Juegos

Hace tiempo que no hablo de mis juegos nuevos. Vamos a retomar de nuevo esa bonita costumbre. Hoy son cuatro, que compré en una tienda llamada MásQueOca. No era una de mis dos tiendas habituales (habitualmente compro en laPCra o en Dracotienda). Pero resulta que oí un episodio de The Dice Tower donde comentaban The Starfarers of Catan, un juego de la serie de Colonos de Catan pero ambientado en el espacio. A mí no me gusta demasiado Catan, pero los comentarios del podcast me dejaron la impresión de que Starfarers corregía muchos de los defectos del Catan clásico (así es, por cierto; Starfarers es un juego muy superior). Por desgracia, ninguna de las dos tiendas habituales lo tenía, y buscando di con MásQueOca. El pedido fue muy bien y quedé muy contento.

En mi segundo pedido quería comprar la ampliación de Starfarers, que permite jugar a 5 ó 6 personas. Como se daba la misma situación, pues la misma tienda, y de paso, algunos juegos más. El pedido se retrasó unos días, porque uno de los juegos no estaba en el almacén, pero por lo demás muy bien.

Intrigue es otro juego que oí en un episodio de The Dice Tower. Es un juego de puñaladas traperas donde traicionar a los amigos es inevitable.

Intrigue

Friedrich es un juego de guerra ligerito, por cartas, que me interesó desde que vi el comentario de Scott Nicholson. Tiene pinta de ser bastante entretenido.

Friedrich

Los pilares de la tierra. La novela no me podría interesar menos, pero de juego hablan bastante bien -lo definen como Caylus light- y parece interesante.

Los pilares de la tierra

The Starfarers of Catan, la expansión. Así podremos olvidarnos de la mente colmena (al menos, en este juego).

Starfarers of Catan (Expansión)

Con ésta son ya tres las tiendas (online) en España a las que he comprado juegos y la verdad es que estoy muy contento. Ojalá las tiendas minoristas (hay excepciones, claro) con las que me encuentro por la calle diesen un servicio igual de bueno…

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El inglés mágico

Se toca el tema del doblaje y como suele pasar se desatan los ánimos; espero que nadie se ponga a quemar supermercado. Y ya ha salido un argumento que siempre me hace gracia (me lo soltaron por primera vez hace unos veinte años). Viene a decir algo así como «las personas que prefieren la versión original es que tienen buen nivel de inglés». Siempre que lo oigo intento imaginarme cómo ve esa persona el inglés, me pregunto si se lo imagina como una especie de pez babel que te permite entender cualquier lengua, pasada, presente o futura, real o inventada. Porque vamos, yo puedo entender razonablemente bien el inglés hablado (dependiendo mucho de las circunstancias), pero nunca me pareció que me sirviese de nada al ver una película en japonés, coreano, mandarín o tailandés.

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Territorios inexplorados: una entrevista con Connie Willis (VII)

Entrevista con Connie Willis realizada en Glasgow (1995). Publicada originalmente en BEM 49. La incluyo ahora dividida en siete partes.

PJR: Tu primera novela en solitario, Lincoln’s Dreams, trata de la guerra civil americana desde el presente, hay una especie de viaje mental en el tiempo, y es una novela fantástica muy diferente de cualquier otra novela fantástica. La protagonista sueña los sueños del General Lee, y al final decide conservar los sueños aunque eso significa poner en peligro su vida y abandonar al hombre que ama.

CW: Es otra vez una historia de amor. Dos personajes que se separan. Creo que las parejas que permiten que los separen son tontas, así que uno de mis problemas es buscar una razón real que no puedan realmente superar. En ese libro la razón es el sentido del deber y la responsabilidad.

Yo estaba enamorada de Abraham Lincoln. Todos los americanos aman a Lincoln; no le querían mucho cuando era presidente, pero ahora sabemos que fue nuestro mejor presidente. Como digo en el libro: él y Robert E. Lee eran dos muy buenas personas que a las que se les encargó realizar un asesinato en masa. Nos gusta pensar, en nuestro siglo, que las personas que dirige las guerras son malvadas. Pero en el caso de la guerra civil, eran buenas personas separadas irreconciliablemente por sus creencias, a un coste terrible.

