… Que es verdaderamente singular, ¿no? ¿Quién es ese hombre? ¿Quién se parecía a Orestes? ¿Quién es Orestes? Ya volveremos luego a esas preguntas.

Pero a lo que iba. A pesar de ese título, que da a entender una Grecia arcaica, la tierra en la que transcurre la novela es un mundo indefinido donde se mezclan periodos históricos y tecnológicos. Hay magias y prodigios, pero también ingenios mecánicos. El mundo del libro es una amalgama maravillosa donde todo suena más fantástico y más realista. Tal es el asombroso talento de Cunqueiro.

Es un libro extraordinariamente bien escrito que mezcla y remezcla todo tipo de estilos. Pasa del arcaísmo al cultismo y luego al vulgarismo. Juega continuamente con la sintaxis y con la forma de contar. Usa el teatro o el relato biográfico; incluso el índice onomástico para seguir narrando. Cunqueiro logra así dotar de irrealidad a la realidad, o quizá sea al revés, dotar de realidad a la irrealidad, logrando una de las grandes novelas fantásticas. No en vano recibió el premio Nadal en 1968.

«Un hombre que se parecía a Orestes» es una novela enormemente vital. Una novela que celebra la vida rechazando completamente la épica. Una novela tan divertida como afiladamente cruel. Como la vida misma. Usa los personajes de la mitología para quitarles todo rasgo de leyenda, para convertirlos en seres humanos que vacilan, que dudan o que simplemente dicen que no.

Pero primero vamos a repasar el mito.

Agamenón, tras la guerra de Troya, regresa a Micenas. Egisto, el amante de la reina Clitemnestra, lo mata, ocupando así el trono. Siete años después, Orestes llega a Micenas para vengar a su padre matando a Egisto y a su madre. Según la versión del mito que leas, Electra o Ifigenia, las hermanas de Orestes, tienen más o menos protagonismo.

La historia sigue, por supuesto, y en la antigüedad se escribieron muchas obras añadiendo todo tipo de detalles. Pero la versión más famosa es La Orestíada de Esquilo. Aunque con el resumen que acabo de hacer nos basta perfectamente.

Porque el punto de partida singular de esta novela es que Orestes no llega. La venganza no se cumple. Ifigenia, encerrada en su torre, sigue joven, porque la profecía dice que será joven cuando guíe a Orestes y joven se quedará.

Micenas es como una ciudad medieval, algunos dicen que es una Galicia de ensueño, MICENAS, porque Cunqueiro era de Mondoñedo. Es una ciudad próspera y con movimiento. Hay de todo… caballeros, pobres, augures, verduleras. Lo normal.

Pero a la monarquía no le va tan bien. Los reyes Egisto y Clitemnestra, que se aman sinceramente, están totalmente arruinados, habiendo consumido todo su dinero en una compleja red de espías y vigilancia por si aparece Orestes. De hecho, si entras en Micenas y alguien sospecha que podrías ser Orestes, lo más probable es que acabes torturado y asesinado. Nunca se puede estar demasiado seguro.

Pero Orestes, como ya he dicho, no llega. Anda por ahí, por el mundo, sin acabar de decidirse a cumplir su venganza a pesar de la insistencia de su hermana Electra. La ciudad espera ansiosa la llegada de Orestes, porque a estas alturas sería sobre todo un gran espectáculo.

Y así la vida sigue. Cada uno dedicándose a lo suyo, defendiéndose como puede, envejeciendo y al final dejando el hueco a otro. Porque la vida es el reverso de la épica. Los seres humanos somos pequeños y mortales. Pero para este libro, ser pequeño y mortal es lo importante.

Ya pocos recuerdan a Orestes el hombre.

Ni siquiera el propio Orestes recuerda del todo a Orestes. De hecho, él no es más que uno de los varios personajes que aparecen en el libro. Un libro que se deleita en saltar de uno a otro, contándonos cómo viven sus vidas mientras esperan a un hombre que no llegará. Es un libro que no vacila en irse por las ramas porque precisamente porque irse por las ramas es vivir.

