Creation, de Gore Vidal
Cyrus Spitama tiene un problema; es nieto del mismísimo Zoroastro, sacerdote de la religión de Ahura Mazda. Eso le convierte en personaje importante, y por tanto, en alguien potencialmente peligroso, sobre todo si aspiras a crecer en la corte del gran rey persa. A crecer y a que no te maten mientras creces, claro.
Por suerte, Cyrus se las arregla bastante bien. Y al comenzar el libro, nos lo encontramos como embajador del rey persa ante Atenas. Es un hombre ya mayor y ciego, que un día asiste a unas lecturas de Heródoto y oye sus barbaridades sobre la guerra contra los persas. Su sobrino Demócrito -sí, ése- le pide que cuente su versión. Y Cyrus, lejos de hacerlo, se lanza a narrar su existencia, desde el primer momento, cuando oyó la voz de Ahura Mazda a través de los labios de su abuelo, hasta casi el final, cuando habla con Pericles.
Y en medio, el fabuloso esplendor del imperio persa, que ocupa innumerables naciones, en el que se hablan incontables lenguas, todo unido bajo la luz del gran rey de todo lo que hay. Pero Cyrus no dicta para hablar de esas maravillas, que da por supuestas, al considerar a los griegos como unos advenedizos sin cultura o civilización, unos inútiles incapaces de mantenerse unidos y a los que les encanta discutir y guerrear entre sí. No, Cyrus realmente le cuenta a Demócrito su larga búsqueda del secreto de la creación, del origen del mundo. En ello, relata sus viajes, donde ha encontrado a todo tipo de sabios, con los que ha conversado, pero de los que ha obtenido pocas respuestas.
Gore Vidal se aprovecha de las muchas imprecisiones de fechas para situar en el mismo periodo a múltiples sabios del pasado. Por el siglo V de Cyrus se pasean Sócrate (del que tiene, con justicia, muy mala opinión), Confucio, Buda, Lao-tsé y otros muchos (algunos apenas identificados), y Cyrus puede hablar con todos ellos. Alguna de sus ideas le parecen prácticamente perfectas, Confucio, y otras muy próximas a la locura (Buda y los budistas). Y así va, de un extremo al otro del mundo, alcanzando las más lejanas naciones, como si fuese una especie de Forrest Gump del mundo antiguo, con la gran diferencia de que Cyrus es muy inteligente y posee una lengua venenosa; no ahorra opiniones sobre todo el que se le pone por delante.
Creation no es una novela sobre viajes y vicisitudes. En cuanto Cyrus se encuentra con un problema que exija muchas explicaciones, Gore Vidal corta con un «y así pasaron varios años». Los detalles de los viajes no aparecen y las batallas están extrañamente narradas desde la distancia. Lo que interesa a Gore Vidal es hacer chocar ciertas escuelas filosóficas, en poner a su protagonista a charlar con algunos de los grandes hombres de la historia. Una tarde de pesca con Confucio merece más páginas que todas las guerras persas.
En cierta forma, Creation es un recordatorio de que el mundo ya era un lugar magnifico, poblado de civilizaciones antiquísimas y poseedoras de una cultura inmensa antes de que apareciesen los griegos. Cyrus ve a los griegos como una mota en las fronteras del imperio, un pueblo del que apenas hay que ocuparse. Y sin embargo, muy a pesar de Cyrus, al terminar su narración también queda el poso de que ese pueblo dado a las riñas y a las discusiones intelectuales heredará el mundo, que su legado algún día eclipsará todas las maravillas que ha visto.
Más en El punto de vista del rey y Leyendo Creation.