Estaba enamorada de Abraham Lincoln y quería escribir el libro sobre Robert E. Lee, y acabé enamorándome también de él. Me sentía como si tuviese una guerra civil dentro de mi cabeza. Estaban en lados opuestos, pero era buenas personas y muy similares. Leí que al final de la guerra cuando el General Lee iba a rendirse, todo su ejercito, que en aquel momento ya no era un ejercito sino un montón de muchachos de treces años y viejos, descalzos, sin comida y sin caballos, intentó detenerle. «Seguiremos luchando por usted, General. No se rinda» le dijeron. Y yo pensé: ¿qué tipo de persona podría haber inspirado una lealtad como ésa? Y me interesé por la idea de la lealtad. Creo que la lealtad en su mejor sentido es una forma de amor. Creo que el deber en su mejor sentido es una forma de amor. Y la lealtad y el deber parece que se han convertido en insultos en el siglo veinte, porque se supone que tienes que hacer sólo lo que te interesa, sólo debes pensar en ti mismo. Pero creo que la lealtad y el deber pueden ser una de las más puras formas de amor. Me interesé por el tipo de gente que podía inspirar esa lealtad, y por el tipo de gente que siente responsabilidad por otros.

PJR: Así que toda gran historia es una historia de amor y viajes en el tiempo.

CW: Sí, eso es lo que creo. Eso es lo que creo.

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Territorios inexplorados: una entrevista con Connie Willis (VI)

Entrevista con Connie Willis realizada en Glasgow (1995). Publicada originalmente en BEM 49. La recupero aquí dividida en siete partes.

PJR: Hablemos un poco de ciencia y tecnología.

CW: Bien.

PJR: Veo por tus historias que si bien puedes criticar la ciencia y la tecnología no te opones a ellas.

CW: No, me encanta la ciencia y la tecnología. Mucha ciencia ficción es muy reaccionaria, mucha ciencia ficción teme a la tecnología. Teme que en lugar de tener un gran mundo de naves espaciales, colonización marciana y viajes a las estrellas, tendremos una sociedad más y más mecanizada, y una vida cada vez peor en la que los seres humanos ya no contarán. Mi opinión es que la tecnología es neutral, es ella misma. Lo interesante es como el hombre la emplea, porque la tecnología puede ser buena o mala.

Hay una regla para escribir: el primer uso de una nueva tecnología será para cometer un crimen. Y eso ha pasado con los ordenadores, con todos esos delitos que nadie había previsto, o esos crímenes en Internet. Pero por otra parte, había una mujer que era miembro de un grupo de Internet, no hace mucho de eso. Era ya mayor y un día comenzó a escribir incoherencias. El resto del grupo se asustó y empezaron a preguntar si alguien conocía su verdadero nombre y dirección. Lo descubrieron y llamaron a la policía. Resultó que se había equivocado con su medicación. La policía la llevó al hospital. La habían rescatado gentes que ella no había visto jamás en persona y que ni siquiera vivían en su misma ciudad. Y por cada crimen informático tienes también historias maravillosas como ésa, por tanto ¿es Internet buena o mala? La respuesta es: ninguna de las dos. Es la gente que usa la tecnología la que lo hace bien o mal.

PJR: Eso me recuerda un documental que vi en el que personas tetrapléjicas usaban ordenadores para comunicarse y poder manipular su entorno. Más tarde, en una mesa redonda de una HispaCon que trataba de ciencia y tecnología, todo el mundo se metía con la tecnología y recuerdo haber deseado tener una cinta con ese documental. La hubiese puesto y hubiese dicho: «No me digan a mí que la ciencia y la tecnología son malas, díganselo a él».

