Mindstorms EV3

Por fin he tenido oportunidad de meterme a hacer cosas con el Mindstorms EV3 de estas navidades (es la tercera versión de la plataforma Mindstorms). LEGO lleva casi 15 años con esta plataforma de experimentación robótica, combinando un bloque inteligente (que ahora tiene incluso Bluetooth y admite tarjetas de memoria), sensores y las famosas piezas y engranajes.

Por el momento estoy con el libro The LEGO MINDSTORMS EV3 Laboratory: Build, Program, and Experiment with Five Wicked Cool Robots! escrito por Daniele Benedettelli, un personaje muy conocido dentro del mundo de los robots de LEGO. El libro es bastante detallado, explica con minuciosidad y en general me está gustando mucho.

Como he decidido que a partir de ahora quiero aprender las cosas con un poco de cabeza y sin saltarme pasos, he montado el primer modelo del libro ROV3R, que es así como un base versatil:

A esa base se le pueden añadir distintos sensores y probar a programar distintos comportamientos. Si bien hay un entorno de programación visual bastante bonito que te permite programar el bloque inteligente (que lleva dentro una versión de Linux) desde el ordenador, el primer programa que se limita a comprobar si hay un obstáculo delante el libro te dice cómo programarlo directamente en el bloque.

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Spinoza: A Life, de Steven Nadler

Me disgustan las biografías que de inmediato pasan a los grandes logros del personajes, que en la página 30 tienen a la persona en cuestión ya escribiendo su gran novela o descubriendo la cura para aquella horrible enfermedad.

Me gusta una biografía como ésta, que se toma su tiempo. Llegas a la mitad y Spinoza todavía no ha puesto la pluma sobre el papel. En una serie de densas y apasionantes páginas, Spinoza: A Life se cuida de dibujar un mapa del mundo durante el siglo XVII y principios del XVIII, colocando a Spinoza en el mejor contexto posible para entender su persona, su obra y su impacto.

Steven Nadler sitúa a Spinoza en medio de un mundo complejo, rebosante de luchas religiosas, políticas y militares, y sobre todo dentro de una complicada sociedad judía que intentaba vivir en un Amsterdam que la aceptaba con los debidos reparos, tolerada pero no del todo aceptada. En cuanto aparece alguien que podría ser una influencia en la obra de Spinoza, se le dedican dos o tres páginas, para dejar claro el alcance y límites de esa posible influencia. Considerando que lo hace con los campos religiosos, políticos y filosóficos (aunque en esa época las distinciones no eran tan evidentes) lo asombroso es que el libro tenga poco más de 400 páginas.

En cuanto a Spinoza, el retrato es excelente. Me quedaron claros detalles de su vida que no tenía bien situados –su expulsión de la comunidad judía– así como el tipo de relaciones que mantenía. A medida que su obra se va escribiendo, también se van explicando los aspectos principales de su filosofía, lo que no será lo mismo que leer sus libros pero al menos va bastante más allá del resumen habitual: «panteísmo». Incluso le critica cuando toca, como cuando Spinoza declara que el cerebro de la mujer no está capacitado para la política, una idea que choca con sus propios fundamentos filosóficos. Incluso los más racionalistas pueden pecar de irracionales.

Pero si algo deja claro Steven Nadler es que Spinoza vivió en una época curiosa y especial, una especie de burbuja de cierta libertad y tolerancia que pronto desapareció, donde se realizaron los primeros grandes descubrimientos científicos y donde se iniciaron apasionantes reflexiones filosóficas. Al final de su vida, los grandes valores –que en sus escritos políticos él aspiraba a fortalecer y mejorar– de la república prácticamente se habían esfumado, pero lo que pensó y reflexionó ayudó a levantar la época que vendría a continuación.

Se puede decir que Spinoza: A Life describe por igual a la persona y a la época que le tocó vivir, porque es uno de esos casos en los que ambos aspectos están íntimamente relacionados.

Libros 2014

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Mitos sobre la música clásica contemporánea

Tom Service ofrece The five myths about contemporary classical music (también tiene una guía de música clásica contemporánea que es más que interesante) donde intenta responder a las razones más habituales que se ofrecen para no acercarse a este tipo de música. Entresaco de dos respuestas:

First, one of the signal, culture-changing achievements of contemporary music is that it opens your mind and ears to re-hear the world, to realise the beauty that’s around us in sounds we would otherwise call noises. That’s part of the genius of John Cage or Helmut Lachenmann, one way in which the world becomes a different place when you listen to their music. But there’s something else: the visceral impact of music such as Iannis Xenakis’s Jonchaies, Stockhausen’s Gruppen for three orchestral groups or Luciano Berio’s Coro is like nothing else music has done before. This music opens up huge reservoirs of feeling and physicality. Listen to any, and have your squeaky gates of perception opened up.

