Hora de aventuras

No digo que sea la mejor serie de animación, que es fácil. Digo que es la mejor serie de televisión del momento. No digo con ello que la serie sea perfecta, porque no es así. Es más, en ocasiones tiene detalles que me hacen desear una suerte horrible a los guionistas (y, por supuesto, el doblaje español es una abominación), cuando no están a la altura de sí mismos. Pero cuando Hora de aventuras es buena, se eleva muy por encima de lo que es fácil ver en televisión.

Hay que admitir, claro, que la serie parte con la ventaja de ser animación y con episodios que duran apenas 10 minutos. Eso le regala una libertad creativa y temática que series “serias” no se pueden permitir fácilmente. Si los personajes supuestamente protagonistas, Jake el perro y Finn el humano, no necesitan aparecer en el episodio, pues no salen y listo, y la serie se dedica con alegría a explorar el mundo de algún secundario. Y como es animación, y de fantasía, dentro de su humor alocado, febril y surrealista, se concede momentos de ternura asombrosamente eficaz, como en uno de los episodios más recientes donde durante unos breves segundos sabemos de la culpa de un padre por no morir antes que su hija.

Como dice Sam Keeper en Cha-Change! Formal Experimentation in Adventure Time, la serie se lo puede permitir porque ante todo ha cultivado el fondo emocional de los personajes. Más allá del trasfondo fantástico (la serie transcurre 1000 años en el futuro en un mundo poblado por criaturas fantásticas producto de una guerra terrible, donde sólo queda un ser humano: Finn), los guionistas se han cuidado de dotar a los personajes de dobleces, contradicciones, virtudes y defectos, y de una rica urdimbre de relaciones y encuentros entre ellos. Por ejemplo, Finn y Jake podrían ser simples héroes, pero en más de una ocasión se dejan llevar por el egoísmo o el trauma.

Se ve especialmente claro en el caso de la Princesa Chicle, una niña de 18 años, pero que lleva en ese estado casi 1.000 años, hecha de chicle que gobierna un reino donde todas las criaturas son de dulce. Es una persona joven que puede disfrutar, reír y cantar, pero es también un jefe de estado que en ocasiones debe tomar decisiones muy difíciles, aceptar responsabilidad por actos apresurados del pasado o que simplemente usa el poder de forma absurda a indiscriminada, dejándose llevar por los celos o la furia.

La Princesa Chicle es una investigadora genial capaz de conjurar inventos de todo tipo. Pero también se deja llevar por la hibris e inventa, por la simple razón de que se podía inventar y sin estar dispuesta a reconocer limitaciones personales, aquello que no debería existir. Puede ser infinitamente fría y calculadora, decidiendo en un instante quién debe vivir o quién debe morir (para ella, el problema de The Fat Man no existe), pero cuando se siente amenazada puede dejarse llevar por la histeria. Normalmente es tranquila y bondadosa, pero cuando debe pelear cuerpo a cuerpo se convierte en una guerrero feroz y sin misericordia.

Y es así como los secundarios van apilando complejidades y matices.

Sam Keeper comenta en su artículo dos episodios recientes especialmente destacables: “Ocarina” y “Food Chain”.

“Ocarina” ejemplifica el aspecto de la relación entre los personajes. Jake el perro, compañero de Finn y uno de los héroes de la serie, aparece representado como un padre ausente, que básicamente no se preocupa de sus hijos. Jake es en el fondo un niño grande, que prefiere las emociones y las aventuras a pensar en los problemas de cada día. Él hace las cosas simplemente porque en ese momento apetecía hacerlas.

Cada hijo reacciona de una forma diferente, pero uno de ellos, Kim Kil Whan, el que es tan responsable como irresponsable es su padre, decide poner patas arriba el mundo de Jake, comprar la casa en la que vive con Finn, echarlos de ellas y, eso espera, obligarle así a madurar.

Hay muchos detalles, pero lo interesante del episodio es cómo resuelve la situación. Finn (que es un niño de 13 años, recordemos) y Jake llegan a la conclusión de que Kim Kil Whan simplemente quiere el amor de su padre. Lo cuál es cierto, pero irrelevante: no hay duda de que Jake ama a sus hijos. Lo que quiere es algo más. Quiere que su padre sea mejor de lo que es, en todos los aspectos, que acepte sus responsabilidades y todo lo que hizo. Pero en lugar de una epifanía final en la que Finn y Jake reconocen ese hecho, es Kim Kil Whan el que comprende que no hay nada que hacer.

