Una columna es una columna es una columna

A la columna de la que hablábamos ayer, casi simultánea le salió la parodia, que sustituía a los millenials por baby boomers: Si el artículo de El País hablase de los baby boomers como habla de los millennials. Si leen el texto, comprobarán que es prácticamente idéntico al original con mínimos cambios.

El fenómeno puede parecer raro, pero no lo es. La columna original no era resultado de un análisis inteligente, de una reflexión madurada o de una opinión formada tras estudiar los datos. Se trataba simplemente de rellenar una cierta estructura prefijada, sin tener en cuenta si lo que se dice es cierto o interesante. Se podría haber hecho con muchos grupos diferentes sin apenas variar el modelo. El resultado de aplicar un patrón concreto es un texto que se puede publicar como columna.

Es decir, el propósito último era escribir una columna (que a poder ser generase visitas, supongo) y nada más.

Tendemos a creer que una columna de un periódico es algo que se le da a alguien que tiene algo interesante que decir o que expresa opiniones que debemos oír. En realidad, funciona al revés. Es el hecho de escribir una columna lo que te convierte en una persona interesantes con opiniones que debemos oír. La columna es en sí misma la marca que da valor a lo que dices, independientemente de lo que digas.

Al contrario de lo que dice el refrán, es el hábito el que hace al monje. Y eres columnista porque escribes una columna.

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De qué hablo cuando hablo de escribir, de Haruki Murakami

Un volumen de ensayo muy personal. En De qué hablo cuando hablo de escribir, Haruki Murakami desvela mucha de sus claves e ideas sobre la escritura.

En mi canal de YouTube recomiendo lecturas que me gustan y que creo que podrían interesar a otros. Si quieres saber cuáles son, suscríbete.

Después del vídeo tienes la transcripción del contenido.

https://www.youtube.com/watch?v=KeVpmiA4zEo

TRANSCRIPCIÓN

De qué hablo cuando hablo de escribir, de Haruki Murakami. Una exploración de sus ideas, opiniones, desarrollo, rutinas y valores contado por él mismo. Un Murakami que se sincera más de lo que parecía posible.

Lo publica la editorial Tusquets.

Vamos allá.

Tras leerlo, ya no tengo claro qué esperaba de este libro. Haruki Murakami tiene fama de ser una persona muy celosa de su intimidad. Era evidente que no lo iba a contar todo. Y hay momentos en que así es.

Un ejemplo.

Su esposa. Es un personaje principal en la historia del origen del Murakami escritor. Pero aparte de lo que ya sabíamos sobre lo de casarse y montar un bar, en este libro se explica la enorme importancia de su mujer como su primera lectora y la primera que critica su obra. Pero solo obtenemos esos pequeños e importantes destellos. Me encantaría saber más sobre ella y lo que piensa.

Por otra parte, Murakami tiene fama de autor políticamente neutral. Es una fama injusta, porque basta con leer atentamente La caza del carnero salvaje, con sus discusiones sobre el pasado militar de Japón, o Baila, baila, baila, con su crítica de la burbuja inmobiliaria, para saber que no es así.

Pero incluso sabiéndolo, sorprende la inclusión de todo un capítulo dedicado a criticar la escuela en Japón. Siendo Murakami, esperaba su defensa del individualismo. Lo que no esperaba es que fuese tan explícito en su crítica. Está claro que Murakami se toma muy en serio su papel social.

De qué hablo cuando hablo de escribir reúne 11 textos que forman una especie de ideario personal. El propio autor los compara con conferencias no leídas y sí tienen ese tono. Están claramente escritos para ser contados, para ser comunicación directa con el público. Dice al final que son puramente reflexiones personales y casi se disculpa al afirmar que no sabe si pueden servir a alguien.

Pero sí que sirven. Si eres seguidor de Murakami, harás bien en leerlo. Mucho de lo que cuenta se refleja directamente en su obra.

Si “todavía” no eres seguidor de Murakami, tengo una recomendación para ti.

En sus casi 300 páginas se tratan muchos temas, más de los que puedo comentar. Casi todos se refieren a Murakami como escritor. Desde el origen de su carrera literaria, que atribuye al azar por un lado y a una fuerza especial que se le ha concedido, hasta el proceso práctico que sigue para escribir: diez páginas al día, parando cuando termina sus páginas.

