Fremder de Russell Hoban

El primer navegante Fremder Gorn fue encontrado flotando en el espacio, vestido sólo con un mono azul. No hay ningún otro rastro de la nave Hija sabia y todos están interesados en saber qué fue de la nave y como pudo Fremder sobrevivir sin protección en el espacio. A partir de ahí comienza el periplo del personaje que debe enfrentarse a las autoridades del futuro y descubrir el secreto que guarda su mente. Y a la vez, debe desenredar la compleja madeja de la vida de su madre, Helen Gorn, quien inventó el motor de fluctuación que permite recorrer con facilidad el universo.

Superficialmente suena un poco a Las estrellas mi destino, pero el tratamiento de la historia es muy diferente.

Y podría haber sido mejor libro.

La potente visión de Russell Hoban está presente por todas partes. Su mundo futuro, a mediados del siglo veintiuno cuando la humanidad recorre libremente el universo y ha conquistado, se da a entender, otros mundos, es completamente vívido, extraño y brillante. El desfase entre la fecha de los acontecimientos, 4 de noviembre del 2052, podría perfectamente quedar explicado por la resolución de la historia. Aunque es evidente, que la verosimilitud no es una gran preocupación para Hoban.

Y prácticamente esa visión del futuro es lo que carga con todo el peso de la novela. Su Londres tiene todo el carácter de las pesadillas y los encuentros con personajes tenebrosos se suceden en lugares aún más tenebrosos. Muchos de esos personajes son también particularmente interesantes, especialmente la Pitia, con sus 23.700 millones de fotoneuronas.

Lo que falla es el resto de la narración. Realmente no hay mucho que contar, y la explicación final, que realmente se refiere a un problema familiar, es mucho menos interesante que el desarrollo. Se intenta lograr un aire de profundidad con un batiburrillo de referencias literarias, científicas y mitológicas, pero cae más en el terreno del cliché que en el de la profundidad. En realidad la historia es arquetípica, apenas disfrazada para que parezca ciencia ficción (o, en este caso, algo similar). Realmente se queda a medio camino, y aún así sigue siendo interesante.

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Nebula Awards 33 de Connie Willis (selección)

¿Recuerdan cuando las antologías de los premios Nebula se publicaban en España? Eso fue hace tiempo, antes de que los editores definitivamente se diesen cuenta de que los cuentos de ciencia ficción no venden lo suficiente como para justificar la edición (después de eso, parece que la única forma de publicar una antología es disfrazarla de novela). En Estados Unidos la situación no es muy diferente, pero con un mercado potencial de varios cientos de millones de personas, incluso la idea más extraña puede tener su público, y aunque las antologías no se venden tan bien como las novelas, si se venden lo suficiente como para justificar su aparición. Y eso que ganan ellos, porque el cuento de ciencia ficción es quizá la esencia del género y donde primero se exponen ideas que luego una legión de escritores tratará en sus novelas.

En el caso que nos ocupa, la antología viene avalada por la Asociación Americana de Escritores de Ciencia Ficción y está formada por los ganadores de su premio, el Nebula, y una selección de finalistas; selección de la que se ocupa este año Connie Willis, autora de El libro del día del juicio final y Por no mencionar al perro. Los cuentos normalmente vienen acompañados por comentarios de sus autores, y el volumen se complementa con piezas de reconocimiento a algún autor en particular (este año Nelson Bond y Poul Anderson) y artículos sobre el estado de la ciencia ficción que este año han quedado reducidos a unas pocas páginas de escaso interés. Parece que esta vez se pretendía dar más relevancia a los cuentos.

Lo que es una buena idea, porque ciertamente la calidad es muy alta.

El mejor, con diferencia, es el inclasificable «Three Hearings on the Existence of Snakes in the Human Bloodstream» de James Alan Gardner. En parte ejercicios de historia, ucronía, ciencia ficción dura y fantasía, el autor se las arregla para tejer una narración fascinante sobre la intolerancia y las formas diversas del fanatismo. Estructurado en tres partes, las tres declaraciones del título, cada una centrada en un individuo. En la primera, Leeuwenhoek declara por herejía ante el Supremos Patriarca, de una iglesia que parece considerar a la Virgen María como el Mesías, por haber afirmado que con su microscopio ha sido incapaz de encontrar las serpientes en la sangre que las escrituras dicen que ahí deberían estar. El Patriarca, que resulta ser más razonable que los líderes religiosos reales, decide que si el microscopio demuestra que no hay serpientes, pues habrá que investigar el asunto. El problema en que algunos ven las serpientes y otros no. Y pronto, aquellos que tienen serpientes en su sangre se consideran puro y cercanos a la palabra de Dios, y los que no las tienen se consideran puros y cercanos a la palabra de Dios, y se produce el inevitable cisma por esa religión común que les divide. En la segunda sección, Charles Darwin declara ante la reina, Ana, por haber afirmado que es capaz de explicar por qué los papistas tienen Análogos Serpentinos, evidentemente no eran serpientes, en su sangre y por qué los Redimidos no las tienen. No es más que evolución, después de siglos y siglos durante lo cuales aquellos que tenían análogos serpentinos se casaban con los que tenían análogos serpentinos y los que no tenían análogos serpentinos se casaban con los que no tenían análogos serpentinos. Darwin teme que la especie acabe dividiéndose en dos. La tercera declaración está mas cercana a nuestro presente y se centra en las consecuencias inevitables cuando la ciencia descubre una forma de permitir los cruzamientos entre la gente con serpiente y lo que no las tienen. Con un material tan peligrosamente cercano al terreno fantástico, el autor consigue con total solidez, sobre todo con un hábil uso de los detalles, mantener en todo momento la credibilidad (necesaria, por supuesto, para que la conclusión del cuento produzca su efecto). Este cuento por sí sólo justifica todo el volumen. Cuento que por cierto, no ganó ningún premio, perdiendo frente a «The Flowers of Aulit Prison» de Nancy Kress, una exploración de la realidad en un planeta extraterrestre allí donde colisiona la cultura humana con la extraterrestre, ciertamente muy bueno y fascinante por derecho propio pero que no llega al nivel, muy notable, del anterior.

