Mejores libros de Haruki Murakami

Pues ha llegado el momento. Mi lista de los mejores cinco libros de Haruki Murakami. Si no sabes por dónde empezar a leer a Murakami, estas son mis recomendaciones.

En mi canal de YouTube recomiendo lecturas que me gustan y que creo que podrían interesar a otros. Si quieres saber cuáles son, suscríbete.

Después del vídeo tienes la transcripción del contenido.

https://youtu.be/iG_7_6yx1As

TRANSCRIPCIÓN

Hola. ¿Te gustaría leer a Murakami y no sabes por dónde empezar? ¿Ya has leído alguno de sus libros, pero no sabes cuál debería ser el siguiente? Pues te voy a dar cinco recomendaciones. Los que yo considero los mejores libros de Haruki Murakami.

Eso sí, esta es una lista personal e intransferible. En varios casos, es el resultado de relecturas recientes. En otros, es el impacto del libro en sí lo que hace que aparezca en la lista. Si tienes otras propuestas o estás totalmente en desacuerdo, deja un comentario.

Venga, vamos a empezar. Entra montaje.

Largo viaje. Pero ya estamos en Japón. Ya puedo seguir con la lista…

Voy a dar los libros en orden inverso, hasta llegar al que considero la obra maestra de Murakami. Pero en esta lista hay una sombra flotante, un libro que sé que pertenece a ella, pero no tengo claro en qué lugar. Es su última novela, «La muerte del comendador». Me parece una de sus mejores novelas, pero es todavía demasiado reciente y no la he interiorizado del todo.

Y tras este preámbulo:


Baila, baila, baila

«Baila, baila, baila» es la continuación de «La caza del carnero salvaje». El protagonista, sumido en lo que parece una brutal depresión, comprende que ha cometido un error. La joven que le acompañaba en la anterior novela desapareció sin dejar rastro y él no hizo ni el más mínimo esfuerzo por encontrarla.

Pero es imposible volver. El Hotel Delfín ya no existe como antes, habiendo sido transformado en un moderno establecimiento hotelero.

De hecho, Japón es ya muy diferente, como si el protagonista se diese cuenta por primera vez que ahora vive en una sociedad hipercapitalista, donde el dinero es la única medida de valor. Los ideales del pasado que apuntaban a un mundo mejor han muerto, sustituidos por el eterno presente del capitalismo tardío.

La trama con la joven sigue, que resultó haber sido asesinada. Y por supuesto, reaparece el mundo mágico con el que el protagonista se topó en «La caza del carnero salvaje». Pero lo más interesante de la novela es que casi todos los personajes que aparecen son versiones del protagonista, como si este hubiese quedado atrapado en un laberinto de espejos que le devuelven posibles versiones de sí mismo, de cómo su vida podría haber sido distinta. Incluso el asesino y una joven adolescente son reflejos del protagonista.

El tedio, el aburrimiento y la depresión, la ataraxia, son los temas fundamentales de la novela. Hasta ahí, suena a Murakami normal, pero esta es la primera de sus novelas donde el sufrimiento contemporáneo se conecta explícitamente con el estado del mundo. Problemas que parecen puramente personales tienen en realidad una causa social, son el resultado de un mundo construido de una forma determinada.

Y es esa curiosa tensión, entre el mundo totalmente solipsista del protagonista y el mundo abierto y amplio que realmente le está influyendo, lo que mueve esta novela. En «Baila, baila, baila» esas dos líneas alcanzan su máximo, pero la tensión que no se llega a resolver. «Baila, baila, baila» acaba en tablas.

Son otras historias de Murakami las que vendrán a superar ese punto muerto. En ese aspecto, «Baila, baila, baila» representa un antes y un después.


Tokio blues

El éxito de esta novela creó a Murakami, el autor internacionalmente conocido. Vendió tanto ejemplares que convirtió a su autor en una celebridad y digamos, rapsoda de toda una generación y de todo un estado de ánimo.

La generación es la que vivió los conflictos sociales de los años 70, cuando el mundo parecía estar a punto de cambiar para mejor, antes de que llegase la vorágine monetaria de los 80, sepultando esos sueños. La generación que pensó que podría renovar el mundo y luego se vendió a él sin contemplaciones.