CW: Tienes razón. Como crecí con mi abuela me he saltado una generación, y puedo ver mucho más atrás que la mayoría de la gente: para mí, la guerra más real es la Segunda Guerra Mundial porque allí murió mi tío. Cuando mi abuela era joven y estaba a punto de terminar el instituto, tenía dieciocho años, dos días antes de su graduación iba a casa con su mejor amiga, y la amiga pegó su mejilla a la de mi abuela y dijo «¿me sientes caliente? Siento tanto calor». Murió un día más tarde, antes de la graduación, de escarlatina. Ésa es una enfermedad que la gente ya ni siquiera tiene, porque la hemos conquistado. Así que, cuando la gente se quejaba a mi abuela de la tecnología, mi abuela siempre decía: «Escarlatina».

Es fácil ver los males de la tecnología. Cuando te quedas atrapada en un ascensor, es fácil ver lo que la tecnología tiene de malo. Pero de la misma forma, la tecnología ha hecho posible que la gente haga cosas que no podía hacer antes. La ciencia ficción trata de la respuesta humana al cambio, y de la respuesta humana al mundo, y en nuestro siglo, la ciencia y la tecnología son el mundo. En mis obras largas intento que haya aspectos buenos y malos, porque en mi opinión el mundo es realmente así. Cuando escribo un cuento puedo tener un gran mal o un gran bien, porque es un cuento y no me veo en la responsabilidad de reflejar el mundo entero, pero cuando escribo una novela creo que es importante tener algunas de las ventajas y de las desventajas.

Por supuesto, la ley de Murphy todavía controla el universo. Mucha gente me pregunta de dónde saco mis argumentos y yo les digo: busca una situación, cualquiera, estamos en Marte, en el espacio exterior, viajamos en el tiempo, y luego dejas que actúe la ley de Murphy.

PJR: Ser un optimista no significa que no sepas que el mundo podría ser mejor.

CW: Algunas personas opinan que cuando eres realista entonces vives amargado. Yo no lo veo así. He visto como les sucedían desgracias terribles a gentes que quería y cosas maravillosas también, y creo que ambas son parte del mundo. Es fácil decir que sólo las malas son las importantes. No creo que eso sea cierto.

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Territorios inexplorados: una entrevista con Connie Willis (V)

Entrevista con Connie Willis realizada en Glasgow (1995). Publicada originalmente en BEM 49. La recupero aquí dividida en siete partes.

PJR: En ocasiones haces uso de la comedia alocada al estilo de La fiera de mi niña.

CW: Las comedias alocadas son mis preferidas porque son sofisticadas e ingeniosas, pero también porque hay mucho afecto y la gente que sale en ella es muy inteligente. En la mayoría de las comedias románticas tienes a una persona que representa la cordura y a su alrededor un montón de gente loca. En la continuación de El libro del día del juicio final, mi héroe, Ned, será la persona cuerda que tendrá que lidiar con la vieja loca que quiere reconstruir la catedral, una familia entera de victorianos locos y mi heroína que está decidida a hacer un montón de cosas que mi héroe no quiere hacer.

PJR: Hay algo interesante en lo que acabas de decir: muchas comedias, sobre todo en el cine, sólo funcionan porque los personajes son estúpidos. Pero tus relatos de humor funcionan porque los personajes son inteligentes pero hay algo que les controlan y de lo que no pueden librarse.

CW: Exactamente. No son libres, están en circunstancias más allá de su control. En El libro del día del juicio final, la parte de Dunworthy es una comedia porque básicamente se enfrenta a obstáculos: sabe exactamente lo que quiere hacer, rescatar a Kivrin, y si pudiese hacerlo se portaría como un héroe, pero se encuentra en una situación en la que le bloquean continuamente.

PJR: Se tiene que preocupar del papel higiénico.

CW: Del papel higiénico, de la señora Gaddson, de toda la gente del colegio, de los campaneros, etc. Y creo que más o menos así es nuestra vida ordinaria: todo un conjunto de frustraciones que no nos dejan hacer aquello que queremos realmente.

PJR: Me gusta tu visión del fin del mundo en «The Last of the Winnebagos». El fin del mundo llega poco a poco, y sucede un poco cada día, como si fuese una larga puesta de sol.

