Una columna es una columna es una columna

A la columna de la que hablábamos ayer, casi simultánea le salió la parodia, que sustituía a los millenials por baby boomers: Si el artículo de El País hablase de los baby boomers como habla de los millennials. Si leen el texto, comprobarán que es prácticamente idéntico al original con mínimos cambios.

El fenómeno puede parecer raro, pero no lo es. La columna original no era resultado de un análisis inteligente, de una reflexión madurada o de una opinión formada tras estudiar los datos. Se trataba simplemente de rellenar una cierta estructura prefijada, sin tener en cuenta si lo que se dice es cierto o interesante. Se podría haber hecho con muchos grupos diferentes sin apenas variar el modelo. El resultado de aplicar un patrón concreto es un texto que se puede publicar como columna.

Es decir, el propósito último era escribir una columna (que a poder ser generase visitas, supongo) y nada más.

Tendemos a creer que una columna de un periódico es algo que se le da a alguien que tiene algo interesante que decir o que expresa opiniones que debemos oír. En realidad, funciona al revés. Es el hecho de escribir una columna lo que te convierte en una persona interesantes con opiniones que debemos oír. La columna es en sí misma la marca que da valor a lo que dices, independientemente de lo que digas.

Al contrario de lo que dice el refrán, es el hábito el que hace al monje. Y eres columnista porque escribes una columna.