Y el estado de ánimo es un momento vital concreto, alrededor de los 20 años, cuando todo es nuevo y las emociones son intensas. Es justo esa intensidad lo que la novela destaca una y otra vez. Los personajes sienten en lo más profundo, con total convicción, con una inocencia sincera. Todo lo hacen con una entrega absoluta. Refleja magistralmente esa intensidad juvenil que es casi insoportable y dolorosa para los que la sienten.

La novela está contada por su protagonista, desde algún momento indeterminado del futuro, cuando en un avión, en Hamburgo, escucha una canción de los Beatles, “Norwegian Wood”. Eso le retrotrae a ese momento del tiempo, la época universitaria, y a dos amores muy diferentes.

Hay algo deliciosamente equilibrado en esa estructura. Es fácil olvidar que todo lo que se cuenta está mediado por las impresiones de un hombre de mediana edad. Sin embargo, la presencia de ese hombre en el avión es ineludible, está ahí de fondo y es lo que dota a la novela de su especial tono agridulce. Ya desde el principio sabemos exactamente cómo termina su historia, independientemente de cómo nos gustaría que terminase.

«Tokio blues» está repleta de sexo y muerte. Son dos impulsos simultáneos, que se manifiestan una y otra vez con la misma intensidad. Son dos pulsiones que la novela une indisolublemente, como si estar vivo a cierta edad fuese también vivir hacia la muerte. Murakami nunca ha unido eros y tánatos de la misma forma.

Como ya dije, es una novela que resonó. De hecho, casi puedes elegir con qué parte de la historia quedarte. Con el recuerdo intenso del mundo pasado de la juventud o con la sensación de fracaso vital. Pero toda su potencia literaria deriva de que ofrece y entremezcla ambos puntos de vista.


Sauce ciego, mujer dormida

«Sauce ciego, mujer dormida» es una recopilación de cuentos, que recorren una enorme variedad de temas, entornos y personajes, siempre dejando esa sensación de que si mirases ligeramente a la derecha podrías ver ese otro mundo que late bajo la superficie de nuestra realidad.

De hecho, creo que este es uno de sus mejores libros para empezar a leer a Murakami. Murakami es dosis pequeñas pero intensas es una muy buena aproximación. Además, si un cuento no te gusta, hay más.

Casi todos los cuentos de esta antología contienen un enigma central. Digamos que el enigma es el eje a partir del cual se va construyendo la narración, sin el cual no habría nada. Suele adoptar la forma de un encuentro súbito con lo extraño, un estallido de irrealidad, un desbaratamiento del orden de las cosas tal y como las conocemos.

Pero el enigma en sí no es lo importante de cada cuento; está claro que para Haruki Murakami explicar lo sucedido no tendría la más mínima gracia: lo extraño dejaría de ser extraño y se tornaría normal, y el pozo convenientemente explorado dejaría de ser una buena metáfora. Lo que le importa, en realidad, es la reacción de los personajes, el comentario individual y en ocasiones el comentario social.

Para Murakami el retrato de los seres que habita su mundo, y la evolución del mundo que lo ha dejado en ese estado, es mucho más importante que los avatares concretos de la narración. Si uno exige respuestas a todo, la lectura puede ser muy frustrante; si uno se deja llevar por la narración, es una delicia.

Pero uno de los aspectos más llamativos de estos cuentos es la casi omnipresencia de un tema adicional, que sirve de acompañamiento al principal.

No siempre está presente con la misma intensidad, pero anda por allí: la escritura, el paso de la imaginación al papel. Lo habitual es que el narrador sea un escritor que está luchando por contar la historia de la mejor forma: es decir, modificándola para que sea más verdadera, aunque no más real.


Al sur de la frontera, al oeste del sol

«Al sur de la frontera, al oeste del sol» es una breve novela que es un triunfo de maestría, donde forma y fondo van increíblemente bien unidos. Para empezar, está claramente dividida en dos partes. En la primera, se cuenta la vida del protagonista hasta que se inicia la acción. En la segunda, lo que viene siendo la novela en sí. Además, está escrita como si fuese una novela de fantasmas. Fantasmas del pasado, sobre todo, que vuelven al presente.

