En la zona: Annihilation, de Jeff Vandermeer

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Annihilation es una de esas novelas que no tengo claro cómo describir. No sólo se trata del primer libro, corto comparándolo con los otros, de una trilogía llamada Southern Reach, sino que además me recuerda a tantas otras historias (vamos, si hasta parece contener al menos una referencia a Lost) que no sé si mi reacción más bien tibia se debe a alguna carencia del libro o se debe simplemente a que me resultó conocido.

Vayamos al principio.

En algún momento, una región de Estados Unidos quedó atrapada en lo que ahora se conoce como Área X, una zona de lo que parece vegetación prístina donde la influencia de la humanidad (metales pesados y similares) ha desaparecido casi por completo. Toda esa zona está rodeada por una membrana que impide el paso, excepto por una pequeña “puerta”.

Por desgracia, las expediciones –enviadas por la agencia Sourthen Reach que da título a la trilogía– que se han adentrado en esa región no han vuelto, han perdido todos la cabeza, los supervivientes han muerto de cáncer posteriormente, o sus integrantes retornados apenas se han logrado recuperar para volver a servir como seres humano, en alguna variada combinación de esos elementos. Porque allí dentro suceden todo tipo de hechos extraños, inexplicables e incomprensibles.

Cuando comienza el libro, asistimos a la llegada a la decimosegunda expedición, en este caso formada sólo por mujeres: bióloga, psicóloga, antropóloga y topógrafa (lingüista se bajó del carro antes del comienzo de la expedición). Y ya casi en las primeras páginas las cosas empiezan a ir mal, el grupo comienza a deshilacharse (si no venía ya deshilachado) y la paranoia se apodera del equipo. La jefa, psicóloga, parece tener sus propios planes y no ayuda nada la súbita aparición de una enorme estructura subterránea (que la narradora se empeña en llamar “torre”).

La novela es en realidad el diario de una de las expedicionarias, la bióloga (no se usan nombres propios, sólo títulos). Es un personaje que mantiene una especial sintonía con el paisaje, como queda claro cuando habla de su pasado, lo que le lleva a tener una visión más, digamos, ecológica del Área X. Así mismo, su maridó participó en la fallida oncena expedición.

Mi problema con este libro es que realmente sirve como amplio preámbulo para el libro 2 y que lo que cuenta me resulta incluso trillado. Área X recuerda enormemente a la Zona de Pínic al borde del camino, de los hermanos Strugatski, con su región de anomalía absoluta donde la comprensión meramente humana es imposible. El mismo Lem, que no entendía Pínic al borde del camino, escribió más de una novela sobre el enfrentamiento a lo totalmente incomprensible, sobre el toparse de bruces con la alteridad más radical.

En Annihilation el Área X, que está completamente desacoplada del mundo, se presenta como metáfora posible de las relaciones entre personas o se menciona de pasada su conexión con otros puntos del planeta. Es interesante que la opinión de la bióloga sobre su marido vaya cambiando a medida que se va enfrentando a la extrañeza, como si la zona incomprensible los fuese uniendo a pesar de su catastrófica separación.

Pero no es suficiente. Mientras leía no podía deshacerme de la sensación de que todo esto ya lo había leído con una ejecución mucho mejor. Como novela individual no aguanta nada bien, sobre todo dando a entender que los misterios de Área X son solubles, que hay una razón que los seres humanos podemos entender. Siendo una obra anglosajona quizá debamos asumir que una explicación y se nos dará en algún momento.

Supongo que es lo malo de ser un prólogo.

Por suerte, el segundo libro mejora considerablemente.

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Apple Watch

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La sorpresa del la presentación de Apple del día 9 fue su Apple Watch. Un poco sorpresa a medias, porque ya se sabía que llegaba, pero en todo lo demás una novedad. En el episodio 34 de Hacía Falta: Post-Keynote comentamos nuestras impresiones sobre lo presentado y especialmente sobre el reloj.

¿Qué pienso del reloj? Gracias por preguntar.

