«Que es como solucionaría yo todo»
Excelente charla breve de Beatriz Sevilla sobre sexismo y estereotipos en la ciencia (inspirada, aparentemente, tras observar la enorme disparidad entre sexos en Naukas).
Excelente charla breve de Beatriz Sevilla sobre sexismo y estereotipos en la ciencia (inspirada, aparentemente, tras observar la enorme disparidad entre sexos en Naukas).
Ya lo he leído y es excelente. De estar traducido, ya habría regalado varios ejemplares. Una gran lectura.
Book review: Ways of Looking. How to Experience Contemporary Art:
I loved this book. I’m tempted to offer a copy to my many friends who stare at me with a look of “poor loser, that art job must be so BO-RING” in their eyes. I never managed to explain them why what i do for a living makes me want to spring out of bed every morning but this book might be more convincing. But Ways of Looking will be of great help to me as well. I’ve always thought that i was good at feeling when a work is ‘good’ or ‘bad’ but i often struggle to form intelligible thoughts that would help me express what i find so interesting about a particular piece or exhibition.
I particularly liked the tone of the book. While the author sounds genuinely passionate about contemporary art, he doesn’t seem to take it too seriously either. From what i could infer, he doesn’t suffer sloppy, easy and pompous art. There certainly isn’t any of that kind of art in his book.
Y la historia de la madre que no le quiso comprar una muñeca de princesa a su hijo tampoco está nada mal.
“Milady, anyone can be a fighter.”
I went to the Renaissance faire dressed as a warrior. I had a real sword with me, too. I was standing (in character) next to a sword-fighting ring, where kids of all ages got the chance to pick up a sword and challenge the champion. Some woman walks by, with her little girl. The girl starts walking towards the ring, saying she wants to fight. But the mom pulled her away hella sharply, and was like, “That’s for boys.” You don’t want to be a BOY, do you?” And the girl looked around and saw me. I think she thought I was a boy; I had my hair in a ponytail, and was wearing a hood. So she comes up to me and asks me, “Do you think girls can be fighters, too?” And her mom looks like she’s silently gloating. Like she thinks I’m going to say no. So I take off my hood, untie my hair so that it flows freely, and kneel before her. And I’m like, “Milady, anyone can be a fighter.” I swear, the look on that mother’s face made my day.
Siguiendo evidentemente, tanto que incluso aparece en la lista (breve) de lecturas recomendadas incluida al final, el ejemplo del Understanding Comics, de Scott McCloud, Neurocomic, publicado en España con el título de Neurocómic, es un comic de ensayo donde la intención última es explicar algunos aspectos (pocos y brevemente, por el formato) del funcionamiento del cerebro. Para ello hacen uso de una historia sencilla: un hombre cae en un cerebro, que debe ir recorriendo para salir de él, encontrándose por el camino con famosos científicos (todos hombres) cuyas investigaciones ayudaron a entender su funcionamiento. El primero de esos científicos, por cierto, es Santiago Ramón y Cajal.
¿A quién pertenece el cerebro al que ha caído este desdichado? Pues bien, eso es parte de la historia y la revelación final es otra muestra más del funcionamiento del cerebro; uno de sus trucos más impresionantes. Es un giro divertido que obliga al lector plantearse de nuevo buena parte de los leído.
Estructurado como un viaje, el protagonista recorre el cerebro como Alicia el País de las Maravillas, conociendo a personajes como los neurotransmisores o los inhibidores. Atraviesa las neuronas, sale por las sinápsis y acaba en regiones de la memoria. El destino final es, como no podía ser de otra forma, la sede del yo, el misterio fundamental del cerebro y su secreto mejor guardado. Los capítulos cubren la morfología, la farmacología, la electrofisiología, la plasticidad, la sincronicidad. En cada caso se van dando explicaciones sobre el funcionamiento del cerebro desde casa una de esas formas de verlo. Por ejemplo, Ramón y Cajal es el responsable de explicar su teoría neuronal, mientras que Eric Kandel habla de la memoria.
