The Simpsons and Their Mathematical Secrets, de Simon Singh

Siento que en este libro, donde se combinan el mundo de los guionistas con inclinaciones matemáticas de Los Simpson y el mundo de la matemática en sí, no hay ni lo suficiente de Los Simpson ni lo suficiente de matemática. Vive así es una zona intermedia donde parece intentar no decidirse, no sea que el equilibrio se rompa y el material se incline demasiado en un sentido o en otro . Tale son los rigores de la vida comercial de los libros.

No me malinterpreten.

No se trata de una cuestión de no ser interesante y no estar bien contado. Todo lo contrario, Simon Singh se explica muy bien y es capaz de dar buenas charlas matemáticas. Y cuando se centra en los guionistas (algunos de los cuales tienen estudios avanzados en matemática), logra situar su interés por la matemática en el contexto de una persona real que en su cabeza logra combinar esas etéreas abstracciones con la capacidad de concebir esotéricos chistes que aparecerán durante una fracción de segundo en la pantalla (y que los más devotos deberán cazar con el mando a distancia).

Tampoco es que los temas matemáticos estén mal. Son interesantes y se salen incluso de lo habitual en un libro de divulgación matemática. Los dados no conmutativos (que, a pesar de mis esfuerzos, no pude comprar), por ejemplo, o la explicación de las complejidades de Pi.

Pero la impresión final es esa que he dicho de un poco “vale, bueno, un libro sobre Los Simpson y la matemática”. Da mucho la impresión de que Los Simpson no dejan de ser una excusa. Lo que queda en evidencia en los capítulos finales, cuando se habla de Futurama, la serie que sí está repleta de referencias y chistes matemáticos, sobre la que podría escribirse miles de palabras sobre casi cada episodios.

Pero Futurama no es famosa como Los Simpson, y por tanto aquí hay un libro que podría ser mejor de lo que es. Lo que no sé es si ese libro mejor sería sobre Los Simpson o sobre la matemática.

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La levedad de la medida

No medimos lo que queremos medir. Medimos lo que podemos medir. Y cuanto más fácil resulta medirlo, más dispuestos estamos a hacerlo. Luego confundimos lo que queríamos medir con lo que podemos medir, edificando un laberinto de cifras, cambios y porcentajes. Finalmente nos perdemos alegremente en ese laberinto, creyendo que cada paso nos lleva más cerca de la salida, fingiendo que allí se encuentra lo que buscamos.

De tal suerte, los números que cribamos se acaban convirtiendo en un tamiz incapaz de retener lo que realmente valorábamos.

O mejor leen el cómic:

medida

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Hora de aventuras

No digo que sea la mejor serie de animación, que es fácil. Digo que es la mejor serie de televisión del momento. No digo con ello que la serie sea perfecta, porque no es así. Es más, en ocasiones tiene detalles que me hacen desear una suerte horrible a los guionistas (y, por supuesto, el doblaje español es una abominación), cuando no están a la altura de sí mismos. Pero cuando Hora de aventuras es buena, se eleva muy por encima de lo que es fácil ver en televisión.

Hay que admitir, claro, que la serie parte con la ventaja de ser animación y con episodios que duran apenas 10 minutos. Eso le regala una libertad creativa y temática que series “serias” no se pueden permitir fácilmente. Si los personajes supuestamente protagonistas, Jake el perro y Finn el humano, no necesitan aparecer en el episodio, pues no salen y listo, y la serie se dedica con alegría a explorar el mundo de algún secundario. Y como es animación, y de fantasía, dentro de su humor alocado, febril y surrealista, se concede momentos de ternura asombrosamente eficaz, como en uno de los episodios más recientes donde durante unos breves segundos sabemos de la culpa de un padre por no morir antes que su hija.

Como dice Sam Keeper en Cha-Change! Formal Experimentation in Adventure Time, la serie se lo puede permitir porque ante todo ha cultivado el fondo emocional de los personajes. Más allá del trasfondo fantástico (la serie transcurre 1000 años en el futuro en un mundo poblado por criaturas fantásticas producto de una guerra terrible, donde sólo queda un ser humano: Finn), los guionistas se han cuidado de dotar a los personajes de dobleces, contradicciones, virtudes y defectos, y de una rica urdimbre de relaciones y encuentros entre ellos. Por ejemplo, Finn y Jake podrían ser simples héroes, pero en más de una ocasión se dejan llevar por el egoísmo o el trauma.

