El imperio de los signos, de Roland Barthes

El semiólogo francés Roland Barthes viajó a Japón y luego escribió El imperio de los signos.

En mi canal de YouTube recomiendo lecturas que me gustan y que creo que podrían interesar a otros. Si quieres saber cuáles son, suscríbete.

Después del vídeo tienes la transcripción del contenido.

TRANSCRIPCIÓN

El imperio de los signos, de Roland Barthes y publicado por Seix Barral. ¿El relato de un peculiar viaje a Japón? ¿Un ensayo personal e intransferible? ¿Las aventuras de un hombre que lo leía todo?

Te lo cuento.

Roland Barthes fue un filósofo y semiólogo francés. Alguien que estudiaba los signos y leía el mundo. Un buen ejemplo es su libro Mitologías. Se trata de una serie de ensayos donde mira fenómenos de la sociedad —las revistas de cotilleos, la lucha libre, una comida— y luego “lee” lo que cada uno de esos fenómenos dice sobre nuestro mundo humano.

Pues un día, Roland Barthes fue a Japón.

Miró atentamente a ese país. A continuación, haciendo uso de todo lo que había visto, imagino otro país, muy similar pero imaginario. Lo llamó “El Japón” …para distinguirlo… Logró así un signo perfecto, puro, sin referente. Un signo que no se correspondía con nada real.

Y procedió a leerlo.

Porque eso es lo que él hacía.

Él leía.

Donde nosotros descodificamos palabras sobre el papel, él leía la realidad entera.

Barthes al final, tras irse bien lejos, más allá del horizonte de las convenciones occidentales con las que nació y vivió, logra construirse su texto ideal, el que puede analizar sin referentes… porque los desconoce. En Mitologías cuando habla, por ejemplo, de una portada de revista de cotilleos, es dolorosamente consciente de entender lo que hay detrás, lo que hay delante, lo que hay a derecha y a izquierda… de hecho sospechas que incluso entiende lo que hay en universos paralelas, pero eso es otra cuestión. Ese conocimiento le permite identificar el mito. Pero es un conocimiento que también le limita. Sin embargo…. en El imperio de los signos puede leer con libertad, porque no hay referente tras su país imaginario.

Llega a decir que él es lector, no visitante.

Así lee las máquinas Pachinko, la comida (cuya única envoltura es el tiempo), el centro vacío de Tokio (ocupado por el palacio). De la ausencia de direcciones nos dice que según Tokio «lo racional no es más que un sistema entre otros». Incluye seis páginas extraordinarias sobre los paquetes de El Japón. Reflexiona sobre el gesto en el teatro de muñecos. Todo lo que dice del haikú me parece interesantísimo («el haikú no sirve para ninguno de los usos (a su vez también gratuitos) concedidos a la literatura»). Incluso lee las caras y los cuerpos japoneses, relacionándolos con los signos de hombre y mujer.

Y así una y otra vez. Con los temas más variopintos, centrándose sobre todo en la cotidianidad de El Japón, pero intentando siempre mantenerse en la superficie lectora, en las letras. Para él … la línea recta es una línea recta en sí misma y no esconde nada más.

El imperio de los signos es ante todo un libro sobre la aplicación por parte de Barthes de método de Barthes, un texto que ante todo celebra su libertad personal como lector. Eso lo convierte en un libro extraordinario, arrebatador y accesible … porque descubres con él el país que está leyendo.

Yo lo considero una maravillosa escapada poética.

¿Tienes recomendaciones sobre Roland Barthes? ¿Sobre libros de viaje por Japón? Deja tus comentarios.

Y si te interesa ver más vídeos sobre mis lecturas, ya sabes: suscríbete. Hay un botón por ahí debajo.

Gracias y hasta la próxima.

Continuar leyendoEl imperio de los signos, de Roland Barthes

Relatos fantásticos, de Luciano de Samósata

Una maravillosa muestra del mejor humor de la literatura clásica. Relatos fantásticos, de Luciano de Samósata.

En mi canal de YouTube recomiendo lecturas que me gustan y que creo que podrían interesar a otros. Si quieres saber cuáles son, suscríbete.