La verdad es que el planteamiento de Neurocomic no era nada sencillo. Es verdad que el cerebro se presta a la explicación porque es extremandamente interesante y atractivo, pero aún así, me asombra el equilibro logrado entre las explicaciones, que no escasean y que llegan a ocupar varias páginas, y los elementos más chistosos y cómicos (Ramón y Cajal peleándose con Golgi, o el calamar gigante que ataca el submarino de Alan Hodgkin y Andrew Huxley). Incluso la idea de alguien perdido en el cerebro, y que por tanto desconoce todo lo que le rodea, sirve como mínima justificación para la aparición de científicos que deben ilustrar al lego interesado. E incluso en una ocasión se atreven a mostrar una, pequeña, gráfica. Inevitablemente, como en cualquier obra de divulgación, habrá enormes simplificaciones, pero la verdad es que lo esencial parece estar presente.
Hay dos cosas que me gustan especialmente. La primera es toda la parte dedicada al funcionamiento de las neuronas y la comunicación entre ellas. El proceso en sí es complicado, pero creo que han logrado simplificarlo haciéndole justicia. La otra es que no rehuyen para nada el misterio final de la conciencia y de hecho planean el “viaje” con ese destino, el encuentro final con el hombrecillo tras la cortina.
Mi único punto negativo es que este cómic, que hace tantas cosas bien y logra su objetivo de una forma tan excelente, caiga en el prólogo y el epílogo en el cliché de encajar la obra en el marco de “la búsqueda de una mujer”. Un poco más de originalidad habría sido el punto perfecto.
A destacar la portada, con preciosos detalles en oro y plata, mostrando algunas de las criaturas y lugares que aparecen en la historia. Una portada así lo convierte además en un regalo ideal.
Annihilation es una de esas novelas que no tengo claro cómo describir. No sólo se trata del primer libro, corto comparándolo con los otros, de una trilogía llamada Southern Reach, sino que además me recuerda a tantas otras historias (vamos, si hasta parece contener al menos una referencia a Lost) que no sé si mi reacción más bien tibia se debe a alguna carencia del libro o se debe simplemente a que me resultó conocido.
Vayamos al principio.
En algún momento, una región de Estados Unidos quedó atrapada en lo que ahora se conoce como Área X, una zona de lo que parece vegetación prístina donde la influencia de la humanidad (metales pesados y similares) ha desaparecido casi por completo. Toda esa zona está rodeada por una membrana que impide el paso, excepto por una pequeña “puerta”.
Por desgracia, las expediciones –enviadas por la agencia Sourthen Reach que da título a la trilogía– que se han adentrado en esa región no han vuelto, han perdido todos la cabeza, los supervivientes han muerto de cáncer posteriormente, o sus integrantes retornados apenas se han logrado recuperar para volver a servir como seres humano, en alguna variada combinación de esos elementos. Porque allí dentro suceden todo tipo de hechos extraños, inexplicables e incomprensibles.
Cuando comienza el libro, asistimos a la llegada a la decimosegunda expedición, en este caso formada sólo por mujeres: bióloga, psicóloga, antropóloga y topógrafa (lingüista se bajó del carro antes del comienzo de la expedición). Y ya casi en las primeras páginas las cosas empiezan a ir mal, el grupo comienza a deshilacharse (si no venía ya deshilachado) y la paranoia se apodera del equipo. La jefa, psicóloga, parece tener sus propios planes y no ayuda nada la súbita aparición de una enorme estructura subterránea (que la narradora se empeña en llamar “torre”).
La novela es en realidad el diario de una de las expedicionarias, la bióloga (no se usan nombres propios, sólo títulos). Es un personaje que mantiene una especial sintonía con el paisaje, como queda claro cuando habla de su pasado, lo que le lleva a tener una visión más, digamos, ecológica del Área X. Así mismo, su maridó participó en la fallida oncena expedición.
Mi problema con este libro es que realmente sirve como amplio preámbulo para el libro 2 y que lo que cuenta me resulta incluso trillado. Área X recuerda enormemente a la Zona de Pínic al borde del camino, de los hermanos Strugatski, con su región de anomalía absoluta donde la comprensión meramente humana es imposible. El mismo Lem, que no entendía Pínic al borde del camino, escribió más de una novela sobre el enfrentamiento a lo totalmente incomprensible, sobre el toparse de bruces con la alteridad más radical.