Creo que es muy interesante. Parece el simple hecho de tenerlo te permitirá hacer cosas muy chulas, sobre todo si usas el iPhone 6+. También parece tener un enorme potencial y si esta es la versión 1.0, dentro de 3 años alucinaremos con lo que ofrezca. Ardo en deseos de tener uno en la mano y probarlo. Pero con todo eso, no me puedo mostrar más entusiasmado hasta que no pueda ver qué se puede hacer con él. Cosa que sólo sabré cuando Apple libere el SDK correspondiente.

Pero lo que está ya claro es que Apple se ha metido de lleno en el mundo de la moda. Es evidente que con el reloj ha optado por la estrategia de ofrecer el mayor rango de opciones posibles. Es más, queda claro también que en fotos resulta difícil juzgar la calidad del resultado, el cuidado con el que se ha diseñado todo y la sensación que produce llevarlo.

De ahí el interés de A Watch Guy’s Thoughts On The Apple Watch After Seeing It In The Metal (Tons Of Live Photos) que detalla los aciertos y problemas del Apple Watch.

Lo bueno de Apple Watch, tal y como lo describe, es el impresionante nivel de detalle en la ejecución física del dispositivo, desde el acabado de la caja hasta las correas. Cualquier otra empresa tecnológica habría soltado a sus ingenieros para producir un reloj según sus criterios sin pensar en toda la tradición, pero está claro que Apple consideró primero todo lo que se había hecho antes y que el Apple Watch surge de una reflexión profunda sobre lo que es un reloj en la muñeca:

The overall level of design in the Apple Watch simply blows away anything – digital or analog – in the watch space at $350. There is nothing that comes close to the fluidity, attention to detail, or simple build quality found on the Apple Watch in this price bracket

Me encanta, y parece ilustrativo, este párrafo tras comentar el enorme trabajo invertido ya sólo en las correas:

But for me, it’s all about the Milanese bracelet, baby. The fact that Apple even knows what this is is remarkable. I promise you not a single other tech company in the world would’ve spent the time to make this admittedly outdated looking option. But I absolutely love it.

Queda claro por la descripción que Apple pretende que su reloj sea ante todo un objeto bonito, agradable y que encaje sin problemas en el mundo de los complementos.

Los posibles problemas son varios. Está el más evidente de que el Apple Watch durará como mucho unos cuantos años, al contrario que un reloj tradicional (aunque en los comentarios al texto indican que un reloj caro de verdad requiere su mantenimiento). Pero el problema principal, dejando de lado la desconocida duración de la batería, es el de siempre: ¿para qué sirve?

The Apple Watch is absolutely the best smart watch on the planet. That much I’m sure of. But are we sure that wearable technology is something we really want? In the same way those who publicly wore blue-tooth headsets five years ago and those who wore Google Glass one year ago, will smart watches ever become a thing that people genuinely want? If anyone can make it happen, it’s Apple. It’s going to take a lot of time, and a lot of test cases when this thing launches next year.

Imagino que desde el punto de vista de Apple, el uso del reloj vendrá dado por la gente que decida usarlo. Usuarios y programadores irán añadiéndole funcionalidades y quizá alguna ellas resulte ser lo suficientemente importante. A mí, por ejemplo, me da que lo de poder mandarse dibujitos va a de las opciones más populares.

Pero también es verdad que se presenta como una opción de futuro, algo en lo que Apple deberá trabajar durante años si quiere que sea un éxito y que claramente se concibe como uno de los pilares futuros de la empresa. De ahí también centrarse tanto en las opciones y la calidad de los acabados, porque está claro que como simple objeto tecnológico no va a tener ningún futuro. Pocas personas estábamos dispuestos a pasearnos por ahí con un Pebble. Para la mayoría del mundo, si algo te lo vas a poner en la muñeca, tras pagar al menos 350 euros por él, lo mínimo a pedir es que sea bonito.