«Itsy Bitsy Spider» de James Patrick Kelly es la historia de un actor venido a menos que comparte su vida con un robot que pretende ser su hija pequeña justo cuando su hija real, de unos cuarenta años, decide por fin visitarle. «The Dead» de Michael Swanwick es un alegato contra el capitalismo salvaje: la obra de mano barata del futuro serán los muertos resucitados. En «The Martyr» de Poul Anderson la humanidad intenta descubrir el secreto de los poderes psíquicos de una especie extraterrestre para acabar descubriendo algo que definitivamente no quería saber, con una frase final totalmente aplastante. «The Elizabeth Complex» de Karen Joy Fowler y «The Crab Lice» de Gregory Feeley son las narraciones más experimentales del volumen. En la primera, se construye el retrato compuesto de una Elizabeth, combinando la vida de varias de ellas: la reina, la actriz, etc… «The Crab Lice» es un sueño de Aristófanes con el dios Dionisos en el que el comediógrafo intenta descubrir si alguna obra de teatro derrocará alguna vez a un tirano; una reflexión sobre la política sin acción, ya que todo transcurre en el sueño, incluyendo el final con Václav Havel.

«The Bookshop» es una historia algo convencional sobre tienda extraña, en este caso una librería donde se venden obras sin terminar. Pero los dos cuentos menos satisfactorios, por diversas razones, son «Sister Emily’s Lightship» de Jane Yolen y «Abandon in Place» de Jerry Oltion (que ganaron respectivamente los premios a mejor cuento corto y mejor novela corta, así que es posible que yo esté equivocado). El primero explica parte de la inspiración poética de Emily Dickinson como resultado de un encuentro con un alienígena y su nave hecha de luz. Es una de esas historias muy bien documentada, pero sobre las que uno se pregunta si tanto esfuerzo de investigación merecía la pena para tal conclusión. «Abandon in Place» también es una de esas historias muy bien documentadas, y es esa documentación y el sólido trabajo de detalles lo que permite que la narración se sostenga en cierta medida. La historia es agradable de leer, pero periódicamente mi credulidad se perdía en los momentos en que se me recordaba la premisa: en el centro Kennedy empiezan a aparecer fantasmas del cohete Saturno V, después de la muerte de Neil Armstrong, perfectamente sólidos, que despegan y viajan hasta la Luna para desaparecer a 500 metros de su superficie. Tan reales son que un astronauta, Rick Spencer, consigue volar en uno de ellos, obtener acompañantes en órbita (de una misión del transbordador) y el seguimiento de los rusos (la NASA, por supuesto, se niega) para viajar de nuevo al satélite de la Tierra, y con ello devolver al mundo la emoción del viaje espacial. La gracia del cuento está en el sentimiento de nostalgia por la gran época de la exploración espacial, pero para los que somos escépticos sobre todo ese asunto del viaje tripulado al espacio, el no sentir ninguna emoción por el tema hace que la premisa sea demasiado suponer y todo se viene abajo con facilidad.

El volumen se completa con un fragmento de la novela ganadora, La luna y el sol de Vonda N. McIntyre, una excelente obra que pronto publicará en España Ediciones B en su colección Nova. Así mismo, se incluyen los ganadores del premio de poesía Rhysling.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Axiomatic de Greg Egan

Borges lo descubrió en su día: cuando uno quiere hundirse en la metafísica, el mejor formato es el cuento. La novela tiene demasiadas exigencias, es demasiado larga, necesita molestos personajes que hay que desarrollar y que entorpecen la claridad expositiva, y requieren de demasiadas ideas y peripecias para mantener la trama en marcha. Mientras que en el cuento se puede prescindir casi de todo, puede uno concentrarse en el efecto final que se busca y la exploración de una idea base puede llevarse con facilidad y rapidez hasta sus últimas consecuencias; y todo ello sin mencionar virtudes como la precisión, la claridad y la contención. Por tanto, no es de sorprender que cuando Greg Egan desbarra hacia la metafísica lo haga mejor en sus cuentos que en sus novelas (pero para la descripción del futuro es mejor la opción contraria). Y no es de sorprender que siendo Axiomatic una recopilación de cuentos de Greg Egan, sea también su mejor libro; pero, además, es una antología de referencia en la moderna ciencia ficción y de lo mejor que ha dado el género en la última década. Si alguien cree que la ciencia ficción está muerta es que no ha leído a Greg Egan, y, en particular, no ha leído esta antología.

