Aprender a comer de todo

He comido muchas cosas, algunas que ningún hombre debería comer (por ejemplo, grelos). Algunas cosas no he tenido oportunidad de probarlas (mi lista incluye canguro, delfín, ballena, hormigas y saltamontes) y otras todavía no me he atrevido (los ojos de cualquier bicho) pero estoy trabajando en ello. Lo bueno de poner cierto empeño en comer alimentos diferentes es que descubres cosas que no sabías y nadie te cuenta, como, por ejemplo, que las filloas de sangre son mucho más ricas que las otras. Ahora me encuentro con el crítico de cocina de Vogue, Jeffrey Steingarten, que ofrece su programa de seis pasos para aprender a comer de todo. Lo sabe bien, porque cuando le ofrecieron el puesto tenía varias fobias sobre cocina que le hubiesen limitado en su trabajo. Yo lo pondría en práctica, pero con lo de reservar en un restaurante griego y lo de ir a Francia periódicamente creo que voy a tener problemas.

The Omnivore – Learning to eat everything. By Jeffrey Steingarten

I have always thought that people who keep a long list of certifiably delicious foods that they avoid are at least as troubled as people who avoid sex, except that the latter will probably seek psychiatric help, while food phobics rationalize their problem in the name of genetic inheritance, allergy, vegetarianism, matters of taste, nutrition, food safety, obesity, or a sensitive nature. (True food allergies can be extremely dangerous, but no more than 1 percent or 2 percent of adults suffer from them.) The examples of neurotic food avoidance could take several volumes to fill, but milk is a good one.

Suddenly, everybody has become lactose-intolerant. But the truth is that very, very few of us are so seriously afflicted that we cannot drink even a glass of milk a day without trouble. I know several people who have given up cheese to avoid lactose. But fermented cheeses contain no lactose! Lactose is the sugar found in milk; 98 percent of it is drained off with the whey (cheese is made from the curds), and the other 2 percent is quickly consumed by lactic-acid bacteria in the act of fermentation.

(vía: rc3.org daily)

Esta entrada tiene 10 comentarios

  1. David GP

    ¿No te gustan los grelos?… desde luego… mira que eres rarito ;-P

  2. RM

    a mí tampoco: prefiero el lacon y las patatas.

  3. José Manuel

    Cuando llegué a Galicia también tenía mis dudas con los Grelos. Ahora me encantan, jejeje, eso sí, si los hace mi suegra.

  4. Abel

    yo he probado los saltamonte en Oaxaca
    Lo mejor son las patitas que crujen 🙂
    Las hormigas de la calle saben acidas, y los mosquitos también.
    Todavía me quedan un monton de «guarradas» que probar

  5. Anónimo

    Yo comí hormigas en un chino de Logroño, hace mucho tiempo y no recuerdo el sabor; el plato era algo así como «hormigas fritas en nido de nosequé» (el nosequé eran unos fideos). Era la primera vez que veía platos tan exóticos en un chino, así que probé los más «raros»: sopa de nido de golondrina, sopa de aleta de tiburón, ancas de rana y las hormigas. Me quedé con hambre.

  6. Anónimo

    «sangre encebollá» (o con tomate) mmmmmmm

  7. Fran

    Buff. Yo suelo decir que es mejor no probar cosas que te miren a la cara mientras te las comes. Qué mal rollito.
    Por ejemplo, a mi madre le encantan las cabezas de cordero. Teníais que ver la cara de funeral en el resto de la mesa xD

  8. David

    Pues los ojos de cochinillo son deliciosos. Empecé con la típica frase «¿Qué me dais si me como uno?» y acabé comiéndome todos los de la mesa…

  9. Nerón

    Comer delfín? Hay que ser gilipollas.

  10. Derem

    Los mejores son los criados en tierras altas, suaves al paladar y con un sabor entre amargo y dulce. Yo prefiero también los troncos substanciosos a las hojas, troncos que se deshacen sólo con un ligero toque de la lengua.
    ¡Ah! Siento morriña sólo pensando en la comida. Menos mal que existen congeladores y mi madre me trae de Galicia siempre que puede. Alguna vez ha logrado comprar los premiados en el Feirón de Pontedeume y son mag-ni-fi-cos.

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