CW: Crecí con mi abuela y murió hace tres años a los 90. Y supe con ella lo que era morirse por centímetros: primero pierdes a una persona, luego a esta otra, luego tu gato favorito. Y de pronto ya no hay autocines, que te encantaban. Y de pronto la política ha cambiado, el lenguaje ha cambiado, la moda ha cambiado. Todo lo maravilloso de tu vida lo vas perdiendo poco a poco.

Nunca escribo historias sobre la inmortalidad. Es un tema importante en la ciencia ficción, mucha gente escribe sobre la posibilidad de vivir para siempre. Yo no quiero hacerlo, porque creo que poco a poco te conviertes en un extranjero en tu mundo, porque cambia a tu alrededor y pierdes todo lo que te importaba.

Lo peor es la pérdida de esos elementos que hacen tu vida especial. Me encantan los perros; tengo un buldog. Son lo mejores perros del mundo. También tengo un gato, pero los gatos son malévolos y ruines. Los gatos saben cuidarse solos, mientras que los perros están más indefensos y son más dependientes. En mi nuevo libro aparece un buldog y un gato malvado, y el gato es el responsable de mucho de lo que sucede en el libro: intenta destruir el continuo espaciotemporal, algo que un gato haría. Pero adoro a mis animales, y creo que sería terrible perderlos.

El perro de «The Last of the Winnebagos» se llama Aberfan, un nombre que no creía que la gente reconociese. Aberfan es un pueblo minero. A mediados de este siglo un desprendimiento de carbón arrasó la escuela. No murió nadie del pueblo excepto todos los escolares. Pensé que ese era un fin del mundo particularmente terrible. Los negocios no se pararon, no hubo problemas con las casas y en cierta forma podías seguir con tu vida normal, pero todo lo que amabas había muerto.

PJR: De pronto ya no había futuro.

CW: Eso, de pronto ya no había futuro. Creo que cuando perdemos aquello que queremos perdemos el futuro.

Muchas historias sobre el fin del mundo son historias de supervivencia, historias de Robinson Crusoe: cómo se busca comida, cómo se busca agua, cómo evitas que te maten. Pero para mí, una historia sobre el fin del mundo no debería ser sobre la supervivencia, debería trata sobre la tristeza y sobre como aceptas que todas esas cosas han desaparecido.

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Territorios inexplorados: una entrevista con Connie Willis (IV)

Entrevista con Connie Willis realizada en Glasgow (1995). Publicada originalmente en BEM 49. La recupero aquí dividida en siete partes.

PJR: ¿Y Remake? ¿Es quizás un homenaje a algo que desaparece?

CW: Creo que sí.

Tengo muchos problemas con Hollywood. Me encanta el cine y me enfurezco porque creo que Hollywood no está produciendo las películas que podría producir. Suelen dejarse guiar por el dinero, y hacen lo mismo una y otra vez, sin el coraje de intentar algo distinto. Cuando hacen una buena película es casi por error. Me encanta el cine y le tengo tanto miedo a la tecnología como cualquier otra persona. La tecnología significa cambios y los cambios dan miedo. Y puedo ver nuevas tecnologías con las que podrás hacer lo que quieras en una película. Será maravilloso: ya no tendrás que buscar un castillo abandonado en algún sitio y llevarte allí todo el equipo, podrás filmar en el estudio y llenar los espacios vacíos con el ordenador. Podrás hacer que vuelvan los dinosaurios, poner dragones, o lo que quieras. Pero al mismo tiempo, creo que olvidamos el papel que juegan las personas en las películas, y que las películas son en el fondo sobre las personas. Cada vez que hay una revolución tecnológica, las personas tienden a perder y sufrir. Cuando escribí Remake estaba en un estado de ánimo muy triste y elegíaco.

El cine tiene algo de irónico, porque Fred Astaire está muerto y no volverá nunca, pero por otra parte, Fred Astaire no está muerto: ha sido atrapado para siempre en las películas. Tienes cosas que pasan y a la vez están presentes, así que en cierto modo es un viaje en el tiempo. Las películas son una forma de viaje en el tiempo.