¿Y cómo ve Murakami lo de escribir novelas?

Pues lo ve muy similar a un trabajo físico. De hecho, destaca la necesidad de mantener una buena forma física. Para él, el ejercicio, las costumbres moderadas, la vida monótona y la fuerza física son elementos imprescindibles para mantener la creatividad. Murakami no es amigo del mito del escritor que se destruye psíquica y físicamente.

Le quita romanticismo a su profesión. Sorprende, sin dejar de tener razón, las actividades que compara con escribir una novela. Nos cuenta que las personas inteligentes se cansan con facilidad de ser novelistas.

Para Murakami, lo realmente complicado es mantener una carrera de novelista. Eso requiere una cierta capacidad que no está al alcance de cualquiera. Para él, exige cierta música, pasárselo bien, mucho tesón y toda la fortaleza física y espiritual que puede lograr.

Concibe la literatura como un proceso de extracción desde unas profundidades ignotas y oscuras. Cuanto más larga y compleja es la novela, más debe cavar y explorar esa oscuridad. Clavar esos cimientos en la oscuridad requiere una sintonía entre lo físico y lo espiritual.

De ahí su insistencia en la resistencia y la persistencia. No es fácil ahondar en esos pozos.

No sorprenderá a nadie que Murakami afirma no sentirse ni genial ni especial. Pero se muestra siempre seguro de sí mismo y de sus convicciones, concluyendo más de una idea con alguna versión de “así soy yo”. Acepta las críticas mientras escribe, pero pasa de ellas tras la publicación. Al contrario que la mayoría de los autores, dice pasárselo bien escribiendo.

Agradece el apoyo de sus lectores, en contraste con el recibimiento frío que recibe en el mundo literario. Le sorprende, no sin cierto orgullo, que no haya diferencia de sexos entre los que le leen y que sus libros traspasen las barreras generacionales. Está claro que le alegra que padres e hijos lean sus obras y las comenten juntos.

En varios momentos, reflexiones abstractas acaban convertidas en comentarios sobre su obra. Cuando habla de la originalidad, acaba extendiéndose sobre los cambios deliberados en su forma de escribir, porque la evolución en el estilo le parece un requisito importante. De la misma forma, comenta el paso de no usar nombres para los personajes a bautizarlos para hacerlos más reales. Hasta el punto de que fue Sara, en El año de peregrinación del chico sin color, la que decidió cambiar el curso de la novela.

El personaje, no el autor. Ella planteó el giro fundamental.

El momento más divertido del libro es cuando se pregunta si al final a Borges le dieron el Nobel. Eso es todo lo que necesitas leer para comprender su relación con los premios.

Por haber, hay un comentario de pasada que es simultáneamente una idea de lo más interesante que merece un desarrollo y a la vez suena a reflejo de su obra. Se da en la página 281, cuando dice que en Japón y Asia oriental no existía la modernidad antes de la llegada de la posmodernidad. Que no había esa separación tan clara entre lo objetivo y lo subjetivo.

¿No suena totalmente a Murakami?

Esa ausencia de separación se manifiesta en muchos puntos de este libro. Podría decirse incluso que es su fundamento y su razón de ser, presentarse tanto en lo objetivo como en lo subjetivo. Te está hablando de oscuridades y sótanos. Y luego te cuenta que salir al extranjero fue una decisión totalmente práctica. Que él mismo se encargó de buscar las traducciones para sus novelas, de forma que pudiese ofrecerla a los editores americanos en las mismas condiciones que un autor nativo.

De qué hablo cuando hablo de escribir no es esfuerzo a medias. Decidido a ser sincero y contar cosas, pues cuenta y se centra en ello. Ofrece muchos momentos deliciosos y muchas explicaciones que te hacen comprender mejor su obra. Manifiesta su seguridad en sí mismo, el empecinamiento que sostiene su carrera de escritor.

Si eres seguidor de Murakami, te va a encantar y lo leerás de un tirón, porque tiene ese tono cercano y cálido de conversación. Si eres seguidor de Murakami, te sabrá a poco, porque por muchas preguntas que conteste, siempre quedan otras sin respuesta.

Habitualmente en este punto es cuando pregunto si el libro te gusta, si lo vas a leer y demás. Pero si has llegado hasta aquí, es que te gusta Murakami. Por tanto, deja en los comentarios tu libro de Murakami, el que más te gusta.

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