Después del vídeo tienes la transcripción del contenido.

https://www.youtube.com/watch?v=SN7jVVsTja4

TRANSCRIPCIÓN

Hoy te traigo Relatos fantásticos, de Luciano de Samósata y publicado por Alianza Editorial. Un clásico de la sátira y el humor más cortante de hace casi 2000 años.

Te lo cuento.

Luciano de Samósata fue un escritor sirio que escribía en griego. Vivió desde el año 125 al 181, a la sombra del Imperio Romano. Y es también uno de los grandes humoristas del mundo clásico. Quizá el más grande. Su sentido de la ironía era excepcional. Y su dominio de la sátira… su dominio de la sátira era magistral.

También es un escritor que hoy en día suena muy moderno. Es lo que tiene vivir a la sombra de un gran pasado y bien encajado en un imperio.

Y se ríe de todo. Sobre todo, de los charlatanes, de las creencias supersticiosas y de los que las difunden. Casi siempre todo combinado en la figura de lo que hoy llamaríamos un “intelectual”.

En “El gallo” nos encontramos a Pitágoras reencarnado en gallo. Su dueño le pregunta qué le movió a redactar una ley que prohibía comer carne y habas. Pitágoras, el gallo, confiesa que una pizca de arbitrariedad siempre desconcierta a las víctimas y te ayuda a ganar seguidores. La táctica de cualquier vendehumos.

Los textos de Luciano son así. Ya sean diálogos o narraciones, van ironizando sobre ciertos puntos de vista y ciertas filosofías. Van desgranando las miserias de los que se creen por encima de todo.

En “Cuentistas o el descreído” tenemos a un escéptico que se va a cenar con gente que creé a pies juntillas en los fantasmas y otras apariciones. Son personas cultas que creen en tonterías. Lo divertido es que los demás le recriminan su escepticismo y le responden con argumentos absurdos que ya debían ser viejos en su época. “Tengo un primo que tiene un amigo cuyo cuñado vio…”. “A mí me pasó esto que podría explicarse racionalmente pero que no…”.

No puede sonar más actual.

“Lucio o el asno” le sirve a Luciano de excusa para ir mostrando las variadas crueldades del mundo. Crueldades que distinguen poco o mal entre clases sociales. Incluso el que no tiene necesidad de ser cruel parece serlo para no quedar mal, no vaya a ser que de él murmuren “ese es buena persona”.

“Relatos verídicos” cuenta una historia que parodia los viajes maravillosos de la época que se presentaban como verdaderos. La única verdad que se dice en la obra viene justo al principio, cuando declara que se trata de embustes para entretener. “Relatos verídicos” es una sucesión de despropósitos a cada cual más gordo que el anterior. Se viaja a la luna y al sol, se visita el hades, se trata con filósofos, pensadores y héroes. Se ríe de casi todo -Homero sale bien parado- y pone a parir a Pitágoras y compañía.

“IcaromenIpo o Menipo en los cielos” es mi texto preferido. El tal Menipo, queriendo emular a Ícaro -evitando la parte de caerse y morir- se ata un ala de águila a un brazo y un ala de buitre al otro para subir a los cielos.

La justificación es bien simple: está claro que en la Tierra no va a conseguir ningún conocimiento cierto porque los que dicen poseer la verdad, filósofos y demás gentes de mal vivir, en realidad son unos embaucadores que creen los absurdos más grandes sin ofrecer la más mínima justificación.

Al final llega al Olimpo porque… La verdad es que puestos a saber, mejor preguntar a los dioses. Allí Zeus se despacha a gusto contra ese grupo de embaucadores. Es decir, todos los intelectuales de la época.

O ya puestos… de nuestra época.

Muy moderno Luciano de Samósata.

¿Algún otro libro de la antigüedad clásica? ¿Más muestras de humor antiguo? Deja tus comentarios, opiniones y consejos.

Y si te interesa ver más vídeos sobre mis lecturas, ya sabes: suscríbete. Hay un botón por ahí debajo.

Gracias y hasta la próxima.

Continuar leyendoRelatos fantásticos, de Luciano de Samósata