Al final, el pobre Kim Kil Whan acepta la ocarina contrahecha e inútil que su padre ha “fabricado” con amor y, en uno de los finales más agridulce de la serie, concluye que Jake es un buen tipo, que no pretende hacer mal a nadie, pero que jamás será el padre que él quiere. Jake nunca será Kim Kil Whan. Y Kim Kil Whan jamás será Jake.

El otro gran pilar de la serie es estar dispuesta a experimentar consigo misma, con las ideas, a levantar un tremendo edificio metatextual, donde las metáforas se manifiestan de forma real o la realidad es totalmente metafórica. Hora de aventuras no tiene problemas es mostrar un episodio que es totalmente un problema filosófico y luego cambiar a otro episodio puramente emocional. De hecho, puede hacer el cambio en apenas unas pocas escena, mientras explora, como pasa en el caso de Lemonhope, los límites de la responsabilidad personal: ¿debes sacrificar tu libertad para ayudar a aquellos que sacrificaron su libertad para liberarte a ti? ¿Irte y vivir tu vida o volver a rescatarles? ¿Cuál de las dos opciones es la que se ajusta más a lo que querían?

Pero no sólo eso, también está dispuesta a cambiar el tono narrativo, el tipo de dibujo, a invertir el sexo de todos los personajes para comentarse a sí misma y las limitaciones de las historias de fantasía que está contando.

All of this makes it possible for the show to experiment with metatextuality, drastic style shifts, and more abstract narratives. And, bless their hearts, the Adventure Team has taken those opportunities and run with them. Between highly metafictional genderflop episodes, meditations on the nature of fanfiction, weird interconnected multi-thread narratives, and whole episodes animated and written by auteur directors, the show cheerfully has dived off the deep end numerous times secure in the knowledge that the groundwork laid in other episodes with respect to the characters and the bonds that connect them will act as a safety net to catch them.

Y ahí entra “Food Chain”, uno de los episodios animado totalmente por alguien externo al equipo del programa (el otro es “A Glitch is a Glitch”, animado por el gran David OReilly) .

Creado por Masaaki Yuas, “Food Chain” explora la cadena alimenticia, pero lo hace transformando, en una sucesión rápida de imágenes casi alucinatoria ,a Finn y Jake en orugas, flores, pájaros y bacterias, mostrando cómo se ve el mundo desde cada uno de esos niveles (las transformaciones arrancan con una divertida versión del aria de la reina de La flauta mágica). Tiene una estructura circular y un ritmo de ametralladora. Termina con una extraña iluminación mística, que eleva la cadena alimenticia a ley fundamental del universo. Pero al mismo tiempo, se cuestiona si tu posición en dicha cadena es realmente tu destino.

Los protagonistas mueren en varias ocasiones, sólo para reencarnarse inmediatamente en otro nivel. Pero el Finn pájaro (siempre hambriento) no se comporta como el Finn planta (con su visión de un mundo exterior que se mueve a toda velocidad) ni como el Finn oruga (dispuesto a comer hojas y a casarse). Cada Finn es un Finn diferente, siendo, curiosamente, Jake el que se niega a participar por completo en el juego, rechazando en más de una ocasión su posición en la cadena.

Citando otra vez:

Adventure Time is thus capable, like Finn and Jake, of going through countless changes that are visible precisely because they work upon the relationships so well established elsewhere. The nature of the show transforms with the transformation of its aesthetics and focus, but we can understand and recognize that transformation because of the baseline that we perceive and compare to the alternative versions. It’s a delicate dance, and the show is all the more worthy of praise for how well it travels each of its transformative steps.

De Hora de aventuras no sólo me gusta el humor, la animación, la exuberante fantasía, sino también me gusta porque puede llegar a ser inteligente y sutil, porque en general reconoce que no hay soluciones simples a los problemas y que la vida humana se vive en gran parte en la ambigüedad. Donde otras series hubiesen condenado unilateralmente a Jake o a Kim Kil Whan, uno por ser un viva la vida o al otro por ser demasiado serio, Hora de aventuras no tiene problemas en reconocer que la relación entre los dos es complicada y que no hay una forma sencilla de resolverla.

En resumen, veo la serie porque me gusta. Pero también me gusta porque cuando la veo con mi hija luego tengo mucho de lo que hablar con ella.