En ese aspecto, me encanta el título. ¿Quién es ese hombre que se parecía a Orestes? La primera parte, de cinco, sale un personaje que muchos toman por Orestes, pero precisamente es porque se parece mucho al personaje del mito. ¿Quién es el Orestes del título? ¿La persona real que tiene ese nombre, o el mito, un ser que no puede llegar y consumar su venganza simplemente porque no existe? ¿Orestes se parecía a Orestes?

«Un hombre que se parecía a Orestes» es un libro tremendamente divertido, pero precisamente porque la vida humana está llena de ironías y de pequeñas fatalidades. Frente a la infecunda eternidad de la épica, contrasta la sencillez de la vida humana, lo que acaba y empieza, la duda… la finitud.

La gracia es que lo hace recurriendo a una venganza que no llegará a consumarse nunca.

¿Pero tú qué piensas? ¿Es Álvaro Cunqueiro un autor a reivindicar? ¿Es «Un hombre que se parecía a Orestes» una de las grandes obras de la literatura fantástica maestra del fantástica o es realmente una obra realista con elementos mágico? ¿Quién podría parecerse a Orestes? Deja tus comentarios, recomendaciones y opiniones. Y ya sabes, si te interesa ver más vídeos sobre lecturas que valen la pena: suscríbete. Hay un botón por ahí debajo.

Gracias y hasta la próxima.

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Así Empieza: «Maupassant y «el otro»», de Albert Savinio

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Así Empieza es una sección de mi canal donde hablo sobre el comienzo de libros. En este caso, del comienzo de Maupassant y «el otro», de Alberto Savinio.

En mi canal de YouTube recomiendo lecturas que me gustan y que creo que podrían interesar a otros. Si quieres saber cuáles son, suscríbete.

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TRANSCRIPCIÓN

Hola. Inauguro hoy una nueva sección en el canal. Se llama «Así empieza» y la idea es justo lo que el nombre indica. La verdad es que eso del naming nunca se me ha dado bien, soy excesivamente literal. Tendría que haber consultado a mi amigo Máximo Gavete que es un gran diseñador y sabe de esas cosas…

Pero a lo que iba. Vídeos para hablar de cómo empiezan los libros. Porque mucha gente cree que el final es lo importante. Pero tras una lectura de un montón de páginas, el final es más como una guinda. Es guay que cierre bien el texto y que encaje con todo lo anterior, pero más como una cuestión estructural. Las últimas palabras son importantes, sí, pero…

Pero no tanto como las primeras. El comienzo del libro es el encuentro del lector con el texto y por tanto el principio tiene muchas responsabilidades y tareas por cumplir, que además, debe ejecutar con relativa rapidez. Pocos autores pueden hacer como Umberto Eco en «El nombre de la rosa» y dedicar 100 páginas a empezar.

No, lo normal es tener un párrafo. Dos. Unas pocas páginas a lo sumo.

¿Y qué hace un buen principio? A veces despertar el interés, colocarte en una posición de querer saber más. Otras veces, establecer ya el tono de lo que vas a leer, indicándote qué tipo de libro es, o, en su contrapartida de autor troll, engañarte para hacerte creer que vas a leer otra cosa. A veces el principio te cuenta el final. Y a veces pretende dejar claro cuál es la voz narradora.

Vamos, que hay casi infinitas posibilidades para el comienzo de un libro. Razón por la que hay principios de libros tan famosos.

Pero hay un tipo particular de comienzo que me resulta especialmente fascinante. El comienzo que te enseña a leer el libro. Puede hacer todo lo demás que hace un comienzo, pero además te da instrucciones. Es un comienzo “tutorial”, como en un programa de ordenador, que ofrece una miniversión de lo que será leer el resto del libro.

Y no se me ocurre ningún libro más perfecto para arrancar esta sección que «Maupassant y “el otro”», de Alberto Savinio. Está traducido por José Ramón Monreal y lo publica Acantilado.