¿Se venderá? Ni idea. Tampoco sé en qué situación estamos. No sé si nos encontramos en un mundo que no necesita para nada un reloj de estas características o en un mundo donde hay problemas que no sabíamos que podíamos resolver con este dispositivo. Si estamos en el segundo caso, Apple tiene suerte. Si no, pues…

Y antes de despedirnos, una última reflexión. El hecho de que podamos ponernos un ordenador en la muñeca no significa que debamos hacerlo. Como nos recuerda Nick Carr en Apple Watch: We Are Now Literally Handcuffed To Our Computers, la historia del reloj de pulsera es también la historia de llevar una forma rígida de entender el tiempo a cada vez más gente, expulsando otro tipo de ciclos, uniformizando la sociedad. La rigidez de los segundos precisos es también una forma limitada de relacionarse con el mundo:

That’s all very exciting, but some wariness is in order. As the history of clocks reveals, strapping a technological companion and monitor onto your wrist can alter, in ways that are hard to foresee, life’s textures and rhythms. And never before have we had a tool that promises to be so intimate a companion and so diligent a monitor as the Apple Watch.

Con un poco de suerte, el Apple Watch se usará para mejorar tu vida. Pero nunca se sabe.

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Sarpullido digital

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Demasiado datos. Ése es el peligro. Ahora que parece que Apple va a presentar al fin su versión de los sistemas vestibles, hay que recordar que los mejores datos son aquellos de los que no necesitas preocuparte. Y los mejores sistemas aquellos que te ofrecen datos sólo cuando los pides.

Smart Watches, Wearables, and That Nasty Data Rash es una gran lectura:

EVERY TECHNOLOGY HAS ITS TOXIC BYPRODUCTS and associated maladies. The pollutants of the industrial era cursed us with black lung, lead poisoning, radiation sickness and more. Now the information age threatens to ding us with the damaging, if less deadly, ailments of data pollution.

For all the remarkable opportunities that information technology has unlocked, it’s hard to dispute the downside of our diminished ability to focus, to find calm, to connect with the people we care about. As social networks spew a dazzling blizzard of text, images and alerts, we’re buried under the impossibility of consuming those messages as quickly as they are produced. Online, we enjoy the illusion of companionship without the demands or benefits of friendship. Offline, we test our genuine friendships by gazing into glass slabs instead of enjoying one another’s company.

And now here come the wearables. I’m a technologist, an enthusiast, an optimist. I’m beside myself about the possibilities of ubiquitous computing. But I’m also concerned that the first generation of wearable gadgets is buffeting the body in unintended ways, like so many other technologies that came before. Will our skin burn with bubbling boils of data? Will our ears buzz with non-stop notifications? Will our eyes flicker with the alerts streaming across the clothing and accessories of others?

There are so many opportunities in the fact that we can now wear data. But the risk is that it will wear us.

Luego ofrece una serie de recomendaciones, más que razonables, sobre cómo deberían actuar esos sistemas. Para concluir:

Technology should bend to our lives instead of vice versa. Instead of using the cold and creepy terms of enhancement or augmentation, I suggest wearables should aim to amplify our humanity. They should let us be who we already are, only more so. They should give us greater control, mastery, and understanding over our environment and ourselves. They should reinforce connections with the people we love and the places we visit, instead of isolating us under a torrent of data. They should draw us into the world instead of drawing our eyes to a screen.

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Curculio bassos, de Mark Manders

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No conocía a Mark Manders (lo que no es de extrañar, porque en cuestiones de arte no soy más que un aficionado más bien caótico), artista holandés nacido en 1968, hasta esta exposición, Curculio bassos, que le dedica el CGAC, el museo de arte contemporáneo de Santiago de Compostela.

Pero para eso va uno a los museos, para descubrir cosas nueva. Y el CGAC (uno de los lugares más interesantes de la ciudad y que no recibe el apoyo que merecería) ha cumplido con su función una vez más.

Porque Curculio bassos me encanta. Lo que muestra me parece sencillamente espectacular. Obras que miras y de inmediato te sugieren un torrente incontenible de ideas y sensaciones. Son enigmáticas, en muchos casos con títulos que no parecen corresponderse con lo que estás viendo, pero simultáneamente poseen una claridad meridiana. Cada un de las piezas es como un iceberg.

La he visto dos veces (estará hasta el 12 de octubre, por lo que queda tiempo para acercarse a ella), la primera vez con mi hija. a la que también le gustó mucho. Y espero verla algunas veces más.

