Cuéntame qué pasa

Vivimos en una cultura que odia los spoilers, es decir, odia saber como una obra (libro, película, serie) termina (o algún detalle intermedio) antes de disfrutarla. Yo, al contrario, estoy convencido de que una obra que no puedes disfrutar conociendo sus detalles, especialmente el final, es una obra que no valía la pena. Es más, creo que conocer los detalles de una obra te hace disfrutarla más.

Aquí un vídeo sobre el tema.

Como bien dice, no se lee para el final o para saber cómo acaba todo. En ese caso, bastaría con saltarse varias páginas y mirarlo directamente. No, leemos por muchas razones y saber cómo acaba todo mejora mucho tu capacidad para apreciar todos los demás detalles de una obra. Razón por la que segundas lecturas, o visionados, de buenas obras se disfrutan más. A la segunda o tercera vez aprecias mejor.

Pero como decía antes, vivimos en una sociedad spoilerfóbica, así que mi situación es algo diferente. No sólo no me importa saber cómo acaba una obra (o los detalles de lo que pasa), sino que además lo prefiero. Lo que me provoca un pequeño problema cuando alguien está intentando recomendarme algo. Yo suelo ponerme en plan “pero habla, cuéntame, dame detalles, dime por qué”, mientras la otra persona asume que no lo quiero saber y se pone a bailar intentándome no decirme justo lo que necesito para decidir si me interesa o no.

Es decir. Si una pobre descripción verbal de lo que sucede en una obra ya me impide disfrutarla, entonces la obra era muy poca cosa que no valía mi tiempo. En el mejor de los casos, esas palabras sirven para despertar el interés, porque luego las buenas obras sobrepasan con creces cualquier “esto es lo que pasa”, siempre producen otras sensaciones, generan otras ideas e interpretaciones, que el spoiler como mucho sólo podía dejar entrever. O dicho de otra forma, si una buena novela de 800 páginas se pudiese resumir en un spoiler, nadie se hubiese molestado en escribirla.