Y las ideas serían el motivo central de todos estos relatos. Todas las tribulaciones de los personajes, todos sus dudas existenciales, nacen en esta serie de cuentos de la manifestación en la realidad de alguna idea en ocasiones increíblemente abstracta. En el primero de los cuentos, «The Infinite Assassin», es una arriesgada explicación matemática lo que da sentido a la idea de una serie infinita de asesinos que deben eliminar a una serie infinita de personas que usan una droga que altera la realidad. «The Caress», «Blood Sisters», «The Moat», «The Cutie», «Appropriate Love» y «The Moral Virologist», examinan las posibilidades de las nuevas tecnologías médicas y biológicas; ya sea en el tratamiento médicos, en la posibilidad de crear réplicas de animales inexistentes, o en la generación de una nueva especie humana con un código genético diferente. «The Hundred-Light-Year Diary» y «Into Darkness» exploran ideas astrofísicas; la existencia de galaxias en las que el tiempo fluye en sentido contrario en el primer caso y los agujeros de gusano artificiales en el segundo.

Pero donde realmente deja ver su talento Greg Egan es en aquellos cuentos que tratan sobre el problema de la personalidad humana. «Learning to Be Me», el mejor de la antología, es una aterradora historia de un futuro en el que a los seres humanos se les implanta un pequeño dispositivo que va aprendiendo, de ahí el título, a comportarse como su anfitrión humano para, años después, ocupar el lugar del cerebro cuando comienza el declive físico de éste. La pregunta es: ¿quién soy yo, el dispositivo o el cerebro? Y la respuesta no es tan simple como parece. «The Safe-Deposit Box» relata la historia de un hombre con graves problemas neurológicos que vive su vida intermitentemente ocupando el cuerpo de otros hombres. «The Walk», «Axiomatic», «Seeing» y «Closer» son otras tantas visiones de cómo nuestra biología y la estructura neurológica de nuestros cerebros dan forma a quiénes somos.

Lo que hace especialmente aterradoras esas visiones de la condición humana es que están sólidamente basadas en conocimientos científicos y que las situaciones están descritas con un estilo claro y directo que al no recrearse en los detalles truculentos destaca el fondo metafísicamente aterrador (¿o es aterradoramente metafísico?) de las ideas empleadas. Pocos autores se han atrevido a llevar sus especulaciones hasta las últimas consecuencias, y menos aún son los que han intentado hacer que las ideas abstractas se materialicen para mostrarnos cómo afectan a nuestra idea de quiénes somos.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Cuarentena de Greg Egan

El 15 de noviembre del 2034, todo el sistema solar queda cubierto por una burbuja impenetrable de dos veces la órbita de Plutón y que lo aísla completamente del resto del universo.

Pero la vida sigue.

Más o menos.

Treintaitrés años después, una mujer, Laura, concebida aproximadamente durante el momento de la aparición de la Burbuja y que padece graves trastornos neurológicos, desaparece misteriosamente de una institución médica. ¿Se trata de un secuestro? Eso es lo que se le encarga investigar a Nick, un ex-policía convertido en detective privado después de una traumática experiencia que causó la muerte de su esposa Karen a manos de Los Niños del Abismo, una secta terrorista que aspira a producir la destrucción que según ellos significa la Burbuja. Después de complejos procesos de investigación, donde se nos va mostrando la complejidad tecnológica y humana del año 2067 (un futuro muy sólidamente construido), el detective encuentra a la mujer (no a la niña, como se dice erróneamente en la contraportada del libro). Cuando intenta rescatarla, en el territorio de Nueva Hong Kong situado en Australia, es reclutado a la fuerza, por medio de un implante, dentro de una misteriosa organización de investigación llamada el Conjunto.

El Conjunto investiga la realidad.

Más o menos.

Realmente investiga los efectos que por medio de la mecánica cuántica, dando por buena en el contexto de la novela la interpretación de Copenhague, podría tener la consciencia humana sobre la realidad. Cosa, por supuesto, que afecta realmente a la realidad tras la realidad, es decir, a la metafísica. Y hacia ahí, como suele ser habitual en la obra de Greg Egan y más en las novelas que pertenecen a su ciclo del universo subjetivo, deriva rápidamente la trama. Hasta que al final se produce la epifanía metafísica y se explican todos los misterios, incluyendo la razón de la Burbuja (que, evidentemente, es de origen extraterrestre); pero en la obra de Egan, por suerte, las explicaciones son más misteriosas y apabullantes que los hechos que explican. Porque en el caso de Greg Egan, la metafísica está siempre sólidamente cimentada sobre la ciencia moderna, y sus revelaciones abren nuevas puerta de lo que podría ser.