Se ve especialmente claro en el caso de la Princesa Chicle, una niña de 18 años, pero que lleva en ese estado casi 1.000 años, hecha de chicle que gobierna un reino donde todas las criaturas son de dulce. Es una persona joven que puede disfrutar, reír y cantar, pero es también un jefe de estado que en ocasiones debe tomar decisiones muy difíciles, aceptar responsabilidad por actos apresurados del pasado o que simplemente usa el poder de forma absurda a indiscriminada, dejándose llevar por los celos o la furia.

La Princesa Chicle es una investigadora genial capaz de conjurar inventos de todo tipo. Pero también se deja llevar por la hibris e inventa, por la simple razón de que se podía inventar y sin estar dispuesta a reconocer limitaciones personales, aquello que no debería existir. Puede ser infinitamente fría y calculadora, decidiendo en un instante quién debe vivir o quién debe morir (para ella, el problema de The Fat Man no existe), pero cuando se siente amenazada puede dejarse llevar por la histeria. Normalmente es tranquila y bondadosa, pero cuando debe pelear cuerpo a cuerpo se convierte en una guerrero feroz y sin misericordia.

Y es así como los secundarios van apilando complejidades y matices.

Sam Keeper comenta en su artículo dos episodios recientes especialmente destacables: “Ocarina” y “Food Chain”.

“Ocarina” ejemplifica el aspecto de la relación entre los personajes. Jake el perro, compañero de Finn y uno de los héroes de la serie, aparece representado como un padre ausente, que básicamente no se preocupa de sus hijos. Jake es en el fondo un niño grande, que prefiere las emociones y las aventuras a pensar en los problemas de cada día. Él hace las cosas simplemente porque en ese momento apetecía hacerlas.

Cada hijo reacciona de una forma diferente, pero uno de ellos, Kim Kil Whan, el que es tan responsable como irresponsable es su padre, decide poner patas arriba el mundo de Jake, comprar la casa en la que vive con Finn, echarlos de ellas y, eso espera, obligarle así a madurar.

Hay muchos detalles, pero lo interesante del episodio es cómo resuelve la situación. Finn (que es un niño de 13 años, recordemos) y Jake llegan a la conclusión de que Kim Kil Whan simplemente quiere el amor de su padre. Lo cuál es cierto, pero irrelevante: no hay duda de que Jake ama a sus hijos. Lo que quiere es algo más. Quiere que su padre sea mejor de lo que es, en todos los aspectos, que acepte sus responsabilidades y todo lo que hizo. Pero en lugar de una epifanía final en la que Finn y Jake reconocen ese hecho, es Kim Kil Whan el que comprende que no hay nada que hacer.

Al final, el pobre Kim Kil Whan acepta la ocarina contrahecha e inútil que su padre ha “fabricado” con amor y, en uno de los finales más agridulce de la serie, concluye que Jake es un buen tipo, que no pretende hacer mal a nadie, pero que jamás será el padre que él quiere. Jake nunca será Kim Kil Whan. Y Kim Kil Whan jamás será Jake.

El otro gran pilar de la serie es estar dispuesta a experimentar consigo misma, con las ideas, a levantar un tremendo edificio metatextual, donde las metáforas se manifiestan de forma real o la realidad es totalmente metafórica. Hora de aventuras no tiene problemas es mostrar un episodio que es totalmente un problema filosófico y luego cambiar a otro episodio puramente emocional. De hecho, puede hacer el cambio en apenas unas pocas escena, mientras explora, como pasa en el caso de Lemonhope, los límites de la responsabilidad personal: ¿debes sacrificar tu libertad para ayudar a aquellos que sacrificaron su libertad para liberarte a ti? ¿Irte y vivir tu vida o volver a rescatarles? ¿Cuál de las dos opciones es la que se ajusta más a lo que querían?

Pero no sólo eso, también está dispuesta a cambiar el tono narrativo, el tipo de dibujo, a invertir el sexo de todos los personajes para comentarse a sí misma y las limitaciones de las historias de fantasía que está contando.

All of this makes it possible for the show to experiment with metatextuality, drastic style shifts, and more abstract narratives. And, bless their hearts, the Adventure Team has taken those opportunities and run with them. Between highly metafictional genderflop episodes, meditations on the nature of fanfiction, weird interconnected multi-thread narratives, and whole episodes animated and written by auteur directors, the show cheerfully has dived off the deep end numerous times secure in the knowledge that the groundwork laid in other episodes with respect to the characters and the bonds that connect them will act as a safety net to catch them.