Es un ensayo, una especie de biografía del escritor francés Guy de Maupassant. Alberto Savinio fue un escritor y pintor italiano con un estilo, ya veremos, muy particular. Su nombre real era Andrea de Chirico, hermano del más famoso Giorgio de Chirico.

A ver. Guarda roja, guarda roja. Y llegamos al principio del libro. Y lo que encontramos es esta página. Lo que hay es una cita que dice «Maupassant: un verdadero romano Friedrich Nietzsche, Ecce homo»

¿Qué? Maupassant era francés. ¿Qué es eso de que era un verdadero romano? En sentido estricto, todavía no hemos empezado a leer el texto y ya andamos desconcertados.

Por suerte, debajo hay un paréntesis que no explica lo que está pasando. Dice:

«(Los epígrafes se ponen a la cabeza de los escritos para aclarar en muy pocas palabras su contenido: este epígrafe de Nietzsche ilumina tanto mejor la figura de Maupassant cuanto que no se comprende lo que quiere decir).»

¿Cómo? ¿Los epígrafes aclaran y has puesto uno que deliberadamente no aclara nada? ¿Una cita cuya razón de ser es que no se entiende?

En este momento es cuando empezamos a sospechar en qué tipo de libro nos hemos metido. Está claro que Alberto Savinio era un cachondo monumental. Pero también es evidente que no nos está haciendo dar vueltas por nada. Hay un propósito serio detrás de todo esto.

Por cierto, recuerda que estrictamente todavía no hemos empezado a leer el cuerpo del libro. Se supone que el ensayo en sí empieza aquí…

Sin embargo, no hemos acabado con el paréntesis. Hay un numerito al final, un 1, el punto de inicio, un desvío en el camino, como si este libro fue uno de esos de “elige tu propia aventura”. Nos manda a una nota. Por desgracia, en esta edición las notas están al final, así que nos vemos obligados a literalmente saltar.

Aquí, que ya había marcado el punto. Porque eso de las notas al final es el mal…

Lo primero que notamos es que hay muchas notas. Es un ensayo muy corto, pero una buena fracción de las páginas son notas. Además, no son notas cualesquiera. Parecen bastante sustanciales. De hecho, la primera es bastante larga. No la voy a leer entera, pero empieza así:

«Este comentario al epígrafe de Nietzsche no es ni una broma ni una paradoja»

¿Seguuuuro? ¿Hay que fiarse de un autor que afirma no estar bromeando?

Sigo.

«En un país agarrotado por la seriedad como Italia, nunca me abandona la duda de si mis palabras serias serán tomadas por bromas o mis bromas por palabras serias»

Vale. Toda una declaración. Empieza a quedar clara la personalidad de Savinio. A continuación, hay unas líneas indicando que el comentario de Nietzsche ilumina la figura de Maupassant precisamente porque no se sabe qué quiso decir, o incluso si quiso decir algo. Que ilumina la figura por la vía del absurdo. Y nos interpela directamente:

«Pero ¿me entenderá el lector si digo que cuando más se dice es NO DICIENDO NADA?»

Énfasis del autor.

Para añadir:

«La absurda, la inane definición de Nietzsche atrae “en el acto” la atención hacia la figura de Maupassant con más fuerza que una definición exacta, una definición PROFUNDA.»

Énfasis del autor.

Ya está, ya sabemos qué tipo de libro tenemos entre manos. Es evidente que no va a intentar escribir ningún tipo de retrato de Maupassant al uso. Pero por si las moscas, sigue hablando de lo guay que es ver películas habladas en idiomas que no comprende y que de joven intentaba entender lo que había querido decir Nietzsche. Pero ahora es mayor y experto, así que se limita a aceptarla.

«Y así la definición me resulta mucho más clara, impactante e ilustrativa».

En este punto, amigo lector, sabes con total certeza si el libro es para ti o no. Sabes exactamente si esa reflexión por la vía del absurdo, de los incomprensible, te va a interesar o no.

Pero también sabes varias cosas más.

Primero, esto va a estar lleno de digresiones. El autor se va a ir por las ramas, por los cerros de Úbeda o por cualquier metáfora que se te ocurra para desviarse del camino.

