Un hombre que se parecía a Orestes, de Álvaro Cunqueiro

Orestes no acaba de decidirse a volver y cumplir su destino: vengar a su padre. Es Álvaro Cunqueiro en «Un hombre que se parecía a Orestes», una novela que te lleva a una Micenas atemporal donde todos esperan a Orestes.

Lo publica Austral.

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TRANSCRIPCIÓN

Hola. La espera interminable por una venganza que no acaba de consumarse. Un miedo que nunca se desvanece. El destino que no se cumple. Un mundo lleno de prodigios donde todo transcurre con la más absoluta cotidianidad. Es Álvaro Cunqueiro, y el libro es «Un hombre que se parecía a Orestes».

Lo publica la editorial Austral.

Y nos vamos a la antigüedad nos vamos…

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Aunque eso de la antigüedad en realidad no. A pesar de ese título tan curiosísimo «Un hombre que se parecía a Orestes»… Que es verdaderamente singular, ¿no? ¿Quién es ese hombre? ¿Quién se parecía a Orestes? ¿Quién es Orestes? Ya volveremos luego a esas preguntas.

Pero a lo que iba. A pesar de ese título, que da a entender una Grecia arcaica, la tierra en la que transcurre la novela es un mundo indefinido donde se mezclan periodos históricos y tecnológicos. Hay magias y prodigios, pero también ingenios mecánicos. El mundo del libro es una amalgama maravillosa donde todo suena más fantástico y más realista. Tal es el asombroso talento de Cunqueiro.

Es un libro extraordinariamente bien escrito que mezcla y remezcla todo tipo de estilos. Pasa del arcaísmo al cultismo y luego al vulgarismo. Juega continuamente con la sintaxis y con la forma de contar. Usa el teatro o el relato biográfico; incluso el índice onomástico para seguir narrando. Cunqueiro logra así dotar de irrealidad a la realidad, o quizá sea al revés, dotar de realidad a la irrealidad, logrando una de las grandes novelas fantásticas. No en vano recibió el premio Nadal en 1968.

«Un hombre que se parecía a Orestes» es una novela enormemente vital. Una novela que celebra la vida rechazando completamente la épica. Una novela tan divertida como afiladamente cruel. Como la vida misma. Usa los personajes de la mitología para quitarles todo rasgo de leyenda, para convertirlos en seres humanos que vacilan, que dudan o que simplemente dicen que no.

Pero primero vamos a repasar el mito.

Agamenón, tras la guerra de Troya, regresa a Micenas. Egisto, el amante de la reina Clitemnestra, lo mata, ocupando así el trono. Siete años después, Orestes llega a Micenas para vengar a su padre matando a Egisto y a su madre. Según la versión del mito que leas, Electra o Ifigenia, las hermanas de Orestes, tienen más o menos protagonismo.

La historia sigue, por supuesto, y en la antigüedad se escribieron muchas obras añadiendo todo tipo de detalles. Pero la versión más famosa es La Orestíada de Esquilo. Aunque con el resumen que acabo de hacer nos basta perfectamente.

Porque el punto de partida singular de esta novela es que Orestes no llega. La venganza no se cumple. Ifigenia, encerrada en su torre, sigue joven, porque la profecía dice que será joven cuando guíe a Orestes y joven se quedará.

Micenas es como una ciudad medieval, algunos dicen que es una Galicia de ensueño, MICENAS, porque Cunqueiro era de Mondoñedo. Es una ciudad próspera y con movimiento. Hay de todo… caballeros, pobres, augures, verduleras. Lo normal.

Pero a la monarquía no le va tan bien. Los reyes Egisto y Clitemnestra, que se aman sinceramente, están totalmente arruinados, habiendo consumido todo su dinero en una compleja red de espías y vigilancia por si aparece Orestes. De hecho, si entras en Micenas y alguien sospecha que podrías ser Orestes, lo más probable es que acabes torturado y asesinado. Nunca se puede estar demasiado seguro.

Pero Orestes, como ya he dicho, no llega. Anda por ahí, por el mundo, sin acabar de decidirse a cumplir su venganza a pesar de la insistencia de su hermana Electra. La ciudad espera ansiosa la llegada de Orestes, porque a estas alturas sería sobre todo un gran espectáculo.

Y así la vida sigue. Cada uno dedicándose a lo suyo, defendiéndose como puede, envejeciendo y al final dejando el hueco a otro. Porque la vida es el reverso de la épica. Los seres humanos somos pequeños y mortales. Pero para este libro, ser pequeño y mortal es lo importante.

Ya pocos recuerdan a Orestes el hombre.

Ni siquiera el propio Orestes recuerda del todo a Orestes. De hecho, él no es más que uno de los varios personajes que aparecen en el libro. Un libro que se deleita en saltar de uno a otro, contándonos cómo viven sus vidas mientras esperan a un hombre que no llegará. Es un libro que no vacila en irse por las ramas porque precisamente porque irse por las ramas es vivir.

En ese aspecto, me encanta el título. ¿Quién es ese hombre que se parecía a Orestes? La primera parte, de cinco, sale un personaje que muchos toman por Orestes, pero precisamente es porque se parece mucho al personaje del mito. ¿Quién es el Orestes del título? ¿La persona real que tiene ese nombre, o el mito, un ser que no puede llegar y consumar su venganza simplemente porque no existe? ¿Orestes se parecía a Orestes?

«Un hombre que se parecía a Orestes» es un libro tremendamente divertido, pero precisamente porque la vida humana está llena de ironías y de pequeñas fatalidades. Frente a la infecunda eternidad de la épica, contrasta la sencillez de la vida humana, lo que acaba y empieza, la duda… la finitud.

La gracia es que lo hace recurriendo a una venganza que no llegará a consumarse nunca.

¿Pero tú qué piensas? ¿Es Álvaro Cunqueiro un autor a reivindicar? ¿Es «Un hombre que se parecía a Orestes» una de las grandes obras de la literatura fantástica maestra del fantástica o es realmente una obra realista con elementos mágico? ¿Quién podría parecerse a Orestes? Deja tus comentarios, recomendaciones y opiniones. Y ya sabes, si te interesa ver más vídeos sobre lecturas que valen la pena: suscríbete. Hay un botón por ahí debajo.

Gracias y hasta la próxima.

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