Hajime, de 37 años, es un hombre de éxito: propietario de dos bares de jazz, casado, con dos hijas. El éxito de su vida es un hecho objetivo que él mismo admite. Pero le falta algo, una chispa, un inefable. Ese algo es el recuerdo de una amiga de infancia que tuvo a los doce años, una chica -Shimamoto- retraída como él, con un defecto en una pierna que la aislaba aún más. Fue su verdadero amor. Un recuerdo matizado por otra relación posterior, que acabó tan mal que destrozó la vida de la otra muchacha.

Un día, la amiga de la infancia entra en su bar –de todos los bares posibles en todas las ciudades del mundo- y la relación se reinicia. Pero la sospecha insistente del lector es que esa mujer realmente no existe, que esa relación sólo transcurre en la mente del protagonista o que como mucho podría ser una forma retorcida de venganza. Después de todo, la acción se describe desde el punto de vista de Hajime y elementos que parecen sólidos podrían ser totalmente evanescentes.

Pero la magia de la novela se produce justo al final. Durante casi doscientas páginas, Hajime nos ha hecho creer en su compleja vida interior, en sus padecimientos algo patéticos por no tener lo que realmente quiere. Pero de pronto, la novela da un giro totalmente inesperado. Entra súbitamente un personaje que hasta ese punto había sido totalmente pasivo y su intervención obliga replantear la interpretación de lo sucedido. Inicialmente, «Al sur de la frontera, al oeste del sol» podría ser la típica historia de un héroe solipsista. Pero las últimas páginas de la novela revientan, con un eco de Tanizaki, el egotismo del protagonista.


El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas

«El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas» es la obra maestra de Haruki Murakami, el libro que yo destacaría una y otra vez, el que le permitió alcanzar la grandeza. Una obra asombrosamente ambiciosa tanto en construcción como en temática.

También es un punto y aparte. El elegante y grácil uso de la primera persona de Murakami alcanza su cima en esta obra, que aprovecha las opciones del japonés. Hay algo increíblemente mágico en usar una lengua que puede decir “yo” de varias formas diferentes para explorar la individualidad y la identidad personal.

Bajo un Tokio quizá futurista se extiende un laberíntico mundo subterráneo poblado por temibles criaturas de pesadilla, los tinieblos. En la superficie, dos grupos enfrentados, el Sistema y la Factoría, mueven a sus agentes, calculadores y semióticos, en un duelo mortal. Los calculadores cifran datos con sus cerebros modificados y los semióticos intentan robarlos, en ocasiones abriendo esos mismos cerebros. Eso es “el despiadado país de las maravillas”, donde un calculador es requerido para prestar sus servicios.

La otra línea narrativa de la novela es la de “el fin del mundo”, un lugar que parece existir en la eternidad (mientras que “el despiadado país de las maravillas” parece discurrir en tiempo real). Un hombre –que no recuerda nada de su vida anterior- llega a las puertas de una ciudad de altos muros. Para entrar debe renunciar a su sombra, que sólo podrá recuperar al abandonar la ciudad. Por desgracia, nadie puede salir de la ciudad. Los únicos capaces de irse son los pájaros, porque pueden volar sobre las murallas.

Esos dos mundos, relacionados sutilmente, se van construyendo narrativamente en capítulos alternos, y van confluyendo –aunque no como esperabas- a medida que avanza la novela. El realismo ciberpunk de “el despiadado país de las maravillas” se va tiñendo de elementos fantásticos, y la fantasía de “el fin del mundo” va adoptando tintes industriales.

La combinación de elementos de ciencia ficción y fantasía producen, curiosamente, una extraña forma de realismo temático. Es como si ciertas cosas sólo se pudiesen describir mejor desde mundos más o menos distorsionados.

Muchos de los temas tratados, una nube de ellos con un centro bien claro, aparecen en otras novelas de Murakami. También es habitual la mezcla de elementos realistas y momentos fantásticos. Pero nunca como en esta novela, con tanta contundencia y con unos resultados tan espectaculares.

Abundan las ironías y frases pronunciadas sin pensar que se revelan posteriormente cargadas de significado. El distanciamiento burlón del protagonista de “el despiadado país de las maravillas” contrasta perfectamente con la aproximación sensorial del héroe de “el fin del mundo”.

Leer «El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas» es entrar voluntariamente en un vertiginoso torbellino de imágenes que va revelando el corazón de la novela.

Gracias y hasta la próxima.