Segundo, que llevas leída prácticamente una página entera y el libro TODAVÍA NO HA EMPEZADO. Este va a ser un libro juguetón, que te va a lanzar de un lado para otro. Acaba de empezar y lo primero que ha hecho es explicarte qué tipo de libro es y cómo usarlo. Que vas a tener que ir moviéndote de un lado a otro. No has empezado a leer y ya te ha hecho practicar con una pequeña versión del resto del libro.

Pero el tutorial no ha terminado. Vuelves a la primera página, por fin, y empiezas lo que es el texto en sí y lees:

«Nivasio Dolcemare llegó por primera vez a París…»

¿Cómo? ¿Quién es Nivasio Dolcemare? ¿Este no era un libro sobre Maupassant? ¿Qué está pasando aquí?

Este es el momento de la verdad. Si te ha parecido un comienzo brillante… yo me reí a carcajadas cuando llegué a ese nombre… seguirás leyendo. Si no, el libro no es para ti.

Pero no puedes negar que ha sido transparente desde el primer momento. No solo ha dejado claro desde la primera palabra qué tipo de libro es, sino que ha tenido la cortesía de enseñarte a leerlo, a ir de un lado a otro, a saltar del texto a las notas y de las notas al texto.

Y prácticamente todo eso antes de empezar con lo que es el ensayo en sí.

No se puede pedir mucho más de un principio.

Gracias y hasta la próxima.

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Cómo acabar con la escritura de las mujeres, Joanna Russ

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Un libro tan relevante hoy como el día que se publicó. En «Cómo acabar con la escritura de las mujeres», Joanna Russ lanza una brillante e inteligente enmienda a la totalidad de la literatura.

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TRANSCRIPCIÓN

Hola. Una gran narradora y una gran ensayista se combinan en un brillante ensayo con un título que se explica solo: «Cómo acabar con la escritura de las mujeres». Joanna Russ lanza una brillante e inteligente enmienda a la totalidad de la literatura.

Lo publican conjuntamente la editorial Dos Bigotes y la editorial Barret con traducción de Gloria Fortún.

Vamos allá.

Que este libro se haya publicado por fin en España me ha producido mucha alegría y también algo de tristeza. Voy a empezar por la alegría y explicaré la tristeza más tarde.

Debí leer este libro por primera vez a principios de los 90. Estaba en la biblioteca de la universidad y en esa época yo leía muchos libros relacionados con la crítica literaria de la ciencia ficción. No me llamó la atención tanto el título como el que estuviese firmado por mi admirada Joanna Russ.

Por supuesto, lo saqué en préstamo, lo leí de un tirón y quedé total y absolutamente asombrado. Varias puertas se me abrieron ese día. Es uno de esos libros con poder transformador.

Joanna Russ fue una mujer tremendamente inteligente y ferozmente comprometida. Dos aspectos que, por supuesto, brillan fulgurantes en este ensayo. Fue también una extraordinaria autora de varias antologías de cuentos y libros como «Picnic en Paraíso», «Las aventuras de Alyx» y esa obra maestra absoluta de la ciencia ficción que es «El hombre hembra».

Pero también dedicó su inteligencia y compromiso a convertirse en una analista brillante de la literatura, capaz de desarmar las coartadas culturales, los supuestos políticos y sociales, las trampas retóricas, con la misma facilidad con la que valoraba la prosa y la estructura narrativa.

La gran suerte para nosotros es que la Joanna Russ narradora y la Joanna Russ analista se combinan portentosamente en este volumen, en «Cómo acabar con la escritura de las mujeres».

Este libro se publicó en 1983. Hace 35 años. A mí me impactó cuando lo leí hará unos 25. Lo que esperaba al releerlo era que hubiese “envejecido”, que toda su fuerza se hubiese disipado, que bien entrado el siglo XXI la situación de la que habla ya no fuese tan relevante.

No podía estar más equivocado.

