Creo que simplemente voy a plantearme invertir unos días en YouTube y dedicarme a ver vídeos de obras de Steve Reich, porque cada vez que encuentro algo suyo me encanta.
(Sí, la de cosas que le quedan a uno por descubrir).
En este caso, se trata de “Music for 18 Musicians”, compuesta entre 1974–1976. A pesar de su nombre, por lo visto no es aconsejable usar solo 18 músicos. Digamos que 18 es un número mínimo.
La estructura de la obra es un ciclo de 11 acordes. La obra se inicia y se cierra con unas partes llamadas “Pulsos”, que repasan esos 11 acordes. Entre las dos, 11 secciones, cada una de ellas una pequeña composición usando cada uno de los acordes. Más detalles los da el propio compositor. De fondo, un ritmo constante.
El resultado es sencillamente fascinante. Una combinación extraordinariamente sutil de sonidos.
El verdadero Batman es, por supuesto, el de la serie de televisión de los años 60 (que, aparentemente, cumple 50 años) que también tuvo una película en su momento. Fue el Batman divertido, alegre, ingenioso y simpático, antes de que esos esfuerzos por hacer que los superhéroes fuesen duros, “realistas” y demostrasen los mucho que sufrían arruinasen el género para siempre.
Pero alegría de las alegrías, ahora hay nueva película del Batman bueno, una continuación animada de la serie, con Adam West, Burt Ward y Julie Newmar. Se llama Batman: Return of the Caped Crusaders. E incluso anuncian segunda parte.
Una anécdota que aparece como uno de los ejemplos a analizar en Fluke: The Math and Myth of Coincidence, de Joseph Mazur. El libro trata justo sobre eso, como la coincidencias que parecen monumentales y cargadas de significado son realmente una consecuencia a esperar del mundo.
Por cierto, el libro lo descubrí gracias en el episodio 45 de Hidden Brain, donde también cuentan esta misma anécdota, porque es bastante chula. Aparentemente, sale en L’Inconnu del astrónomo Nicolas Camille de Flammarion, un libro que aparentemente está lleno de coincidencias como esta.
Básicamente, Émile Deschamps, un poeta, le contó a Flammarion que cuando era niño en un internado conoció a un emigrante inglés llamado M. de Fortgibu. Este le propuso probar el pudin de ciruela, que en esa época era un plato desconocido en Francia.
Diez años después, iba por la calle y dio con un restaurante que lo servía. Deschamps se acordó y entró a pedir un poco. Resulta que ya habían servido el último, pero el encargado muy amablemente le preguntó al cliente si estaba dispuesto a compartirlo. El cliente resultó ser M. de Fortgibu.
Años después, invitan a Deschamps a una cena. La anfitriona anuncia que va a servir pudin de ciruela, que traen a la mesa. Deschamps cuenta su historia y bromea diciendo que espera la llegada en cualquier momento de M. de Fortgibu.
Llaman a la puerta y anuncian efectivamente la llegada de M. de Fortgibu. Resulta que a él también le habían invitado a cenar, pero no a esa cena. Se había confundido y se había equivocado de puerta.
Tres veces había comido pudin y tres veces se había cruzado con el mismo hombre. Su reflexión era “¿qué habría pasado una cuarta vez?”
He aquí un vídeo de CGP Grey (si no conoces los vídeos de CGP Grey, probablemente te estés perdiendo algo interesante. Una recomendación: Humans Need Not Apply (Inglés, 15’)). Va de unas posibles implicaciones de la comisurotomía, una operación en la que se corta el cuerpo calloso que une los hemisferios cerebrales, impidiendo la comunicación entre ellos. Desde ese momento, los hemisferios actúan de forma casi independiente.
Por supuesto, lo que cuenta el vídeo es conocido desde hace mucho tiempo (la primera operación fue en 1962) y ya lo sabías si leías divulgación científica en la época en la que esos casos se comentaban mucho (es curioso como los temas de divulgación científica fluctúan con el paso de los años. Se habla mucho de ellos durante un tiempo, desaparecen y luego vuelven).
También es verdad que la conclusión del vídeo no se deriva necesariamente de lo que cuenta. Es decir, la tesis del vídeo de que eres dos personas, porque cada hemisferio realiza la mitad del trabajo de ser tú, cada uno es autónomo y cada uno tiene funciones y preferencias propias podría ser un simple efecto de la operación. Quizá ese estado sólo se manifiesta cuando has cortado el cuerpo calloso.
