En defensa de la abstracción

Desde mi punto de vista, la invención de la fotografía fue lo mejor que le pudo pasar al arte. De pronto, liberado de tener que copiar la realidad (aunque en muchos casos, el mirar una de esas pinturas figurativas se nota bastante que al artista lo que le apetecía era pasar el pincel por el lienzo sin más miramientos) para satisfacer a los clientes, de pronto el arte podía ponersea… bien, a hacer lo que le diese la gana. En cuando la cosa empieza a volverse interesante de verdad. Otras rupturas vendrían más adelante.

En ese aspecto, no estoy seguro de que la abstracción necesite demasiada defensa. Después de todo, como dice el vídeo, eso de representar el mundo tal y como lo vemos (algo muy diferente a intentar representar el mundo tal y como es, que realismo no es lo mismo que realidad; hay más cosas en el cielo y en la tierra, bla, bla, bla…) es simplemente un breve momento de la historia.

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Predecir el futuro

¿Los gurús lo hacen así? Me sorprendería mucho que no usasen un sistema como el propuesto por Tom Gould.

Predecir

Se trata de juntar términos y ver qué sale. Luego te pones a justificar el resultado, explicando con todo lujo de detalles por qué esa innovación es totalmente inevitable. Da un poco igual si tienes razón o no. Si la tienes, te puedes apuntar el tanto. Si no la tienes, dentro de una semana nadie se acordará.

Por otra parte, así es como se escribe ciencia ficción.

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Un libro al día

Y yo que pensaba que 50 libros al año era un desafío (fácilmente alcanzable, pero desafío). Pero he aquí que me encuentro con el amigo Zach Weinersmith.

Si no le conoces, Zach Weinersmith es el creador de Saturday Morning Breakfast Cereal, un webcomic curioso. Trata todo tipo de temas, tiene un sentido del humor en ocasiones absurdo e infantil, sin vacilar para recurrir a un chiste de “caca, culo, pedo, pis” si eso es lo que le pide la situación. Pero también de pronto se embarca en deliciosas elucubraciones sobre el futuro o hace chistes sobre extraños aspectos de la ciencia o el mundo.

Es, por tanto, un cómic hecho por alguien que claramente ha leído mucho.

Y ahora ya conozco su secreto.

Lo cuenta en The Hustle Economy, un libro sobre las carreras creativas freelance bastante interesante y que vale la pena leer. Está compuesto por ensayos cortos donde cada autor va exponiendo su visión de cómo es eso de ganarse la vida haciendo vídeos en YouTube (Mike Rugnetta, de Idea Channel, uno de mis héroes personales (se me hace raro eso de tener un héroe personal que es claramente mucho más joven que yo, pero así son las cosas)) o, como es el caso, cómics en internet.

Y de todos los ensayos, el que más me sorprendió es el de Weinersmith. Es además el último, por lo que quizá el editor pensó que era el broche ideal para cerrar la colección.

¿Y qué dice?

Entre otros consejos, dice que tienes que ser aburrido.

Que si tu misión en la vida es entretener a la gente, tú debes ser una persona aburrida. No salir de fiesta, no irte de paseo por ahí, sino quedarte en casita y leer libros, muchos libros.

¿Cuántos?

Él dice que unos 3 por semana. Que en las buenas semanas, 7 libros. Y no novelas de ciencia ficción o fantasía, sino libros sobre todo tipo de temas, lecturas lo más variadas posibles, libros que nadie más esté dispuesto a leer.

¿Y por qué?

Porque su trabajo como creador de cómics es ser más interesante que tú. Si no es más interesante que tú, ¿qué te iba a contar? Y a falta de ánimos para ir por ahí de aventuras, la alternativa es leer mucho, pero mucho, mucho de verdad.

Quizá no tanto como un libro al día. Eso ha sido hipérbole por mi parte. He mirado sus lecturas de junio, y son 18 libros en 30 días. No está mal.

Ahora ya sé cómo se inventa algunos de sus grandes chistes sobre ciencia.

Me entretiene porque se esfuerza por llevar una vida aburrida.

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Conectadas

La verdad es que se han puesto de moda los canales de Telegram. Básicamente, son caminos unidireccionales donde recibes información enviada por sus administradores. Los hay de todo tipo y condición, pero en general son una forma útil de mantenerse al tanto de lo que está de lo que alguien está haciendo. No tienes forma directa de responder, pero eso rara vez es un problema.

Yo estoy en varios (es más, también tengo varios para distintas proyectos en la que estoy trabajando), pero de entre ellos, mi preferido es Conectadas.

Se define como “Información y herramientas para que el feminismo se oiga en la red. English and Spanish links” y consiste en justo eso, enlaces sobre feminismo. La frecuencia es muy reducida, por lo que no es complicado seguirlo y lo que enlazan suele ser más que interesante.