En Annihilation el Área X, que está completamente desacoplada del mundo, se presenta como metáfora posible de las relaciones entre personas o se menciona de pasada su conexión con otros puntos del planeta. Es interesante que la opinión de la bióloga sobre su marido vaya cambiando a medida que se va enfrentando a la extrañeza, como si la zona incomprensible los fuese uniendo a pesar de su catastrófica separación.
Pero no es suficiente. Mientras leía no podía deshacerme de la sensación de que todo esto ya lo había leído con una ejecución mucho mejor. Como novela individual no aguanta nada bien, sobre todo dando a entender que los misterios de Área X son solubles, que hay una razón que los seres humanos podemos entender. Siendo una obra anglosajona quizá debamos asumir que una explicación y se nos dará en algún momento.
Supongo que es lo malo de ser un prólogo.
Por suerte, el segundo libro mejora considerablemente.
La sorpresa del la presentación de Apple del día 9 fue su Apple Watch. Un poco sorpresa a medias, porque ya se sabía que llegaba, pero en todo lo demás una novedad. En el episodio 34 de Hacía Falta: Post-Keynote comentamos nuestras impresiones sobre lo presentado y especialmente sobre el reloj.
¿Qué pienso del reloj? Gracias por preguntar.
Creo que es muy interesante. Parece el simple hecho de tenerlo te permitirá hacer cosas muy chulas, sobre todo si usas el iPhone 6+. También parece tener un enorme potencial y si esta es la versión 1.0, dentro de 3 años alucinaremos con lo que ofrezca. Ardo en deseos de tener uno en la mano y probarlo. Pero con todo eso, no me puedo mostrar más entusiasmado hasta que no pueda ver qué se puede hacer con él. Cosa que sólo sabré cuando Apple libere el SDK correspondiente.
Pero lo que está ya claro es que Apple se ha metido de lleno en el mundo de la moda. Es evidente que con el reloj ha optado por la estrategia de ofrecer el mayor rango de opciones posibles. Es más, queda claro también que en fotos resulta difícil juzgar la calidad del resultado, el cuidado con el que se ha diseñado todo y la sensación que produce llevarlo.
De ahí el interés de A Watch Guy’s Thoughts On The Apple Watch After Seeing It In The Metal (Tons Of Live Photos) que detalla los aciertos y problemas del Apple Watch.
Lo bueno de Apple Watch, tal y como lo describe, es el impresionante nivel de detalle en la ejecución física del dispositivo, desde el acabado de la caja hasta las correas. Cualquier otra empresa tecnológica habría soltado a sus ingenieros para producir un reloj según sus criterios sin pensar en toda la tradición, pero está claro que Apple consideró primero todo lo que se había hecho antes y que el Apple Watch surge de una reflexión profunda sobre lo que es un reloj en la muñeca:
The overall level of design in the Apple Watch simply blows away anything – digital or analog – in the watch space at $350. There is nothing that comes close to the fluidity, attention to detail, or simple build quality found on the Apple Watch in this price bracket
Me encanta, y parece ilustrativo, este párrafo tras comentar el enorme trabajo invertido ya sólo en las correas:
But for me, it’s all about the Milanese bracelet, baby. The fact that Apple even knows what this is is remarkable. I promise you not a single other tech company in the world would’ve spent the time to make this admittedly outdated looking option. But I absolutely love it.
Queda claro por la descripción que Apple pretende que su reloj sea ante todo un objeto bonito, agradable y que encaje sin problemas en el mundo de los complementos.
Los posibles problemas son varios. Está el más evidente de que el Apple Watch durará como mucho unos cuantos años, al contrario que un reloj tradicional (aunque en los comentarios al texto indican que un reloj caro de verdad requiere su mantenimiento). Pero el problema principal, dejando de lado la desconocida duración de la batería, es el de siempre: ¿para qué sirve?
The Apple Watch is absolutely the best smart watch on the planet. That much I’m sure of. But are we sure that wearable technology is something we really want? In the same way those who publicly wore blue-tooth headsets five years ago and those who wore Google Glass one year ago, will smart watches ever become a thing that people genuinely want? If anyone can make it happen, it’s Apple. It’s going to take a lot of time, and a lot of test cases when this thing launches next year.