Lo divertido de la exposición es que su entrada es una zona del vestíbulo del museo acotada con plásticos. Por el pasillo resultante atraviesas una reconstrucción de un estudio de arte. El texto pegado a la pared aclara que esa obra se llama “Silent Studio” y que está realizada con materiales diversos (!) entre 1992–2014:

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Son unos buenos metros en los que te encuentras objetos adecuadamente random:

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Me encanta este tocadiscos:

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Por cierto, el periódico que se ve al lado es otra de las obras de Mark Manders, que también trabaja con el lenguaje. Son periódicos falsos con titulares que parecen coherentes pero que realmente no significan nada o, quizá, su significado es fundamentalmente poético, una disrupción del sistema cognitivo.

La entrada me parece espectacular. Me encanta el espacio semicerrado en lo que es en realidad un vestíbulo mucho más grande (el CGAC por su estructura se presta muy bien a ser objeto de esas intervenciones en el propio espacio). El ordenado desorden que exhibe, la sensación que transmite de alguien frenéticamente ocupado en la producción de obras, el dar a entender que el artista se ha ausentado brevemente y que volverá en cualquier momento, no sólo me hace creer que es efectivamente un espacio de trabajo real temporalmente en silencio y quietud, sino que también me hace sentir tranquilo. Así que cuando voy recorro esos metros de un lado a otro varias veces. Y como es expresión de un estudio, siempre hay algo nuevo que ver.

En la siguiente fase ya te encuentras con obras individuales. No por ellos menos complicadas, porque en menos espacio acumulan un gran número de elementos. Como sucede con “Living Room Scene”, con dos figuras que parecen flotar, y no, sobre escritorios que no están del todo rectos, o “Notional Cupboard”, con sus ratas colgando, su tambor alargado o sus fotos. “Short Sad Thoughts” es al contrario de una simplicidad cortante.

Una de mis preferidas no sale bien en ninguna de mis fotos y no lo voy a intentar. “Nocturnal Garden Scene” es una espacio totalmente negro, de tierra negra, donde un gatos yace inmóvil, dividido por la mitad por una cuerda sostenida entre dos torres. La tierra es negra, las torres son negras, la cuerda es negra. Es efectivamente una escena nocturna en la que no parece no haber luna ni estrellas. Y mi me hace pensar en una Gulliver macabro, como si una pequeña raza de seres hubiese encontrado un gato muerto y se hubiese decidido por despedazarlo. Me produce la sensación de melancolía de la habla el artista.

Al entrar, por cierto, uno de los acceso a la sala grande está bloqueado por un plástico, lo que difumina las figuras que se encuentran al otro lado, las de “Living Room Scene”.

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“Abandoned Room, Constructed to Provide Persistent Absence” me resulta fascinante. Esos cuerpos preservados, que parecen orgánicos pero que realmente son de bronce pintado:

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Hay muchas figuras que no acaban de estar completas. A veces hay trozos de madera verticales que parecen constreñir el alma y que yo no puedo evitar ver como libros (lo que dice más de mi relación con la lectura que de las obras):

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A veces sin embargo los trozos de madera salen de la carne:

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Una obra que nos encantó a mi hija y a mí fue “Finished Sentence” (es un horror intentar hacer estas fotos con un móvil, tendría que haberme llevado la reflex):

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Me produce una impresión orgánica, a pesar de que los elementos son todos totalmente artificiales. Ni siquiera el té es té, sino bolsitas de té. La obra está junto a “Live-Size Scene with Revealed Figure” que en su combinación de madera, metal y figuras en precario equilibrio parece bastante explícita.

Hay un espectacular autorretrato del autor como chimenea industrial, que ocupa toda una sala y es fascinante. Como parte de la obra, una silla junto a la cual se encuentra la ropa normal de calle cuidadosamente doblada. También hay una rata por las inmediaciones. Por lo que leo en el folleto, esos autorretratos los hace periódicamente.

