Ciencia y política

Resulta agradable encontrar un político capaz de separar con tanta claridad los papeles de la ciencia y la política, como hace Pablo Echenique, investigador del CSIC, en La ciencia y la política, esa extraña pareja.

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Las verdades científicas se determinan con experimentos (combinados con matemáticas y modelos que interpretan los resultados) y son hechos esencialmente no opinables. Las decisiones políticas, en cambio, se toman votando (al menos cuando nos dejan) y no son hechos, sino acuerdos entre partes.

Que es, como bien dice un caso extremo, prácticamente ideal. Como señala casi de inmediato, en general los problemas realmente complejos incluyendo múltiples elementos, donde ciencia y política, los objetivo y lo subjetivo, se entremezclan.

Viene a decir lo lógico en este caso: la política debe tener en cuenta cuáles son los hechos (si los hay y en qué grado son fiables) para poder tomar sus decisiones. Pero que en última instancia, las decisiones se toman según una visión del mundo concreta, según unos valores que uno aspira a respetar, según unos criterios de la sociedad en la que se quiere vivir, según unas ciertas ideas sobre lo que es justo o adecuado. Lo expertos te pueden ayudar, como bien dice, pero luego queda una dimensión humana diferente, una visión de las cosas, una ética.

Pone dos ejemplos a continuación. El de los transgénicos está demasiado tocado, pero de la experimentación con animales es como muy claro en su dimensión moral. Imagina que fuese posible (que no estoy nada seguro de que sea posible, pero vamos a imaginarlo. Pero aclaro que no es porque no crea que los animales no sufran. Todo lo contrario, estoy convencido de que mi perro es capaz de sentir un rango enorme de emociones. Mi duda se refiere más bien a los límites de lo que la ciencia puede demostrar) que la ciencia demostrase que los animales sienten dolor y sufren. ¿Qué habría que hacer en ese caso?

La pregunta ya deja en evidencia que no se trata de una cuestión científica, precisamente porque de los hechos del mundo no se derivan posturas éticas. La ética surge de otro razonamiento que mezcla valores con los hechos conocidos. Por ejemplo, alguien podría concluir que el sufrimiento animal no importa mayormente y es por tanto irrelevante. Otra persona podría pensar que el sufrimiento de los animales es menor, siguiendo quizá criterios utilitarista, que el de los posibles muertos humanos y por tanto eso justifica la experimentación, el uso de los animales como objetos. Y una tercera persona podría igualmente concluir que el dolor infligido es mucho peor que el dolor sufrido y por tanto decidir que no es ético experimentar con animales.

(Un hecho interesante es que hay límites éticos a la experimentación con seres humanos. En algún momento concluimos que eso debía ser así. De forma similar, hubo una época en la que un ser humano podía ser legalmente propiedad de otro).

Vamos, que el cambio climático antropogénico es un hecho de la realidad tan fiable como pueda serlo un hecho de la realidad. Pero la respuesta a dar a ese hecho es lo que debemos discutir y analizar.

Todo esto, suponiendo que la ciencia nos pueda ofrecer una respuesta más o menos precisa. Sin embargo, también es verdad que en muchos casos la respuestas científicas dependen de otros factores y deben establecerse cuidadosas distinciones. Eso implica que el proceso de análisis y reflexión política debe ser todavía mayor. Y también en otras ocasiones, los detalles científicos se mezclan con aspectos sociales y resulta difícil separar unos de otros. Como sucede en todo lo relacionado con cuestiones de sexo y género.

Uno puede ser cientifista y pensar que todas estas cuestiones morales se pueden decidir científicamente. También puedes irte por el camino contrario y no prestar ninguna atención a lo que puede saberse sobre el mundo. Ninguno de los caminos llevará a nada bueno. El primero nos traería una especie de distopía tecnocrática y el segundo impediría a aprovechar nuestros conocimientos para mejorar la vida humana. La relación entre ciencia y política, por incómoda que pueda ser, es la mejor opción.