Imagino que desde el punto de vista de Apple, el uso del reloj vendrá dado por la gente que decida usarlo. Usuarios y programadores irán añadiéndole funcionalidades y quizá alguna ellas resulte ser lo suficientemente importante. A mí, por ejemplo, me da que lo de poder mandarse dibujitos va a de las opciones más populares.
Pero también es verdad que se presenta como una opción de futuro, algo en lo que Apple deberá trabajar durante años si quiere que sea un éxito y que claramente se concibe como uno de los pilares futuros de la empresa. De ahí también centrarse tanto en las opciones y la calidad de los acabados, porque está claro que como simple objeto tecnológico no va a tener ningún futuro. Pocas personas estábamos dispuestos a pasearnos por ahí con un Pebble. Para la mayoría del mundo, si algo te lo vas a poner en la muñeca, tras pagar al menos 350 euros por él, lo mínimo a pedir es que sea bonito.
¿Se venderá? Ni idea. Tampoco sé en qué situación estamos. No sé si nos encontramos en un mundo que no necesita para nada un reloj de estas características o en un mundo donde hay problemas que no sabíamos que podíamos resolver con este dispositivo. Si estamos en el segundo caso, Apple tiene suerte. Si no, pues…
Y antes de despedirnos, una última reflexión. El hecho de que podamos ponernos un ordenador en la muñeca no significa que debamos hacerlo. Como nos recuerda Nick Carr en Apple Watch: We Are Now Literally Handcuffed To Our Computers, la historia del reloj de pulsera es también la historia de llevar una forma rígida de entender el tiempo a cada vez más gente, expulsando otro tipo de ciclos, uniformizando la sociedad. La rigidez de los segundos precisos es también una forma limitada de relacionarse con el mundo:
That’s all very exciting, but some wariness is in order. As the history of clocks reveals, strapping a technological companion and monitor onto your wrist can alter, in ways that are hard to foresee, life’s textures and rhythms. And never before have we had a tool that promises to be so intimate a companion and so diligent a monitor as the Apple Watch.
Con un poco de suerte, el Apple Watch se usará para mejorar tu vida. Pero nunca se sabe.
Demasiado datos. Ése es el peligro. Ahora que parece que Apple va a presentar al fin su versión de los sistemas vestibles, hay que recordar que los mejores datos son aquellos de los que no necesitas preocuparte. Y los mejores sistemas aquellos que te ofrecen datos sólo cuando los pides.
Smart Watches, Wearables, and That Nasty Data Rash es una gran lectura:
EVERY TECHNOLOGY HAS ITS TOXIC BYPRODUCTS and associated maladies. The pollutants of the industrial era cursed us with black lung, lead poisoning, radiation sickness and more. Now the information age threatens to ding us with the damaging, if less deadly, ailments of data pollution.
For all the remarkable opportunities that information technology has unlocked, it’s hard to dispute the downside of our diminished ability to focus, to find calm, to connect with the people we care about. As social networks spew a dazzling blizzard of text, images and alerts, we’re buried under the impossibility of consuming those messages as quickly as they are produced. Online, we enjoy the illusion of companionship without the demands or benefits of friendship. Offline, we test our genuine friendships by gazing into glass slabs instead of enjoying one another’s company.
And now here come the wearables. I’m a technologist, an enthusiast, an optimist. I’m beside myself about the possibilities of ubiquitous computing. But I’m also concerned that the first generation of wearable gadgets is buffeting the body in unintended ways, like so many other technologies that came before. Will our skin burn with bubbling boils of data? Will our ears buzz with non-stop notifications? Will our eyes flicker with the alerts streaming across the clothing and accessories of others?
There are so many opportunities in the fact that we can now wear data. But the risk is that it will wear us.
Luego ofrece una serie de recomendaciones, más que razonables, sobre cómo deberían actuar esos sistemas. Para concluir:
Technology should bend to our lives instead of vice versa. Instead of using the cold and creepy terms of enhancement or augmentation, I suggest wearables should aim to amplify our humanity. They should let us be who we already are, only more so. They should give us greater control, mastery, and understanding over our environment and ourselves. They should reinforce connections with the people we love and the places we visit, instead of isolating us under a torrent of data. They should draw us into the world instead of drawing our eyes to a screen.