Yo creo que el mejor punto para terminar es la gran sala ocupadas por “Figure on Chair” y “Window with Fake Newspapers”. Aquí reaparecen los periódicos falsos (que a lo largo de la exposición tapan alguna ventana más) y que se usan para cambiar la luz de la sala. Los titulares, me repito, son juegos con el lenguaje y dejo a la imaginación de cada uno lo que sucede cuando se les usa para tapar ventanas:

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La figura que ocupa el espacio de la sala es especial, porque está formada por un fragmento de torso y cabeza pero con un cuerpo que es básicamente un tablón de madera. No está sentada, porque el tablón no se puede doblar, por lo que más bien está apoyada. Tampoco acaba de ser una figura, porque en cierto punto pierde toda forma corpórea. Es similar a esta.

El texto que acompaña a la exposición es de Javier Hontoria, que sólo cae en la jerga del folleto artístico en muy contadas ocasiones, por lo que es bastante comprensible para un lego como yo. Me resultó una muy valiosa e informativa introducción a un artista que no conocía de nada y es más que recomendable como primera aproximación. En el CGAC suelen insistir en que te lleves un folleto y en este caso esa insistencia es merecida.

Para mí, lo único realmente decepcionante de esta exposición, y me parece un fallo enorme, es que el catálogo todavía no está disponible. Por lo demás, merece totalmente la visita.

Y ahora sólo me queda intentar descubrir más cosas de este hombre. He quedado entusiasmado

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¿BMO expresa feminismo?

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En una ocasión mi hija me preguntó si todos los chicos tenían pito. Mi respuesta fue que se trataba de una pregunta muy difícil de responder, porque en cada ser humano individual se dan un enorme conjunto de circunstancias. Que ser chico o chica es algo muy diferente a poseer ciertas características biológicas, le dije, lo que inmediatamente provoca una explosión de posibilidades en cada ser humano. Vamos, que no, pero por muchas y buenas razones.

Ahora este vídeo de PBS se plantea una situación similar, pero relacionada con el personaje BMO de la serie Hora de aventuras. BMO es una consola de videojuegos que muy explícitamente no se identifica como hombre o mujer; BMO no tiene género. Eso le permite expresarse con enorme libertad, pudiendo adoptar comportamientos tradicionalmente asociados con la mujer y otros tradicionalmente asociados con el hombre. De hecho, lo hace sin ni siquiera destacar que lo está haciendo. Es decir, la carencia de género de BMO no define a BMO como personaje, es simplemente algo que es. BMO tiene muchas características de personalidad para definirse.

Uno podría pensar que es absurdo. BMO es, como he dicho, una consola de videojuegos consciente e inteligente, a todos los efectos un robot. Sin embargo, no consigo recordar ahora mismo un robot de la pantalla que no tenga asignado un género concreto. De hecho, siempre es fácil saber si se supone que es hombre o mujer (en Robots la sociedad de máquinas están tan rígidamente divida por sexos como la nuestra). La insistencia, capítulo tras capítulo, en la ausencia de género en el caso de BMO tiene que ser deliberada.

Lo que eso significa ya es otro tema. El vídeo apunta a que BMO podría considerarse una expresión en la pantalla de un ser que no se deja definir por una identidad sexual concreta, que fluye entre comportamientos sin plantearse si le corresponden o no. Sería, de ser cierto, una expresión en un medio de comunicación de masas de la tercera ola del feminismo, cuando podamos dejar atrás la distinción binaria de géneros y cada uno pueda ser el que es.

(ht faraox)

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HacíaFalta #33: Pre-Keynote

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Como es casi tradición (¿cuándo algo que haces de vez en cuando se convierte en tradición? Parece uno de esos casos de granos y montañas, la verdad) hay un episodio del podcast HacíaFalta dedicado a la próxima presentación de Apple (para los viajeros a través del tiempo, la del 9 de septiembre de 2014). En esta ocasión, estamos alexvega, earcos, emilcar y yo mismo.

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Para saber lo que dice cada uno tendrán que escucharlo. De todo lo que digo yo, hay dos cosas que me parecen dignas. Una es mi predicción de que esta presentación será el equivalente hardware de la presentación software de junio. Lo de junio fue para los programadores algo totalmente espectacular, con varias cosas que horas antes cualquiera hubiese jurado imposible. Posiblemente me equivoque, pero es una esperanza que tengo.