Poco más se podría hacer en algo más de 250 páginas, y es una muestra de la capacidad especulativa de Egan que puede meter tanta ciencia ficción en tan poco espacio. Pero si esta novela tiene un defecto, es que precisamente no se atreve a hundirse en la metafísica como por ejemplo hace en Ciudad permutación o Diáspora. Parece escribir con cierta timidez, y si bien plantea grandes cuestiones sobre la forma en que la ciencia moderna podría alterar nuestra visión del cosmos en el que vivimos, también parece quedarse a un paso de llevar la situación hasta sus últimas consecuencias. Y precisamente el final, por poco arriesgado, es la parte más floja de una novela que tantas satisfacciones puede dar a un lector de ciencia ficción. Además, la comprensión total de la novela se pierde ligeramente en Español por problemas de traducción (por ejemplo, ¿por quá «Letargia de Zeno» y no «Letargia de Zenón»?, ó, ¿por qué no usar «disparador» para «trigger»?) y fallos ocasionales en los tiempos verbales. Problemas, que sorprenden tratándose de un traductor de la experiencia de Albert Solé, todos ellos que podrían haberse resuelto fácilmente con una corrección más atenta y cuidadosa.

No estamos ante una de las mejores novelas de Greg Egan, pero ciertamente se trata de una buena novela por cualquier estándar de la ciencia ficción. Curiosamente limitada para lo que este autor es capaz de hacer, Cuarentena dejará un buen sabor de boca a cualquier aficionado al género y además le dará mucho que pensar. No es poco. Y con suerte, esta novela no será más que la primera en esta colección, porque es seguro que la lectura de Cuarentena le dejará con ganas de más. Y hay más.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Por no mencionar al perro de Connie Willis

Si no tuviese ninguna otra cualidad, que las tiene y sobre las que volveré más tarde, su capacidad para la trama garantizaría el éxito de los libros de Connie Willis. No es sólo que sea capaz de inventar buenos argumento, sino que los desarrolla con una precisión arrolladora y hermosa. Nada es casual, todos los pequeños detalles tienen su razón de ser, y todo lo que sucede en la página cien tiene su importancia al llegar a la 400. Incluso cuando el lector descubre cuál va a ser la solución, siempre le queda la duda de cómo se las arreglará para llegar a ella. Y el placer proviene de comprobar no sólo que lo consigue, sino que lo hace sin violar las reglas y con facilidad matemática.

Y en ninguno de sus libros es tan evidente como en este que hoy nos ocupa. Posiblemente la novela de estructura más compleja en la que se haya embarcado esta autora, y que se resuelva con total aplomo y suavidad. Y los problema narrativos de Por no mencionar al perro en principio no podrían ser mayores. No sólo es una novela de viajes en el tiempo, con las complicaciones que tal cosa introduce en el orden narrativo, sino además una comedia, con las limitaciones que eso impone en el ajuste de los elementos para producir el humor, y en el equilibrio para hacer estallar la carcajada. El hecho de que Connie Willis lo consiga, mientras reconstruye toda la época victoriana y desenreda la telaraña temporal de paradojas en la que mete a sus personajes, demuestra que es una autora dotada de algo más que de un envidiable sentido para la trama. Demuestra una vez más inteligencia, cuidado y amor por su obra (por ejemplo, el increíble, en apenas unas frases, cambio que se produce entre la personalidad que el lector atribuye a Lady Schrapnell y la que tiene realmente).

Ned Henry corre de arriba abajo por el tiempo buscando el tocón del pájaro del obispo, un misterioso objeto casi legendario que es imprescindible para reconstruir con total fidelidad la Catedral de Conventry (destruida por los nazis). Es uno de los muchos encargo de Lady Schrapnell, una excéntrica millonaria norteamericana, empeñada en reconstruir el lugar donde una antepasada suya conoció a su verdadero amor. Pero Ned está sufriendo de desorientación temporal, así que sus superiores le envían a descansar allí donde la dama no pueda encontrarle: el verano de 1888, en plena época victoriana. Y de paso, devolver algo, algo que no debería haber venido del pasado y que podría provocar una paradoja de trágicas consecuencias. Pero Ned no entiende muy bien su misión. Sólo quiere dormir. Pronto, ésa será su menor preocupación.

Y mientras Ned y su compañera Verity intentan salvar el continuo espacio tiempo de un colapso inminente que ha paralizado casi todas sus actividades, tienen que vérselas con una familia de excéntricos victorianos, un mayordomo culto, una reina del espiritismo, tres hombres en una barca…. y eso por no mencionar al perro. Jugando continuamente con las convenciones de la novela victoriana y de detectives, Connie Willis va desplegando su historia de amor y de paradojas, en una novela que cuando se empieza a leer es imposible dejar. La más divertida de sus novelas es también la más seria. Y una vez más se demuestra que las mejores historias son las historia de amor… con viajes en el tiempo.