No conocía a Mark Manders (lo que no es de extrañar, porque en cuestiones de arte no soy más que un aficionado más bien caótico), artista holandés nacido en 1968, hasta esta exposición, Curculio bassos, que le dedica el CGAC, el museo de arte contemporáneo de Santiago de Compostela.
Pero para eso va uno a los museos, para descubrir cosas nueva. Y el CGAC (uno de los lugares más interesantes de la ciudad y que no recibe el apoyo que merecería) ha cumplido con su función una vez más.
Porque Curculio bassos me encanta. Lo que muestra me parece sencillamente espectacular. Obras que miras y de inmediato te sugieren un torrente incontenible de ideas y sensaciones. Son enigmáticas, en muchos casos con títulos que no parecen corresponderse con lo que estás viendo, pero simultáneamente poseen una claridad meridiana. Cada un de las piezas es como un iceberg.
La he visto dos veces (estará hasta el 12 de octubre, por lo que queda tiempo para acercarse a ella), la primera vez con mi hija. a la que también le gustó mucho. Y espero verla algunas veces más.
Lo divertido de la exposición es que su entrada es una zona del vestíbulo del museo acotada con plásticos. Por el pasillo resultante atraviesas una reconstrucción de un estudio de arte. El texto pegado a la pared aclara que esa obra se llama “Silent Studio” y que está realizada con materiales diversos (!) entre 1992–2014:
Son unos buenos metros en los que te encuentras objetos adecuadamente random:
Me encanta este tocadiscos:
Por cierto, el periódico que se ve al lado es otra de las obras de Mark Manders, que también trabaja con el lenguaje. Son periódicos falsos con titulares que parecen coherentes pero que realmente no significan nada o, quizá, su significado es fundamentalmente poético, una disrupción del sistema cognitivo.
La entrada me parece espectacular. Me encanta el espacio semicerrado en lo que es en realidad un vestíbulo mucho más grande (el CGAC por su estructura se presta muy bien a ser objeto de esas intervenciones en el propio espacio). El ordenado desorden que exhibe, la sensación que transmite de alguien frenéticamente ocupado en la producción de obras, el dar a entender que el artista se ha ausentado brevemente y que volverá en cualquier momento, no sólo me hace creer que es efectivamente un espacio de trabajo real temporalmente en silencio y quietud, sino que también me hace sentir tranquilo. Así que cuando voy recorro esos metros de un lado a otro varias veces. Y como es expresión de un estudio, siempre hay algo nuevo que ver.
En la siguiente fase ya te encuentras con obras individuales. No por ellos menos complicadas, porque en menos espacio acumulan un gran número de elementos. Como sucede con “Living Room Scene”, con dos figuras que parecen flotar, y no, sobre escritorios que no están del todo rectos, o “Notional Cupboard”, con sus ratas colgando, su tambor alargado o sus fotos. “Short Sad Thoughts” es al contrario de una simplicidad cortante.
Una de mis preferidas no sale bien en ninguna de mis fotos y no lo voy a intentar. “Nocturnal Garden Scene” es una espacio totalmente negro, de tierra negra, donde un gatos yace inmóvil, dividido por la mitad por una cuerda sostenida entre dos torres. La tierra es negra, las torres son negras, la cuerda es negra. Es efectivamente una escena nocturna en la que no parece no haber luna ni estrellas. Y mi me hace pensar en una Gulliver macabro, como si una pequeña raza de seres hubiese encontrado un gato muerto y se hubiese decidido por despedazarlo. Me produce la sensación de melancolía de la habla el artista.
Al entrar, por cierto, uno de los acceso a la sala grande está bloqueado por un plástico, lo que difumina las figuras que se encuentran al otro lado, las de “Living Room Scene”.
“Abandoned Room, Constructed to Provide Persistent Absence” me resulta fascinante. Esos cuerpos preservados, que parecen orgánicos pero que realmente son de bronce pintado:
Hay muchas figuras que no acaban de estar completas. A veces hay trozos de madera verticales que parecen constreñir el alma y que yo no puedo evitar ver como libros (lo que dice más de mi relación con la lectura que de las obras):
A veces sin embargo los trozos de madera salen de la carne:
Una obra que nos encantó a mi hija y a mí fue “Finished Sentence” (es un horror intentar hacer estas fotos con un móvil, tendría que haberme llevado la reflex):
Me produce una impresión orgánica, a pesar de que los elementos son todos totalmente artificiales. Ni siquiera el té es té, sino bolsitas de té. La obra está junto a “Live-Size Scene with Revealed Figure” que en su combinación de madera, metal y figuras en precario equilibrio parece bastante explícita.