«Cómo acabar con la escritura de las mujeres» es análisis, repaso y denuncia de todas las técnicas usadas a lo largo del tiempo para negar la autoría de las mujeres. Desde las más burdas, como prohibir a las mujeres escribir, hasta las más sofisticadas como tratar a las mujeres que escriben como anomalías, pasando por otras como valorar las obras de las mujeres con otros baremos, negar que sean arte o simplemente dar a entender que un hombre ayudó a escribirlas. Y cuando todo falla, siempre puedes recurrir a “sí, escribió, pero solo una obra”. Todo el mundo sabe que Mary Shelley solo escribió «Frankenstein», ¿no?

Joanna Russ no siente ni el más mínimo respeto para con esas excusas. Usa su furia, su inteligencia y su habilidad literaria para ir desmontándolas una a una, mostrando que las mujeres siempre han escrito, que las mujeres han escrito tras leer a otras mujeres y que cuando se les valora artísticamente inferiores habitualmente se las está juzgando con criterios diferentes a los hombres.

Así página tras página, poniendo ejemplos continuamente, valorando obras desconocidas, contando una y otra vez cómo ella misma fue engañada, cómo los manuales de literatura, las antologías y el propio canon de grandes obras está deliberadamente construido para excluir a las mujeres.

A las mujeres, y a cualquier grupo que se perciba minoritario.

Porque el libro está hablando de mujeres, de la enorme injusticia de dejar de lado la experiencia de la mitad de la especie humana. Pero como ella misma dice, esos trucos se aplican a cualquier otro grupo que se pretenda dejar de lado. Otras razas, otras culturas, otros estratos sociales. Es siempre lo mismo.

Porque en última instancia, «Cómo acabar con la escritura de las mujeres» es un libro contra el canon, contra la idea de que hay una estructura jerárquica arbórea que coloca a todos los escritores (casi siempre “escritores”, por supuesto) en el puesto fijo que le corresponde a cada uno por derecho, un lugar inmutable y para siempre. Es un libro contra la idea de que hay UNA forma de hacer arte. En realidad, la literatura es más como un rizoma, un conjunto enrevesado, de múltiples voces diferentes, de una miríada de influencias que corren en todos los sentidos, donde el orden jerárquico, el canon, solo puede establecerse a fuerza de excluir.

Es una llamada a apreciar la literatura en toda su exuberante variedad, en toda su multiplicidad, en todas sus innegables mutaciones. Una invitación a salir del pequeño jardín lleno de flores disecadas.

La inteligencia, el humor, la habilidad con la que está contando, lo entretenido que resulta leerlo… «Cómo acabar con la escritura de las mujeres» sigue siendo tan relevante hoy como el día en que se escribió. Todavía excluimos a un grupo u otro, ya sea consciente o inconscientemente. Y Joanna Russ nos conmina a preguntarnos qué estamos haciendo.

Y tras leerlo, por cierto, acabarás con una buena lista de libros por leer. Eso siempre es bueno.

En cuanto a la tristeza…

Me alegra enormemente tener a Joanna Russ de nuevo en las librerías. Pero su literatura no está. Tienes que buscarla de segunda mano. Autores, hombres, muy inferiores a ella se publican continuamente. Mientras tanto, no hay una edición de «El hombre hembra», una de las grandes novelas de la ciencia ficción. Yo espero que «Cómo acabar con la escritura de las mujeres» sirva para empezar a recuperarla.

¿Pero qué piensas tú? ¿Qué novela de Joanna Russ debería publicarse? Deja tus opiniones, comentarios y recomendaciones. Y recuerda, si te interesa ver más vídeos sobre lecturas que valen la pena, ya sabes: suscríbete. Hay un botón por ahí debajo.

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Un ascensor al espacio, de Kelly y Zach Weinersmith

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Un libro de divulgación diferente. «Un ascensor al espacio», de Kelly y Zach Weinersmith. Un repaso a 10 tecnologías emergente con mucho sentido del humor.