Publicado en El archivo de Nessus.

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Jingo, de Terry Pratchett

El Mundodisco está en guerra.

Vale, no todo el Mundodisco, sólo Ankh-Morpork y Klatch, y todo por una isla, Lesph (la Atlántida del Mundodisco, con algún atisbo de seres primigenios) que resurge del mar junto a medio camino entre las dos naciones. Y como era de esperar, ambas la reclaman como suya y pronto todos están deseando que empiece una guerra por un trozo de tierra lleno de sal. Todo menos el Comandante Vimes de la Guardia, al que le gustaría poder arrestarlos a todos y que reclama una fuerza policial internacional para detener a las naciones que hacen la guerra, y el Patricio de Ankh-Morpork que debe renunciar a su puesto, porque en tiempos de guerra un político no vale para nada… o casi nada.

Como vigésimo primer libro de la serie, era ya posible esperar lo peor. Los volúmenes anteriores habían visto un descenso de la calidad, especialmente Hogfather, que, dejando los dos primero aparte, bien podría ser el peor de la serie. Eran buenos libros en general, pero parecía que el autor se encontraba bajo de fuerzas, y como novelas carecían de la profundidad del mejor Pratchett. Pero Jingo recupera al Pratchett reflexivo, inteligente, satírico y sarcástico, con esa visión ligeramente diferente de la condición humana, y al Pratchett más serio y más terriblemente divertido.

De Jingo en sí no se puede decir mucho, porque la trama es tan compleja (entre otras cosas incluye un viaje al desierto y una especie de recreación de Lawrence de Arabia) que contar algo es arriesgarse a arruinarla. Sólo decir que es una novela sobre la guerra, sobre la inutilidad de la misma, sobre la naturaleza de la xenofobia, sobre el racismo y el sexismo, sobre las posibilidades bélicas de la investigación científica. Muchos elementos parecen sacados directamente de un conflicto reciente en la zona árabe. Las observaciones son ácidas y no dejan en buen lugar algunas creencias queridas. El humor es curiosamente melancólico, porque después de reír a carcajadas, sólo puede uno callar al comprender las verdades que hay detrás.

Posiblemente el mejor libro de la serie.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Antes del principio: El cosmos y otros universos de Martin Rees

Dependiendo de la perspectiva individual de cada uno, el origen y el futuro del universo podrían ser las preguntas más importantes o las menos interesantes. Son acontecimientos que suceden en escalas temporales tan increíblemente vastas que su correcta apreciación requiere de tal desapego del aquí y ahora y tal distanciamiento de las preocupaciones humanas normales que pocos son capaces de soportarlo. Por otra parte, lo remoto de esos acontecimientos hace que realmente no tengan importancia en nuestros destinos individuales. Después de todo, una vida humana no ocupa más que una fracción infinitesimal de la vida del cosmos.

Pero por suerte o por desgracia, nos gusta saber. Y cuando lo que descubrimos supera nuestra compresión y nos cuenta duras verdades sobre nuestra situación… pues bien, seguimos en ello. E incluso, podemos obtener consuelo de nuestra comprensión o incluso apreciar la majestad de esos acontecimientos.

Antes del principio de Martin Rees, astrofísico en activo, es ese tipo de libros de divulgación que no sólo transmite la maravilla de los descubrimientos científicos, sino también la historia tortuosa que ha llevado a su consecución. En varios capítulos va desgranando lo que se conoce actualmente sobre el origen y la evolución del cosmos, describiendo el modelo inflacionario y las distintas hipótesis sobre el futuro lejano del mismo. La historia de los descubrimientos cobra vida, como en el caso del descubrimiento de los cuasares, y muestra el proceso complejo, lleno de casualidades y equívocos, que llevó hasta ellos.

(El propio libro es, involuntariamente, en sí una muestra del complicado camino de la ciencia. En un momento dado, página 166, el autor discute como posibilidad que en el futuro el universo vuelva a colapsar a una singularidad. En ese punto, el traductor, ajustándose a los datos disponibles en el momento de hacer la traducción, inserta una nota donde señala observaciones recientes de supernovas en galaxias remotas que podrían apuntar a que el universo está acelerando la expansión y que por tanto sería abierto. Pero hoy, algunos meses después, hay noticias de que esas observaciones podrían no ser correctas y por tanto el universo podría ser cerrado. Es decir, por el momento, como casi siempre, no hay nada claro).

Pero hay algo más. Llega un punto en el que el libro no puede menos que elucubrar, pero el autor se asegura de dejar bien claro cuándo está haciendo cábalas y cuándo lo que dice se fundamenta en hechos. Es quizá esa la parte más interesante, la que describe las distintas hipótesis sobre el futuro del universo, y la posibilidad de que el nuestro no sea más que un universo entre otros, un racimo de universos que se reproducen, crecen y evolucionan como seres vivos.
Lo verdaderamente interesante de este libro es la voluntad de entender. Y lo que transmite es la emoción de la búsqueda de respuestas a las preguntas de las que hablaba al principio.