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Contra la lectura, de Mikita Brottman

En, «Contra la lectura», Mikita Brottman, intenta despejar los mitos que rodean al libro.

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Hola. Leer es lo mejor que hay, ¿no? Aumenta tu belleza física, incrementa tu altura, te eleva a otro estado superior del ser, te limpia la nevera, se ocupa del perro, te permite sentirte superior a los demás. Leer es lo mejor que hay, ¿no? Pues es posible que no, nos dice Mikita Brottman en «Contra la lectura».

Lo publica la editorial Blackie Books con traducción de Lucía Barahona.

Descubramos la verdad.

Mi nombre es Pedro Jorge Romero y en este canal te hablo de lecturas que valen la pena. Suscríbete para estar al día y no olvides darle a la campanita para no perderte ningún vídeo.

Pocas veces se reconoce que uno de los grandes éxitos del marketing de los últimos cinco siglos es haber logrado convertir un simple objeto, el libro, es una especie de bálsamo de Fierabrás, dotado de unas cualidades prácticamente sobrenaturales.

Un extraterrestre que no hubiese visto jamás un libro creería, al oír algunas de las cosas que se dicen sobre él, sobre la lectura e incluso sobre la industria editorial, que estamos ante una suerte de ente mágica y con seguridad dotado de los atributos de la divinidad. Intento imaginarme su decepción cuando le enseñasen un taco de hojas de papel (o un Kindle).

Yo lo llamo la bobería del libro.

Algo similar debe sentir Mikita Brottman, porque su «Contra la lectura» intenta desenmascarar muchos de los mitos sobre el libro procurando a la vez hacer la menor sangre posible. No intenta tanto hacer que los lectores se sientan mal, sino colocar en su justa medida esa actividad que a algunos nos gusta tanto.

Esa voluntad de no hacer sangre se evidencia en el subtítulo: “Un ensayo dedicado a los lectores que no creen que los libros sean intocables”. Seguimos hablando de lectores, pero de unos concretos. Más claro no puede estar.

El libro empieza muy bien, preguntándose qué significa “leer” para toda esa gente que se preocupa tanto del supuesto descenso de los índices de lectura. ¿Qué les preocupa de verdad? En mi experiencia personal, se trata sobre todo de algún tipo de ansiedad social, una vigilancia fronteriza para poder delimitar bien los grupos. Rara vez es una preocupación puramente cultural.

También nos recuerda que la sacralización de la lectura es un fenómeno relativamente reciente. De hecho, la valoración del acto de leer ha sufrido muchísimos altibajos. En su día, leer novelas se consideraba al nivel al que hoy estimamos, o no, a los realities.

Es más, el valor que le asignamos ahora está muy relacionado con el capitalismo en sí, que precisó en su momento de una fuerza laboral con cierto nivel de alfabetización. Ese importante factor, la lectura como necesaria para el crecimiento, más otros relativos sobre todo a las clases sociales, ha llevado al estado actual donde damos por supuesto que leer es siempre positivo.

Y no dudamos en insultar al que no lee. De hecho, bastaría con repasar los memes que los lectores han ido creando para hablar de los no lectores para confirmar que la lectura podrá ser muy beneficiosa, pero no te convierte necesariamente en mejor ser humano.

La autora resume muy bien su punto de vista cuando dice:

«Simplemente quiero sugerir que no hay nada digno o respetable de manera intrínseca en el acto de leer en sí».

Es una idea más que evidente. Toda actividad humana se puede pervertir, toda actividad se puede malograr, toda actividad puede convertirse en síntoma de un trastorno. Pero la realidad es que nuestra sociedad del libro ha sacralizado la lectura en sí, independientemente de lo que estés leyendo.

Es más, se considera que lo contrario de leer es algún tipo de atrofia intelectual. Que la lectura es la única forma de desarrollar una mente plenamente humana. Lo saben incluso los que no leen, de tantas veces que se ha repetido.

En contra, Mikita Brottman recuerda todo tipo de problemas. Que la lectura puede producir un aislamiento social considerable y limitar el desarrollo emocional, hasta el punto de tener gente que afirma que sus mejores amigos son personajes literarios. Eso sin contar con un progresivo alejamiento de la realidad.