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Hola. Hacer predicciones es muy complicado, sobre todo si intentas predecir el futuro. Por suerte, Kelly y Zach Weinersmith no tienen miedo, o son unos descerebrados, y a eso se lanzan en «Un ascensor al espacio». Un repaso a diez tecnología que podrían hacer que nuestra vida sea mejor… o mucho peor.

Lo publica Blackie Books con traducción de Pablo Álvarez Ellacuria.

Empecemos.

Este es uno de esos casos donde no sé si empezar explicando qué tipo de libro es o qué tipo de libro NO es. Como no logro decidirme, un poco de contexto.

El título original de «Un ascensor al espacio» es «Soonish», algo así como “prontito” o “más o menos pronto” con un claro tono chistoso. La idea es explorar diez tecnologías que podrían desarrollarse en el futuro cercano y con el potencial de cambiar el mundo. Cada capítulo describe una tecnología, cuenta en qué se está trabajando, da opiniones de los investigadores y comenta posibilidades buenas y malas.

Las tecnologías comentadas son: acceso barato al espacio, minería de asteroides, energía de fusión, materia programable, construcción robotizada, realidad aumentada, biología sintética, medicina de precisión, bioimpresión y conexiones cerebro-ordenador.

La combinación de lo chistoso y lo científico no es de extrañar porque es obra de los Weinersmith. Kelly Weinersmith es investigadora especializada en parásitos.

Zach Weinersmithes el creador de SMBC, un webcomic que continuamente hace chistes sobre ciencia y tecnología. En ocasiones chiste relativos a aspectos muy rebuscados de la ciencia y la tecnología. Te lo recomiendo si te gusta mucho el humor infantil sobre tau o redes neuronales. Zack es tu hombre… Hasta tengo una cosa suya enmarcada.

Vale. ¿Qué no es?

No es un libro que pretenda tratar ciertas tecnologías en profundidad. Si alguna de las tecnologías comentadas te llama la atención, hay una larga bibliografía al final y en el texto se mencionan muchos científicos que luego puedes ir a buscar a Google.

No, la intención del libro es presentar posibles tecnologías, invenciones y desarrollos concebibles, porque alguien está trabajando en ellos. Cosas que podrían llegar a ser realidad en las próximas dos o tres décadas.

Tampoco es un libro de esos hiperoptimistas y entusiastas del desarrollo tecnológico. De esos títulos que asumen que la tecnología solo puede hacer que nuestra vida sea mejor.

«Un ascensor al espacio» siente entusiasmo e interés por la tecnología, pero su subtítulo en inglés es: “Ten Emerging Technologies That'll Improve and/or Ruin Everything”. Cuando es necesario, los autores no vacilan en indicar no solo los peligros de algunas de esas tecnologías sino directamente indicar que podrían estar limitados a los muy ricos.

En el caso del vuelo espacial barato, señalan que podría provocar graves problemas mendioambientales o se muestran pesimistas con la idea de que la minería espacial llegue a ser rentable. ¿Y qué hay de las patentes sobre órganos artificiales? Por otra parte, tendemos a convertir en enfermedad y tratar con medicinas lo que no nos gusta, por lo tanto, cuando podamos cambiar el funcionamiento del cerebro, ¿acabaremos considerando comportamiento triviales como problemas médicos?

Tampoco es un libro que plantee que todo eso va a pasar de verdad. Es muy realistas en las posibilidades y aunque haya gente trabajando en la construcción de un ascensor espacial, también destacan todos los posibles obstáculos que muy previsiblemente hagan imposible su construcción.

Es un libro lleno de bromas y chistes, complementado con dibujos cómicos de Zach Weinersmith. Habitualmente, bromean sobre el contenido del propio texto, en ocasiones a varias páginas de distancia. Y alguna vez se las arreglan para hacer una observación muy seria en forma de broma.

Por supuesto, dependiendo de tu nivel de tolerancia, la cantidad de chistes puede ser excesiva. A mí me pareció bastante equilibrado con la seriedad de lo que cuentan y agradecí los momentos de carcajadas. Pero vamos, yo en el coche en lugar de música escucho monólogos cómicos.

