Consejos de Plutarco

Plutarco en Cómo sacar provecho de los enemigos ofrece una serie de consejos. Uno de ellos es:

[…] no se deba descuidar la alabanza ni la honra de un enemigo, cuando éste es celebrado justamente.

Es decir, nada de que al enemigo ni agua. Si lo ha hecho bien, lo ha hecho bien, y por tanto merece la felicitación.

En cuanto a la envidia de la buena suerte de los enemigos, tiene esto que decir:

[…] también se debe tener discusiones con aquéllos [los enemigos] en torno a la honra, al mando o a las ganancias justas, no sólo disgustándose, si tienen algo más que nosotros, sino también observando por qué motivos tienen más, e intentando superarles, asimismo, en diligencia, laboriosidad, inteligencia y atención, a la manera de Temístocles, que decía que la victoria de Milcíades en Maratón no le dejaba dormir. Pues el que piensa que su enemigo lo aventaja por mera buena suerte en los puestos de honor o en las defensas de otros ante el juez, en los puestos de administración del Estado o entre los amigos y jefes, y, en lugar de hacer algo y emularlo, se sumerge en un estado de envidia y desánimo completos, se da a una envidia ociosa e inútil.

Es decir, la misma idea que antes. Si el enemigo tiene algo, será porque se lo ha ganado y habrá que descubrir qué ha hecho para merecerlo. Todo lo contrario del «piensa mal y acertarás» que invita a despreciar como inmerecidos los triunfos de los demás.

Lo más atractivo de la idea de Plutarco (que admito, no es tampoco demasiado original), es la forma de venganza que plantea. En lugar de pelearte con el enemigo -que supuestamente es lo que pretende, para eso es enemigo- lo usas para mejorarte a ti mismo, es decir para edificarte en lugar de desmoronarte. Algo así como lo de tener a los amigos cerca y a los enemigos aún más cerca.

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