Publicado por primera vez en El archivo de Nessus, 1999

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Nos queda la parábola de Ferran Canal

Publicado originalmente en El archivo de Nessus, 1999

Con Nos queda la parábola (Ediciones B. Colección Nova ciencia ficción 117. Barcelona. Septiembre 1998. Portada: Samuel Gómez. 320 páginas. ISBN: 84-406-8723-0) estamos ante un libro excesivo y extraño. Excesivo porque está lleno de personajes improbables, de diálogos exageradamente formales, de refrescante pedantería en ocasiones, y exuberantes (un estilo que al principio se hace pesado y difícil, pero que pronto la costumbre convierte en ágil y entretenido), y exhibiendo una ironía que lo permea por completo. Extraño porque se aparta de lo cánones de lo que debe ser una novela de ciencia ficción para buscar su propio espacio, a medio camino entre el ensayo y la ficción. Estamos ante una novela de tesis, que defiende una idea con convicción e inteligencia. Factores todos estos que no detraen sino que forman parte principal de su atractivo. En cierta forma, a su modo, encaja perfectamente en la genealogía de la ciencia ficción española.

Guifré Faust, rebelde y místico, suplanta a su hermano gemelo Marc Faust, famoso astrofísico y respetable investigador, en un primer capítulo titulado «El congreso no se divierte». Su pretensión no es otra que revelar la verdad ante la estupefacta comunidad científica. La Tierra no es más que un experimento de unos científicos extraterrestre. Pero nuestra administración del planeta ha sido nefasta y sus creadores han decidido cancelarlo a menos que se realicen cambios radicales en la administración de los asuntos humanos, cambios que destruirían por siempre el orden político, económico y social establecido. En caso de no cumplirse esa condición, un extraño meteorito perfectamente negro y esférico que contiene un agujero negro, se activará, destruyendo todo el mundo.

A partir de ahí, los acontecimientos se disparan. Todos lo que tienen algo que perder, o ganar, con la situación se afanan en busca del misterioso meteorito (que Guifré encontró cerca de su casa y con el que está extrañamente unidos por canales mentales que no puede entender): grupos terrorista-ecologistas, fuerzas internacionales de seguridad, el mundo científico y tecnológico, los cultos religiosos de nuevo cuño, y algunos personajes normales que se ven casualmente implicados en la acción. Unos con el fin cambiar la situación, otros con la intención de que nada cambie y todo siga igual, y otros simplemente para resolver el problema y poder seguir con sus vidas.

El autor tiene una posición definida ante el mundo y la situación en que vivimos. Y la expone con gran convicción, inteligencia y sentido del humor. En todo momento hace uso de los mecanismos de que dispone para exponer las fallas de los personajes, de las situaciones y de las instituciones. El lenguaje deliberadamente arcaizante, los diálogos formales y la exquisita precisión expresiva no hacen sino reforzar la ironía y el humor. La idea final está expresada en la parábola que contiene el libro (al menos una, nos advierte el autor antes de empezar) en la página 212, relatada irónicamente por el personaje menos adecuado.

No hay final en este libro, y el lector haría mal en esperarlo. Nada se resuelve porque no hay nada que resolver. De la misma forma que nuestro destino sobre la Tierra está controlado por fuerzas e instituciones que nos superan y no podemos entender, el destino total de la Tierra está a su vez controlado, quizá, por extraterrestres remotos que no podemos ver y cuyos motivos nos son tan ignotos como los de nuestros gobernantes. Una fábula sobre la impotencia, y quizá sobre la inutilidad final de los esfuerzos y las revoluciones, Nos queda la parábola se configura como una de las novelas más ricas e interesantes que ha dado la ciencia ficción española. Una reflexión escéptica e irónica sobre el mundo en que nos ha tocado vivir, disfrazada de futuro, pero desafortunadamente demasiado presente. Al final, como nos dice el título, sólo nos queda la parábola.

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Alcanzar el mañana: Tomorrow and Tomorrow, de Charles Sheffield

Uno de los cuentos más hermosos de Charles Sheffield es «A Braver Thing». Dos amigos de la infancia se convierten en físicos de renombre. Uno de ellos es un hombre ambicioso que desea subir en el escalafón académico. El otro, es un hombre atormentado cuyos resultados son productos más de la intuición que de la reflexión. Sus vidas se separan, pero se cruzan de nuevo cuando el segundo no puede soportar más sus problemas psicológicos y se suicida, dejando una teoría que permitiría el viaje a velocidades superiores a la de la luz. El primero la presenta como suya, después de todo, su amigo estaba muerto sin descesdencia, y gana por ella el premio Nobel. Todo el relato está contado por él mismo durante la ceremonia, cuando ha tomado la decisión de contarlo todo en su discurso final; un acto de valor. Ese cuento resumía la pasión y los pesares de la investigación científico, en un par de personajes perfectamente dibujado, uno de ellos en la distancia, y con un dilema moral permeándolo todo.