Algo que no vacilan en hacer es irse por la tangente si lo consideran necesario. De hecho, algunos de los mejores momentos del libro son así. Como cuando cuentan la fascinante historia de Gerald Bull, el hombre que quería lanzar cohetes a cañonazos y acabó convertido en fabricante de armas.

«Un ascensor al espacio» es un libro de divulgación diferente, extremadamente ameno, que sin embargo no quiere sacrificar el fundamento de lo que cuenta. De un tema sabrás mucho y de otros descubrirás algún aspecto nuevo. Cumple de sobra con esa máxima tan antigua de instruir deleitando. Si te gusta la divulgación…

Hay dos aspectos del libro que aprecio especialmente. Que creo que demuestran que tras las chanzas hay mucha seriedad.

Uno es el que ya he comentado, la disposición a decir cuando el avance tecnológico ha causado enormes problemas o directamente se ha empleado para aplastar a los desfavorecidos. A veces tratamos la tecnología como buena en sí mismo o, peor, neutral. Es bueno recordar de vez en cuando que el avance tecnológico es algo que se debe cuestionar, criticar y examinar.

El otro es el capítulo final, el 12, que me pareció absolutamente maravilloso. Es un cementerio de capítulos perdidos. Temas que se podrían haber tratado en el libro. O eran temas demasiado complejos, o las tecnologías no estaban claras o directamente se solapaban con algún otro. Por ejemplo, muy sabiamente en ese capítulo yace la computación cuántica.

Por cierto, las notas al pie están donde deben. A pie de página… Gracias, Blackie Books por dejarme simplemente bajar la vista para leer las notas, levantar los ojos y seguir leyendo. Eso sí que es un avance…

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Parentesco, de Octavia E. Butler

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Octavia E. Butler fue una extraordinaria escritora. «Parentesco» es su magistral novela sobre viajes en tiempo y la esclavitud.

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Hola. Una extraordinaria novela de una de las grandes escritoras que examina sin miramientos la naturaleza corrupta e inhumana de todo un sistema: la esclavitud en el sur de Estados Unidos. Se trata de «Parentesco», de Octavia E. Butler.

Lo publica Capitán Swing con traducción de Amelia Pérez de Villar.

Dana viaja en el tiempo. Al estado de Maryland, a principios del siglo XIX. Va siempre a ayudar a un lejano antepasado, Rufus, cada vez que este se encuentra en una situación de vida o muerte. Dana se siente en obligación de ayudarle, porque si muere antes de dejar descendencia, todo su futuro desaparecerá.

Dana, por cierto, es de raza negra y está viajando a un lugar donde ser negro sin papeles es automáticamente ser un esclavo. Y Rufus es primero heredero de una plantación y más tarde el amo de los antepasados de Dana.

Octavia Butler fue una extraordinaria escritora especializada en ciencia ficción. Una mujer muy consciente de su raza y su sexo, lo que le permitía adoptar un punto de vista que dotaba a sus ficciones de una fuerza e importancia singulares. Y «Parentesco» es su gran novela.

El viaje en el tiempo en este caso no es más que un recurso. Nunca se explica por qué se produce o cómo las circunstancias de Rufus tienen la capacidad de invocar a Dana. Lo único importante es que en el presente de la protagonista, un 1976 algo más idealizado de lo que debió ser en realidad, pasan horas o días entre viajes, mientras que en el pasado transcurren meses o años.

Por cierto, no por casualidad 1976 fue el bicentenario de Estados Unidos.

Con esa mecánica del viaje, Dana encuentra a Rufus por primera vez cuando es un niño pequeño, y a lo largo de los viajes al pasado lo va encontrando cada vez mayor, hasta verlo convertido en el brutal dueño de la plantación. Amo y señor de la vida de muchos seres humanos. Es el mecanismo que permite a Octavia Butler ir mostrando el proceso que convierte a un niño en un adulto sádico. Para creciente horror de Dana que va planteándose si preservar su futuro es más importante que el dolor que Rufus está causando.

