Río lento, de Nicola Griffth

Tuve el placer de traducir Slow River (como Río lento se publicó) de Nicola Griffith hace ya un montón de años. Se trata de una de esas grandes novelas de ciencia ficción que pasan desapercibidas, que nunca logran el reconocimiento que se merece. No sólo juega con los tiempos de la acción, sino que además presenta un conjunto de grandes personajes que logran provocar en el lector la sensación de estar realmente presenciando la vida de otras personas. Y resulta que también trata temas que no eran habituales en la ciencia ficción de la época (aunque han ganado tracción desde entonces).

Pues eso, más que recomendable.

Slow River, Nicola Griffith | SF Mistressworks

In other words, Slow River is quite strange for a science fiction novel: a largely female cast with the plot driven by their individual concerns rather than outside concern driven, which is quite sophistically written with three different viewpoint styles and where the science on display is ecological, environment engineering. It’s no wonder it won a Nebula. A great, satisfying novel by a writer who should be much more well known than she is.

En su día leí también The Blue Place (que forma parte de una trilogía), una novela con detective mujer. Y estas Navidades me han regalado Hild, que pinta estupendamente.

Volviendo a Slow River, esto escribí en 1997, cuando la leí en inglés:

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Los votantes del premio Nebula son personas extrañas: un año le dan el premio a una novela sin interés como The Terminal Experiment (que tiene la profundidad intelectual y artística de un telefilm, es decir, se puede leer, pero darle un Nebula…) y al año siguiente votan una novela de la calidad de Slow River (que también había ganado el Premio Lambda). ¡No hay quién lo entienda!

Nicola Griffith, que es de origen británico, causó su primer impacto con Ammonite, una historia de sociedad futura en un remoto planeta poblado exclusivamente por mujeres. Y aquí es donde suelen empezar los problemas. Los críticos, enfrentados a una novela de este tipo, suelen reaccionar con furia. Si un hombre escribe una novela en la que sólo aparecen hombres la situación se considera normal, pero si una mujer escribe una novela sólo con mujeres, se la considera una peligrosa radical que está dispuesta a derribar el mundo tal y como lo conocemos. Pero Nicola Griffith no se disculpa cuanto trata esos temas y su honestidad le valió no sólo ser considerada como una revelación sino ganar además el Premio James Tiptree Jr. y el Premio Lambda.

La génesis de Slow River es la historia de una persona extraña en un mundo extraño. Una cita de un comentario de la autora sobre la novela quizás lo aclare:

Vine a Estados Unidos desde el Reino Unido por primera vez para un taller literario de seis semanas. Mientras volaba sobre los cúmulos del medio oeste, me vino la idea de que no había ni una sola persona en los Estados Unidos que me conociese. La sensación súbita de no estar sujeta a lo que la gente esperaba de mí, de estar de alguna forma fuera de las reglas, fue estimulante.

Así exactamente se encuentra Lore van de Oest al comenzar Slow River. Completamente desnuda, liberada de un largo y vejatorio secuestro, en una ciudad extraña y con el chip de identificación arrancado. Ya no es nadie y tampoco desea volver con su familia (que aparentemente no pagó el rescate). Aparece en ese momento Spanner, una pirata informática y prostituta del submundo de la innominada ciudad europea en la que transcurre la acción, que la recoge, la cuida y la introduce en el mundo del robo de datos y la prostitución, además de convertirse en su amante.

La novela discurre en tres marcos temporales simultáneos: Lore desde que era niña hasta el momento de su secuestro, toda su vida con Spanner y el momento en que decide cambiar de vida y encontrar una nueva identidad y un lugar en el mundo.

Pero la familia van de Oest es fabulosamente rica, al controlar el conjunto de bacterias que sirven para procesar las aguas residuales. Un negocio complejo, duro, que hay que estar defendiendo continuamente, y que todos lo miembros de la familia están obligados a conocer. Así que cuando Lore va a buscar trabajo, con la identidad de una chica muerta, naturalmente se dirige a una de las plantas de reciclado de aguas residuales. Allí entra en contacto con un mundo del que siempre había estado alejada, el mundo de las personas que deben operar las plantas para que las bacterias que fabrica su familia hagan el trabajo, que ganan su dinero con el trabajo sucio de todos los días.

Poco a poco los acontecimientos de los tres marcos temporales comienzan a explicarse unos a otros. Lo que Lore sufrió de niña a pesar del dinero de su familia, los crímenes que cometió con Spanner y los problemas en la planta cuando comienzan a producirse misteriosos sabotajes. Todo comienza a confluir para construir la personalidad de la protagonista de forma delicada, segura, precisa y detallada. La novela comienza con una decisión importante, dictada más por las circunstancias que por sus deseos, y acaba con otra decisión importante ya producto completo de su nuevo ser. Al principio de la novela la ciudad es un refugio, al final es un hogar. Slow River es la historia de una transformación.

La novela está escrita con exquisito cuidado, y está llena de poesía y sentimientos. En particular, la protagonista central está construida con maestría así como la ciudad que la rodea que está descrita incluso al nivel de los olores. No es una novela de ciencia ficción que se centre particularmente en la acción o en la especulación precisa sobre una hipótesis científica. Esta novela pertenece a la otra ciencia ficción, la que no rehuye el futuro para nada pero que prefiere concentrarse en la descripción de los habitantes de ese nuevo mundo. Es una ciencia ficción también difícil de escribir. Nicola Griffith triunfa maravillosamente. La vida es un río turbulento que recorre silencioso, pero con fuerza, los acontecimientos diarios. Mientras tanto, Slow River no es sino una hermosísima novela.

La única concesión de una autora nada dispuesta a justificarse se encuentra en una nota final. Allí se nos dice que los lectores, especialmente los críticos, tienden a asumir que las novelas sobre abusos físicos están basadas en las vidas de los autores y que eso es una negación de la imaginación del escritor. No, nos dice Nicola Griffith: “Slow River es ficción, no autobiografía. Me lo inventé”. Quizás esa defensa del carácter ficticio de las novelas sea uno de los elementos más importantes de Slow River. Dicho queda.