Para lo otro que digo (una vez más, una comparación de esta presentación con otra muy anterior) tendrán que hacer eso de escucharlo.

Por lo demás, en grupo hacemos una predicción sobre la que aparentemente fallaremos totalmente (los rumores están totalmente en nuestra contra). Creo que voy a tener que comerme algunas palabras.

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Objectos desobedientes

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Si hay algo que al arte se le da mal es no ser arte. El arte admite muchos apellidos, siempre que éste modifique la forma de crear el arte, pero no su función. Cuando se trata de hacer que el arte sea otra cosa ya no funciona nada bien. Razón por la que “arte político” es una de esas expresiones que me parecen contradictorias, un intento de unir actividades que se llevan mal entre sí.

(Lo que no quiere decir, claro, que el arte no sirva para ver el mundo de otra forma. Eso es diferente).

Razón por la que al empezar a leer, Now is always a good time to protest, sobre la exposición Disobedient Objects, con ese planteamiento que invita al escepticismo (“examines the powerful role of objects in movements for social change”) y ese nombre del que la autora se ríe con alegría, pensé, al igual que ella, que sería la típica exposición que es más escaparate de moda que otra cosa.

Pero no, parece que es de verdad:

This is a show about activism with a capital A, a show inhabited by artefacts that had never graced the venerable rooms of a museum or art gallery until now.

Vamos, suena a una de esas exposiciones donde la obra de arte es la exposición en sí, la relación que se establece entre los elementos, pero donde a cada objeto se le permite ser él mismo (dentro del contexto, claro, de estar en un museo):

Disobedient Objects focuses on the period from the late 1970s to now, a time that has brought new technologies and political challenges. The items displayed range from the very rudimentary to the sophisticated, from a slingshot made from a Palestinian child’s shoe to mobile phone-powered drones for filming demonstrations or the police, from textiles sewn by women to communicate the atrocities they have experienced under the Pinochet regime in Chile, in particular the ’disappearance of their children to a robot that spray paint slogans on the pavement.

I entered the show ready to sneer at V&A’s grand attempts to glamourize popular protests and turn evidences of genuine and at times violent dissent into food for cool hunters. My fighting mood quickly vanished. Disobedient Objects is a show that invites visitors to get out and raise their heads, to be inspired and fight for their rights. And that’s what matters to me.

Lo triste en mi caso es que pasé por delante de ese museo, de camino a la performance de Marina Marina Abramović, sin percatarme de que había una exposición tan interesante. Tampoco es que tuviese tiempo para todo, que es lo malo de ir a Londres durante un par de días. En cualquier caso, siempre me puedo consolar con el catálogo.

Por cierto, que en la web del Victoria and Albert Museum se pueden encontrar guías PDF para fabricarse algunos de los objetos de la exposición. El escudo en forma de libro me llama mucho la atención.

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Licencia para matar

Vas por la carretera a bordo de tu coche sin conductor, uno de esos supermodernos que negocian los obstáculos y son capaces de reaccionar ante cualquier cambio. Te aproximas a un túnel. De pronto, un niño pequeño se cruza frente al coche. La situación es tal, que si el coche sigue su marcha, atropellará al niño, matándolo. Pero si se desvía para salvarlo, se estrellará inevitablemente contra las paredes y te matará a ti.

¿Qué debe hacer el coche?

Ésa es la pregunta de Should your driverless car kill you to save a child?. Se trata de un experimento mental, por supuesto. En muchas circunstancias reales habrá una tercera, cuarta o enésima opción. Pero inevitablemente, en algún momento se dará ese caso: una muerte segura para uno de los implicados.

Estamos acostumbrados a considerar que los únicos actores en una situación ética son los seres humanos. Pero cada vez es más evidente que a medida que vamos delegando poder de decisión a las máquinas, en situaciones cada vez más complicadas en las que resulta difícil establecer reglas de antemano, será habitual que las máquinas tengan que resolver problemas éticos. Precisamente Isaac Asimov, el primero en adoptar las leyes de la robótica, se escribió una buena serie de cuentos elucubrando sobre ese tipo de escenarios.