Pero no hay nada que hacer. Esa es la clave fundamental de la novela.

Octavia Butler contrasta continuamente una época y otra. En el pasado las heridas no importan nada, pero en el presente, las heridas de Dana llaman la atención de la policía que se plantea si su marido, Kevin, no será el responsable.

Octavia Butler también examina la supervivencia de una persona moderna, lo que en el pasado se considera una negra blanca, en un mundo hostil donde cualquier situación puede volverse mortal. Así mismo, queda en evidencia que no es lo mismo ser un esclavo negro que una esclava negra. El nivel de brutalidad recibido es el mismo, pero se manifiesta de formas diferentes.

Rufus es un personaje complejo por lo que tiene de trágico. Es, ciertamente, un adulto brutal, controlado por enormes sentimientos de inferioridad, sobre todo con Dana, y que solo puede manifestar un amor egoísta. Los castigos no son necesariamente más brutales al final que el principio, pero Octavia Butler aprovecha muy bien el hecho de que hacia el final la violencia la ejerce un personaje que los lectores conocimos como un niño pequeño.

Por supuesto, Dana es consciente del pasado de su país y lo que sucedía durante la esclavitud. Pero la novela deja claro que una cosa es saberlo intelectualmente y otra muy diferente experimentarlo. Lanzada a una situación extraña y muy ajena, Dana se enfrenta a lo que para ella es una sociedad totalmente alienígena. Los trabajos precarios del presente no se pueden comparar con las labores de un esclavo.

Pero «Parentesco» es algo más que un análisis de la sociedad de la época y sus efectos sobre mentes y cuerpos de personas concretas. No es solo el análisis de un personaje que se va degradando. Ni la narración magistral de cómo Dana se enfrenta a ese mundo. Lo que eleva la novela es una enorme consciencia de cuál es la naturaleza de ese mal en particular y lo limitados que están los individuos para cambiarlo.

El problema es que resulta muy fácil ir aceptando la lógica de ese mundo, como la protagonista descubre como horror. No dejarse llevar, no adoptar la mentalidad de esclavo es un proceso continuo que requiere enormes esfuerzos.

Cuando Kevin viaja al pasado, su situación es diferente, pero casi igualmente limitada. Porque no te he contado que Kevin es blanco, casado con una mujer negra, algo impensable en ese pasado. Por tanto, su relación, a ojos del mundo, pasa a ser la de amo y esclava. Pero ser un hombre blanco en un estado esclavista le dota automáticamente de enormes privilegios que su mujer no tiene.

Intenta ayudar, por supuesto, y en su tiempo en el pasado coopera con la huida de esclavos. Pero hay un límite a lo que una persona individual puede hacer. Su margen de actuación es muy estrecho.

Porque verás, la novela insiste una y otra vez en que el mal que está mostrando es social, es parte del sistema. Si Rufus puede crecer para convertirse en un sádico es porque eso es lo que se espera de él. Si puede hacer lo que hace es precisamente porque la sociedad se lo permite. Si puede vender y comprar seres humanos y separar familias es porque esos son los derechos que la sociedad le otorga.

Y es esa misma mentalidad, esa misma presión continua, la que moldea la mente de los esclavos. El sistema impone su lógica y ningún individuo puede romperla. Solo la sociedad puede transformar la sociedad.

Como he dicho, «Parentesco» es una novela extraordinaria. Octavia Butler pinta un retrato estremecedor de todo un sistema y fuerza a una persona del presente a enfrentarse a él, a conocer su funcionamiento interno, a comprender cómo podía persistir. Dana debe responder a muchas preguntas. La más importante, ¿es correcto seguir preservando a su antepasado?

¿Pero qué piensas tú? ¿Has leído a Octavia Butler? ¿Te fastidia que sus libros no estén todos disponibles en las librerías? A mí sí. Deja tus opiniones, comentarios y recomendaciones. Y recuerda, si te interesa ver más vídeos sobre lecturas que valen la pena, ya sabes: suscríbete. Hay un botón por ahí debajo.

Gracias y hasta la próxima.

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