Y ahí entra “Food Chain”, uno de los episodios animado totalmente por alguien externo al equipo del programa (el otro es “A Glitch is a Glitch”, animado por el gran David OReilly) .

Creado por Masaaki Yuas, “Food Chain” explora la cadena alimenticia, pero lo hace transformando, en una sucesión rápida de imágenes casi alucinatoria ,a Finn y Jake en orugas, flores, pájaros y bacterias, mostrando cómo se ve el mundo desde cada uno de esos niveles (las transformaciones arrancan con una divertida versión del aria de la reina de La flauta mágica). Tiene una estructura circular y un ritmo de ametralladora. Termina con una extraña iluminación mística, que eleva la cadena alimenticia a ley fundamental del universo. Pero al mismo tiempo, se cuestiona si tu posición en dicha cadena es realmente tu destino.

Los protagonistas mueren en varias ocasiones, sólo para reencarnarse inmediatamente en otro nivel. Pero el Finn pájaro (siempre hambriento) no se comporta como el Finn planta (con su visión de un mundo exterior que se mueve a toda velocidad) ni como el Finn oruga (dispuesto a comer hojas y a casarse). Cada Finn es un Finn diferente, siendo, curiosamente, Jake el que se niega a participar por completo en el juego, rechazando en más de una ocasión su posición en la cadena.

Citando otra vez:

Adventure Time is thus capable, like Finn and Jake, of going through countless changes that are visible precisely because they work upon the relationships so well established elsewhere. The nature of the show transforms with the transformation of its aesthetics and focus, but we can understand and recognize that transformation because of the baseline that we perceive and compare to the alternative versions. It’s a delicate dance, and the show is all the more worthy of praise for how well it travels each of its transformative steps.

De Hora de aventuras no sólo me gusta el humor, la animación, la exuberante fantasía, sino también me gusta porque puede llegar a ser inteligente y sutil, porque en general reconoce que no hay soluciones simples a los problemas y que la vida humana se vive en gran parte en la ambigüedad. Donde otras series hubiesen condenado unilateralmente a Jake o a Kim Kil Whan, uno por ser un viva la vida o al otro por ser demasiado serio, Hora de aventuras no tiene problemas en reconocer que la relación entre los dos es complicada y que no hay una forma sencilla de resolverla.

En resumen, veo la serie porque me gusta. Pero también me gusta porque cuando la veo con mi hija luego tengo mucho de lo que hablar con ella.

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Pi mecánico

Mechanical Pi – In memory of William Shanks es una curiosa instalación que recrea el cálculo mecánico del número Pi empleando la fórmula de Leibniz:

The mathematician William Shanks sacrificed years of his spare time to the decimal expansion of the irrational number pi by hand. In 1873 he published his handwritten calculations to the 707th digit. Much to his regret, in 1945, D.F. Ferguson proved that only the first 527 decimal places have been calculated correctly. Nowadays Shanks tedious manual task is done with the help of computer algebra, performing millions of steps in fragments of a second, while calculating billions of decimal places.

Mechenical Pi – In memory of William Shanks from Florian Born on Vimeo.

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El transhumanismo nunca ha sido moderno

Qué forma tan divertida de expresar, con esa deliciosa referencia, las profundas raíces religiosas que mezcladas con muchas seudociencia, lecturas de ciencia ficción mal asimiladas y alguna gotas de ciencia de verdad conforman el movimiento transhumanista (y que también pasan a muchos grupos relacionados).

Transhumanism has never been modern dice:

Transhumanism is an ideology, a movement, or a belief system, which predicts and looks forward to a future in which an increasing integration of technology with human beings leads to a qualititative, and positive, change in human nature. It sees a trajectory from a current situation in which certain human disabilities and defects can be corrected, through an increasing tendency to use these technologies to enhance the capabilities of humans, to world in which human and machine are integrated to a cyborg existence. Finally, we may leave all traces of our biological past behind, as humans “upload” their intelligence into powerful computers. These ideas are intimately connected with the idea of a “Singularity”, a moment at which accelerating technological change becomes so fast that we pass through an “event horizon” to a radically unknowable future. According to Ray Kurzweil, transhumanism’s most visible and well known spokesman, this event will take place in or around 2045.

