El pudin de ciruela
Una anécdota que aparece como uno de los ejemplos a analizar en Fluke: The Math and Myth of Coincidence, de Joseph Mazur. El libro trata justo sobre eso, como la coincidencias que parecen monumentales y cargadas de significado son realmente una consecuencia a esperar del mundo.
Por cierto, el libro lo descubrí gracias en el episodio 45 de Hidden Brain, donde también cuentan esta misma anécdota, porque es bastante chula. Aparentemente, sale en L’Inconnu del astrónomo Nicolas Camille de Flammarion, un libro que aparentemente está lleno de coincidencias como esta.
Básicamente, Émile Deschamps, un poeta, le contó a Flammarion que cuando era niño en un internado conoció a un emigrante inglés llamado M. de Fortgibu. Este le propuso probar el pudin de ciruela, que en esa época era un plato desconocido en Francia.
Diez años después, iba por la calle y dio con un restaurante que lo servía. Deschamps se acordó y entró a pedir un poco. Resulta que ya habían servido el último, pero el encargado muy amablemente le preguntó al cliente si estaba dispuesto a compartirlo. El cliente resultó ser M. de Fortgibu.
Años después, invitan a Deschamps a una cena. La anfitriona anuncia que va a servir pudin de ciruela, que traen a la mesa. Deschamps cuenta su historia y bromea diciendo que espera la llegada en cualquier momento de M. de Fortgibu.
Llaman a la puerta y anuncian efectivamente la llegada de M. de Fortgibu. Resulta que a él también le habían invitado a cenar, pero no a esa cena. Se había confundido y se había equivocado de puerta.
Tres veces había comido pudin y tres veces se había cruzado con el mismo hombre. Su reflexión era “¿qué habría pasado una cuarta vez?”
La vida misma, vamos.