Y

So much of the great, radical music of the past 100 years bypasses the world of convention and intellect to go straight to the guts of sonic power, and to shake up your solar plexus. There’s a good argument that the less you know about Mozart or Schubert, the more directly you can understand the sounds composers create today.

Feliz exploración.

(¿Lo de música clásica contemporánea no suena raro? Es como si se estuviesen mezclando épocas diferentes. Hay quien prefiere “música culta”, pero no estoy seguro de eso sea mejor)

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Internet-centrismo y exclusión

Dice Evgeny Morozov en el segundo capítulo de su To Save Everything, Click Here: The Folly of Technological Solutionism sobre el uso retórico de “Internet”:

Today, ‘the Internet’ is regularly invoked to thwart critical thinking and exclude nongeeks from the discussion.

Y cuanta razón tiene. Desde muchos círculos tecnológicos la referencia a “Internet” es constante, como si internet fuese algo a preservar en sí mismo, un ente con derecho absoluto a su esencia. Vamos, como si “Internet” no fuese una herramienta creada por los seres humanos, y que será valiosa en la medida en que ayude a los seres humanos, pero al igual que cualquier otra herramienta debe ser evaluada por sus propios méritos. Por desgracia, como dice la cita, el uso es habitualmente el de impedir la discusión y excluir de cualquier posible debate.

Ese uso se aprecia sobre todo cuando sucede algo malo e inmediatamente se nos aclara que son las personas las que hacen cosas malas y que “Internet” no tiene ninguna culpa. Es un argumento muy similar al usado en Estados Unidos por los defensores de las armas de fuego. “Internet no mata, matan las personas”, digamos. Si se te ocurre defender cualquier otra opción, es probable que te caiga encima al acusación de “no entender cómo funciona internet”.

Ahora mismo, que en las redes sociales se discute sobre propiedad intelectual, es fácil ver ese uso retórico de la palabra “Internet”. Es como dice Morozov: se usa “Internet” como punto de partida, como un axioma inamovible, incuestionable, algo en lo que no te debes meter por no lo entiendes (y se sabe que no entiendes “Internet” porque estás dispuesto a ofrecer críticas o matizaciones).

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Un problema con Bitcoin

Roger Senserrich nos ofrece una muy recomendable entrada llamada “Del valor de una moneda y el problema con bitcoin” donde reflexiona sobre Bitcoin desde el punto de vista de lo que una moneda hace y para lo que sirve:

Mal que nos pese, pero una moneda necesita del respaldo de un estado. Sin un “comprador de último recurso” que puede hacer un instrumento de pago abstracto útil y líquido, una moneda puede ser útil un rato, pero no es realmente estable. El hecho que incluso las divisas estatales, respaldadas por el esfuerzo de millones de personas y el poder coercitivo de una burocracia para poder extraer recursos de ellas, puedan a veces implosionar espectacularmente debería ser una pista sobre lo complicado que es mantener este invento. Si queréis un bien fijo, limitado, respaldado por algo inamovible y sólido dejad las bitcoins y el oro, y comprad un solar en el centro de Madrid. Sólo tenemos un planeta, al fin y al cabo.

Sin embargo, si bien lo que cuenta es muy interesante y no dudo que tenga toda la razón, lo que dice está lejos de ser “el problema”. No dudo que sea un gran problema de Bitcoin, pero no sólo es posible pensar en otros problemas (problemas de impacto social o incluso discriminación social, sexual o racial), sino que es relativamente fácil encontrar una objeción al problema que señala.

Lo curioso es que la objeción ya está implícita en el propio texto, en comentarios como “una moneda necesita del respaldo de un estado” y otros referidos a estados y gobiernos. Porque puede ser cierto que si uno quiere una moneda con las características descritas tenga necesariamente que recurrir a un estado que la respalde. Pero, ¿qué sucede cuando el estado no es para ti un ente más o menos conveniente sino un primigenio de Lovecraft deseoso de surgir de las profundidades para coartar tu libertad, para esclavizarte e incluso destruirte? En ese caso, podrías pensar que mientras tu nueva moneda te libre del estado (aunque no sea cierto, basta con creerlo) cualquier efecto negativo te compensará. Es decir, valdrá la pena soportar todos los inconvenientes descritos en el post si con ello ganas la libertad a la que aspiras al inventar tu propia moneda (aunque, como he dicho, esa idea sea totalmente ilusoria).

Y eso es justo lo que parecen creer los más entusiastas seguidores de Bitcoin. Es más, no parece importarles demasiado la opinión de economistas y políticos precisamente porque la ven como parte del entramado contra el que luchan. Por esa razón digo que la objeción es una de las posibles, pero no la definitiva, porque acepta la necesidad última del estado para garantizar la viabilidad de la moneda. Justo la conclusión contraria al punto de partida de los defensores de Bitcoin.