Si usas Telegram, dale una oportunidad.

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Pokémon Go como arte

Cuando a Roger Ebert se le ocurrió decir que los videojuegos no eran arte y jamás podrían serlo (opinión que aparentemente luego matizó debidamente), disfruté de la ironía y experimenté el desconcierto. Ironía porque casi todo lo que dijo sobre los videojuegos podría haberlo dicho sobre el cine (y claro está, todavía hay gente que no considera el cine como arte). Y desconcierto, porque viviendo como vivimos en una época donde tantas cosas han sido arte, ¿por qué no iban a ser arte los videojuegos?

O ya puestos.

¿Por qué no iba a ser arte Pokémon Go?

En concreto un Happening.

O quizá internet sea la obra de arte.

O una parte.

Admito que ya hacía el final no tenía claro cuál es la parte que se supone artística.

Pokémon Go Is a Massive Art Happening and You’re All Invited

If Virginia Heffernan’s recent book, Magic and Loss: The Internet as Art, has anything to add, thanks to satellites and being able to connect with others instantaneously both online and now online and in the real world at the same time, we’ve created possibly the biggest piece of art in human history, one that can’t be owned or controlled, at least not easily. Again, from Kaprow: “The whole situation is corrosive, neither patrons nor artists comprehend their role … and out of this hidden discomfort comes a stillborn art, tight or merely repetitive and at worst, chic,” which will probably mean that once advertisers figure out how to harness the world of Pokémon Go, it’ll be dead. But until then, the societal impact of such a fascinating place that’s merging both the online and physical realms at an alarming rate is enormous, and despite its early awkwardness, is a benefit to us all.

(Por cierto, el libro al que alude suena interesante).

Pokémon Go

Supongo que olvidamos con facilidad que “arte” es una palabra polisémica que se aplica a todo tipo de fenómenos y obras sin que realmente esté claro que deba ser así. Dentro de ese saco puede caer tanto una pintura rupestre como Tilsa Swinton dormida. En ese contexto, excluir una categoría completa suena a arbitrario, aunque sin duda es algo que hacemos todos los días.

Por mi parte, como creo que el arte se hace sobre todo en la interacción con con alguien que lo disfruta, que no hay novelas sin lectores ni películas sin espectadores, y que la intención del receptor es muy importante, no tengo problema es concluir que un videojuego pueda ser experimentado como arte y por tanto lo sea.

Y si quieren una idea más loca, y volviendo a la polisemia que comentaba, en mi definición personal, el arte se inició en algún momento a partir de 1870 o así… Lo anterior está muy bien, pero no es arte.

Señalo, por si no queda claro, que ambas ideas se contradicen entre sí.

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Libertad de conciencia: el ataque a la igualdad de respeto, de Martha C. Nussbaum

Una breve conferencia, Libertad de conciencia: el ataque a la igualdad de respeto, de esta filósofa norteamericana sobre el respeto a todos los grupos en la cuestión de conciencia. Y especialmente, sobre la mejor forma de encajar ese respeto en el marco jurídico.

El uso de la palabra conciencia en lugar de religión es muy deliberado (como queda claro en la entrevista que cierra el volumen y que amplía algunos detalles) porque su intención es incluir a todos los grupos, incluyendo a los no teístas.

Libertad de conciencia

Nussbaum rechaza como excluyente tanto las posturas pro-religiosas (establecer algún tipo de religión oficial) como las anti-religiosas (negar toda religiosidad). Más interesante, también rechaza muchos argumentos de asimilación, porque en el fondo implican aceptar lo que en su día fue una cuestión religiosa (el domingo como día festivo).

Uno de los métodos de la conferencia es ir examinando (casi siempre dentro del contexto de Estados Unidos) casos que parecen similares y luego comentar las distintas decisiones que se derivaron, con la intención de comprobar si eran ajustadas o no. Así mismo, plantea como sería necesario resolver cuestiones como el uso de drogas rituales o la vestimenta religiosa.

Por supuesto, no trata ningún caso realmente complicado, porque el tono de la conferencia no va por ahí y le llevaría mucho más espacio matizar todos sus detalles. Pero en ese sentido, la entrevista final amplía detalles que permiten vislumbrar por dónde irían posibles argumentaciones.

Un libro que hace reflexionar estés o no de acuerdo con lo que dice. Su argumentación es sólida y clara. Tu posible respuesta debería ir por el mismo camino.

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La tecnofilia no es un argumento contra la tecnofobia

Es cierto que dado un cambio tecnológico siempre hay alguien que protesta porque ese cambio destruye algo valioso o puede ser dañino. Pero no es menos cierto que a pesar de que esos temores pueden estar equivocados, también pueden ser perfectamente válidos y exigir actuar.