Aunque no llega a afirmar que la bibliomanía, la tendencia a acumular libros porque sí, sea una enfermedad, se acerca bastante a hacerlo. En la mayoría de los casos llamamos bibliomanía a lo que no es más que una variante del síndrome de Diógenes. Yo lo sufro, pero hago lo posible por resistirme.

Eso sin hablar de la tendencia de los lectores a sentirse superiores a los demás, con toda una serie de creencias que normalmente no son más que formas de articular discriminaciones y jerarquías sociales ajenas a los libros en sí.

Nos recuerda que los clásicos se siguen publicando porque dan dinero. Que en muchas ocasiones, son libros aburridos sin el más mínimo interés excepto para especialistas y que te compensa más ver la película. «Solo deberíais leer libros con los que disfrutéis», sin convertir, añado yo, la lectura es un trabajo o un sacerdocio.

Y sobre todo, defiende a la gente que no lee, que el aspecto que más me gusta de este libro. Especialmente a los que no leen porque sus cerebros no funcionan así, porque piensan de una forma diferente a los lectores. Defiende, acertadamente, que otras formas artísticas, como la música o la pintura abstracta, pueden lograr efectos y presentar realidades que escapan a cualquier ficción literaria. Por desgracia, nuestro sistema tiende a dejar de lado a esas personas, sobre todo en el ámbito académico, donde reina la palabra.

Pero no se trata de afirmar que la lectura, y en este caso lectura es leer literatura, no sirva para nada. Por supuesto, tiene sus efectos positivos. Tomado en su justa medida, leer es muy importante. Como también lo es saber cuándo dejar de leer.

Y otro libro contra la idea de lecturas, que va todavía más lejos en sus críticas (por si eso te parecía imposible), es «Metáforas de la lectura», de Víctor Moreno. Aquí te dejo el vídeo.

Gracias y hasta la próxima.

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Uzumaki, de Junji Ito

En «Uzumaki», Junji Ito ha creado una obra maestra del manga de terror.

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https://youtu.be/VuSelSaf7sE[/embed\]

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Hola. El terror ante un cuerpo que te traiciona, el terror de una biología sobrenatural, el terror ante una transformación incontrolable. Es «Uzumaki», de Junji Ito.

Lo publica la Editorial Planeta con traducción de Marc Bernabé y Verònica Calafell.

Entremos en el pueblo.

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La historia se inicia en Huruzu, un pequeño pueblecito japonés en la costa. La primera persona con la que nos encontramos es Kirie, una alumna que secundaria que será la protagonista y guía. Tras encontrarse con un extraño remolino, la protagonista da con el padre de su amigo Shûichi. El hombre ni siquiera responde, está en un callejón contemplando fijamente un caracol. Su amigo le confirma que efectivamente era su padre y le propone de inmediato escapar juntos del pueblo porque algo va pasar. Resulta que esta pequeña población pesquera está contaminada por las espirales.

En concreto, el padre de Shûichi, la primera víctima que conocemos, está obsesionado con las espirales. No trabaja, apenas se relaciona, y pasaría el día encerrado contemplando espirales de todo tipo. Pronto su cuerpo se transformará horriblemente, se distorsionará plegándose sobre sí mismo, adoptando el cuerpo humano la forma de espiral. El día de la cremación, el humo que sale de la chimenea también se mueve en espiral.

«Uzumaki» es uno de los cómics que me ha dado miedo. Muchos dicen que es imposible, que un cómic no puede dar miedo porque el lector controla por completo el ritmo de la historia. Puedes pasar la página más despacio, o no pasarla en absoluto.

Tonterías. Eso es pensar que la aparición súbita, que el cine de terror ha perfeccionado hasta el extremo, es la única forma de provocar miedo.

No, al contrario, hay muchas formas de producir terror. Y Junji Ito, como demuestra ampliamente en «Uzumaki», domina varias de ellas. Fue… fue dentista…

El pueblo efectivamente está contaminado por espirales. A medida que la historia progresa comprendemos que hay algo profundo y antiguo que regresa, que la periodicidad en el plano de las espirales es también una repetición en el tiempo.

Hay espirales por todas partes. En la hierba. En los edificios. En el interior de las personas. Junji Ito se divierte dando con espirales en los lugares más inverosímiles, convirtiéndolas en reales y metafóricas a la vez, ocultándolas en el dibujo o haciéndolas totalmente explícitas.