En cualquier caso, si esa situación es una posibilidad, habrá que decirle a la máquina qué debe hacer. El autor se pregunta si será el diseñador del dispositivo o el usuario. En el primer caso, no está muy claro que uno se sienta seguro sabiendo que una empresa ha decidido que según ciertas circunstancias tu muerte es la consecuencia más “ética”. Por otra parte, si decide el usuario, la situación es prácticamente como ir ahora mismo en tu coche y no hacer ni el más mínimo esfuerzo por desviarte o desviarte y sacrificarte por otro.

Es una situación muy complicada. El autor señala que habría que examinar primero los dilemas éticos que se plantean en medicina y evaluar las soluciones que allí se aplican. Como bien dice, si la decisión es de los diseñadores se está evitando que el usuario tome unas decisiones que son muy complejas y personales. Si eres tú el que decides no girar el volante, al menos habrás decidido tú y la responsabilidad será totalmente tuya.

Me resulta una situación especialmente compleja, porque como decía aquel filósofo, inventar una tecnología es inventar el accidente de esa tecnología. Si inventar el avión implica inventar el accidente de aviación, el coche autónomo implica el accidente de un coche autónomo que toma decisiones y resuelva problemas que ni siquiera nosotros tenemos claro cómo resolver (y que, como buen accidente, incluso podría equivocarse). Quizá sí es cierto que lo mejor sea permitir que cada usuario decida según su conciencia. O la sociedad podría decidir en su conjunto que una opción es mejor que otra y establecer que todos los coches deben hacer lo mismo.

Pero por desgracia en ese segundo caso, estamos hablando por ahora de un experimento mental. Cada uno, ahora mismo, sentado frente a su mesa o leyendo este texto en un móvil, puede tomar una decisión que considere más o menos firme. Cambia un par de detalles en el escenario (no es un niño, es un adulto) y muchas decisiones podrían virar, y la solución acordada anteriormente ya podría no valer. Y eso sin contar que probablemente años y años de legislación en zonas afines (en qué sentido es uno responsable o no de ciertas consecuencias) deberían tenerse en cuenta en este tipo de casos. Estoy seguro de que muchas disciplinas, ajenas a la tecnología y la ética, podrían aportar puntos de vista interesantes y necesarios.

Por lo demás, concluye:

None of this simplifies the design of autonomous cars. But making technology work well requires that we move beyond technical considerations in design to make it both trustworthy and ethically sound. We should work toward enabling users to exercise their autonomy where appropriate when using technology. When robot cars must kill, there are good reasons why designers should not be the ones picking victims.

Evidentemente, el coche siempre podría lanzar un dado. Sospecho que la solución estocástica no contentaría a nadie.

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Ceci n´est pas une chat

Compartido simplemente por esta imagen.

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Vale, también comparto Is Hello Kitty not a cat? porque trata la dificultad de determinar qué se está diciendo sobre la naturaleza, como si existiese en la realidad, de un ser totalmente inventado. Hello Kitty es un ente dibujado. ¿Pero qué se supone que representa ese dibujo si existiese un referente real de lo que sea que es Hello Kitty considerando que las afirmaciones ontológicas sobre Hello Kitty se han hecho en un idioma totalmente diferente rebosante de sutilezas propias que se nos escapan a los que hablamos otra lengua?

Déjenme un par de días y estoy seguro de que podré escribir una pregunta todavía más enrevesada.

Y ahora, una cita que he sacado de una cita:

I read an article with excerpts from the designers’ interviews, and the first designer (i.e., the creator of Kitty) simply created this character because she likes cats and thought it would be fun if those cats around her could chat, eat ice cream, and go shopping. This explains everything. Although I have not read the original article in the LA Times, yet I think this is just an overreaction of people. There is no need to discuss whether it is a cat or a girl, because it is, in the end, one lady’s imaginary character based on a cat. I don’t know why the first designer’s words were not quoted anywhere.

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