Por esa razón no me convence del todo el enfoque de Pokémon Go y el fin de la civilización occidental: incompresión, tecnofobia y cambio social, aunque valoro su fondo. Efectivamente, el juego Pokémon Go no parece plantear serios problemas. Es divertido, te hace salir a la calle y sigue básicamente la misma lógica que casi cualquier otro juego de Pokémon (con lo que la crítica social, ideológica, cultural o psicológica se puede hacer desde hace décadas).

Sin embargo, eso no quita que un juego de este tipo (que usa el GPS y te obliga a moverte por el mundo) pueda tener sus problemas. El peligro de que te atropelle un coche. El meterte donde no debes en tus deseos de encontrar ese Pokémon que quieres. O cuestiones de privacidad. Temores a los que simplemente podría objetarse que muchas otras tecnologías ya tienen esos mismos problemas y que se resuelven con facilidad con un mínimo de precaución. O incluso quizá dentro de la misma app, por ejemplo, no mostrándote un Pokémon cuando llegar hasta él pueda ser un problema.

No sé, hay muchas formas de responder.

Pero no tiene mucho sentido catalogar todo posible objeción a una tecnología como “tecnofobia” (aunque es muy cierto lo de que “para muchos, el hecho de que miles de personas hagan cosas que ellos consideran raro es una causa de estrés y ansiedad”). Puede ser simple tecnofobia, efectivamente, o tener raíces de incomprensión generacional, pero en ese caso la cuestión se dirime analizando la tecnología en disputa en este momento, y decidiendo qué criticas son válidas y cuáles no, e intentando resolver las que parezcan más urgentes si efectivamente encontramos un problema.

Por esa razón, aunque puede estar bien recordar que otras (incluso muchas) objeciones a ciertas tecnologías fueron erróneas, no se trata de una respuesta demasiado sólida. Después de todo, es bien posible que en este caso concreto, el que sea que estemos evaluando ahora, los críticos tengan razón.

Estoy muy de acuerdo con la conclusión de que es necesario desarrollar, y recordar emplear, herramientas que nos permitan evitar cierto “determinismo tecnológico”, la tendencia a rendirnos como si la tecnología fuese algo autónomo que no está sujeto a voluntades o deseos humanos. El análisis nos exige lo contrario, aceptar nuestro papel como agentes del cambio tecnológico. Habitualmente el aparente “determinismo tecnológico” sigue los dictados de ciertos intereses económico y sociales que hacen más factibles ciertos caminos frente a otros. Y eso también es algo en lo que uno puede estar en desacuerdo a pesar de que la tecnología en sí no tenga ningún problema. Es decir, puedes pensar fácilmente que a pesar de que cierta tecnología sea factible, otra bien diferente cumple mejor con los fines sociales que buscamos.

Lo que pretendo decir: aceptar toda nueva tecnología no es el argumento contrario a rechazar toda nueva tecnología. Ni siquiera son realmente posturas opuestas. Se puede ser tecnófilo para unas cosas y tecnófobo (o ludita) para otras. Hay tecnologías que nos beneficias y tecnologías que no nos benefician. Lo importante, en un punto en el que estoy totalmente de acuerdo con el artículo, es saber decidir qué es lo importante en cada caso.

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Welcome to Night Vale

En algún lugar de los Estados Unidos hay una ciudad donde todas las conspiraciones son ciertas. Hay ángeles. Policía secreta. El gobierno controla el clima. A la alcaldesa la eligen unas misteriosas criaturas primigénias. Hay sacrificios de sangre. Los bibliotecarios son los animales más peligros del mundo. Y, lo que es peor, una enorme y despiadada corporación puede un día tomar el control de tu pueblo.

Bienvenido a Night Vale.

welcome to night vale

Welcome to Night Vale es un podcast narrativo. Cuanta la vida cotidiana en esa ciudad, por medio de la voz del locutor de la radio local, el siempre alegre Cecil, que puede informar de los mayores horrores como si fuesen las ocurrencias más cotidianas. Que relata la campaña electoral entre un dragón de cinco cabeza y la vieja sin cara que vive en tu casa como si eso fuese de lo más habitual. El pobre Cecil es incluso capaz de reconciliar el más absoluto horror cósmico con recomendaciones para el mejor sitio donde comer pastel invisible.

Con sus noventa episodios hasta ahora, no ha decaído en ningún momento y sigue siendo un podcast tan sorprendente e ingenioso como la primera vez. Por supuesto, es obligatorio empezar a escucharlo desde el primer episodio.

No te arrepentirás.

And now, the weather.