Pronto queda claro que el pueblo está más que sometido a las espirales. No dejan de sucederse hechos horribles. Personas que se transforman en caracoles. Pelos que se desmadran y acaban compitiendo. Amantes anudados. Casas ancestrales que se deforman. Faros encantados. Bebés que aspiran a regresar al útero. O fenómenos atmosféricos provocados por la voz humana.

De hecho, es el propio espacio físico alrededor del pueblo el que se deforma, tornándose en una espiral que te permite entrar, pero no te deja salir. El pueblo entero llega a transformarse en un universo cerrado separado del resto del país.

Sin embargo, todos parecen aceptar esos hechos como si fuesen normales, parte de algo que simplemente sucede. Solo Kirie y algunos personajes más parecen reaccionar con horror. Lo que hace especialmente horrible este cómic es el ambiente general de aceptación.

La protagonista, Kirie, será casi siempre la testigo de todos estos fenómenos, ya sea sufriéndolos directamente o presenciándolos en persona. Ella será siempre nuestro punto de referencia a medida que la situación el pueblo va deteriorándose.

Lo dicho, llegado cierto momento, quien entra en Hurouzu no vuelve a salir.

Este volumen contiene la historia completa, más un epílogo muy gracioso y un capítulo extra llamado “Galaxias”. Ese capítulo extra no aporta nada y desde mi punto de vista la historia termina más que satisfactoriamente en la página 610.

Hay dos aspectos en «Uzumaki».

Está la historia global, lo que le sucede al pueblo entero en sí. Es una historia con tintes lovecraftianos, con entidades antiguas, que bien podrían ser abstractas, más allá de lo humano, que reaparecen periódicamente y exigen su sacrificio. Entes más allá de cualquier comprensión, que tratan a la humanidad como nosotros tratamos a las hormigas, con una indiferencia brutal en el mejor de los casos y con una crueldad desmedida en el peor.

Ese aspecto está bastante bien y el final es una asombrosa combinación agridulce, acompañado del virtuosismo gráfico de Junji Ito. De la misma forma que provoca un verdadero desasosiego cuando muestra destinos colectivos en formas de montones y montones de cuerpos deformes.

Pero lo que realmente convierte a «Uzumaki» en una historia genial es cuando se vuelve intimista y personal, cuando contemplamos, por los ojos de nuestra protagonista, un horror individual, el irónico y desmedido castigo por una falta trivial. Cuando contemplamos destrucciones físicas que para nosotros son claramente inmerecidas. Y cuando esas deformaciones, esas alteraciones desconcertantes y repugnantes del cuerpo son simultáneamente metafóricas.

Como cuando las rivalidades de instituto, la necesidad de ser más popular, se manifiesta como una batalla entre peinados barrocos que cobran vida propia y exigen su atención. O, siguiendo con la escuela, cuando la suerte de acosado y acosador se une en un destino común. En «Uzumaki», la pereza te transforma en caracol, la ira te une a la violencia de tu víctima, la lujuria te convierte en una monstruosidad terrorífica.

Junji Ito usa además un estilo muy realista, lo que ayuda mucho a provocar la sensación de grotescas deformaciones, a hacerte creer que eso podría pasarte a ti, que «Uzumaki» transmite con tanta genialidad.

Y si quieres seguir con el terror, te propongo «Una cabeza llena de fantasmas», una novela de Paul Tremblay francamente curiosa. Aquí te dejo el vídeo.

Gracias y hasta la próxima.

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De lo sublime, de Longino

Un gran clásico de la crítica literaria, una obra que conserva su frescura a pesar de tener casi 2.000 años. «De lo sublime», de Longino.

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Hola. Hoy te traigo «De lo sublime», de Longino. Una de las grandes obras clásicas sobre la estética y la crítica literaria. Y también una lectura muy entretenida.

La publica la editorial Acantilado con traducción de Eduardo Gil Bera.

Vamos allá.

Mi nombre es Pedro Jorge Romero y en este canal te hablo de lecturas que valen la pena. Suscríbete para estar al día y no olvides darle a la campanita para no perderte ningún vídeo.