PJR: Recuerdo que en Locus dijeron que Remake estaba demasiado cerca de la realidad como para ser divertido, pero no creo que pretendieses escribir un libro gracioso.

CW: El protagonista tiene un tono muy sarcástico y hace comentarios graciosos, pero no considero que el libro sea gracioso en absoluto. Creo que es una historia de amor muy triste.

PJR: Algo similar a una advertencia.

CW: En parte una advertencia y también trata sobre el arte. Creo que el libro en gran parte trata sobre la producción de arte y de como el arte es una cuestión de compromisos. Siempre trabajas en condiciones imperfectas: el dinero y la popularidad juegan su papel. ¿Cómo te las arreglas para crear arte? Mi repuesta es que tienes que amarlo, tienes que amarlo. La protagonista de Remake es capaz de hacer algo que no puede nacer nadie más: conquistar el tiempo y bailar con Fred Astaire, no porque intente hacerse rica o convertirse en una estrella popular, sino porque ama a Fred Astaire y está dispuesta a trabajar lo que sea necesario para captura un poco de la magia del pasado.

Me identifico con ella, porque cuando escribo, intento bailar con Fred Astaire, intento acercarme a Shakespeare. Sé que no escribo tan bien como Shakespeare, pero intento captura un poco de la magia de Shakespeare. Durante un momento quiero pertenecer al mismo grupo que Shakespeare, y contar un poquito de la verdad, como él hacía siempre: siempre decía la verdad sobre todo, obra tras obra tras obra. Era la persona más increíble que ha vivido nunca.

PJR: La historia de amor de Remake es en algunos aspectos similar a la de El libro del día del juicio final. Hay una relación de amor entre un hombre y una mujer a través del tiempo. En El libro del día del juicio final ella viaja al pasado y lo mismo sucede en Remake

CW: Ella acaba en China.

PJR: Pero algo más, ella quiere bailar en las películas, que es algo que en ese mundo sólo puedes hacer en el pasado, y él vive, no en el presente, sino unos años en el futuro. Al final están separados.

CW: Están preparando una continuación de Casablanca llamada Casablanca 2. Una idea estúpida…

PJR: Y un título estúpido.

CW: Sí, un título estúpido… Pero no creo que Casablanca pudiese tener un final feliz. Pienso que todas las historias de amor realmente románticas tienen un final triste. Porque si una historia de amor tiene un final feliz, entonces pasas a la siguiente fase que es la comedia de costumbres: el compromiso, vivir el uno con el otro y todos los pequeños detalles de la vida diaria. Y ése es un gran material para la comedia de costumbres pero no para una historia romántica. Las mejores películas románticas son aquellas en las que lloras al final.

Cuando escribí Remake, no quería separar a mis personajes, porque creo que se quieren. Pero ella quiere bailar más de lo que lo quiere a él, y él ama las películas, no más de lo que la ama a ella, sino porque la ama. No pueden estar juntos, al menos por ahora, por lo que intenté dejar la puerta abierta. Esa es la razón por la que di a Casablanca un final feliz en ese libro. Cuando vemos Casablanca, sabemos que no pueden estar juntos, pero nos gustaría que pudiesen.

PJR: Quizás cinco años después de la guerra.

CW: Quizás cinco años después de la guerra, exactamente.

Me encanta escribir historias de amor. Creo que las relaciones entre hombres y mujeres son las más maravillosas, y las más complicadas. Quiero escribir sobre los pequeños detalles de esas relaciones. En Territorio inexplorado escribí sobre el matrimonio y en El libro del día del juicio final escribí sobre la relación padre e hija: como es ser el padre de alguien.

PJR: Sí, él es Dios y ella es Jesucristo. En un momento dado él siente que ha enviado a su hija a la muerte, cuando reflexiona en el hospital sobre la Biblia, y en otro momento ella piensa algo así como «Dunworthy, ¿por qué me has abandonado?».

CW: Exacto; tienes toda la razón. Y quería dejar claras esos matices religiosos.