Lo comento porque una de sus últimas novelas, Tomorrow and Tomorrow [Mañana y mañana], me ha recuperado ese aspecto de Charles Sheffield. Se trata de otra historia de pasión, pero en esta ocasión es el amor de Drake Merlin, músico de talento, por su esposa Ana. Ana se está muriendo de una extraña enfermedad incurable (no hay casos suficientes para justificar la búsqueda de una cura), y Drake concibe un arriesgado plan. Hará congelar a su mujer justo antes de su muerte, y luego, diez años después y convertido en millonario y uno de los grandes expertos en la música de su tiempo, el también será congelado. Su esperanza es que en el futuro alguien se sienta intrigado por sus conocimientos musicales y decida despertarle, dándole así la oportunidad de hacer lo mismo por su esposa Ana y quizá curar su enfermedad.

Y el plan funciona y Drake despierta 500 años en el futuro, pagado por Leon, un estudioso de la música del siglo veinte que desea su ayuda para completar su obra de toda una vida. Pero Ana no puede ser curada. Así que Drake escapa de nuevo al futuro, robando el cuerpo de Ana que se encuentra en la luna Caronte y una nave espacial que le permitirá un viaje relativista hasta la estrella más cercana y de vuelta. Pero durante el viaje comete un error. Para reforzar su propósito, abre el contenedor de su esposa para volver a verla, con el resultado de dañar su cerebro. Cuando regresa a la Tierra, la tecnología de otros varios cientos de años lo más que puede ofrecer es la clonación de Ana y permitir a Drake que vuelva a dormir en busca de otro futuro en que su verdadera esposa pueda volver a la vida.

Comienza así una serie de despertares en futuro cada vez más remotos. En uno de ello le informarán que su cuerpo ya no puede seguir congelado, que los efectos cuánticos lo acabarán destruyendo y que su mejor opción es pasar a almacenamiento electrónico. Y no, Ana sigue sin poder ser resucitada. Pero hay una esperanza. El universo ha resultado ser cerrado, y según algunas hipótesis científicas, es posible que en su final se produzca la acumulación de toda la información total del cosmos, incluyendo la personalidad de Ana. Y en ese punto, quizá sea posible recrearla tal y como fue. Y con esa esperanza, Drake vuelve a dormir. Dormir hasta el sorprendente final en el punto que lo contiene todo.

Sheffield ha hecho algo realmente extraordinario: ha creado una novela de ciencia ficción que recorre la historia del cosmos desde el siglo XXI hasta el final del universo, pero lo ha hecho conservando la unidad narrativa y dándole siempre al lector un punto de referencia al que anclarse. Pero no ha sacrificado por ello la lógica, y ése es uno de los puntos más interesantes de la obra. En uno de los despertares más tristes, Drake debe ayudar a defender la galaxia de una amenaza exterior. La humanidad del futuro, tan evolucionada electrónica y mentalmente que casi no es humanidad, es incapaz de luchar una guerra porque esos rasgos belicosos de la naturaleza humana ha desaparecido. Drake, pacifista cuando era de carne y hueso, es para ellos un superguerrero y un maestro de la estrategia militar. Pero ¿cuánto tiempo llevaría luchar una guerra a escala galáctica? Millones de años, naturalmente. Y eso es lo que sucede, con Drake clonándose y reproduciéndose interminablemente para atender a todos los frentes (ahora no es más que una personalidad electrónica). Y cuando la guerra termina, debe atender a todos los huérfanos del conflicto: los billones, trillones, de copias de su personalidad que vagan por ahí, integrándolos nuevamente en él mismo, con las consecuencias que ello conlleva.

Pero lo más extraordinario de todo es que la novela no llega a las 400 páginas. El esfuerzo de concisión conservando la amplitud temática es extraordinario. Porque realmente se nos cuenta por el camino la historia de varios aspectos de Drake: la patética historia del cuerpo físico resucitado, la aventura de una de sus copias electrónica perdida en una galaxia lejana y que tarda tanto en volver a casa que el universo ya se encuentra en contracción. Tomorrow and Tomorrow es una de esas novelas que se toma la ciencia ficción y a sus lectores completamente en serio. Un esfuerzo que merecía haberse premiado con un Hugo.

Publicado en BEM 65 (octubre-noviembre 1998)

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Bien está lo que bien acaba: The Rise of Endymion, de Dan Simmons

Dan Simmons es más inteligente que todos sus críticos y consiguió engañarlos a todos, exceptuando quizá a su perspicaz editor español, con Endymion. Los comentarios habituales sobre esa novela eran que estaba por debajo de las dos primeras, que no se entendía nada y que nadie sabía por qué se molestaba en contar todo aquello (aparte de unas, más que justificadas, comparaciones con La guerra de la galaxias y Terminator, por mucho que le pese al citado editor español). Además, todo lo que sabíamos del mundo de la Hegemonía no servía para nada, todo había cambiado, nada era lo que creíamos y los que releyeron los dos primeros libros antes de leer Endymion perdieron el tiempo (aunque volvieron a disfrutar de dos magníficas novelas).