«De lo sublime», conocido en otras ediciones como «Sobre lo sublime», es una de mis obras preferidas de la antigüedad clásica. Ese periodo indefinido que puede llegar hasta la caída del imperio romano. Es un texto fascinante, rico, reflexivo, lleno de ideas y que puede leerse y releerse una y otra vez.

Veras.

Hay un gran texto clásico sobre literatura, que es la Poética de Aristóteles. Cuando lo tuve que leer, la edición que compré venía con otro libro: «De lo sublime» de Longino. No lo conocía. Terminada la tarea que me habían asignado, leí el siguiente.

Ya lo había pagado. Fue hace mucho tiempo y los móviles todavía no hacían nada útil. No daban ni la hora.

Al terminar, sentí el más absoluto entusiasmo. El libro que NO se me había asignado para leer me gustó mucho más y me resultó mucho más extraordinario, cercano y francamente razonable. Comprendo que la Poética es muy importante, pero…

Mi opinión. A Aristóteles no le gustaba el teatro. Lo que le gustaba eran sus ideas sobre el teatro. Y si el teatro real no coincidía con sus ideas, pues peor para el teatro.

También carecía del más mínimo sentido del humor. Jorge de Burgos no tenía nada de qué preocuparse. Su libro sobre la comedia seguro que era el libro de chistes más aburrido de la historia. Ni Freud lo hubiese superado.

Tu vídeo es pueril y desdramatizado. No tiene sentido de la estructura, los personajes o de mis unidades.

Qué te decía.

Pero al contrario, el autor de «De lo sublime»… Nadie sabe cómo se llamaba, pero Longino nos vale… parece que sinceramente disfrutaba del arte, de la literatura, del teatro. Sus palabras parecen derivar de haber estudiado las obras para extraer sus aspectos destacables, su técnica, en lugar de partir de opiniones a priori sobre “así deben ser las cosas”.

Y hay un momento absolutamente luminoso, una revelación maravillosa en la que el autor y yo somos uno y estamos totalmente de acuerdo. Pero ya hablaremos de eso.

Si bien el discurso posee un firme sustrato moral, sí que transmite la cercanía y el calor humano de alguien que disfruta. Longino parece estar pasándoselo bien.

Ayuda mucho que el texto sea una carta dirigida a un amigo y describa una experiencia común a los dos: el desencanto con un tratado anterior sobre la materia. Nuestro autor decide componer su propio texto. Con doble intención. Por un lado, explicar qué es lo sublime, sus efectos y sus usos. Y por el otro, explicar cómo lograr ese efecto sublime, dejando espacio para que cada uno adapte esas enseñanzas a su propia personalidad.

Es a la vez texto de análisis y manual de retórica. Analiza cómo se hace y enseña a hacerlo.

No está nada mal para un libro tan cortito y que además está incompleto. Y siempre con una enorme profusión de citas y comentarios sobre otros autores, usando continuamente ejemplos para apoyar sus palabras. Por citar, incluso cita el Génesis.

Pero ya hemos dado muchas vueltas. ¿Qué es lo sublime?

Pues es un cierto apasionamiento, un cierto éxtasis, es un desborde de emociones atemperado por la razón. Para convencer no basta con argumentar, no basta con dar datos, no basta con los razonamientos. Hace falta mover al público, elevar su espíritu, llevar al cénit su humanidad.

«Lo sublime es una elevación y culmen del lenguaje», dice. «Lo maravilloso y sobrecogedor siempre vence a lo que apunta sólo a persuadir y complacer» añade. «Lo sublime que irrumpe en sazón devasta como un rayo todo lo establecido y muestra en su plenitud el poder del orador», sentencia.

Ya sale una idea importante en todo el texto, que es más o menos explícita en todo el discurso, la de un cierto equilibrio. No se trata de emocionar. No se trata de razonar. Se trata de hacerlo a la vez y en su justa medida.

¿Y de dónde surge lo sublime?

Pues tiene 5 fuentes:

  1. Concepción elevada del pensamiento.
  2. Pasión vehemente e inspirada.
  3. La doble formación de figuras.
  4. La dicción noble.
  5. La dignidad y elevación de estilo en la composición.

Pero ya te habrás dado cuenta de que todas estas fuentes no son iguales. Las tres últimas, son las que se refieren al arte, a la técnica, a la pura composición del texto. Es la parte de escritor, es la parte que se puede aprender, es lo que la experiencia y la cuidadosa selección de modelo te puede enseñar.

