Los domingos, de Mauro Entrialgo

La memoria es importante. Sin ella no seríamos quienes somos, en la medida en que gran parte de nuestra sensación del yo depende de la continuidad de nuestros recuerdos. Pero la memoria puede ser fatal. Regresar al pasado puede ser una trampa. Corremos el riesgo de empezar a vivir en el mundo de lo que fue, en nuestros recuerdos, inevitablemente alterados, de algún tiempo anterior. Con el tiempo, la nostalgia nos impide reconocer el presente y movernos por él, y medimos lo nuevo por el baremo de nuestra versión de lo antiguo.

Mauro Entrialgo conoce bien esas dos caras de la memoria, y lo demuestra con soltura en Los domingos. Al pasado debemos regresar para completar la anamnesis, dijo alguien, pero siempre bien seguros de que sabremos encontrar el camino de vuelta. Y si encima te diviertes con el proceso, mejor que mejor.

Los domingos va precisamente de esa exploración del propio yo. Concretamente, de «el miedo a enfrentarse a uno mismo», como se dice en la primera página. El análisis del mundo puede ser una actividad cansada. El análisis de uno mismo puede ser una tarea imposible. Una tarea, además, en la que rara vez nos embarcamos si un buen estímulo inicial.

En este caso, el estímulo resulta ser una llamada telefónica que comenta una enfermedad terrible que además diluye la memoria. La imagen de unos recuerdos que se van perdiendo poco a poco, y tú con ellos, desata el torrente de recuerdos, da inicio a la exploración del pasado. ¿Y qué busca? Lo que buscamos todos: respuestas a algunas preguntas. Y en su caso, una de las preguntas parece ser, ¿cómo me convertí en el autor que soy? ¿Qué niño creció para ser el hombre que ahora crea esta obra? Pero no quiero dar la impresión de que se trata de una obra sesuda y aburrida. Es seria, porque el tema le importa, pero a la vez divertida y entretenida. Una sucesión de anécdotas y detalles que van conformando una personalidad; una exploración personal con el suficiente distanciamiento como para resultar atractiva, y con ironía suficiente como para arrancar sonrisas.

Hace tiempo que Mauro Entrialgo demostró una portentosa capacidad de observación, sobre todo en la serie Ángel Sefija, para encontrar los pequeños detalles de nuestra vida cotidiana que conforman nuestra existencia. Era inevitable que algún día la aplicase a sí mismo -supongo que en realidad lo lleva haciendo toda su vida- y que produjese una obra como ésta. Es más, el libro comienza señalando los muchos trucos que empleamos para no hacerlo, y usa los domingos como metáfora del momento justo para un viaje así.

No es un cómic. Los domingos combina textos e imágenes, con un estilo de dibujo que ayuda mucho. Están presentes las líneas simples y casi geométricas habituales, que ayudan a destacar los elementos realmente importantes y a concentrarse, ayudando al acercamiento a lo esencial. Pero en esta ocasión, el color está aplicado con acuarela, lo que provoca un efecto visual de libro sobre la memoria -el fondo no del todo uniforme que cambia de un punto a otro- que le va muy bien. Abundan los ejemplos de buenas ilustraciones. Los reyes magos de la página 28, con cara de que ni ellos mismos creen en su propia existencia. O la divertida explicación del funcionamiento de la memoria de la página 12, que nos advierte de que no es conveniente fiarnos de lo que recordamos.

(En los detalles puramente físicos de papel y encuadernación, la edición es muy buena).

Al final, se traza una espiral virtuosa. Mauro Entrialgo surge de la memoria retomando los temas con los que empezó la narración, y los amplifica con lo descubierto durante el camino. El camino es una historia personal contada con sinceridad y mucha gracia, una de esas que se disfrutan por el modo experto en que están contadas y por el hábil uso de las técnicas. Exactamente cómo le transforma la experiencia no lo cuenta. No está claro que eso en concreto se pueda contar; después de todo, el viaje de vuelta y regreso es individual.

Esta entrada tiene 3 comentarios

  1. JJ

    El planteamiento es entonces similar a «La misteriosa llama de la reina Loana», no?

  2. Álvarez del Vayo

    Dios, espero que no se parezca a ese libro. Es el único que no he acabado de leer (y no leo poco precisamente)

    PD: Gracias pjorge por la recomendación

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