Hay gente que ha leído demasiada ciencia ficción
En realidad, debería decir “ha visto”, porque realmente hoy en día la forma de la ciencia ficción es sobre todo la visual. Y como nos recuerda Eduardo Arcos, la ciencia ficción se escribe, o se filma, para que sea sobre todo espectacular, y las tecnologías que en ella aparecen deben cumplir sobre todo una función dramática:
Google Glass o los HoloLens están cerca del futuro de la computación propuesto por Minority Report, que por mucho que hagan efecto dramático requerido en la ciencia ficción de Hollywood, es impráctico y extraño para el mundo real.
Imagino que muchos ingenieros y gente que inventa productos creció leyendo y viendo mucha ciencia ficción, y esas imágenes son las que moldearon su forma de ver las cosas, de entender el aspecto que tendrá –una sensación habitualmente teñida de cierta “inevitabilidad”– el futuro. Por eso hay todavía tanta gente insistiendo en el coche volador o la colonia lunar. Paradójicamente, la ciencia ficción puede osificar el pensamiento, provocar un anquilosamiento que nos impida comprender que el futuro puede ser muy diferente a la imagen ideal que tenemos de él.
Pero, dejando de lado la comparación entre empresas que no deja de ser un poco absurda, tiene razón Eduardo Arcos cuando insiste en que no es así como se inventa. La ciencia ficción no deja de ser un comentario sobre los miedos, ansiedades y esperanzas del presente en el que se crea. La ciencia ficción al final es tan reflejo del futuro como lo podría ser un cuento de hadas: nada. Si la ciencia ficción habla del futuro, es siempre de una imagen del futuro que se tenía en el pasado.
Por esa razón en el mundo real los inventos no suelen seguir los patrones fantasiosos de la ciencia ficción. Y, como nos recordaba William Gibson en su “El continuo Gernsback”, es mejor que así sea.