¡Ah, hombres y mujeres de poca fe! ¡Cómo pudimos desconfiar de él!

El más que probable ganador del Hugo de este año (con lo que la serie de Hyperion podría recibir premio por el primer y último libro de la saga) tenía más de un as en la manga, y talento más que suficiente para echarse el farol de apostar sin nada y ganar. Después de leer The Rise of Endymion no puede uno dejar de pensar que todo estaba concebido de antemano, que al empezar a escribir la primera línea del primer libro el autor ya sabía que todo era falso, que los últimos dos libros revelarían la verdad y que la misión de la Mesias no iba a ser tan evidente. Es imposible claro, pero está todo hecho con tal habilidad, todas las piezas encajan con tanta precisión, que uno de los placeres de la novela es ver cómo todo está tan bien pensado. Un ejemplo: la historia de Het Masteen no aparece en Hyperion, todo los peregrinos relatan la suya menos él, porque desaparece antes de poder hacerlo para reaparecer moribundo. Pero aquí está, en The Rise of Endymion, como reservada para el final, la historia de la Voz del Árbol y el verdadero sentido de la Yggdrasill. También descubrimos el origen del Tecnonúcleo, la verdadera naturaleza de los cruciformes y quién está realmente tras el rostro metálico del Alcaudón.

Pero aunque pueda parecerlo, The Rise of Endymion no viene a terminar la serie de Hyperion. Nada más lejos de la intención del autor. Viene a trascenderla. El resultado final es una novela que sin bien se ocupa circunstancialmente de explicar algunos de los misterios de los primero libros, realmente mina con cuidado y tranquilidad todos los aspectos de la serie. The Rise of Endymion amplía la imagen del universo y la Hegemonía, la humanidad, el Tecnonúcleo y el mismo Alcaudón no son sino aspectos diminutos de la realidad. Hay muchas más cosas, muchas más, en el cielo y en la Tierra de lo que soñábamos.

La novela comienza con un hecho curioso: la muerte del Papa. Resucita, por supuesto, y el lector hará bien en recordar que lleva dos cruciformes, y adopta el nombre de Urbano XVI. El nombre no es casual, porque inmediatamente declara la cruzada contra los Exters Mientras tanto, el Padre la Soya, desterrado a un lejano planeta, es reintegrado al servicio y se le envía a luchar contra los Exter. En medio de la guerra irá tomando conciencia lentamente del horror de la acciones de la iglesia. Y Aenea, la niña mesías hija del cíbrido Keast, después de un largo aprendizaje con Frank Lloyd Wright, se embarca en la misión final para extender su filosofía e intentar evitar el triunfo final de la Iglesia. O al menos, la Iglesia tal y como existe en ese mundo.
El mensaje de Aenea es bien simple: «elige de nuevo» y la ceremonia más simple aún: basta con beber, literalmente, su sangre. Esa sangre provoca en el sujeto que la bebe una sutil transubstanciación que le permite liberarse del cruciforme y así del control de la iglesia.

Pero Aenea es en el mejor de los casos una mesías renuente. Ella realmente lo que quiere es estar con Endymion y compartir su amor. Sabe perfectamente que tiene una misión que cumplir, pero esa misión no la distrae nunca de su verdadero objetivo. Puede que pretenda salvar a la humanidad por amor, pero ama a un hombre sobre todos.

Los lectores que esperen encontrar Hyperion, o incluso La caída de Hyperion, se sentirán defraudados. Un autor no tiene por qué escribir un mismo libro dos veces, aunque se trate de una gran novela, y eso lo tiene bien claro Dan Simmons. Los que esperen encontrar una buena novela de ciencia ficción, una de las mejores obras de su autor, no se sentirán sin embargo defraudados. Tenemos aquí a un Simmons que escribe como no había escrito en años, y los años de experiencia no han pasado en vano y estamos ante una novela narrada con más convicción, habilidad y claridad que las anteriores. El resultado es una de esas space operasapasionantes que en lugar de reducir las dimensiones del universo las amplía y también una reflexión sobre la religión, lo que representa pertenecer a un grupo opresor, aunque ese grupo puede realmente dar la inmortalidad, y lo que representa poder liberarse hacia otra espiritualidad.
Pero ante todo, The Rise of Endymion, como muchas grandes novelas, es una historia de amor, un amor que comenzó siglos antes del nacimientos de sus protagonistas y que sólo podrá consumarse más allá de la muerte de los mismo. Raul y Aenea son pobres personas que se aman pero a las que ha arrollado la historia. Lo dicho, bien está lo que bien acaba.

Publicado en BEM 62 (abril-mayo, 1998)

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