Hay un espectacular autorretrato del autor como chimenea industrial, que ocupa toda una sala y es fascinante. Como parte de la obra, una silla junto a la cual se encuentra la ropa normal de calle cuidadosamente doblada. También hay una rata por las inmediaciones. Por lo que leo en el folleto, esos autorretratos los hace periódicamente.
Yo creo que el mejor punto para terminar es la gran sala ocupadas por “Figure on Chair” y “Window with Fake Newspapers”. Aquí reaparecen los periódicos falsos (que a lo largo de la exposición tapan alguna ventana más) y que se usan para cambiar la luz de la sala. Los titulares, me repito, son juegos con el lenguaje y dejo a la imaginación de cada uno lo que sucede cuando se les usa para tapar ventanas:
La figura que ocupa el espacio de la sala es especial, porque está formada por un fragmento de torso y cabeza pero con un cuerpo que es básicamente un tablón de madera. No está sentada, porque el tablón no se puede doblar, por lo que más bien está apoyada. Tampoco acaba de ser una figura, porque en cierto punto pierde toda forma corpórea. Es similar a esta.
El texto que acompaña a la exposición es de Javier Hontoria, que sólo cae en la jerga del folleto artístico en muy contadas ocasiones, por lo que es bastante comprensible para un lego como yo. Me resultó una muy valiosa e informativa introducción a un artista que no conocía de nada y es más que recomendable como primera aproximación. En el CGAC suelen insistir en que te lleves un folleto y en este caso esa insistencia es merecida.
Para mí, lo único realmente decepcionante de esta exposición, y me parece un fallo enorme, es que el catálogo todavía no está disponible. Por lo demás, merece totalmente la visita.
Y ahora sólo me queda intentar descubrir más cosas de este hombre. He quedado entusiasmado
En una ocasión mi hija me preguntó si todos los chicos tenían pito. Mi respuesta fue que se trataba de una pregunta muy difícil de responder, porque en cada ser humano individual se dan un enorme conjunto de circunstancias. Que ser chico o chica es algo muy diferente a poseer ciertas características biológicas, le dije, lo que inmediatamente provoca una explosión de posibilidades en cada ser humano. Vamos, que no, pero por muchas y buenas razones.
Ahora este vídeo de PBS se plantea una situación similar, pero relacionada con el personaje BMO de la serie Hora de aventuras. BMO es una consola de videojuegos que muy explícitamente no se identifica como hombre o mujer; BMO no tiene género. Eso le permite expresarse con enorme libertad, pudiendo adoptar comportamientos tradicionalmente asociados con la mujer y otros tradicionalmente asociados con el hombre. De hecho, lo hace sin ni siquiera destacar que lo está haciendo. Es decir, la carencia de género de BMO no define a BMO como personaje, es simplemente algo que es. BMO tiene muchas características de personalidad para definirse.
Uno podría pensar que es absurdo. BMO es, como he dicho, una consola de videojuegos consciente e inteligente, a todos los efectos un robot. Sin embargo, no consigo recordar ahora mismo un robot de la pantalla que no tenga asignado un género concreto. De hecho, siempre es fácil saber si se supone que es hombre o mujer (en Robots la sociedad de máquinas están tan rígidamente divida por sexos como la nuestra). La insistencia, capítulo tras capítulo, en la ausencia de género en el caso de BMO tiene que ser deliberada.
Lo que eso significa ya es otro tema. El vídeo apunta a que BMO podría considerarse una expresión en la pantalla de un ser que no se deja definir por una identidad sexual concreta, que fluye entre comportamientos sin plantearse si le corresponden o no. Sería, de ser cierto, una expresión en un medio de comunicación de masas de la tercera ola del feminismo, cuando podamos dejar atrás la distinción binaria de géneros y cada uno pueda ser el que es.
(ht faraox)