Para comentar luego que son ideas que dependen de avances tecnológicos futuros más que dudosos, pero, sobre todo, se sustentan sobre cierta historia, sobre cierta forma de ver los avances científicos y del conocimiento. Muchas ideas similares sobre el progreso científico y material de la humanidad has expresado la misma convicción con respecto a un momento final en el que todas las necesidades materiales y espirituales de la humanidad se resuelvan por medio de la tecnología. Un curioso contraste con la imagen de ultra-racionales que los transhumanistas suelen tener de sí mismos.

Pero, ¿qué tiene de malo? Como el mismo autor señala, da un poco igual las fantasías que uno crea y da un poco igual si tu religión está justificada por la técnica o por lo sobrenatural.

Pues:

This leads me to what I think is the most pernicious consequence of the apocalyptic and millennial origins of transhumanism, which is its association with technological determinism. The idea that history is destiny has proved to be an extremely bad one, and I don’t think the idea that technology is destiny will necessarily work out that well either. I do believe in progress, in the sense that I think it’s clear that the material conditions are much better now for a majority of people than they were two hundred years ago. But I don’t think the continuation of this trend is inevitable. I don’t think the progress we’ve achieved is irreversible, either, given the problems, like climate change and resource shortages, that we have been storing up for ourselves in the future. I think people who believe that further technological progress is inevitable actually make it less likely – why do the hard work to make the world a better place, if you think that these bigger impersonal forces make your efforts futile?

Con lo que volvemos a la cuestión fundamental. La tecnología es enormemente beneficiosa pero también enormemente destructora. Asumir que evoluciona por sí sola, cuando en realidad viene dictada por fuerzas económicas y sociales, es renunciar a un control más que necesario. Es recurrir a la falacia de decir que el resultado final, sea cual sea, era el “inevitable”.

Más que determinismo, suena a fatalismo.

(vía Amor Mundi)

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Tonto futurismo

Cómo nos gusta predecir el futuro. Cómo fallamos cada vez que lo intentamos. Más que nada, porque esas predicciones del futuro ni siquiera suelen pertenecer al presente del que las hace, sino que en muchas ocasiones están firmemente ancladas en el pasado. Prediciendo el futuro se acaba dibujando el pasado proyectado en el tiempo.

No sé nada de Space Station 76 excepto que parece reírse del futurismo de los años 60 y 70:

Judging by the trailer below, the movie pokes fun at the futurism of the 1970s — complete with space stations, tiny robot servants, glowing white walls, smoking in space, and a decent helping of sex. This is an R-rated comedy, after all, and it will certainly be interesting to see how far they stretch the sex, the swears, and the scatalogical

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Cine antes del cine

Los hitos históricos son así. Alguien define un punto como el inicial (en este caso que los hermanos Lumière inventaron el cine en 1895) extrayéndolo casi mágicamente de entre un cúmulo de fenómenos que se daban en la época. Lo hacemos porque la mente humana tiene problemas para lidiar con la diversidad, con el exceso de lo real, y prefiere narrativas simple que partiendo de un punto determinado llega a un final ya prefijado. La decisión de quién inventó el cine y en qué momento, sea legítima o no, te permite ordenar todos los hechos anteriores, crea la ilusión de que los puntos que han elegido se suceden causalmente.

Pasa continuamente y es un fenómeno que se manifiesta una y otra vez en cuanto investigamos más de cerca (la bombilla o con casi cualquier invención). Pero obliga a curiosas situaciones. Por ejemplo, la Wikipedia no vacila en declarar que la salida de la fábrica es “is considered the first real motion picture in history”. Lo que te lleva a considerar si había otras películas irreales, no reales o incluso arreales anteriores (y podríamos incluso plantearnos la naturaleza de dichos hircocervos). Y así fue, claro, como comunica una vez más la misma Wikipedia, detallando algunas películas anteriores a la primera película “real”.

Pero a lo que iba: Cinco películas anteriores a la invención del cine donde Blanca Rego escribe:

Nunca me cansaré de repetir que eso de que el cine se lo inventaron los Lumière en 1895 es una falacia de la industria y de la historia, como tantas otras. La imagen en movimiento tiene una historia que se remonta como mínimo a las linternas mágicas del siglo XVII, y como máximo a las pinturas rupestres. Si hablamos de cine propiamente dicho, la película más antigua que se conserva data de 1888, y existen rastros documentales de otras anteriores. Lo que sigue es una recopilación de cinco películas anteriores al presunto comienzo de la historia del cine el 28 de diciembre de 1895.

Me gusta mucho:

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