Beautiful LEGO 2: Dark

Segundo libro tras otro que tampoco conozco llamado Beautiful LEGO. Aparentemente, este segundo está dedicado a los aspectos más dark de las construcciones con Lego, presentando imágenes supuestamente inquietantes. Pero a juzgar por las fotos, tampoco lo parece:

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No sé. Habrá que hacer el “sacrificio” de comprarlo y leerlo.

Lo he puesto en mi lista de los deseos, por si algún alma caritativa…

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El ataque de los cyranodroides

¿Qué es un cyranodroide? Me alegra que me hagan esa pregunta.

El nombre deriva de Cyrano de Bergerac y esa famosa escena en la que el feo protagonista le susurra a un tío guapo lo que tiene que decir para conquistar al objeto común del afecto (sí, ese tipo de obras son un poco raras), combinando de esa forma ingenio (Cyrano) y belleza (el otro) en un nuevo ser.

Básicamente dicen en “Cyranoids”: Stanley Milgram’s Creepiest Experiment:

Imagine that someone else was controlling your actions. You would still look like you, and sound like you, but you wouldn’t be the one deciding what you did and what you said. Now consider: would anyone notice the difference?

Como la mayoría de nosotros suscribe la teoría del homúnculo (aunque no lo admitamos) –es decir, hay alguien dentro de nosotros atareado con la labor de ser nosotros mientras maneja un robot de carne–, básicamente un cyranodroide sería sustituir el homúnculo, poner otro núcleo de personalidad en lugar del habitual. La pregunta horrible o fascinante (depende del punto de vista) es: ¿alguien se daría cuenta?

Pues resulta que una aproximación de esa situación se puede dar experimentalmente. En una habitación dos personas mantienen una conversación. Pero una de ellas, secretamente, no está respondiendo realmente lo que piensa. En su lugar, otra persona en otro lugar, que sigue por audio y vídeo la conservación, le indica remótamente lo que debe decir. En el experimento inicial, con 20 personas, nadie se dio cuenta de que pasaba algo raro.

En el segundo experimento, el actor era un niño de 12 años, mientras que la persona que suministraba las respuestas era un psicólogo social de 37. Algunos participantes pensaban que al niño había sido entrenado, otros que era muy listo, pero nadie se imaginó la verdad

Por una parte, es perfectamente normal. Un cyranodroide no es algo que se encuentre en la vida normal. Si interaccionamos con una persona cualquiera en la calle, no tenemos forma de saber si la personalidad que manifiesta es su personalidad real o está “poseído”. Esas cosas sólo suceden en las películas, y habitualmente la posesión es tan dramática que a efectos del guión es más que evidente.

Pero lo interesante es preguntarse qué pasaría entre personas que se conocen. Sospecho que si un conocido mío se empezase a comportar de otra forma lo primero que se me ocurriría es que ha sufrido algún tipo de alteración cerebral, no que ha sido “poseído” por otra persona. Pero también podría ser que nadie se diese cuenta:

If I started shadowing someone else’s speech, would my friends and family notice? I would like to think so. Most of us would like to think so. But how easy would it be? Do we really listen to each others’ words, after all, or do we just assume that because person X is speaking, they must be saying the kind of thing that person X likes to say? We’re getting into some uncomfortable territory here.

La otra reflexión que se me plantea es simplemente que por mucho que creamos en el homúnculo, que nos sintamos operarios de una enorme grúa de construcción hecha de carne, no es ésa la posición que tomamos para evaluar a los demás. Los demás vienen en paquetes completos. El objeto de carne que tenemos delante es la persona, y en la evaluación de los demás el dualismo que nos aplicamos a nosotros mismos se esfuma.

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Anner Bylsma

Ésta es una de mis versiones preferidas. En ocasiones se da la tendencia a tocar las suites para cello de Bach como si fuesen ejercicios mecánicos, una cuestión de puro virtuosismo técnico y de precisión cronométrica. Sin embargo creo que Anner Bylsma la toca como si la música estuviese viva, como si la estuviese tocando ante todo para poder escucharla.

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El mito de las 10.000 horas

Practice Does not Make Perfect examina el mito persistente de que para lograr la excelencia en una actividad es preciso invertir cierto número de horas en su práctica. La realidad resulta ser mucho más complicada y si bien es preciso cierto tiempo de práctica, ese tiempo varía enormemente entre individuos. Es más, la práctica resulta no ser el elemento más importante –aunque tiene su peso– y otros factores (como la edad de iniciación o predisposición genética) resultan ser mucho más determinantes.

De la idea de que el talento es en buena parte innato se pueden extraer muchas conclusiones, algunas más interesantes que otras y algunas más caritativas que otras. Y hay que reconocerle a los autores que se atrevan a discutir varias de ellas. Pero en cualquier caso, les doy la razón de que el mito de las 10.000 horas acaba creando un clima social que impide la igualdad de derechos entre las personas. Si uno cree que basta con 10.000 horas de prácticas para dominar una actividad y hace caso omiso de cualquier otro factor, siempre puede concluir que el fracaso de los demás es resultado únicamente de su falta de esfuerzo y por tanto merece la posición que ocupa en la vida. Es, digamos, la cara más fea del mito de la meritocracia:

The second reason we should not pretend we are endowed with the same abilities is that doing so perpetuates the myth that is at the root of much inaction in society —the myth that people can help themselves to the same degree if they just try hard enough. You’re not a heart surgeon? That’s your fault for not working hard enough in school! You didn’t make it as a concert pianist? You must not have wanted it that badly. Societal inequality is thus justified on the grounds that anyone who is willing to put in the requisite time and effort can succeed and should be rewarded with a good life, whereas those who struggle to make ends meet are to blame for their situations and should pull themselves up by their own bootstraps. If we acknowledge that people differ in what they have to contribute, then we have an argument for a society in which all human beings are entitled to a life that includes access to decent housing, health care, and education, simply because they are human. Our abilities might not be identical, and our needs surely differ, but our basic human rights are universal.

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