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Libros 2014

    Enero

  1. The Accidental Species: Misunderstandings of Human Evolution, de Henry Gee
  2. Febrero

  3. Spinoza: A Life, de Steven Nadler
  4. Our Magnificent Bastard Tongue: The Untold History of English, de John McWhorter
  5. Marzo

  6. Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll
  7. Abril

  8. A Thousand Mornings, de Mary Oliver
  9. Mayo

  10. Continental Philosophy: A Graphic Guide, de Christopher Kul-Want y Piero
  11. The Cello Suites: In Search of a Baroque Masterpiece, de Eric Siblin
  12. Julio

  13. The Extraordinary Voyage of Pytheas the Greek, de Barry Cunliffe
  14. Agosto

  15. The Language Hoax: Why the World Looks the Same in any Language, de John H. McWhorter
  16. All That is Solid Melts Into Air, de Jeremy Deller
  17. Septiembre

  18. Annihilation, de Jeff Vandermeer
  19. Authority, de Jeff Vandermeer
  20. Ways of Looking: How to Experience Contemporary Art, de Ossian Ward
  21. Octubre

  22. Playing to the Gallery, de Grayson Perry
  23. Noviembre

  24. Would You Kill the Fat Man?: The Trolley Problem and What Your Answer Tells Us about Right and Wrong, de David Edmonds
  25. You Can’t Read This Book: Censorship in an Age of Freedom, de Nick Cohen
  26. The Practicing Mind, de Thomas M. Sterner
  27. The Who. The What. And the When, de Jenny Volvovski, Julia Rothman y Matt Lamothe
  28. Diciembre

  29. Ways of Seeing, de John Berger
  30. Wolves, de Simon Ings
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Zina Nicole Lahr

  • Autor de la entrada:

Una de las cosas que hago en internet es buscar ejemplos de personas, sobre todo mujeres, que hacen cosas interesantes, divertidas o asombrosas y que sirvan de modelos e inspiración. Luego se los pongo a mi hija para que vea todo lo que se puede llegar a hacer.

Hace unas semanas di con este vídeo de Zina Nicole Lahr que me pareció perfecto:

The Work of Zina Nicole Lahr from Stormy Pyeatte on Vimeo.

Por desgracia, la historia tiene un final triste, porque la protagonista murió poco después de grabar esas imágenes.

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Hiperempleo

  • Autor de la entrada:

Ian Bogost escribe sobre Hyperemployment, or the exhausting work of the technology user, la situación actual en la que hemos sustituido gran parte de, o todo, nuestro tiempo de ocio con una serie de incesantes actividades, una sucesión de trabajos que nos mantiene continuamente produciendo:

Hyperemployment offers a subtly different way to characterize all the tiny effort we contribute to Facebook and Instagram and the like. It’s not just that we’ve been duped into contributing free value to technology companies (although that’s also true), but that we’ve tacitly agreed to work unpaid jobs for all these companies. And even calling them “unpaid” is slightly unfair, since we do get something back from these services, even if they often take more than they give. Rather than just being exploited or duped, we’ve been hyperemployed. We do tiny bits of work for Google, for Tumblr, for Twitter, all day and every day.

Y también toca la consecuencia directa de ese casi obligatorio y continuo trajín: el agotamiento. Un agotamiento más mental que físico, resultado de intentar prestar atención a demasiadas cosas a la vez.

Es algo que noto mucho en Twitter, que es la red social en la que más participo. Por ejemplo, son continuos los requerimientos a que te sientas indignado por esto o por aquello, pero la verdad es que hay un límite y si todo es indignante, al final nada lo es. Te agotas.

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El arte de tirar libros

En una ocasión tiré un libro a la basura. Al comentárselo a mis amigos, se extrañaron de tal decisión. ¿Por qué no se lo había regalado a alguien?, me dijeron. A lo que yo respondí preguntándoles a su vez por el sentido de regalar un libro que te parece muy malo. ¿Le darías comida pasado a un amigo? No, claro, porque eres buena persona y quieres lo mejor para los demás. En ese caso, puestos a regalar libros, regalar libros buenos.

Además, tirar los libros es, como nos recuerda Los libros arden mal, mejor que quemarlos. Así se reciclan y pueden ser productivos en otra función. Y el texto también nos invita, brevemente, a dejar de considerar el libro como un objeto valioso digno de veneración por el simple hecho de ser un libro.

Enterremos esa fé seudocristiana, esa mitología añeja y conservadora según la cuál todo libro (editado y publicado en papel, claro) merece loa y salvaguarda por el simple hecho de existir: no es así, y no desde un imposible punto de vista canónico que escoja qué libros valen y cuáles no, sino desde la más absoluta subjetividad individual o de grupo.

Es curioso, y es un tema que también salía en The Late Age of Print, que tras tantos años de producción industrial y en masa de libros, sigamos pensando que el producto de un proceso que ha creado miles, cientos de miles e incluso millones de objetos iguales es único a irremplazable.

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