Cuando al final ella le dice a Dunworthy «sabía que vendrías» yo le pregunto a la gente «¿Crees que decía la verdad?». Ellos me contestan «no» y yo pregunto «¿por qué no?». Y su respuesta es «¿Por qué ella sabía que el no podía venir?». Pero ella rezó para que él viniese y él vino. Puedes creer simultáneamente que te van a salvar y que no te van a salvar. Puedes creer en Dios y a la vez decir «Dios, ¿por qué me has abandonado?».

PJR: Otro detalle interesante es que Kivrin empieza considerando a la gente como material de estudio, pero al final son personas con las que vives.

CW: Sí. Para mí la moraleja del libro, si un libro puede reducirse a una moraleja, es, como alguien dijo, «quien ha amado a otro, ha visto el rostro de Dios». Y creo que eso es muy cierto. Ella pasa de una fe simple en la que rezas y tienes respuesta, a una fe en la que sabe que Dunworthy la ama, y que si él puede venir a salvarla vendrá a salvarla, que él nunca la abandonaría. Y una vez que sabes que jamás te abandonarán, que alguien te ama, ya estás salvado, ya te han rescatado, te rescaten finalmente o no.

Me resulta interesante que parece que los europeos ven esos planteamientos mejor que los americanos.

Mucha gente me pregunta: ¿por qué Kivrin no se va?, ¿por qué no los abandona? La respuesta es que ella tiene una responsabilidad y lo sabe. Dunworthy tiene una responsabilidad para con ella. Y ella no puede abandonar a los niños de la misma forma que él no puede abandonarla a ella. Mi mayor problema al escribir la novela era que la relación más importante del libro, y en la que tienes que creer, es el amor entre Kivrin y Dunworthy. Y nunca aparecen juntos sino durante medio capítulo al principio y medio capítulo al final. Con Colin, Dunworthy puede demostrar que tipo de padre sería, y ella también tiene niñas para mostrar que tipo de madre sería.

PJR: Otro aspecto interesante es que aunque la relación es de padre e hija, ninguno de los dos tiene toda la razón, y ninguno de los dos está equivocado por completo. Ella no debía haber ido a esa época, pero él debía haberle dicho que no fuese.

CW: Y si no hubiese sido tan compulsivo con la seguridad no la hubiese puesto en peligro. Fue ese doble control lo que provocó los problemas.

PJR: En España había una crítica muy curiosa a la novela. Alguna gente se quejaba de que no había una paradoja temporal. Pero la inexistencia de una paradoja es lo que da sentido a la novela, la historia funciona porque no hay paradojas.

CW: Sí. Ella viaja a un callejón sin salida, un lugar en la historia en el que no importa lo que haga, no tendrá efectos en el futuro. Todo el mundo muere, por lo que puede interaccionar con ellos con completa libertad. Lo que debe suceder sucederá, y ella no puede evitarlo.

Por otra parte, en ese libro no me interesaban las paradojas temporales. Sin embargo, en mi nuevo libro trato algunos aspectos de las paradojas temporales. Uno de los mayores problemas es crear un mundo en el que si viajas al pasado y tienes cuidado no tendrás efectos en el futuro. La verdad es, sin embargo, que ocupamos espacio y respiramos oxígeno y eso produce sus efectos en el universo. Por tanto, no existe el «no habrá ningún efecto» y de eso trataré en el siguiente libro.

PJR: Al final de El libro del día del juicio final ella está sola, y aunque él tiene que ir al pasado a salvarla, ella es una persona completa. Necesita ser salvada, pero no que cuiden de ella.

CW: Eso es. Él la salva a ella y ella lo salva a él, y Colin, por supuesto, los salva a ambos [ríe].

Colin es mi personaje preferido en El libro del día del juicio final. Al principio era un personaje menor que inventé para que Dunworthy pudiese hablar con alguien. La doctora está todo el rato en el hospital y la arqueóloga está en la excavación. La mayor parte de la información en mis libros la doy a través de los diálogos, por lo que Dunworthy necesitaba a alguien con quien hablar, así que inventé a Colin. Me gustó mucho y le fui dando más y más protagonismo.

