#10 White Light de Rudy Rucker

Rudy Rucker dice no hacer ciencia ficción, sino transrealismo. No sé si el palabro es el más adecuado, pero comprendo el sentimiento. La ciencia ficción es habitualmente una literatura muy segura, que no se arriesga y que le da al lector lo que el lector quiere leer. La ciencia ficción está muy domesticada, y Rudy Rucker quiere salirse. Le quiere decir al lector cosas que el lector preferiría no leer.

Que lo consiga o no, ya es otra cosa, claro.

En cualquier caso, White Light claramente es uno de esos libros. Su protagonista es un individuo más bien desagradable llamado Felix Rayman. No desagradable por mala persona. Desagradable por ser un hombre normal, más bien mezquino y egoísta, que vive una vida asombrosamente parecida a la del propio Rudy Rucker. Matemático aficionado a las drogas, le gusta meditar debajo de su mesa.

Tanto medita, o tanto se droga, que llega a experimentar episodios donde sale de su cuerpo, se convierte en el pato Donald o acaba encontrándose con el diablo y Jesucristo. Hasta que se sale por completo de la realidad y acaba en otro lugar, Cimön, una especie de inmensa aguja rocosa que con dos lados (hay un bonito diagrama para explicarlo). Una punta de la aguja está hundida en un mar cósmico. Al extremo opuesto, por un lado de la aguja, se llega al infinito absoluto. Por el otro lado, hacia el mismo punto, se alcanza el cero absoluto. Es decir, en un extremo, el cero y el infinito coinciden.

El protagonista comienza su peregrinaje en el lado del infinito, y comprueba con alegría que puede contar hasta aleph cero, incluso varias veces (a medida que se avanza hacia el absoluto, los infinitos son cada vez mayores y no se pueden contar con igual facilidad). Se aloja brevemente en el hotel Hilbert -que no tiene tejado, porque siempre hay un piso más- y conoce a personajes curiosos como Cantor o Albert Einstein, y también a un simpático escarabajo fácil de identificar.

Al otro lado, está la biblioteca de las formas, donde todos pueden contar su vida y todas sus posibles vidas, y también el vertedero y la casa de Cantor. A medida que se acerca uno al cero, la cantidad de números que se pueden contar se va reduciendo.

No sigo. Felix vuelve, cuenta su historia, hay un par de vicisitudes personales y un intento por demostrar que todo fue real. Pero lo importante del libro es el fascinante paseo por Cimön, por esa región de números infinitos y finitos, una región imposible, que no puede existir, pero que se alza allí ante nosotros. En ese aspecto, White Light es un triunfo. Yo diría que es una especie de Planilandia donde los triángulos tienen mucha más personalidad.

Rudy Rucker tiene un talento especial. Es capaz de hacerte creer, por un momento, que puedes contar hasta infinito. Dos veces.

[50 libros] 2006

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Garito

    A mi planilandia me molo bastante asi que me anoto este libro para leerlo cuando toque

    Gracias, Pedro!

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