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Cuéntame qué pasa

Vivimos en una cultura que odia los spoilers, es decir, odia saber como una obra (libro, película, serie) termina (o algún detalle intermedio) antes de disfrutarla. Yo, al contrario, estoy convencido de que una obra que no puedes disfrutar conociendo sus detalles, especialmente el final, es una obra que no valía la pena. Es más, creo que conocer los detalles de una obra te hace disfrutarla más.

Aquí un vídeo sobre el tema.

Como bien dice, no se lee para el final o para saber cómo acaba todo. En ese caso, bastaría con saltarse varias páginas y mirarlo directamente. No, leemos por muchas razones y saber cómo acaba todo mejora mucho tu capacidad para apreciar todos los demás detalles de una obra. Razón por la que segundas lecturas, o visionados, de buenas obras se disfrutan más. A la segunda o tercera vez aprecias mejor.

Pero como decía antes, vivimos en una sociedad spoilerfóbica, así que mi situación es algo diferente. No sólo no me importa saber cómo acaba una obra (o los detalles de lo que pasa), sino que además lo prefiero. Lo que me provoca un pequeño problema cuando alguien está intentando recomendarme algo. Yo suelo ponerme en plan “pero habla, cuéntame, dame detalles, dime por qué”, mientras la otra persona asume que no lo quiero saber y se pone a bailar intentándome no decirme justo lo que necesito para decidir si me interesa o no.

Es decir. Si una pobre descripción verbal de lo que sucede en una obra ya me impide disfrutarla, entonces la obra era muy poca cosa que no valía mi tiempo. En el mejor de los casos, esas palabras sirven para despertar el interés, porque luego las buenas obras sobrepasan con creces cualquier “esto es lo que pasa”, siempre producen otras sensaciones, generan otras ideas e interpretaciones, que el spoiler como mucho sólo podía dejar entrever. O dicho de otra forma, si una buena novela de 800 páginas se pudiese resumir en un spoiler, nadie se hubiese molestado en escribirla.

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Robotizado

En uno de los supermercados en los que compro habitualmente han cambiado recientemente algunas de las cajas operadas por personas, sustituyéndolas por cajas de autoservicio. Considerando que han duplicado el número anterior de cajas reduciendo a la vez el número de personas necesarias para operarlas, comprendo lo que gana la empresa al hacerlo.

Lo que no me queda tan claro es lo que se supone que gano yo.

Imagino que la idea es que gano tiempo. Normalmente no hay nadie en ellas, mientras que en las cajas tradicionales se forman colas. También vas pasando las cosas a tu ritmo y las vas embolsando tú mismo, con lo que te conviertes en una especie de “empleado” temporal del súper, cosa que en teoría es más rápido.

Yo las odio.

Porque me obligan a comportarme como un robot.

El problema es que la máquina de autoservicio espera y exige que todo se haga de una forma determinada y precisa. Admite muy poca variación y en cuanto te equivocas te castiga bloqueándose totalmente y requiriendo el auxilio de un ser humano que se pasea entre las máquinas con una tarjeta mágica que sirve para indicarle que sí, que todo está bien, que no pasa nada y puede continuar.

Frustrante.

Acabas aprendiendo, claro. Acabas ejecutando tus movimientos tal y como la máquina espera, en el orden que la máquina quiere que se ejecuten. Acabas siendo un periférico más, como el lector de tarjetas o el escáner. Inexorablemente, con una paciencia infinita, con una determinación absoluta, la caja automática acaba transformándose en un engranaje más.

Tanto es así que al rato te encuentras juzgando a los otros compradores que no tienen tanta experiencia como tú. Los errores de los demás demuestran su incapacidad para determinar el procedimiento correcto. Que requieran de la asistencia de la tarjeta mágica es prueba de un fallo moral fundamental.

Luego te das cuenta de lo que estás pensando y odias a la máquina por hacerte pensar esas cosas. Piensas en fallar deliberadamente, simplemente por rebeldía, pero entonces recuerdas que te retrasarás, que tendrás que sentirte frustrado durante unos minutos y que tendrás que esperar a la tarjeta.

Mi hija tiene otra actitud, completamente diferente. Para ella ejecutar esas tareas es un juego que se le da bien, como cuando serpentea por Slither.io. Es más, al percibir mi frustración, me urge a tener en cuenta los sentimientos de la máquina, a considerar cómo se estará sintiendo ella al tener que mostrar un error. Me dice que tengo que ejecutar las tareas por consideración a la máquina. Debo aprender a ser más paciente, suele concluir.

Para mí, esas maquinitas son una fuente de frustración. Para ella, no son más que otra forma de interaccionar con el mundo, una de las muchas en las que se embarca cada día.

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