Es decir, lo que el vídeo cuenta es sugestivo y da a entender la tesis, pero está lejos de demostrarla. Lo cual no deja de resultarme curioso, porque creo que tiene toda la razón.
¿Dos cerebros autónomos?
Probablemente no.
¿Pero dos personas?
Ni de lejos.
Muchas personas.
O sistemas, o agentes o como te apetezca llamarlos.
Eso sí, debo admitir que lo que dice el vídeo es una posibilidad y que mi impresión personal es completamente errónea. Quizá efectivamente nuestros dos hemisferios sean razonablemente autónomos, cada uno con sus preferencias y cada uno con sus habilidades (uno sabe hablar, mientras que otro reconoce las caras), pero que se comunican entre sí, de forma que rara vez notamos las discrepancias.
Mi problema con la idea es que dos me parecen pocos.
Yo concibo más mi mente como aspectos o sistemas cada uno haciendo de las suyas y ocupándose de sus tareas, cada un con sus preferencias y deseos. Voy a decir que son “inteligencias” que están ahí, de fondo, cuya actividad sólo es evidente si prestas mucha atención, pero cuyas acciones acaban llegando a la mente consciente en momentos determinados. Es decir, la parte de mí que cree ser yo no es más que uno de los muchos sistemas que hay corriendo por mi mente, y no es necesariamente el más capaz ni el más listo de todos ellos.
A veces, sin embargo, el proceso se manifiesta de una forma mucho más evidente.
Para empezar, mi sensación es la de no haber escrito ese texto. Mi sensación es la de haberlo copiado. Copiado directamente de mi cabeza, a donde llegó prácticamente como está ahí, palabra a palabra. Me ha pasado varias veces y es siempre extraño y desconcertante. Pero imagina que algo así te sucede continuamente. ¿Te puede extrañar que alguien acabe creyendo en las musas o en entidades sobrenaturales? Si crees que tu mente es todo lo que tú puedes percibir de ti mismo, ¿de dónde ha salido ese texto?
Para mí es evidente que salió de una parte de mi cerebro que claramente decidió escribirlo. O mejor dicho, asumo que simplemente creó su estructura y luego, en el proceso de llegar a mi consciencia, fue recogiendo las palabras o quizá eso sucediese en el proceso de “leerlo”. El efecto es similar al de tener una hoja mental de papel colgando en la cabeza y tú simplemente vas leyendo y transcribiendo lo que pone. Mi “única” aportación fue añadir las referencias a Borges, porque no puedes escribir sobre laberintos sin referenciar a Borges. Está prohibido o algo…
Voy a intentar una imagen.
Mentalmente yo vivo en un salón muy bien iluminado. Hay un montón de cosas y si no lo pienso mucho, da la impresión de que no hay más. Pero en realidad, si presto atención soy consciente de que vivo en una casa mucho mayor, de la que el salón no es más que una zona muy reducida. El resto está totalmente a oscuras, o quizá sea invisible, pero de vez en cuando surgen cosas de otras zonas de la casa que llegan hasta mi salón.
El poema narrativo The Hunting of the Snark es mi libro preferido de Lewis Carroll. Me gustan los libros de Alicia (sobre todo A través del espejo), pero The Hunting of the Snark tiene algo… Por esa razón me fastidia que no sea más conocido y que sus ediciones queden casi siempre a la sombra de los libros de Alicia.
Hasta ahora.
Me alegra enormemente hablar de La caza del Carualo, la excelente edición de The Hunting of the Snark que ha hecho Nørdica Libros: tapa dura, muy buen papel, unas maravillosas ilustraciones de Tove Jansson (autora de los libros de los Mumin), una traducción excelente (de Jordi Doce), maravillosamente fluida, que se toma alguna libertad cuando debe y, por si el conjunto no pudiese ser mejor, el texto completo en inglés al final, por si te apetece comparar.
Las ilustraciones de Tove Jansson para *La caza del Carualo* son muy diferentes a las originales de Henry Holiday, pero juegan estupendamente con el tono extraño y delirante del poema. Además, su estilo cruce entre lo geométrico y lo figurativo añaden una deliciosa dimensión al poema.