Y es a lo que dedica muchas y muchas páginas el autor, a contar, con muchos ejemplos como ya he dicho, como lograr esos efectos retóricos de lo sublime.

Hay pocas reglas en «De lo sublime». O mejor dicho, hay muchas reglas, pero todas están debidamente matizadas, todas están atemperadas y todas definen un dominio sobre el que pueden aplicar. Por ejemplo, en la página 86 dice «La excesiva concisión rebaja lo sublime» para inmediatamente añadir «La prolijidad es fría». Siempre hay un punto justo, siempre hay una razón perfecta. Pero depende de la obra.

«De lo sublime» se escribió en una época muy diferente, alejada de los grandes sistemas filosóficos, de lo esquemas totales, una época en la que resultaba difícil dar con una cosmovisión, con una teoría general que explicase todos los fenómenos. Una época más dispersa que se enfrentaba a una compleja avalancha de hechos y una prolija sucesión de manifestaciones que exigen un análisis individual y concreto.

Por esa razón hay una presencia continua de fondo, un “todo en su justa medida”, que obliga al autor, y a nosotros lectores, a tratar las obras en su individualidad radical. Si no lo hacemos así, al no disponer de recetas, ¿cómo podremos saber si realmente la obra ha alcanzado ese equilibrio y con él lo sublime? Leído ampliamente, «De lo sublime» defiende juzgar cada obra según lo que cada obra ha decidido hacer.

Es más estricto con cierto… minimalismo. Defiende más que nada que las figuras no se noten. Que la habilidad artística pase desapercibida en cuanto ha alcanzado lo bello y sublime. Nada de florituras por las florituras para Longino. No todas las pasiones son iguales, nos dice, y es muy fácil caer en la puerilidad.

¿Y las otras dos fuentes? ¿Las dos primeras?

Pues lamento decirte que según el autor tienden a ser innatas. Aunque el texto también parece defender que emular a los grandes posiblemente te permita elevarte a ti también. Pero en lo que debe ser la distancia más grande con nuestra época, Longino va a un poco más allá.

«Lo sublime es el eco de un alma grande», dice, añadiendo además que «…no es posible que hombres en cuyas vidas prevalecen ideas y propósitos ruines y propios de esclavos produzcan algo admirable y digno de inmortalidad» (p. 20)

Supongo que en esa época una idea de ese tipo debía ser evidente. Ser un genio era ser buena persona o algo así. Una gran obra implicaba un gran creador, o algo así. Para ciudadanos del siglo XXI, acostumbrados a los desmanes de los creadores y hábiles para navegar la distinción entre persona y obra, la idea es bastante más difícil de aceptar. No nos da la impresión de que la grandeza artística requiera de un alma especial.

Bien, espero que te haya quedado claro que me encanta de este libro su disfrute absoluto de la literatura y que esté tan dispuesto a acercarse a las obras en sí. Pero todavía no te he contado el momento más luminoso, el que cuando lo leí originalmente me impactó de verdad y me obligó a tratar «De lo sublime» como un gran clásico.

Se produce en la página 70 de esta edición, al comienzo de la sección XXXIII. Tras conjurar a un hipotético escritor «verdaderamente puro e irreprochable», el autor plantea con inocencia lo que es realmente una pregunta fundamental:

«¿No merece la pena preguntarse en general qué es preferible, en poesía como en prosa, si la grandeza con errores, o la mediocridad en la ejecución, pero pulcra en su conjunto y sin fallos?»

En ese punto, esa persona que habla desde hace casi dos mil años y yo somos uno. Porque la respuesta se decanta de inmediato por la convicción de que la obra genial contiene el error, que lo audaz tiene su mácula, por la idea de que la grandeza tropieza consigo misma. La obra perfecta y pura lo es porque no se arriesga. El genio siempre admite crítica porque la audacia de producir una gran obra implica fallar en algún punto.

Es mejor el error valiente que la perfección estéril.

«De lo sublime» es una gran obra. Todo un monumento al aprecio de la literatura. Y otro libro enamorado de lo literario es «Impón tu suerte», de Enrique Vila-Matas. Ahí encontrarás obras y obras para disfrutar. Aquí te dejo el vídeo.

Gracias y hasta la próxima.

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