PJR: Es genial, corriendo con su cámara de vídeo grabándolo todo.

CW: Para un niño la guerra es emocionante, una crisis es emocionante. Si hay un tornado los niños no piensan «Dios mío, va a morir gente», los niños piensan «es genial». Así que quería que estuviese allí como mi representante infantil.

PJR: En cierta forma, en El libro del día del juicio final la parte en el futuro es una comedia y la parte en el pasado una tragedia. Y queda claro en el distinto tratamiento de las campanas.

CW: Sí. Las campanas eran un aspecto muy serio de la Edad Media y ahora han quedado reducidas a un pequeño, excéntrico y gracioso papel en la vida.

PJR: Vas a explorar nuevamente el universo de El libro del día del juicio final. Estás escribiendo una continuación.

CW: No es exactamente una continuación, pero sí transcurre en el mismo escenario. En este caso se trata de una comedia, algo así como una comedia shakesperiana. Está ambientada en la Inglaterra victoriana y Dunworthy aparece como un personaje, pero es el único que aparece de El libro del día del juicio final.

El argumento arranca con una americana excéntrica a la que se la ha metido en la cabeza reconstruir la Catedral de Coventry, que fue destruida por los nazis. Una idea ridícula, el antojo de una ricachona, pero está decidida a hacerlo y ha logrado convencer a Oxford porque necesitan el dinero desesperadamente para unas nuevas investigaciones en el viaje temporal. Ella hace que todos los historiadores recorran el pasado reuniendo información sobre el aspecto de la Catedral de Coventry antes de ser destruida.

Mi pobre héroe va y viene demasiadas veces por el tiempo y tiene un grave caso de desorientación temporal. Tiene que descansar, pero si intenta descansar en el presente, ella lo pondrá a trabajar otra vez. Así que le envían a la Inglaterra victoriana para que pasee en barca por el río, juegue al críquet, tome té y se relaje. Por supuesto, cuando llega allí no hay forma de relajarse [ríe].

De hecho, se pasa buena parte del libro intentado disfrutar de una noche de sueño decente. Esa es su meta: poder por fin dormir durante toda una noche.

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Nadie espera la Inquisición Española

Robin Hood, aconsejado por el Pequeño Juan, va a preguntarle a un árbol del bosque por qué él padece el mal de maese Alzheimer cuando hay tantos ladrones malvados por ahí la mar de sanos. El árbol le contesta y Robin se lleva un susto de muerte:

Robin Hood: Pero entonces, ¡¿funciona?!

Pequeño Juan: ¡Pues claro! ¡¿Qué esperabais si no?!

Robin Hood: ¡¡Una metáfora!!… o como mucho, una parábola…

En La leyenda de Robin de los bosques de Manu Larcenet.

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La solución final

Veo en el boletín de novedades de Mondadori que el 15 de junio publicarán La solución final de Michael Chabon. Leí el libro en el 2005 y me gustó lo suficiente para considerarlo uno de los mejores libros que había leído ese año.

La solución final va de un detective, de avanzada edad, ya retirado, viviendo en el campo. Fue famoso por sus portentosas dotes de deducción, pero ahora se dedica a la cría de abejas. Sin embargo, debe abandonar momentáneamente su retiro para resolver un caso peculiar: a un niño, refugiado de la Alemania nazi, le han robado su loro. Hay muertos de por medio y una guerra de fondo, pero lo que importa es el loro. El loro tienen la particularidad de repetir ristras de números, y nadie sabe lo que significan

Chabon lo hace francamente bien. Para empezar, porque no es el pastiche típico. La solución del caso es trivial y el lector lo resuelve antes que el detective. Es más, la solución no depende de casos anteriores del protagonista, ni reaparecen las personas que conoció en otro momento. La historia sabe que el lector conoce el pasado del persona -o mejor dicho, cree conocerlo, porque su nombre no se revela- y juega con esas expectativas. Todo está envuelto en grandes dosis de ironía, lo que parece importante no lo es, y viceversa.

Brillante.

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